domingo, 17 de julio de 2011

COMIENZO DE LA TEMPORADA EN “LA DEHESA”.





Este pasado sábado, 16 de agosto, fiesta de los marineros y de su Virgen del Carmen, hemos aperturado la temporada oficial de caza en el coto “La Dehesa”, de Puebla de Guzmán.
Algunos de los socios dormimos, si así se puede llamar, el viernes en el cortijo. Echamos el rato de charla y copas, tras el largo descanso que nos impone la veda y, luego, durante las primeras horas de la madrugada, tuvimos que soportar el ataque despiadado de la aviación –los mosquitos-, hasta que los cuerpos, rendidos por el agotamiento de la vueltas y vueltas en la cama, con la correspondiente calor, pasaron a estado de “catalepsia”. Eran sobre las tres de la mañana.
A la seis y media, preparación del café, rebanás, llegada del resto de socios y, sobre las siete y media, no con mucho entusiasmo, por el poco “ganao” que se había visto hasta entonces, rumbo a las manchas que íbamos a dar.
El sol despuntaba y los que íbamos levantando al caza, comenzamos a movernos por medio del monte.
En la primera y segunda mancha, decepción total. Cuatro conejos fue el resultado. Sin embargo, en la dos siguientes, como aparecidos del sombrero del mago Tamariz, el “personal”, salía de todos lados. Tan es así que, aparte de los muchos fallos de las puertas y de los de detrás, conseguimos veintisiete conejos, para satisfacción e incredulidad de todos, entre los que me incluyo muy especialmente, ya que después de haber dado muchas vueltas por el coto con anterioridad, en fechas diferentes, no tenía ni idea de lo bien que estaba aquella parte de la finca. Está claro que el campo es así, nos sorprende cada vez que quiere.
Por consiguiente, sobre la diez y cuarenta y cinco, dimos por terminado la primera jornada de descaste, ya que había para partir a tres “piezas por barba”. Lo suficiente para como están hoy día los cotos, por lo menos por esta zona, donde el conejo, al contrario de otras partes de Andalucía, casi se ha extinguido. Como curiosidad, reseñar que, unos de los conejos cobrado. no lo fue tras un tiro, ya que tras los tres correspondientes, el amigo Gabriel no le hizo blanco, pero sí con la culata de la escopeta al pasar a su lado como una centella.
El día, además, nos deparó otras alegrías: los pantanos están llenos de anátidas en fase de cría y pudimos observar un buen bando de perdigones recién nacidos, señal fehaciente de que han vuelto a anidar después de las grandes tormentas de finales de mayo. Por tanto, y a modo de resumen, puedo decir que, este primer día, fue una jornada cinegética bastante buena.


Estas imágenes que vienen a continuación resumen una buena jornada de caza.




Este buen "langostino" es normal encontrárselo entre el monte colgado de su red.


Un descanso del personal menos joven entre mancha y mancha.


Tras la  jornada de cacería, foto para el recuerdo de la misma y desembuchar los conejos.




Por último, y como parte de una jornada cinegética, no faltó un buen bocado. Así, se le hincó el diente a algunos productos de la tierra.




martes, 12 de julio de 2011

RECORDANDO UN BUEN PUESTO DE LA TEMPORADA.

  
   Para estos largos meses de verano, nunca viene mal el recordar buenos lances cuquilleros. Éste que viene a continuación, puede servir de ejemplo.
          
  Amanecía lentamente en el Andévalo con buenas perspectivas en lo meteorológico. Mientras, el amigo Raimundo, que había llegado al cortijo antes de que los primeros cantes de la “cotolía” rompieran el silencio del campo, “derramaba” su buen humor a la vez que consumía una buena “copa de aguardiente con agua de manantiales”. A la vez, todos estábamos “enreaos” en los preparativos finales del más que soñado primer día de la apertura de la veda.

   Ya habían salido todos los compañeros hacía los cazaderos (Manolo, Juan y Gabriel), cuando Raimundo, antes de partir ambos, me deseó la suerte que se testimonian los “maestros” en la puerta del patio de cuadrillas antes de comenzar la corrida.

       Con un pájaro a mis espaldas -Manchego- y mi nuevo “secretario”, Rafa para los amigos, con Califa a las suyas, nos dirigimos a pie, como antaño, al lugar donde habíamos dejado colocado el aguardo la tarde anterior.

