viernes, 29 de abril de 2011

LOS VICTORINOS: TOROS DE AYER, FRACASO DE HOY.


El toro bravo, por su historia, belleza y los muchos atractivos que rodean su mundo, tanto en el campo, como en la plaza, no puede pasar desapercibido en un espacio relacionado con la naturaleza. Por tanto, no es una incongruencia traerlo a este blog.

Así, el que suscribe, sin ser un aficionado de primera fila, sí se considera uno de los muchos que hay en nuestra España y, además, de los toristas, es decir, de los que le gusta el toro toro. Por consiguiente, se supone, que esta ganadería, debería en un principio, estar encuadrada en este grupo. Pero…,  según lo visto ayer, en un tiempo pasado, lo sería, pero, al día de hoy, sus astados dejan mucho que desear.

Los toros de Victorino Martín han perdido esa bravura, empuje y encanto que poseían hace unos años y que los hacían ser la envidia de otros ganaderos nacionales y extranjeros.

Aun así, pero con la idea de que el mal rumbo por el que navega dicho hierro cambiara de dirección en esta Feria de Sevilla, mi “socio” Rafael, mi hijo Pablo y yo, nos trasladamos hasta la Real Maestranza de Caballería, donde nos esperaban mi hermano Juanvi  y unos amigos, para con toda la ilusión del mundo, presenciar una buena tarde de toros. Sin embargo, no fue así, sino todo lo contrario. Hubo toreros con inmensas ganas, pero el “ganao” falló estrepitosamente. Sólo el sexto, Heredero, dio un mediano juego. Pero esta vez, Salvador Cortés que, había estado muy por encima de las posibilidades de su oponente, tras brindárselo a su hermano Luis Mariscal, erró con el acero al primer intento, para luego, tras un buena media estocada, dar una merecida y aplaudida vuelta al ruedo, único trofeo de toda la tarde.

De Padilla y el Cid, poco que decir. Sólo buenas maneras y mucha voluntad, pero poco más. Sus lotes estaban justitos de fuerzas y llegaron al último tercio con pocas posibilidades de lucimiento de ambos espadas. Unos buenos pares de banderillas y una gran estocada por parte del primero y algún buen natural del segundo, es el resumen de sus actuaciones.

Eso sí, la corrida estaba muy bien presentada y  en la línea cárdena característica de la ganadería. No muy grandes, pero de bastante presencia.

Este es el resumen gráfico de lo que esperábamos que fuera y, desgraciadamente, no fue. No tengo muy buen material fotográfico y, por tanto, las fotos no son de gran calidad.


Instantes anteriores al comienzo de la corrida con mi hijo en primer plano.



El paseillo y uno de los astados, Conducido, en su salida al ruedo y entrando al caballo




Manuel Jesús "El Cid" en dos momentos de su actuación



Juan José Padilla, en tres instantáneas de la tarde.




Por último, Salvador Cortés, en varios momentos de su buen hacer con la muleta en el sexto de la tarde y dando la única y merecida vuelta al ruedo..






Una vez finalizada la corrida, el amigo Rafa y yo, tuvimos tiempo de posar para la posteridad al lado de la estatua de Curro Romero


Además, unos amigos, nos presentaron al ganadero, D. Victorino, y nos hicimos estas fotos con él para el  recuerdo.





jueves, 28 de abril de 2011

CANTOS EN LA MADRUGADA.

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El simpático y más que conocido mirlo común, huidizo, receloso y esquivo en nuestros campos y bosques, pero sociable y cercano cuando habita en las poblaciones, anda, por estas fechas, como la mayoría de las aves, en “tareas” reproductoras. Curiosamente, esta especie protegida, cada día que pasa, se hace menos rural y mucho más urbana. No hay un rincón poblacional, por lo menos en esta parte de Andalucía, en donde nuestros sentidos no puedan captar a algunos de estos ejemplares. Esta claro que, los muchos factores que han hecho que otras muchas especies animales hayan caído en franca regresión, en este caso no han supuesto el principio de la decadencia, sino todo lo contrario. Así, los parques, jardines, huertos... con arboleda, son lugares ideales y seguros para que las parejas de esta especie encuentren un hábitat adecuado.

