lunes, 21 de noviembre de 2011

DE MONTERÍA: CALAÑAS 20 DE NOVIEMBRE.

  
LEY DE MURPHY
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            No soy muy dado a cuestiones que no tengan base científica, no sean demostrables y que induzcan a pensar en lo sobrenatural. Nunca he creído en la mala pata, en los males de ojos, en las supersticiones..., y, por supuesto, en la celebre Ley de Murphy.  Siempre he sido de los que piensan que las cosa ocurren porque tienen que ocurrir y no pasan cuando no tienen que pasar. Pero, hoy, he podido constatar que quien enunció tan conocida Ley sabía lo que decía.

            En dicha montería, celebrada ayer día 20 de noviembre -mancha Los Marcos-, con resultado flojísimo, como casi todas las que se han llevado a cabo, le tocó a mi hijo en el sorteo, la armada de cierre. Dentro de ella, la puerta anterior al postor -Bartolomé-. El paisaje del entorno, maravilloso: pinares, eucaliptos y monte bajo cerrado. La puerta, mala: en alto y con poca visibilidad. En una palabra, la ideal para no tirar nada y aburrirse de lo lindo.

             Toda la mañana transcurrió con las sensaciones antes descritas y, lo peor,  con agua. Sin embargo, casi  cuando los perreros nos divisaban, la cosa cambió por completo. Si con anterioridad, prácticamente, nadie había tirado, varios venaos que estaban por allí aculados, dieron la cara. Uno de ellos, con doce puntas y una cornamenta magnífica faldeó por el cabezo, lo tiró la puerta anterior, lo falló y se nos presentó frente a nosotros más de treinta o treinta y cinco metros. Al vernos, sorprendiendo por el hecho, se quedó parado para que pudiéramos observar de cerca la grandeza de su cuerpo y de su trofeo. Mi hijo Pablo lo apuntó a conciencia, pero apareció la célebre Ley de Murphy recordándonos que existe. Apretó el gatillo y sólo se escuchó el clic del punzón en el misto de la bala. Así pues, el rifle, por primera vez en su vida, no disparó. Pablo, "montero curtido en mil batallas", reaccionó rápidamente, pero al abrir para cambiar de bala, aquel bello ejemplar salió de estampida por todo el viso -parte superior del monte-. Como allí no podía dispararle, cuando lo hizo,  las condiciones ya no eran las más idóneas para quedarse con él y nuestro "sueño" puso tierra de por medio dejándonos "tocados del ala". En una palabra: hechos polvo.

           Luego, nos entró uno  de ocho puntas a cascaporra, pero al esperar a un buen ejemplar que había en las inmediaciones, no lo tiró -el cupo era uno de más de ocho puntas-. El primero se fue, y el de once no dio la cara, ya que lo abatieron tres puertas más arriba.

            Por tanto, lo que en un principio parecía una fracaso de puerta, se convirtió en lo que podía haber sido todo lo contrario.

            Para finalizar, decir que, en general la jornada, estuvo flojísima, se tiró poquísimo, agua calaera toda la mañana y  se matarían no más de tres venados, dos o tres cochinos y dos o tres ciervas. No nos quedamos mucho tiempo porque había que  llegar a Huelva  y votar. "Picamos" un poco junto con los demás monteros y vuelta a casa.

            A continuación, se puede ver un pequeño resumen gráfico de la jornada.

En estas dos imágenes se aprecia los momentos anteriores al montería: una vista del salón de la sociedad con varios socios charlando -el resto de los muchos que asistieron estaban en la puerta echando el cigarro y de diálogo- y una bellísima y joven montera esperando del sorteo de los puestos.




En las cinco siguientes, se puede observar, primeramente, el paisaje que teníamos frente a nuestra puerta. En segundo lugar a mi hijo Pablo durante la montería aguantando el chaparrón. En la tercera y cuarta, las tareas para llevar a un venado hasta la pista para su posterior recogida. La quinta recoge una buena cochina abatida en una de las puertas de nuestra armada.








Estas dos que vienen a continuación recogen el momento en que se le hace entrega a Eleuterio Gordo de los trofeos conseguido durante la temporada pasada por distintos motivos y al grupo de la peña que concedió los premios. Entre estos últimos, destaca lo curioso de recibir una copa por el mejor chiste y otra por todo lo contrario, por el peor.



Esta última imagen cedida por un amigo de la Sociedad de Cazadores, recoge al célebre Fantasma, el día que fue abatido. Como se puede apreciar tiene una cornamenta enorme y preciosa -veinte puntas-. Algún día contaremos su  curiosa historia.



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