El recorte de nuestros reclamos es un ritual que, año tras años por estas fechas, más o menos -dependiendo de la zona geográfica y de cuándo se abra la veda-, todos los jauleros lo acometemos.
En este cotidiano y ancestral proceder anual, aunque todos coincidimos en su necesidad -excepto algunos, los menos, que no lo realizan-, las formas cambian un poco de unos a otros, la mayoría de las veces porque se siguen distintas enseñanzas familiar, pues, la mayoría de las veces, se recorta como se aprendió de nuestros ascendientes. Obviamente, el que no ha nacido en una familia de cazadores, sigue las enseñanzas proporcionadas por algún amigo perdigonero.
En mi caso particular, lo que sé del tema, lo aprendí de mi abuelo Vicente y de mi tío Jerónimo, dos aficionados de los que sabían lo que tenían entre manos.
Suelo recortar sobre mediados de noviembre porque, para esa fecha, la muda o pelecha está totalmente concluida. Luego, sobre la marcha, los desparasito interna y externamente. Dicha tarea la puedo hacer solo –colgándolos por las patas y dejándolos suspendidos cabeza abajo-, pero prefiero que me ayude otra persona, con lo que la “operación” sale mejor, es más cómoda y el pájaro sufre menos. Cuando se trata de pollos del año, de momento no los recorto. Primeramente, les veo cómo se comportan con anterioridad a la cuelga. El que tiene buena pinta, pasa por la “peluquería” y el que no pasa la prueba, me deshago de él.
Para empezar, estando el pájaro cogido por las patas/muslos y con la cabeza hacia bajo, le corto las dos o tres plumillas del extremo de las alas –gavilanes- para que no las enganchen en los alambres de la jaula y las ocho rémiges o remeras primarias a unos dos dedos de las coberteras. Al no eliminar todas las plumas del ala, bajo mi opinión, los reclamos se sienten más protegidos y seguros.
A continuación, por haberlo escuchado mil veces, aunque posiblemente no sea nada científico tal proceder, corto las tres o cuatro plumillas “piojeras” de debajo de las alas.
Por último, tras levantar con el dedo índice las que cubren el nacimiento de la cola, recorto todas las timoneras, con el suficiente cuidado para no herir al pájaro en el obispillo.
Finalizada la faena de las plumas, suelo cortarles las uñas que le hayan crecido, arreglo un poco los picos y le limpio y unto vaselina en las patas de los más viejos para que se le caigan las escamas. Para terminar, espolvoreo con insecticida. Hasta ahora lo hacía con insectonis, pero como ha desaparecido del mercado, habrá que buscar otro producto que no sea agresivo para los reclamos.
Una vez recortados y antes de meterlos en las jaulas, les doy un baño de arena húmeda mezclada con ceniza para que se le asiente y se le ponga bonita la pluma. Esto lo suelo repetir cada ocho o diez días hasta el comienzo de la temporada. Comenzada la veda, si observo que alguno anda pasaíllo de celo, le doy tierra una o dos veces en semana.
Valgan las siguiente imágenes como testigos de algunos de los momentos del recorte de un reclamo.
Los amigos Raimundo y Rafa me han servido de ayuda para dichos menesteres en la puerta de mi garaje, en fecha de hoy, para que sirva como ejemplo de dicho proceder.
Mi "secre" Rafa y un servidor antes de comenzar la faena.
Primeramente, las plumas de la punta del ala -gavilanes-.
Luego, las 8 ó 10 primeras rémiges a uno o dos dedos de su nacimiento.
A continuación, las tres o cuatro plumas piojeras.
Luego, la misma operación en el otro ala
Mas tarde, cortamos las plumas de la cola, separándolas de las que la cubren, con el dedo índice.
Un pequeño arreglo de las plumillas que tapan el recorte de la cola y..., terminado.
Para finalizar, un arreglito de las uñas.
Una vez terminado, unos polvitos para los insectos, vaselina para los que la necesiten por tener muchas escamas en las patas, tierra y..., preparados para el ataque.
para concluir, una vez devuelto a la jaula, así ha quedado este pájaro que ha servido de ejemplo. Los demás, pasarán por la "barbería" sobre mediados de noviembre.