Finales de abril, mayo y principios de
junio, hasta que empieza la pelecha, son meses del año en donde nuestros
reclamos adquieren el mayor grado de celo. De esta manera, junto con el gran volumen de la heces y los
maullidos clásicos, nuestros pájaros de jaula están casi todo el día machacándose
con sus cantos, principalmente el cuchicheo. Y cuando hablo de día, incluyo sus
correspondientes madrugadas, puestos que, muchos de ellos, desde bien temprano
ya están dando la tabarra. De hecho, hay veces que nuestros vecinos nos llaman
la atención porque, desde las cinco o las seis de la mañana, empiezan las “sinfonías”
y, quien no tenga el sueño pesado, desde esas horas comienzan a “contar
borregos”. En una palabra, no pegan un ojo. Por ello, hay que ser respetuosos y
poner todos los medios a nuestro alcance para que el canto de nuestros reclamos comience mucho
más tarde. Por tal motivo, tengo la costumbre de cerrarles las persianas hasta
la oscuridad total y, con ello, postergar unas horas sus cánticos. Igualmente,
como no los tengo en los cajones de muda todavía, tengo que darles tierra cada dos por
tres y así calmarlos un poco. Incluso, a veces, tengo que levantarme de madrugada y encenderles la luz, puesto que de esta forma, aminoran la intensidad de sus notas.
Pues bien, como se puede apreciar en este
pequeño vídeo que le he grabado al Alpujarreño, el personal está casi todo el día
medio dormido, pero curicheando y piñoneando sin cesar. Además, como también se
puede advertir, el maullido o suspiro también forma parte de la sesión musical.
https://www.youtube.com/watch?v=064R4AMJRNw
No todos tienen el mismo celo, puesto que
con la caída de las primeras plumas, el reclamo de turno baja su celo y deja de
cantar de forma constante, como ya le está ocurriendo a algunos de mis pájaros
y se puede observar en la siguiente imagen de uno de los casilleros.