Las jaras son una parte
importante de la flora mediterránea a la hora de conformar el monte bajo o
matorral. Lo normal es que, en cualquier rincón de nuestra geografía andaluza, podamos encontrar alguna variedad de estos arbustos. De todas las variedades que pueblan nuestras tierras, la jara pringosa -cistus
ladaninfer- es la más abundante y la de mayor altura, ya que, a veces podemos
encontrarnos con ejemplares de más de 2,5 m de altura y enormes troncos que, durante
muchos años, se han utilizado en los hornos de cal, para hacer cisco y, en la actualidad, en
algunas zonas -entre ellas el Andévalo de Huelva- todavía se emplean para hacer el célebre pan serrano. También, cuando este tipo de jara no esta muy crecida, sus brotes jóvenes se
utilizan para la extracción de gomas y esencias.
Además, como todos los aficionados al reclamo sabemos, sus frondosas matas han sido utilizadas desde siempre, conjuntamente con otros componentes del matorral mediterráneo, para la fabricación y camuflaje de los aguardos y tantos o farolillos para la colocación de la jaula. Por último, decir que este tipo de jara, como su nombre vulgar nos indica, suelta una pringue o resina pegajosa –el ládano al que llamamos por estas latitudes jarapé- que se adhiere a nuestras manos y ropa. Florece, según las zonas, desde finales de febrero hasta junio y nuestros campos blanquean con sus flores.
Además, como todos los aficionados al reclamo sabemos, sus frondosas matas han sido utilizadas desde siempre, conjuntamente con otros componentes del matorral mediterráneo, para la fabricación y camuflaje de los aguardos y tantos o farolillos para la colocación de la jaula. Por último, decir que este tipo de jara, como su nombre vulgar nos indica, suelta una pringue o resina pegajosa –el ládano al que llamamos por estas latitudes jarapé- que se adhiere a nuestras manos y ropa. Florece, según las zonas, desde finales de febrero hasta junio y nuestros campos blanquean con sus flores.
También podemos encontrarnos junto a la anterior, la jara
cervuna –cistus popolifolius-, pero, esta variedad prefiere las zonas más húmedas y de umbría.
Otra variedad muy común es la jara blanca –Cistus albidus-,
especie de gran belleza, de color blanquecina y con grandes y bellas flores de
color rosa purpúreo que podemos encontrar en zonas de solana.
Igualmente, cuando salgamos al campo, podemos encontrarnos
con la jara rizada –Cistus crispus-. Especie de porte más pequeño que las
anteriores que crece formando rodeos y con flores de color rosa fuerte.
Pues bien, las
cuatro especies citadas, más otras variedades, por estas fechas, m,as o menos. están en plena
floración y, por consiguiente, dan a nuestros campos un maravilloso e inigualable toque de belleza
y hermosura.
Por último decir que las jaras se han utilizado desde siempre, aparte de la fabricación de productos de perfumería y resinas, como medicina tradicional para muchas dolencias.
Bibliografía: Wikipedia.
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