Obviamente, porque no es el lugar
más apropiado para tratar temas de gustos literarios, no voy a hablar sobre la
célebre novela de dicho nombre escrita por Michael Ende, sino de lo que año tras año suele ocurrir con la caza de la perdiz con reclamo
macho.
Pero, el repetir los inconvenientes
que la rodean y que hace pocas fechas plasmé en otro artículo, sería reincidir
sobre algo más que conocido. Pese a ello, como quiera que, en lo que va de año
y, más exactamente, desde la apertura de la veda, uno de dichos factores que la
dificultan se está cumpliendo con creces y, además, más que fundamental, como es la cuestión meteorológica, no quiero pasarla por alto, porque por muy benévolos que
seamos sobre lo que de un forma u otra, nos rompe todos los esquemas de nuestra
afición, llega un momento que hay que decir, aunque no sirva para nada: ¡YA
ESTÁ BIEN!
Está claro que la resignación es la
mejor medicina para lo que ocurre año tras año, pero, lo que está sucediendo en
el actual, es como si alguien nos hubiera echado una “mal de ojos”. Y lo digo
así, porque, en mis más de sesenta años,
pocos o ninguno he visto como el que corre. Viento, agua, agua y viento son el denominador común de jornada tras jornada. Para ser exactos, en este lugar de
nuestra geografía nacional, Huelva, para
ser más exactos, en los veinte días que llevamos de veda, sólo cuatro o cinco
días han estado medianamente en condiciones para dar el puesto.
Pero, si a ello le añadimos que,
debido a las inclemencias meteorológicas que estamos padeciendo en nuestra Comunidad desde el día 18 de enero –fecha de
la apertura de la veda- y a la mala otoñada pasada, las patirrojas camperas no
están en un buen momento y, paralelamente, sus congéneres de jaula, casi igual,
nos volvemos a encontrar con lo que año tras año sucede: MALA TEMPORADA DE
RECLAMO.
Sin ir más lejos, ahora mismo,
cuatro y veinte de la tarde, hora justa de meterse en un puesto para cazar la perdiz con reclamo, lo que hago es escribir y ver por la ventana de mi salón, la mala tarde que tenemos por estos
lares. Una verdadera frustración para quien está todo un año entero cuidando y,
de qué manera, a sus reclamos. Y lo peor del caso es que, aunque mejorara la climatología, cosa que, de momento, no lo parece, casi no daría tiempo a que la temporada se enderezara. Sirva de ejemplo esta foto que me acaba de enviar el amigo Luis Hernández de los alrededores de Puebla de Guzmán en estos momentos, lugar donde se encuentra situado el coto donde cuelgo.
¡Cómo para que luego digan que los cuquilleros somos los que
descastamos los cotos!