Debido a ello, los machos que tienen a la hembra incubando o con pollos de poco tiempo, se supone que sienten la misma soledad que a todos/as nos envuelve cuando la persona amada no está con nosotros/as. Así, puestos a imaginar, el canto debe ser la mejor forma de mitigar las muchas horas que estas aves pasan en soledad para el bien de la perpetuación de la especie y, máxime, cuando las horas de penumbra, empiezan a hacer mella en sus organismos.

 Por consiguiente, atalayados en lo más alto de los árboles que embellecen el paisaje urbano o en las muchas antenas que sobresalen de los edificios y, cuando la madrugada marca las cuatro o las cinco, los machos “Rodríguez”, que no deben dormir mucho, como dice para el gallo -una hora- la canción/dicho  popular, comienzan a lanzar al aire sus llamativos y penetrantes cantos, sólo interrumpido por el ruido de algún vehículo que se pasa de decibelios o de algún vecino que no dormita a esas horas y sube/baja persianas o enciende luces que terminan molestando a algunos de “nuestros buenos amigos”.


A tan intempestivas horas, lo peor del tema es que, aparte de la belleza de su canto -como se puede apreciar al leer estas líneas-, éste no pasa desapercibido para los oídos de los que tienen el sueño ligero o la edad les va haciendo que con cinco o seis horas de cama, al menor ruidito, lo que queda es “contar borregos” hasta poner los pies fuera del colchón; justamente, lo que me pasa a mí. Pero…,  a pesar de que a uno le guste la naturaleza y sus maravillosos regalos, hay cosas que joden y, ésta, es una de ellas.

También es verdad, que cuando salimos a pasear y tropezamos con una bella cría como la viene a continuación, la alegría y el gozo nos reboza, ya que en un hábitat tan complicado como el de la ciudad, afortunadamente, la vida no se para. “Se apagan velas, pero otras  muchas, se encienden”.


                                                                        Jardín de la Avda. de Andalucía. Huelva.
Lo que si está meridianamente claro, al ver esta última instantánea es que, la primavera, empieza a estar en su apogeo.

domingo, 10 de abril de 2011

SER JAULERO. UNA PESADA CARGA QUE SIEMPRE SE LLEVA A CABO CON ILUSIÓN.


Si algo hay que nos distingue a los aficionados al reclamo del resto de cazadores, es la enorme paciencia que siempre demostramos en los muchos aspectos que forman parte de tan singular modalidad cinegética.

Aun respetando todas las demás, ninguna de ellas tiene al aficionado ocupado los trescientos sesenta y cinco días del año. Sin embargo, la nuestra, llega hasta tal punto que, además de todos esos días, también muchas de sus noches tenemos que estar a “pie del cañón”.

Si dejamos a un lado a los aficionadoss que acaban la temporada y se despreocupan de los reclamos hasta el año siguiente, reduciéndose su actividad a echarle de comer y beber y hasta aquí llegué y, nos referimos a los aficionados con MAYÚSCULAS, como los define el maestro Manuel Romero Perea, entramos en el verdadero mundo que rodea a tan apasionante y cautivadora afición. Está claro, aunque difícil de entender por el que no sienta de la misma forma, que las perdices, sus jaulas, la comida, todos los pertrechos...., son entendidos por el perdigonero como parte de su vida. Parece una locura, pero miles y miles de casos están para afirmarlo.

El dar el puesto es lo que más le gusta y apasiona a todos los jauleros/as, pero el día a día, durante meses, hasta llegar a dicho momento, ya no atrae tanto. Pues bien, ni que decir tiene que, la época de caza, es para los que estamos poseídos por esta pasión, lo máximo, pero sólo dura cuarenta y dos días: El resto, trescientos veintitrés, tiempo más que suficiente para que si el “hechizo” que nos atrapa, no fuera lo suficientemente fuerte, más de uno y más de dos, lo mandarían todo a hacer gárgaras, como de hecho lo hacen algunos que no han llegado a la pasión que nos suele embargar.

