viernes, 18 de noviembre de 2016

UN NUEVO DÍA DE "BARBERÍA"

Seis imágenes de diferentes momentos del recorte de este año. En la última, se aprecia a uno de mis  reclamos ya recortado, enjaulado y pulverizado de agua con vinagre de manzana para que la pluma se le asiente y le quede más bonita.







Como marca la tradición cuquillera, por estas fechas, más o menos, según zonas y aficionados, se vuelve a repetir el ritual tan ansiado del recorte de nuestros reclamos. En mi caso, el pasado martes día quince, como año tras año vengo haciendo.

Puntualizar que, como ya he dejado constancia en escritos de otras temporadas, solo recorto los pájaros que sé que pueden servir, bien pájaros más o menos consagradas o pollos del año anterior que el año pasado tuvieron buen comportamiento. Los noveles, primero tienen que demostrar una cierta compostura antes de pasar por las tijeras. Si no me gustan, les doy largas.

Este año he añadido una novedad, como se puede ver en las dos primeras imágenes, una cajita  u ortoedro de madera, y a a modo de cajón taurino,  para coger los pájaros con más seguridad y evitar posibles fracturas, puesto que, una vez que el reclamo pasa de la jaula o cajón a dicho artilugio, se mete la mano por el lado que no tiene puerta y se le agarra con mayor seguridad. Como se puede ver en la foto posterior, la caja, de unas medidas de 25 cm de largo, 12 cm de ancho y 18 cm de alto, tiene en uno de los frontales una rejilla -en este caso de palitos- y sin puerta, para meter la mano, en el otro frontal.


lunes, 14 de noviembre de 2016

DE MONTERÍA EN CALAÑAS.

                                                            Sentados en nuestra puerta de La Atalaya

    Algunos componentes de una de las armadas camino de sus puertas.

      Después de un año sin tocar, por diferentes razones, el tema de la caza mayor, reinicio el apartado de monterías y, más concretamente, las que lleva a cabo La Sociedad de Cazadores de Calañas en diferentes manchas de su término municipal. Eso sí, asisto como acompañante de mi hijo Pablo, que este año, La Directiva  ha tenido a bien hacerlo  socio de la misma. Aunque cuando se dio la finca Los Charquitos, fui invitado por su dueño Eduardo Ñudi.

Desde que se abrió el periodo hábil, se han monteado seis manchas; Cabreriza,  Los Charquitos, Las Viudas, Casarete, Marroco y La Atalaya. Y, en todas ellas, se ha abatido algún que otro ejemplar con el que sueña todo montero antes de comenzar una jornada venatoria. De hecho, en estas manchas, hablando siempre de terreno abierto, se han conseguido varios venados de medianos para arriba y otros tantos guarros bastantes buenos, aunque estos últimos no son muy abundantes en los últimos tiempos.

Además, en el lado positivo, aparte del buenísimo clima que existe entre todos los socios, otros asistentes a las diferentes jornadas monteras y, como no, los rehaleros, hay que destacar que no ha habido el más mínimo contratiempo en el aspecto de accidentes, pues como día tras día recalca el Presidente, Juan Jesús Sánchez, la seguridad en el manejo de las armas debe ser lo primero y así se hace.

En los días que hemos asistido, mi hijo han conseguido abatir tres venadetes del montón y yo, para no ser menos, conseguí un once puntas en Los Charquitos. Pero lo importante es que, tanto Pablo como yo, lo pasamos de maravilla compartiendo un buen rato con los compañeros de la Sociedad, pues nunca nos falta lo más mínimo de lo que necesitemos, por lo que nos encontramos como en nuestra propia casa y ello es de agradecer de corazón.




A continuación, varias imágenes de trofeos conseguidos desde que se abrió la temporada. En la primera se puede ver a  José Maria Prera con en hermoso ciervo que abatió en Marroco. En la segunda,  Rafael Chaparro posa con su trofeo de Marroco. En la tercera, el postor José Manuel Gómez  con un buen venado de La Atalaya. La cuarta nos muestra a Pedro J Martínez con el gran venao de La Atalaya. En la quinta, podemos ver a al postor Félix con un buen venado de La Atalaya. Las dos últimas nos muestran dos buenos cochinos de Narciso Chaparro y de Mario León, abatidos en Los Charquitos y en la Atalaya respectivamente.








sábado, 12 de noviembre de 2016

ALBOROTADAS NOCTURNAS Y ALBOROTADAS CON MAYÚSCULAS

Una vez más traigo al blog una versión nueva de una vieja “canción”, las algaradas nocturnas. Parece que me persiguen, pero la verdad es que, año tras año, por estas fechas, más o menos, mis pájaros de jaula se dan una fiestecita nocturnas con resultados poco agradables.

Este año un poco más grave que ningún otro, puesto que, en la algarabía se me ha desnucado uno y los demás, en menor o mayor medida, han resultado afectados. En total, once de dieciséis pollos de este año y del pasado que tengo en mi garaje.

