viernes, 20 de diciembre de 2013

UN BUEN RECURSO PARA LA MANSEDUMBRE DE LOS RECLAMOS: LA LATITA PARA BEBER.


            Este ejemplo es uno más del refrán tan cacareado en nuestra afición “cada maestrillo tiene su librillo”. Y es cierto, ya que, como caprichosos que somos -cualidad que no debemos negar- los cuquilleros, cada uno, aun siguiendo patrones comunes que forman parte del decálogo de esta modalidad cinegética, luego, tiene mil formas de hacer, actuar, ver las cosas… Así, el que suscribe, exceptuando la época en la que los reclamos están en los terreros, el agua para beber se la pone a los pájaros en una simple lata de conserva de las redondas.



                                                                                   Quinteño y Saldor bebiendo en la latita.
            ¿El por qué de hacerlo de esta forma?

           Primeramente, tengo que decir que no es un invento mío, sino que uno de mis maestros y mentores en el tema, mi tío Jerónimo Lluch, así lo hacía y, por consiguiente, así lo hago yo, siguiendo la tradición.

            En segundo lugar, demostrado en los muchos años que llevo en este mundillo, los pájaros terminan, por regla general, amansándose con esta forma de proceder. Ya que, cuando llegan al jaulero, al apretarse la sed, terminan bebiendo casi en nuestras manos. Así, en cuanto te ven con la latita, ya saben ellos de qué va el tema y eso hace que se vayan familiarizando con el dueño y perdiéndole el miedo.

          Suelo ponerles el agua a primera hora de la mañana, en cuanto les abro las persianas de la terraza, y a primeras horas de la tarde. Suficiente según mi opinión.

           Por cierto -y así se matan dos pájaros de un tiro-, como se puede apreciar en ambas imágenes, las jaulas las tengo fijadas con una goma para evitar que en botes o revuelos nocturnos se caigan del casillero.

           Para finalizar, vuelvo a repetir, una vez más que, el poner algunas de estas cosas en el blog, sólo tiene como objetivo, el compartir con los demás, lo que en nuestro caso hacemos, por si a alguien le puede interesar.

3 comentarios:

  1. Jajaja, igual hace mi padre pero este tiene más argumentos:
    Por un lado no rompen tantos bebederos de plástico y por otro lado recicla.
    ¡Ah y que sean inoxidables!
    -Bromas a parte-
    Que yo sepa la perdiz roja salvaje nunca se pudo domesticar al igual que el toro de lidia (hablo en general y conozco excepciones insignificantes), por lo tanto si aplicar esa mansedumbre fuese tan fácil, a día de hoy las perdices se comportarían como autenticas gallinas de corral, y los reclamístas tendríamos muchas más partidas ganadas...pero por suerte o desgracia no es así, tiran al monte igual que las cabras, otro ejemplo es la Jineta que como sabemos pasó de salvaje a doméstica y luego a salvaje otra vez o incluso el hurón...
    A lo largo de la historia el hombre ha intentado domesticar a todos los animales que le han rodeado unas veces con más éxito que otras, y quien sabe si dentro de mil años no tenemos perdices domésticas¿?.
    No haré mención de las fieras del circo por no extenderme mucho en el tema.
    Un saludo.
    PD.Tal vez puedan conocernos más y ser algo más confiadas con el cuidador pero nada más.

    ResponderEliminar
  2. Compañero, todo es cuestión de probar.

    El que suscribe, con algunos años más que tú, ha visto casos curiosos de perdices, de las de antes, que demuestran que todo es posible.

    De los muchos casos que conozco, sirva de muestra estos botones:

    Emilio Delgado, gran aficionado y primo hermano de mi madrea tenía un gran reclamos, allá por los años cincuenta que atendía al nombre de Simeón. Pues bien, aparte de su calidad, su mansedumbre llegaba a tal extremo que, lo soltaba en el campo, e iba detrás de él.

    En segundo lugar, recuerdo un bar de Gibraleón, mi primer destino de docente -hace casi cuarenta años-, en donde el dueño tenía un reclamo que andaba suelto por el local como si tal cosa.

    Un saludo.

    ResponderEliminar