miércoles, 4 de abril de 2012

EL FANTASMA.



                                                                                          Foto cedida por un amigo de Calañas.
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              A todos los monteros de Calañas y, en especial, a los que empiezan ya que, si no abandonan la afición, quizás,  algún día, se “tropiecen” con otro Fantasma.
            No, no es la historia de la archiconocida película “El fantasma de la ópera” de Rupert Julian,  ni una novela de Alfred Hitchcock, ni de Edgar Allan Poe. El Fantasma de Calañas -municipio onubense- es una historia real adornada con muchas pinceladas ficticias, de esas que el pueblo llano y próximo conoce y disfruta contándola. Pero su círculo es de radio tan pequeño que el gran público no sabe nada de ella.
            Dicho apelativo o calificativo pertenece a un inmenso “venao”. Un auténtico representante de nuestra fauna mediterránea que se merecía, por derecho propio, tener un nombre –como así fue- y no pasar a la historia, independientemente de la grandeza de su trofeo, siendo una res más de las muchas que se abaten en las diversas monterías que se celebran, año tras año, en diferentes lugares de nuestra piel de toro.
            El Fantasma fue de esos animales que, por una u otra razón, pasan a la leyenda popular como “santo y seña” de las tradiciones lugareñas que, en nuestra querida España, siempre han tenido, y lo siguen teniendo, un lugar importantísimo en la idiosincrasia popular. Tan es así que, diez años después, en las tertulias monteras de esta localidad y de otras  cercanas, se sigue hablando de tan emblemático animal.
            Este impresionante cérvido, para ser justo en el adjetivo que le correspondía, campaba libremente por el extrarradio de la bella población minera y andevaleña, como Pedro por su casa. Tan es así, que los huertos y siembras pegadas a las últimas casas del pueblo se habían transformado en su “restaurante” favorito. Por consiguiente, los lugareños andaban siempre de punta por los estragos que este soberbio ejemplar les venía infringiendo, mes tras mes y año tras año.
            Los monteros del pueblo tenían conocimiento de ello y, obviamente, cada uno hacía todo lo posible e imposible, para ser el afortunado que llevara a su casa tan excepcional trofeo. Pero…, si la ilusión y esperanza de llevar a buen puerto el objetivo era máximo, los resultados de todas las intentonas para acabar con él, eran siempre la misma: El Fantasma, sin saber ni cómo, ni por dónde, salía indemne y volvía a hacerlo de cuantas “emboscadas” se le preparaban. Así, aguardos, ganchos y monterías en toda regla, eran unas formas más de salir cabizbajos del intento, ya que aquel hermoso “venao” tenía muy claro que su historia particular iba a durar bastantes años más, como así ocurrió.
            Todos sus “pretendientes” de la localidad le habían esperado, una y otra vez, en los lugares más insospechados del entorno. No obstante, él, o ese día no aparecía, o en cuanto se “olía el percal”, ponía pies en polvorosa y desparecía como por arte de magia.  Luego, pasaba el tiempo  y nadie volvía a saber nada de él. Pero, cuando el que más y el que menos pensaba que alguien lo habría abatido, de nuevo se dejaba ver. Estaba claro que su sobrenombre empezaba a ganárselo a pulso. Es más, hubo quienes, incluso, al no haber tenido la suerte de toparse con él y admirar su increíble estampa, ponían en duda la veracidad de lo que se había convertido en la “comidilla” diaria entre los cazadores calañeses y de las proximidades.
            Así pues, igual que todas las cosas siempre tienen un principio, también tienen un final. Por consiguiente, un buen día del dos mil dos, después de muchísimas tentativas fallidas, con anterioridad a una de las monterías, se pensó que lo mejor era colocar una armada con bastante antelación al paso de vehículos con destino a los diferentes puestos. De hecho, a primera hora de la mañana, y a pie con el máximo sigilo, varios lugareños se apostaron en puntos estratégicos de las cercanías del pueblo donde se solía ver, de vez en cuando, al enigmático, nunca mejor dicho, Fantasma.
            Y…, desgraciadamente para tan hostigado, ansiado y emblemático icono popular, esta vez empezaban a pintar bastos para él, ya que nada más iniciar el movimiento de vehículos y personal, nuestro “amigo”, como tantas veces había hecho con anterioridad, en cuanto escuchó los perros de Palacios, intentó, como era habitual en él, poner tierra de por medio. No obstante, en esta ocasión, la suerte no estaba por seguir siendo su compañera. Aquella mañana, su depredador máximo le había ganado la partida y estaba a punto de darle jaque mate.
            Aun así, aunque otras veces, gracias a su portentosa agilidad y a su endiablada velocidad había salido ileso, esta vez, sin que utilizara esas armas, dos paisanos erraron en un primer intento, quizás por precipitación, por nerviosera o por utilizar, simplemente, escopeta, pero lo cierto es que, tanto Isidoro Ríos primero, como Antonio Chaparro después, aun teniéndolo a huevo, fallaron. El Fantasma, casi a salvo, como en tantas ocasiones anteriores había ocurrido, dio un rodeo y, acto seguido, “voló” alambrada abajo buscando, una vez más, la grandeza de la vida. No obstante, el fatal desenlace le esperaba al final de aquellos cercados. Prácticamente, con toda la libertad dibujándose en su retina, en el último obstáculo, Juan Jesús Sánchez, hoy curiosamente, Presidente de la Sociedad de Cazadores de Calañas, aguantó el tirón y, casi sin creérselo, dejó “seco” a quien empezaba a ser historia viva en la localidad. Luego, según quien la cuente, se escenificará de una forma u otra, pero, lo que es cierto es que los hechos ocurrieron cual han quedado escritos.
Desde aquel justo momento, había nacido una leyenda, y Juan Jesús, un gran aficionado a la caza mayor, formaría para siempre parte de la misma. De camino, los hortelanos del lugar, que sembraban cerca del pueblo las cuatro cosillas para el avío de casa, respiraron plácidamente. Sus verduras y hortalizas crecerían tranquilas y su trabajo, por fin, se vería recompensado.
            Tan espectacular ejemplar -veinte puntas-, que luego daría ciento noventa y seis puntos en la homologación de trofeos y catalogación de medalla de oro, cuelga casi de la mitad para bajo en una pared del domicilio de Juan Jesús. No puede estar fijado más alto, ya que se necesitaría abrir un boquete en el techo para que cupiera su aparatosa y grandiosa cornamenta.

