jueves, 19 de julio de 2012

PUESTOS DE ANTAÑO Y EL COMIENZO DE UNA AFICIÓN.



        Con las imágenes de estos emblemáticos puestos, o lo que hoy día queda de ellos, situados en la finca del abuelo Vicente Lluch -La Atalaya (Constantina/Sevilla)-, quiero rendir homenaje al aguardo de monte/piedra. Por ello, traigo al blog diferentes colgaderos que supusieron para mí, el inicio de esa gran afición que, cincuenta y tantos años después, sigue tan viva  e intacta como en aquellos tiempos -década 50/60-. Desgraciadamente, en la citada finca, por diferentes motivos, a fecha de hoy, no queda prácticamente ni una patirroja, por lo que colgar allí, en estos momentos, no tendría sentido.

       En la Atalaya, aguardos como el de lo alto del olivar, el de frente a las Carniceras, el de la era, el del castañar, el del olivar de los Navarros, el del rincón de Marín o el de Becerra, fueron puestos, construidos a la vieja usanza y en los que dí mis primeros pasos como ayudante de jaulero al lado del abuelo.

        Por aquellos entonces, en un terreno no muy grande como era y es La Atalaya - sobre 90 has-, anualmente, los aficionados a la jaula, que por entonces no eran muchos, se divertían de lo lindo. Había perdices por doquier y, además, de "pata negra". Con lo que las veces que se daba el puesto, que era cuando el trabajo lo permitía, no como ocurre en la actualidad, en la mayoría de ellas se tiraba y, lo que es mejor, se hacían reclamos de bandera, porque había condiciones para ello.

       Mis recuerdos sobre ellos se pierden en la lejanía del tiempo, pero puntualmente podría contar con pelos y señales, como ya lo he hecho en algunos relatos, algún puesto puntual con el abuelo y Facultades, su gran reclamo, como protagonistas. Igualmente, el estruendo del vuelo de las patirroja en su "viaje" hacia la plaza, acompañado por el clásico pichó, pichó..., eran  momentos, y todavía lo son, difíciles de olvidar 
No hace muchos días y con motivo de la saca del corcho, después de bastantes años, he puesto los pies sobre lo que un día fueron unos formidables cazaderos para la perdiz con reclamo y una sensación de inmemorables recuerdos y gratísima añoranza me ha invadido por completo. Durante un buen rato, he estado sentado sobre una de las piedras del puesto de Becerra y, mientras miraba al infinito, mi mente ha volado en el tiempo en busca de maravillosos momentos vividos al lado de quien fue mi maestro en esta noble afición. Facultades, Boliche, Cocherín..., Litri y Chamaco, Platanero y Morita, Manolillo y Enriquito...., los abuelos Rita y Vicente, el tío Juan y, por supuesto, mis progenitores son nombres propios que me vieron crecer y, gracias a los cuales, disfruté de lo lindo cuando más se necesita. Las historias del abuelo, contadas una y mil veces, junto a la chimenea de la casilla, sembraron en mi esa semilla  de amor a la naturaleza, además del de la caza, que sólo los afortunados, como es mi caso, sabemos de su importancia.

    A continuación, desgloso los diferentes puestos a los que hacía mención anteriormente. Es obvio que, de ellos, hoy, sólo queda el lugar y la arboleda -alguna de ella bastante crecida-, ya que el monte bajo que la acompañaba, en mucho de los casos, desapareció por completo hace años.
En primer lugar, vista actual  de unos de los puestos de Becerra tomada desde dos ángulos opuestos. En la primera, sobre el fondo, estaba el aguardo. En un primer momento era de piedra y luego, al final, de monte. En la segunda, tomada desde lo que fue el aguardo, se puede observar lo que en su día era la plaza. Al final de la misma, sobre las piedras que están a la derecha de la encina, estaba el farolillo. Siempre fue un magnífico colgadero y las perdices de la zona, muy valientes.



Este segundo colgadero también estaba en la zona de  Becerra, justamente, en el lado opuesto al anterior.  Curiosamente muchos pájaros de los que se abatían en él se venían de vuelo desde un castañar que había enfrente


El que viene ahora estaba en un antiguo castañar cercano a la casa. Era el remedio ideal para echar el rato cuando había mucha tarea y poco tiempo libre.


Los tres que vienen a continuación estaban en la zona de olivar. El primero, en la linde norte, el segundo frente a Las Carniceras y el tercero, en una antigua era. De este último guardo inolvidables recuerdos, porque fue en él en donde, siendo un niño, el abuelo le mató tres "pipis" a Facultades que estaba colgado en el  tronco del olivo que tiene forma de V en la última imagen. 




Los tres siguientes son: el del rincón de Marín, el del  Cerro de en medio y el del olivar de Los Navarros. Del primero también guardo estupendos recuerdos.



   
       Pues todos los puestos citados y otros muchos de los alrededores supusieron para mí el principio de una afición que perdura a día de hoy. Han cambiado muchas cosas, pero el reclamo sigue ahí como verdadero protagonista. Algo debe tener cuando es tan difícil acabar con él.
      
        Para finalizar, y a modo de reposición, cuelgo dos enlaces de relatos ya publicados en este blog, en los que aparecen los puestos del Era y del rincón de  Marín -Facultades y Biennacido-.




2 comentarios:

  1. Que buenos relatos, y que buenas fotos tienes Amigo José Antonio, cuanta bonitas historias tendras para contarle a tus nietos, y si es al calor de una chimenea mucho mejor, y si el nieto es aficionado al Reclamo, seria ya el no va mas. Un abrazo desde Almeria.
    P.D llegastes a conocer a un señor patron de barco, que le llamaban el Viudo, muy aficionado a la cuelga, vivia muy cerca del taller de los hermanos Vergel.

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  2. Amigo Baldomero.

    Conozco a uno que fue patrón que se llama José Luis -Pepe luis-. No sé si será ese. El vive a la vuelta de lo que era La tienda de Pepe e Ignacio.

    Un saludo.

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