La historia empieza después de cerrarse la veda con las cotidianas riñas de la familia por el continuo canto de los encelados perdigones. Incluso es posible que, algún vecino, nos llame la atención y se ponga de puntas con nosotros.

Casi al unísono, aparecen los cajones de muda y la tierra. El que tenga un lugar adecuado -que no es todo el mundo-, formidable, pero el que no, discusiones continuas por el polverío que sale de los mismos en un principio y, luego, para acabar con el cuadro, el polvo y las plumas. No olvidemos que, durante la época del pelecho, tenemos que cambiarle la tierra a los cajones cada dos por tres.

Paralelamente a lo anterior, entramos en la época de adecentamiento y pintado de las jaulas y arreglo de fundas, esterillas y demás pertrechos para que estén en buen estado al comienzo de la próxima temporada.

Cuando las calores empiezan a disminuir y se nos quitan de la cabeza las asfixias y enfermedades que en esta época del año suelen “revolotear” por encima de nuestros reclamos y que más de una vez se han cobrado alguna vida, el aficionado, que también ha ido “pelechando” a la vez que sus reclamos, comienza su verdadero “sin vivir”. Empieza la época de la preparación de sus pájaros para que lleguen en buena forma a la apertura de la veda. Recorte, desparasitación y búsqueda de verde, bellotas, castañas..., son el pan nuestro de cada día.

Con el paso de las semanas la atención a todo el jaulero es máxima: excrementos, coloración de los ojos y posibles plumitas -indicativas de una muda extemporánea-, llegadas a toda pastilla a la casa porque se nos han olvidado los pájaros al sol..., es la manía de todos los días.

No se puede olvidar que, en cualquier momento del año, pueden aparecer los piojillos, las caguetas, la pepita, ..., las fracturas de picos, alas y patas...

Ni que decir tiene que hay que cambiarles el agua casi a diario y todos los días habrá que ponerles su ración de pienso o granos y limpiarle muy a menudo los excrementos de los jauleros.

Si a todo lo anterior, le sumamos, las idas y venidas a diferente lugares para la adquisición de pollos con los que “refrescar” nuestra gallera, picado de esas golosinas que tanto le gustan a los reclamos -bellotas, habas, garbanzos, castañas, verde...- y las muchas vueltas que le damos a la cabeza mientras miramos a la atmósfera porque no llueve o por que lo hace sin conocimiento, nos daremos cuenta que esta afición nuestra, no es cosa para todo el mundo, sino para verdaderos enamorados de la misma.

Luego, una vez comenzada la veda y después de esperar todo un año, comienzan los culazos y las burracadas. Así, pájaros que nos tenían medio enamorados en casa, cuando llegan al campo o son mudos o saltimbanquis. Pero aun así, a algunos de ellos, les esperamos dos o tres años porque un día nos echaron tres reclamitos y nos cambiaron de opinión, para al final, tenerlos que soltar o regalar porque son unos auténticos mochuelos.

Y no hablemos de la “alegría” que nos entra cuando sobre abril o mayo nos encontramos un huevo que nos ha puesto uno de los pollos de incluso dos celos, o que cuando quedan diez o doce días para abrir la veda, haya un revuelo nocturno con lo que ello conlleva.

Pero hay más.  A veces, pasan temporadas y temporadas  sin dar con un pollo, ya no que tenga un gran futuro, sino simplemente que cante en el campo. Aun así, año tras año, el aficionado,  poco a poco va olvidando los sinsabores de una pésima campaña y renueva la ilusión y los deseos de que el próximo año le traiga algunas de las  alegrías que no le proporcionó el que ha pasado. Se contenta con tan poco que, posiblemente y por citar un ejemplo, busque en la comida que le echó -como se podrían buascar cuarenta nil excusas-, el culpable de sus desasosiegos. La mayoría de las veces son mentiras piadosas que nos decimos a nosotros mismos, pero en un alto porcentaje actúan como bálsamo reconductor de nuestro decaído ánimo.