PD. Aunque El Fantasma, los personajes que aparecen en el relato y algunos detalles son reales, el resto, como suele ocurrir en cualquier historia, pertenece a la ficción que se utiliza para adornar y completar un escrito venatorio.


5 comentarios:

  1. Buenas historias para recortar y "aguantar" de temporada a temporada el tiempo de espera de un cazador...mientras el campo se llena de vida.
    Siga en esa linea.
    Un saludo.

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  2. Una gran historia muy bien contada.
    ¡Me ha encantado!
    Ojalá cuentes algunas más.

    Saludos.

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  3. Gracias a los dos.

    A Antonio decirle que en el blog, cada mes desde el principio, al menos hay una historia y la mayoría son de perdiz con reclamo.

    Un saludo.

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  4. A Antonio, decirle que, si quiere buscar los relatos en el recuadrito de arriba a la izquierrda, al lado del candado, escribe el nombre y lo lleva a la página.

    Algunos de ellos son:

    -Biennacido.
    -Cuando las necesidades mandan.
    -Un reclamo de bandera: Facultades.
    -Un puesto de madrugada.
    -Al alba.
    -Mi primera collera.
    -Cuando las felicitaciones son amargas.
    ...

    Un saludo y que los encuentres.

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  5. Hola jose antonio no me habia dado cuenta de la historia del fantasma que cuentas.
    Pero ese año ese venado tiene otra historia que no conces, yo si la conozco porque yo fui quien puso esa armada famosa era de retranca y se mataron 3venados mas y 4 o 5cochinos pero a lo que voy que algun dia te acabare de contar la historia entera es que el fantasma tenia un tiro de escopeta nada mas que le sacamos el taco y el que en realidad lo mato tenia un300ww.
    Te dejo eso ahi ya terminaremos la historia con nombres, un saludo de calañas tu amigo el postor fernando

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