viernes, 15 de enero de 2016

A LAS PUERTAS DE UNA NUEVA TEMPORADA


                                           Un lance para recordar con un pollo en el tanto.

A
unque sea una archiconocida y manida frase, el tiempo vuela. Así, aunque parece que fue ayer cuando dimos por finalizada la anterior temporada de caza con reclamo, allá por finales de febrero, al menos en mi caso, han pasado casi diez meses. Tiempo más que suficiente para reflexionar sobre cómo lo hicimos en aquellos cuarenta y dos días y, en base a los errores cometidos, que seguro que ocurrieron, poner soluciones para que, en lo posible, no vuelvan a suceder. Ya que ponernos a recordar los grandes lances vividos no es nada normal porque, hoy día, son los menos.

         De esta manera, si desde nunca, la caza de la perdiz con reclamo ha sido una actividad cinegética que haya ofrecido grandes satisfacciones en cuanto a resultados estadísticos de grandes lances y piezas abatidas, en los tiempos que corren, aún menos. Es obvio que la climatología actual, la forma de concebir la agricultura  y las patirrojas que pueblan nuestras campos en nada se parecen a las de hace algunos años. Pero aun así, sobrevive y aunque con muchos sofocones durante todas las temporadas, año tras año se renuevan ilusiones y se llega a cada nueva apertura del periodo hábil de caza como los niños en las vísperas del Día de Reyes.

         Ni que decir tiene que nuestros primeros “espadas”, los aspirantes a tal escalafón y el ganado nuevo, por esta época están como pinturas y, la gran mayoría, despiertan en el aficionado de turno grandes esperanzas. Tan es así, que incluso, a veces, llegamos a pensar que todo lo que tenemos en el jaulero son unos verdaderos fenómenos y que, cuando se acerca la fecha del inicio de la temporada, día tras día, soñamos despiertos con los grandes puestos que nos van a brindar quienes, con casi total seguridad, luego no pasarán de ser unos auténticos mochuelos. Pero creo que en ello está la grandeza de esta milenaria forma de caza: LA ILUSIÓN.

         Atrás quedaron horas, días y meses de trabajo y dedicación: cambios de tierra, plumas, preocupaciones por posibles enfermedades y accidentes, recorte, arreglo y adecentamiento de pertrechos, búsquedas de nuevos inquilinos de nuestros jauleros, adquisición de cartuchos y complementos de caza… Tareas todas que más que desanimar a los cuquilleros, lo que hacen es fortalecer su afición y, como no, hacer que dichas ocupaciones evadan en parte de las muchas contrariedades y problemas con los que nos “regala” la vida.

Ahora, dentro de unos días, comenzarán de nuevo los berrinches, sinsabores y “dolores de cabeza”, pero también llegarán las pequeñas y reconfortantes alegrías. Es el sino que un día, casi sin darnos cuenta, escogimos. ¡Y que dure mucho!

Para finalizar, como se dicen los toreros antes de comenzar los paseíllos “que Dios reparta suerte”, puesto que el comienzo de la nueva temporada está a la vuelta de la esquina. Seguro que falta hará.


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