¡Cómo para que luego digan que lo nuestro no es una afición digna de los mejores elogios!

                                                                                                 

lunes, 4 de abril de 2011

ECOS DEL UNIVERSO.





Pues sí, como se puede comprobar, “Ecos del Universo” es el título de un libro escrito por Manuel García, patrocinado por la Obra Social de Cajasol e impreso por Artes Gráficas Bonanza.

Así, a primera vista, es lo más normal del mundo, como ocurre en infinidad de casos. Pero si nos adentramos en el mundo que rodea al autor Manuel García García, Manolo o, simplemente, Manolito, como cariñosamente lo conocemos muchos de sus allegados, el panorama cambia trescientos sesenta grados, porque, para “más inri”, aparte de otras deficiencias físicas, Manolito es paralítico cerebral.

Es duro, durísimo, para él y no digamos para sus padres -Pepe y Flora-, que sus cuarenta y siete años hayan supuesto una vida más que difícil y complicada por sus continuas alteraciones emocionales. Por tanto, en la actualidad  y ante su delicada situación personal, el autor del libro es usuario de la Residencia de Graves Afectados, perteneciente a la Asociación de Paralíticos Cerebrales de Huelva. Está claro que dicho Centro le ofrece a Manolo una serie de posibilidades impensables en su hogar familiar y máxime cuando desde, hace unos años, tiene que recibir tratamiento de hemodiálisis.

Todo lo que rodea a Manolo es como su libro: un poema tras otro. Hasta su propia imagen es un calco. Así, palabras cargadas de sentimentalismo, recuerdos olvidados, frases entrecomilladas, misteriosos gestos en su rostro..., parecen proceder de la suave y fresca “brisa” que siempre le acompaña en su enigmática soledad.

De esta forma, porque personas con una sensibilidad exquisita, amable y cariñoso, como lo define Cinta Monsalvete -Presidenta de la Asociación-, no se encuentran todos los días, he querido hacerle un hueco en mi humilde blog, para que quien se acerque por aquí y no lo conozca, pueda saber algo de tan maravillosa persona.

Sirvan como ejemplos de su personalidad, sueños, inquietudes, anhelos..., estos tres poemas recogidos en la citada obra.





PD. Sí, Manolito, sí. Aunque los que estamos en un nivel superior a ti, o así lo creemos, pensemos que muchas veces desvarías, tu mundo y tú merecen mucho más la pena que una simple palmadita en el hombro o una frase poco profunda para “quitarte de enmedio”. Por todo ello, por mí y por los demás, te pido de corazón mil perdones por nuestro orgullo y torpeza.


*Algunos datos están sacados del propio libro y de la prensa escrita local que se hizo eco de la noticia. 

domingo, 3 de abril de 2011

UN PUESTO DE PERROS.


Raimundo Alaminos llevaba casi todo el celo sin tocar pluma, por lo que sus ánimos no eran los mejores. Aun así, al ser hombre con poca cabida para el desánimo, nunca le faltaron ganas para añadir otra mañana o tarde más a su ya amplio abanico de “mocholadas”, mala suerte, campo mudo o malísimo, algún que otro tiro errado por las precipitaciones de la ansiedad..., pero lo cierto era que la temporada de aquel año se cerraba y no había logrado cobrar ni una patirroja para una buena sopa.

Por aquellos entonces, allá por los años setenta, Raimundo solía colgar en puestos de monte que con anterioridad, al comienzo de la temporada, habían reconstruido los hermanos Pedro y Diego García y él mismo, y digo reconstruidos, porque estos aguardos, situados en lugares estratégicos y querenciosos de la finca, La Rebolla, perduraban de un año para otro y sólo había que remendarlos a principio de cada temporada y cuando la ocasión lo requería por haberse secado los materiales utilizados.

