martes, 25 de octubre de 2011

AGUAS DE OTOÑO Y PERFUME NATURAL.


Instantáneas del domingo 23 sobre la once de la mañana  y del lunes 24 de octubre a las ocho y veinte y un poco después. En la primera, se puede observar al Cabezo de la Peña -Puebla de Guzmán-totalmente cubierto por nubes y nieblas. En la segunda se aprecia el gran aguacero que caía sobre Huelva en esos momentos. La tercera, nos muestra al cielo totalmente nublado y las ramas de los árboles moviéndose por el intenso vendaval.





Como producto de ello, el lunes de madugada y por la mañana,  después de un segundo verano, aunque le llamemos cariñosa y tradicionalmente veranillo del membrillo, lo razonable, meteorológicamente hablando, ha terminado por imponerse. Así, el temible anticiclón de Las Azores se ha desplazado hacia otras latitudes y, dicha circunstancia, ha propiciado la llegada de los ansiados y esperados frentes atlánticos que han traído consigo el agua.  Jornada ventosa, a veces con truenos y, lo principal, con mucha agua. Mucha, mucha, mucha. Es más, si se cumple el refrán "La luna de octubre siete lunas cubre" y como realmente, por esta fecha, nuestro satélite estaba en la fase nueva y ha llovido, debe haber agua casi hasta el verano. Esperemos que no se pasen las nubes. 
El resultado de la nueva situación no ha tardado en sentirse. En consecuencia, las tierras que, hasta el fin de semana, estaban cercanas a la sequedad más absoluta, se han transformado en verdaderas esponjas con la finalidad de quedarse para sí con todo el líquido elemento.
Pues bien, si algo traen consigo los primeros frentes otoñales, aparte de la regeneración del ciclo de la vida, es el mágico aroma que el campo humedecido pone al alcance de nuestra pituitaria.

Este es el aspecto que presenta el campo inmediatamente después de la caída de las primeras aguas.

                           


            No me acuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que mi olfato recibió esos maravillosos efluvios, pero, lo que sí es cierto es que, cada vez que se vuelve a repetir tal situación, el recuerdo me transportan a aquellos añorados y formidables años de mi niñez y juventud, cuando libre de cuarenta mil problemas,  porque todavía no habían anidado en mi persona, era feliz, tremendamente feliz. Pues bien, como parte de esa maravillosa y radiante dicha que siempre acompaña a los niños, mi “retina” todavía, cincuenta años después, tiene muy bien grabada el inconfundible olor a tierra y pasto bañados por las esperadas primeras lluvias otoñales.
            Recuerdo que los niños de entonces, ocho o diez años, que jugábamos durante casi todo el día en la calle, sin que nuestros padres estuvieran preocupados por ello, porque, por entonces, los peligros eran infinitamente menores que los de hoy, recibíamos las primeros chaparrones otoñales como si no mojaran. Es más, disfrutábamos de lo lindo con ellos. Así, la mayoría de las veces, el pañuelo, con cuatro nudos en cada una de las esquinas, era la ropa de agua que nos acompañaba. Aun así, poco o nada nos resfriábamos. Posiblemente, la “madera” de entonces era mucho más dura que la de hoy.
            Era tiempo de castañas y de nueces, de granás y de membrillos, de peros y de caquis y…, cómo no, de hormigas “alúas” para las trampas, de rabitos canelas y colorines, de mirlos y zorzales… En fin, era tiempo de encantadoras vivencias que, hoy día, “algunos años después”, son maravillosos recuerdos.

Aunque no era legal, lo chavales de hace "algunos años" cogíamos las alúas -hormigas de alas- para poner las trampas. Pero, teníamos que andar con mucho cuidado para no ser sorprendidos por la benemérita.



            Ah, se me olvidaba, la fragancia de la tierra y del pasto húmedo que nos trae el tiempo otoñal, viene acompañada de majestuosas e irrepetibles puestas de sol. Así, nuestra retina, quedará extasiada por atardeceres cúpreo rojizos que parecen querer, como si de monstruos medievales se trataran, engullirnos desde el infinito occidental.




2 comentarios:

  1. Simplemente encantador.
    José Antonio, lo llevas tan dentro que es difícil explicarlo mejor. Por aquí, aunque en menor medida, lloran lo cielos. Benditas lágrimas¡¡¡¡
    Un abrazo desde Córdoba
    Nacho

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  2. José Antonio, por aquí no cae ni gota, esta el campo, que da pena verlo, como no llueva, el celo este año malisimo, pero para el año que viene, sera peor por que los animales ni criaran, espero que la Blanca Paloma, nos mande algo de agua para esta tierra tan desierta que tenemos por aquí. Un saludo desde el desierto de Tabernas, que es donde tengo el coto.

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