      La mañana, con los primeros rayos del sol asomando por el Cabezo de la Peña, era fría, con algunos bancos de niebla, pero con poco viento. Sin embargo, el caminar sin tregua, nos hizo que esa sensación que captan nuestros sentidos desapareciera rápidamente.

    Cuando llegamos al lugar elegido -una suave elevación del terreno cubierta de matorral de jara y jaguarzos-, lindero con los eucaliptos que forman la ribera del arroyo Cubica, mientras terminaba de preparar el farolillo y limpiaba la plaza de algún resto de vegetación cortada la jornada vespertina anterior, Rafa le daba el último repaso al aguardo y ponía en su sitio algunas jaras que el viento de la noche había descolocado..

         Eran las ocho y cuarenta y cinco cuando “destapé” al Manchego. Tras esas palabras que le dedicamos a nuestros reclamos antes de comenzar la faena, me metí en el portátil y cargué mi Zabala del 410 con dos Trust mágnum.

         No tardó mucho en contestarle el campo al Manchego, que había echado unos minutos en salir, mientras permanecía derecho en la jaula y observando todo el entorno. Poco después, tras un “estatuario” con un casi inaudible coleteo, un desafiante macho se presentó en la plaza, que tras dos vueltas con la cabeza inclinada hacia uno de los lados, dejó de existir con el pecho hacia la tierra. Al rato, a pocos metros del aguardo, un reclamo potente y un curicheo intimidatorio fueron la señal de un segundo montaraz que quería riña con el reclamo.

       Tras enfilar con decisión hacia el farolillo desde el portátil, Manchego lo recibe con una gran suavidad y el robusto macho, tras certero disparo, sólo suelta algunas plumas que la suave brisa existente hizo revolotear a su alrededor.

        Pero para añadir más adrenalina a mi organismo -¡ay qué mañanita más estupenda!, a los pocos instantes otro montesino con cuchicheo de “tinaja” y potentes piñones quiso probar suerte y volvió a encontrarse con la misma “medicina” de los anteriores
.
     Manchego, en las tres faenas, cargó el tiro con maestría. Y en ello estaba, cuando un carachacá, carachacá..., me anunció que íbamos a cambiar de tercio. Ahora era una “señora” la que se acercaba a pedirle explicaciones. Pero para que la mañana fuera completita…, venía acompañada de su consorte.

       Como ya no había ninguna prisa y la cesta ya estaba casi llena, mi amigo Manchego disfrutó de lo lindo con la pareja durante largo tiempo. Luego, le hizo el entierro al “gallo”, mientras su viuda, tras potente y sonoro vuelo acompañado del pillo, pillo, pillo... de rigor, no paraba de canturrear por los alrededores.

       Eran casi la diez de la mañana, y ya había completado el cupo -la ley dice cuatro-. Así que decidí probar al Califa, pollo del año de la granja El Plantel de Santa Cruz (Córdoba), mientras la escopeta descansaba descargada sobre uno de los ángulos del portátil.

   Este novel, de excepcional estampa, erguido en la jaula, salió de cuchicheo y posterior reclamo. Nuestra “amiga” que no estaba muy lejos, no tardó mucho en hacerle compañía, tras un más que aceptable recibimiento de la “jaula”.

     Un buen rato que se hizo eterno con la alegría y satisfacción de ver a un principiante realizando una buena faena. Y para que no faltara de nada, una collera también quiso pasar a saludar y allí estuvo hasta que consideré que ya estaba la cosa buena de sensaciones para el primer puesto de este recién empezado dos mil diez. Tosí repetidamente y, tras alejarse las patirrojas, me acerqué lentamente hasta el reclamo, el cual, lejos de mostrar acritud o bravura, se quedó inmutable hasta que lo enfundé.

      Cuando llegamos al cortijo, con nueva caminata, sobre las once y media, tras algunas fotos para la posteridad, me “cargué” dos o tres vasos del buen mosto de Chucena acompañados de un buen “cacho” de chorizo. Luego, esperé a los compañeros que, por cierto, también llegaron bastante contentos.


