Imagen tradicional del otoño. |
Ayer, martes
veintitrés de septiembre, a las cuatro horas y veintinueve minutos, hora
oficial peninsular, entró la estación otoñal. Ni que decir tiene que las fechas
son meras indicadoras de una determinada circunstancia, por lo que, lo
importante es qué ocurrirá durante este periodo que se prolongará hasta el veintidós
de diciembre próximo, fecha en la que entrará el invierno.
Debido a ello, el otoño, estación no
querida por muchos y encantadora para otros tantos es un periodo de tiempo
donde nuestra flora y fauna, como todos sabemos, sufre unos cambios muy
considerables y, además, tiene la particularidad de que, tanto para vegetales
como para animales, según transcurra el aspecto meteorológico, ambos
componentes de los muchos ecosistemas andaluces actuarán de una forma u otra.
De esta manera, un otoño templado y lluvioso es un “décimo de loterías” con
muchas posibilidades de éxito. En cambio, si es seco y frío, ocurrirá todo
lo contrario.
Pues bien, por esta zona y más
exactamente por el Andévalo onubense,
hay rincones en donde ha caído bastante agua. Sin ir más lejos, en Puebla de
Guzmán, término municipal en donde está la finca la Dehesa de Enmedio, lugar donde cazo desde hace quince años, sobre
veinte días atrás, cayeron cerca de sesenta litros de agua y, con posterioridad,
en varias jornadas, ha vuelto a llover. Lo que significa que, como en otros muchos
lugares andaluces, la hierba ha salido y los integrantes de nuestra fauna
mediterránea empiezan a dar buena cuenta de la misma y, entre ellos, nuestras
perdices rojas. Por tal motivo, los perdigoncetes, ya igualones, empiezan a otoñarse
y tal particularidad traerá consigo las sinfonías musicales en los amaneceres, más las cotidianas riñas
y peleas por la dominancia de los bandos.
Toma reciente del pantano principal de la finca -lleno hasta la bola- y de la hierba brotando tras la caída de las primeras lluvias, en este caso, todavía veraniegas.
En el fondo, a la izquierda, se puede apreciar el rastrojo de las siembra pasada. |
Por consiguiente, además de lo anteriormente
reseñado y del indescriptible aroma que la tierra y pasto mojados hacen llegar hasta
nuestras pituitarias, si la lluvia no tiene continuidad en el tiempo, el panorama
no es nada halagüeño que digamos. De hecho, como tantas y tantas veces ha
ocurrido, cuando ha habido aguas tempranas, como en este año ha ocurrido y, luego,
se vienen los fríos y no llueve, todo se va al garete. Es más, nuestras perdices
salvajes sufrirán en sus propias carnes una mala otoñada y llegarán a la
apertura de la veda del reclamo en condiciones poco adecuadas.
Por todo ello, esperemos que el buen
inicio de estación que se nos ha presentado, al menos por esta zona, no se tuerza con el
devenir del tiempo y que la buena pinta que tiene el campo en estos momentos no
se vea parada en seco por la aparición de las inoportunas y perjudiciales calores
del conocido veranillo del membrillo. Altas temperaturas que, es más de una
ocasión, han secado la hierba que había brotado y nos hemos presentado en mitad
de enero con el campo casi como a finales de agosto y nuestra Alectoris rufa sin la más mínima gana de pelea. Y esto no es que sea una novedad, sino todo lo contrario. Aun así, otoño tras otoño, los cuquilleros rezamos a todos los Santos que conocemos para que esta estación meteorológica se presente, ya no de forma óptima, sino simplemente decentita.
Por lo tanto, ¡ Cuidemos a la perdiz roja española!
ResponderEliminarUn saludo.
PD. No os olvidéis del cambio climático.