jueves, 29 de noviembre de 2012

TANIA, ALGO MÁS QUE UNA PERRA DE CAZA.


            Quiero que estas pocas palabras sean un sencillo homenaje a Tania, una maravillosa téckel que apareció un día en nuestras vidas como salida de un cuento de hadas y se marchó hace algún tiempo. He esperado casi dos meses para escribir este artículo, porque me costaba trabajo hacerlo antes, pero no podía pasarlo por alto. Sería imperdonable.


                        A mi hijo Pablo, a su téckel Tania  y a todos los cazadores de corazón que ven en su inseparable perro/a de caza mucho más que una simple ayuda para la misma.
                Nuestra Tania, como la conocíamos en casa, era una téckel de pelo duro que, por sus virtudes cinegéticas, que eran muchas para ser realista, pero por su inmenso cariño hacia Pablo, hacia todos los miembros de la familia, hacia cualquier amigo de la misma y, en especial hacia los niños, hicieron de ella algo tan íntimamente relacionado con nosotros, que sería difícil plasmar con palabras el sentimiento que nos une. En el seno de nuestro hogar, Tania, dejó de ser un simple animal de compañía, para transformarse en uno más de la casa
                 Tania apareció en nuestras vidas hace nueve años, cuando ella todavía no había cumplido el primero de la suya, en la playa de La Antilla (Lepe) mientras mi hijo descansaba de un partido de voleibol tumbado sobre la arena.
              “Tania”, se acerca a Pablo que, con los ojos cerrados a pleno sol, intentaba recuperar las fuerzas perdidas tras el agotador esfuerzo del partido y comienza a lamerle la cara, como forma de demostrarle su agradecimiento, por haberlo encontrado. Hoy casi diez años después de aquello, no tengo la más mínima duda que eso fue así. Podía haber dado con cualquier otro, pero no, tuvo que ser con su Pablo. Si no, el destino, no sería destino.
                  Nosotros, su madre y yo, le pusimos mil y una pega para que no la trajera a casa, pero no pudo ser: Tania, terminó con nosotros y en nuestro hogar.
                  Su estado y presencia física dejaban mucho que desear: descuidada, sucia, mal alimentada, y lo que es peor, con infinidad de señales de haber sido maltratada.
                Desde el primer momento demostró un cariño hacia Pablo que siempre rayó en lo indescriptible. Como muestra, se podían apuntar muchísimos detalles, pero basta decir que el día que mi hijo se emancipó de casa, para irse a vivir solo, no consentía salir de debajo de su cama y, cuando él volvía tras largo tiempo por razones de trabajo, además de esperarlo en la puerta desde mucho antes que él hubiera cogido abajo el ascensor, en cuanto metía la llave en la cerradura y abría, se tiraba al suelo enseñando su barriga y con interminables signos de alegría.
                  Cuando llegaba cada temporada cinegética y se olía que teníamos cacería, un gran nerviosismo la invadía de tal forma, que si bajábamos al garaje a llevar “cacharros” para coche, sin ella, desde abajo escuchamos sus innumerables lamentos. Pero en cuanto atravesamos la puerta de la casa para dirigirnos hacía el coto, un gran alborozo la invadía de tal forma que es digno de reseñar.
                Una vez en el campo, aunque siempre tuvo “kilillos” de más, su trabajo era incansable. Dotada de un olfato finísimo ha sido el complemento ideal del cazador a la hora de abatir a las escurridizas y veloces liebres y a los ágiles y desconcertantes conejos. De camino, le faltaba tiempo para saltar al agua y traer hasta la orilla a cualquier anátida que hubiera caído dentro de los pantanos de la finca o encontrar cualquier perdiz, tórtola, paloma o zorzal que se hubiera perdido entre la maleza.
                  Sin llegar a ser de una raza que pare la cacería,  en el monte Tania era inconfundible cuando tenía cerca cualquier pieza. Se quedaba fija, como petrificada sobre la misma y sólo movía reiterativamente su frondoso rabo hasta que recibía la orden de adelante. Entonces, con un ágil movimiento, no acorde con su estructura física, se abalanzaba con una rapidez endiablada sobre la “cacería” hasta el punto de haber capturado a diente infinidad de liebres, conejos e incluso alguna que otra perdiz desorientada.
                  Luego, su “celo” con las piezas abatidas, cuando se descargaban en la casa de campo para su limpieza y sorteo de las partes, era tal que, ningún otro perro/a, se podía acercar lo más mínimo, ya que su instinto de de protección sobre las mismas, hacía que su agresividad hacia ellos/as era digno de ser observado, incluso con algunos/as cuya alzada y peso la sobrepasan en mucho.
                  Sin embargo, como los años no pasan en balde, últimamente, había dado un gran bajón físico debido a una afección cardiaca. Así, al no prodigarse en ejercicios físicos, había aumentado de peso y, como consiguiente, aparte de ir cumpliendo primaveras, cada día aguantaba menos el esfuerzo, incluso cuando la sacábamos de paseo. Ya el año pasado, antes de que el veterinario le diagnosticara su problema de “motor”, trabajaba sólo al ochenta por ciento de lo que en ella era normal, durante los primeros momentos. Pero, poco a poco, iba reduciendo su actividad y, no mucho más tarde, ya no podía con su alma. Lo que nos hizo pensar en lo que más tarde, desgraciadamente, se confirmó: Tania tenía una dolencia cardiaca.
                  Con el paso del tiempo, su primer problema se le fue complicando con retención de líquido e hinchazón muy grande del abdomen, Por tal motivo las visitas al veterinario fueron frecuentes hasta que llegó el momento en que nos comunicó lo que esperábamos desde hace tiempo: sufría más de la cuenta y lo mejor era poner punto y final.
                   Con todo el dolor de nuestro corazón entendimos que era lo mejor para ella y, con un nudo en la garganta, estuvimos a su lado hasta que sus ojos se cerraron para siempre.  Poco después su corazón dejaría de latir y se acabaría la vida de quien fue leal y cariñosa hasta el último momento de su existencia. Mucho más que una perra de caza se “había marchado” para siempre. Gracias Tania.


3 comentarios:

  1. "Tal vez fue la necesidad común la que unió a lobos y hombres".
    El caso es que después de catorce mil años aún caminan juntos.
    No entiendo la caza sin perro.
    Sé lo que se siente cuando nos deja nuestro mejor amigo.
    Saludos.

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  2. Jose antonio siento lo de tu perra a mi me paso una cosa parecida ahora tengo a sheyla porque la otra que tenia me la atropello un coche en la puerta de mi casa y se murio mordiendome en el zapato de cariño el vacio fue tan grande que no se podia suplir con nada y entonces decidimos comprar a sheila y poco a poco a llenado ese vacio

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  3. Jose antonio me ha conmocionado la historia de la perra. Pero te quiero decir que ya mismo nos veremos por aqui porque creo que la invitacion que te van hacer no podras decir que no y cuando vengas por favor no traigas nada que aqui seras invitado a todas las cosas de por aqui y espero que eches un buen dia con todos nosotros. Te espero un saludo.

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