                                       Primer  sábado de veda.  Enero 2011


viernes, 8 de julio de 2011

REGALOS DE LA NATURALEZA. JULIO

       
        Para este mes, época de veraneo y baños, para bastantes admiradores de lo natural, traigo estas imágenes tomadas por el amigo José Luis Rodriguez.









Estas cuatro que vienen a continuación, pertenecen a mi archivo personal.






viernes, 1 de julio de 2011

TEMA PARA EL MES DE JULIO: "DESCUBRIR EL AMOR".


  Buscando textos para que los alumnos/as, consumieran los últimos días del curso, me tropecé con este maravilloso cuento, del que desconozco su autor, y que nos habla de las cualidades humanas. Creo que, aunque está enfocado para los niños/as, no nos vendría muy mal tenerlo como referente en nuestras vidas. No son frases, de personajes famosos, pero seguro que nos da que pensar.                     

Hace mucho tiempo se reunieron, en un lugar de la Tierra, todos los sentimientos y las cualidades de las personas. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la tolerancia (siempre atenta a las necesidades de sus compañeros), les propuso:

-“¡Vamos a jugar al escondite!".

El respeto, levantó la ceja, intrigado, y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: "¿Al escondite? ¿Y cómo se juega?". "Es un juego –explicó la tolerancia-, en que yo me tapo, los ojos y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras vosotros os escondéis. Cuando haya terminado de contar, al primero de vosotros que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego".
El entusiasmo bailó, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no  todos quisieron participar. La soberbia opinó que era un juego muy aburrido -en el fondo lo que la molestaba era que la idea no hubiese salido de ella-. Y la cobardía prefirió no arriesgarse. 'Uno, dos, tres...", comenzó a contar la tolerancia.
La primera en esconderse fue la pereza que como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La envidia se escondió tras la sombra del triunfo que con su propio esfuerzo había logrado subir hasta la copa del árbol más albo.
La generosidad no sabía dónde esconderse. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. ¿Un lago cristalino? Ideal para la belleza. ¿El hueco de un árbol? Perfecto para la timidez. ¿El vuelo de la mariposa? Lo mejor para la independencia. ¿La ráfaga del viento? Magnífica para la libertad. Así terminó ocultándose tras un rayo de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio. Ventilado, cómodo... pero sólo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos -¡mentira! en realidad se oculto detrás del arco iris-; y el olvido... se me olvidó dónde se escondió... pero eso no es lo más importante.
Cuando la tolerancia contaba 999.999, el amor aún no había encontrado un sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado... hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores.
'¡Un millón!' –gritó la tolerancia y comenzó a buscar-. Primero encontró a la pereza, a solo tres pasos de una piedra. En un descuido encontró a la envidia y claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo... Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo: él solito salió disparado de su escondite, ¡que había resultado ser un nido de avispas! Cerca del lago descubrió a la belleza y a la duda la encontró sentada sobre un banco, sin decidir todavía en qué lado esconderse.
Así fue encontrando a todos. Al talento, entre la hierba fresca; a la angustia, en una oscura cueva; a la mentira, detrás del arco iris... -¡mentira! si ella estaba en el fondo del océano-. Y hasta al olvido... que ya se había olvidado que estaba jugando al escondite, pero solo el amor no aparecía por ningún sitio.
La tolerancia buscó detrás de cada árbol, en cada arroyo del planeta y en las cimas de la montaña, pero no pudo encontrarlo y después de quejarse a los cuatro vientos les dijo a sus compañeros:
-¡Dejemos de buscarlo, ya aparecerá!
El amor esperó varias horas en su escondite, pero al darse cuenta que nadie vendría por él, decidió salir por sí mismo e ir al encuentro de los demás.
Unos minutos después, los encontró a todos bajo la sombra de un árbol, se acercó a ellos y les dijo:
-Lo que vosotros habéis hecho conmigo, es lo mismo que ocurre en el mundo. Las personas se quejan porque dicen que falta amor en el mundo y, sin embargo, no se dan cuenta de que estoy muy bien escondido en sus corazones y de que primero deben buscarme en su interior. Sus amigos se sintieron avergonzados, pero el amor los perdonó, se despidió de ellos y muy rápidamente se fue a esconder en el corazón de alguna persona. ¿Se habrá escondido en el tuyo o en el mío? ¡Vamos a buscarlo juntos!