La Rebolla, que por aquellas fechas no estaba todavía sembrada de eucaliptos, era un terreno con abundante vegetación de jaras, jaguarzos, tojos, mortiñeras, cantuesos...., salpicada por alguna que otra encina y jóvenes chaparreras. Por tanto, era terreno ideal para nuestra querida Alectoris Rufa y otras especies de caza menor; por lo que Raimundo sabía, que con cualquier “mediacuchara aseaíto” se podía divertir de lo lindo casi en todos los puestos. Por eso, como anteriormente queda recogido, nunca le faltó la ilusión de dar con ese puesto de diez con el que soñamos todos los colgadores.

Aunque solía cazar siempre con dos o tres amigos y socios, habitualmente con Diego García, había veces que cada uno iba por su cuenta. En una de estas salidas en solitario, jornada vespertina para ser exacto, nuestro protagonista cargó antes de ir al colegio todos los “cacharros” en su Seat 1430 y en cuanto terminó las clases, dieciséis y treinta, se dirigió raudo y veloz a dar el puesto de tarde.

El pájaro que le acompañaba no era más que un ejemplo de aquella “caterva de burracos” que él tenía por aquellos años. Lo había escogido con el célebre “pito, pito gorgorito...” para ver si alguna vez le daba suerte, pero nada, nunca acertaba.

Aunque se fue a dar el puesto en Los Llanos de la Sangre, cerca de la linde con Los Lirios, lugar donde el campo solía cantar por las tardes y principalmente a la caída de ésta, pasaron los minutos y las horas, pero se volvió a repetir la misma película de tantos y tantos días..., otro jaulazo y eso que aguantó hasta las tantas con la esperanza de que su reclamo, al oír la despedida que suelen darle las patirrojas al día, se “arrancara”, pero esto no ocurrió, ya que el “buen señor” no abrió ni el pico.

Viendo que la penumbra de la noche le iba ganando terreno al tibio sol que desaparecía en la lejanía, y las piernas y manos empezaban a recibir el fresquillo típico de las noches de enero cargadas de humedad por la mucha agua caída en días anteriores, salió del puesto, enfundó al reclamo, no sin faltarle ganas de darle un puntapié, se lo echó al hombro y con escopeta en ristre se dirigió al coche.

Como no lo tenía lejos, llegó pronto, metió todos los “trastos” en el portamaletas, se sentó en el asiento del conductor, introdujo la llave de contacto, la giró para arrancar..., y aquello no funcionaba. Volvió a repetir varias veces la misma operación y siempre con el mismo resultado, el coche no quería ponerse en marcha.

A la hora que era, sin saber mucho de mecánica y solo como estaba en medio del campo a las siete de la tarde, no le quedaba otro remedio que volver a coger el pájaro y la escopeta y dirigirse andando a Tharsis.

Sabía que campo a través la caminata sería mucho menor, así que “enristró” rumbo al pueblo por una pista forestal/camino que unía La Rebolla con las casas de los jefes de la Compañía y, desde allí, estaría a dos pasos de sus casa. Así, que sin más dilaciones, comenzó aquella caminata de unos pocos de Km que le conduciría a su destino.

Había cogido un buen ritmo porque la noche, con su correspondiente oscuridad, -aquella era como la boca de un lobo- le producía, por ser más que benévolo, un “poquillo de canguelis”, con lo cual el frío le había desaparecido por completo.

Antes de abandonar los terrenos de la finca y a poca distancia del camino por donde transitaba, un “tarameo” y una silueta en la oscuridad, le hicieron que los vellos se le pusieran de punta y que un nudo se le formara en la garganta. Paró en seco, más que nada porque las piernas le temblaban y con un miedo aterrador en el cuerpo, se dirigió hacía aquella camuflada figura queriendo pensar que era una broma:

- ¡Diego, déjate de cachondeo que no está la cosa muy buena!

