jueves, 24 de enero de 2013

UN PUESTO DE LOS QUE HACEN AFICIÓN.



          No siempre se tiene la suerte de presenciar un lance de los que se nos quedan grabados en el recuerdo durante muchos años. Aun así, esta tarde, he sido participe de uno de ellos y, durante dos horas,  he podido "saborear" el formidable trabajo de un reclamo.

         Estaba en casa sin saber si ir a dar el puesto o quedarme con mi mujer y mi nieta Julia al calorcito de la estufa y dar una cabezailla, pero..., a las cuatro de la tarde me decidí con el tiempo llovizneando y más bien fresquillo: al campo.

        Enfundé a Chimenea, tras ponerle la esterilla, cogí la escopeta y, en un santiamén, estaba en el garaje montado en el coche.

         A las cinco menos diez y luciendo el sol, le quité la sayuela a mi pájaro que, como  suele ser habitual en él, tras unos segundos de reconocimiento del terreno, dio varias cantadas de mayor, un poco de cuchicheo y piñones. Al contrario de lo que venía ocurriendo últimamente, el campo, esta vez, le contestó pronto. Hembra y macho de una pareja "dialogaron" con él a unos cincuenta o sesenta metros. Cosa que siguieron haciendo durante minutos y minutos, sin que Chimenea se descompusiera lo más mínimo. 

      Luego, casi media hora después, pichotearon y se vinieron de vuelo hasta cerca del reclamo, pero, segundos más tarde, volvieron de nuevo a su querencia, tras el correspondiente pichó, pichó, pichó -táctica que emplearon casi toda la tarde-. Pero Chimenea mantuvo en todo momento el tipo y no se alteró en ningún momento.

          El tiempo pasaba y, a pesar de su formidable trabajo, el reclamo no conseguía meter en plaza a la esquiva y resabiada pareja, aun empleando todo su variado repertorio de música. Estaba claro que dicha collera no entraría porque no estaba por la labor y las últimas luces de la jornada estaban tocando a su fin.

         Sin embargo, casi ya en penumbra, una hembra que habría estado escuchando toda la sinfonía, no quiso dormir sola y se acercó a compartir su soledad con quien llevaba dos horas haciendo lo que debe poner en práctica un buen reclamo. Fue recibida con un suave cuchichío y unos delicados pinoñes, tras dejar el reclamo a un lado a la pareja y dedicarle a la "dama" los pocos momentos de luz que quedaban. El tiro posterior puso punto final a lo que para mí fue una gran jornada vespertina. La suerte fue justa con Chimenea, ya que, al menos, se merecía algún premio a su gran hacer. Eran las siete menos diez de la tarde y  la noche ya se había adueñado del paisaje, como se puede comprobar en la siguiente imagen.



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