Pasaron los segundos y no recibió respuesta, así que endureciendo sus palabras, volvió a dirigirse de nuevo hacia el mismo sitio.

- Diego, le he metido dos cartuchos a la escopeta, sal de una vez que voy a disparar y no quiero meterme en un lío.

En aquel mismo instante, tras un intimidante resoplido, una inmensa figura, que luego resultó ser una yegua trabada del pastor, de un rápido salto fue a parapetarse en medio del carril.

A Raimundo se le estropearon todos los mecanismos de sus relojes: sudaba a chorros, el corazón a doscientos, el habla no le salía del cuerpo..., pero poco a poco se dio cuenta, que a pesar del enorme sustazo que se había llevado, todavía estaba en el mundo de los vivos. Así que, tras reponerse de aquel trago, salió a toda velocidad cual liebre perseguida por una collera de galgos, pero como las prisas no son buenas consejeras, no se dio cuenta de una laguna que se había formado en el camino, fruto de las lluvias recientes y fue a dar con su cuerpo en todo aquel barrizal. Cuando se levantó, estaba como los churros en el chocolate y lo que es peor, los perros que guardaban un rebaño de ovejas cercano, lo habían detectado y se acercaban cada vez más, rompiendo el silencio de la noche con sus sonidos característicos.

Por más que aligeró de nuevo el paso, a los pocos instantes dos robustos y amenazantes mastines estaban a su espalda comunicándoles con sus penetrantes y poderosos ladridos que no venían a jugar precisamente. No sabía si pararse, si cargar la escopeta, si echar a correr..., pero lo que sí es cierto, es que la adrenalina le había subido de nuevo de tal forma que un sudor frío le recorría todo el cuerpo.

Aquellos ladridos constantes de los que ahora caminaban uno a cada lado de Raimundo atrajeron a otros perros de los muchos cortijos que hay por aquella zona. Así, en pocos minutos, una jauría canina de diferentes razas, con una actitud más que intimidatoria, era la compañía que tenía en aquella oscura noche de enero.

Sabía que si uno de aquellos “animalitos” le metía mano, era “carne de cañón” y entre todos lo destrozarían. Así que, armándose del valor al que nos agarramos cuando la cosa empieza a ponerse muy, muy negra, empezó a dirigirse a ellos con palabras cariñosas y tranquilizadoras, mientras inseguros y temblorosos pasos lo conducían a su destino.

Aunque el no muy largo camino se le hacía interminable, “alguien tuvo que echarle un buen cable” porque con el rabo entre las patas y la garganta seca como un esparto empezó a divisar cada vez más cerca las luces de las residencias de los ingenieros y peritos de La Compañía Minera, sin haber sufrido el más mínimo rasguño. A medida que se iba acercando y la iluminación se acrecentaba, los perros, poco a poco, se iban marchando para sus lugares de origen, no sin antes hacer una nueva acometida de intimidación.

Por fin pudo respirar hondo y tranquilo, incluso tuvo tiempo de charlar con uno de los ingenieros conocidos y contarle “el numerito” por el que había pasado mientras consumía un tranquilizador y relajante cigarro.

Aún con la tranquilidad que da estar en casa sano y salvo, no pudo evitar que su mujer, tras verlo llegar y observar la “carita” y el aspecto que presentaba, se acercara a él con signos de perplejidad y le preguntara:

- Raimundo..., ¿qué te ha “pasao” para venir así?

                                                                                                     octubre 2009



viernes, 1 de abril de 2011

LAS FRASES DEL MES DE ABRIL.


Para este mes, sirvan estas dos citas, como reflexión personal.

"Al final, no nos acordaremos de las palabras de nuestros amigos, sino de sus silencios" (Martin Luther King. Pensador/religioso estadounidense).

"Es una enorme desgracia no tener talento patra hablar bien, ni la sabiduría suficiente para cerrar la boca" (Jean de la Bruyere. Escritor francés).