Lo curioso es que el estropicio ha tenido lugar a primera hora de la tarde noche. De hecho, después de que una pareja de amigos estuvieran en mi garaje charlando un rato conmigo y viendo mis aspirantes a reclamo, sobre las veinte y treinta, salí un rato a ver un amigo y, a la vuelta, sobre una hora más tarde, al ir a cerrarle las ventanas y dejarle encendida la luz de 1w que le pongo todas las noches, me encontré con el desolador panorama: plumas por doquier en el suelo, cabezas destrozadas y un reclamo de tres años, del Chopo, muerto.

La parte positiva del estropicio es que los ocho reclamos de cierta calidad que tengo están en otro habitáculo, en la terraza de mi casa, y no les ha pasado nada.

Se recuperarán todos y dentro de quince días estarán como si no hubiera pasado nada. El problema surge cuando esta situación se produce a pocos días de la apertura del periodo hábil de caza y, máxime, si se desgracia uno de los pájaros punteros.

Cinco imágenes de la "fiesta". La primera recoge algunas as plumas soltadas por unos de los pájaros afectados. Las otras cuatro pertenecen a otros tantos reclamos que nos hacen ver como quedaron sus cabezas.







Pd. Las causas, como ya he comentado muchas veces… La verdad es que esto ocurre y a nadie le gusta. Ponemos todo de nuestra parte en prevenir, pero...

domingo, 6 de noviembre de 2016

LOS ESPOLONES O GARRONES EN LOS RECLAMOS DE GRANJA

Ahora que estamos en época de adquisición de "sangre nueva" para nuestros jauleros, este artículo puede servir, según mi opinión, a la hora de la compra de pollos de granja.


                                        Imagen de los espolones de un pollo y de Chimenenea

C

omo otras tantas cuestiones que rodean al reclamo, ésta que voy a desarrollar en este artículo es una apreciación personal, basada en los muchos años tratando con este “ganao”, pero que, con casi total seguridad, aunque es mi opinión, habrá quienes piensen lo mismo que yo e incluso ya haya sido publicada con anterioridad en otros medios. Aun así, como me gusta compartir lo que considero importante y lo poco que sé de nuestra ancestral afición, por si a alguien le pudiera servir o interesar, vayamos allá.

Haciendo un poco de historia, tengo que decir que, cuando aparecieron los primeros reclamos procedentes de granjas cinegéticas, allá por finales de los años setenta, y que se podían adquirir en tiendas y comercios del ramo, pues en cautividad desde siempre se había criado con reproductores autóctonos a nivel particular para utilizar los descendientes como pájaros de jaula, los ejemplares destinados a ello, procedentes de hibridaciones que nunca debieron llevarse a cabo, presentaban una morfología externa bastante diferente a lo que corresponde a nuestra perdiz roja española, Alectoris rufa. De esta manera, aparte de las diferentes tonalidades del plumaje y patas -no digamos su canto-, la muy inmensa mayoría de los machos que se adquirían con destino a reclamos, presentaban unos espolones enormes y, en muchísimas ocasiones, casi le ocupaban todo el tarso, es decir, lo que llamábamos espolones corridos. Huelga decir que, salvando excepciones, solían ser ejemplares más que fuertes y que, si exceptuamos los primeros años e, incluso, los primeros puestos de su vida como pollos, se ponían fuertes de recibo y no había quien le abatiera una patirroja. Eran unas monerías en la pared, hacían de todo y a la gente les entraban por los ojos pero, en el repostero, se transformaban en unos verdaderos sansones: cuchichíos fuera de tono y a destiempo, bulanas para asustar al campero más valiente, alambreos y pechugazos a la jaula cuando se le acercaba el campo... Es decir, unos auténticos gladiadores de los colgaderos.

Pues bien, desde entonces, y me dado un buen resultado hasta hoy, ni he comprado pájaros grandes de porte y, mucho menos, que tuvieran espolones o garrones de dicho tamaño. Eso no significa que lo contrario no sirva, solo que a mi no me gustan.

El porqué de tal proceder no es otro que la opinión que tengo de que, mientras más recortaítos sean y más pequeños tengan los espolones los pájaros de granjas, en principio, suelen ser más suaves o, al menos, así lo pienso y a mí no me ha ido mal actuando de esta manera a la hora de la compra. Eso sí, muchas veces, este tipo de pájaro tampoco sirve como reclamo, incluso llegan a agacharse cuando le entra el campo, pero el que rompe suele ser un ejemplar de jaula zalamero y embaucador con las hembras y atrevido con los machos, que es de lo que se trata. Por lo tanto, un reclamo para divertirse con él en el puesto.

Puedo estar equivocado a la hora de esta apreciación, pero los reclamos de granja que tengo y que “marchan” en el campo y se les tira cacería, incluyendo entre ellos a mi pájaro puntero Chimenea -aunque a él no lo escogí yo, sino que me lo sacaron de una caja donde había muchos con destino a repoblación-, todos poseen espuelas recortaditas y, curiosamente, la suavidad es la carta de presentación de todos ellos.

 Consiguientemente y para finalizar, por muy buena planta que tenga un pájaro y aunque en general me guste su estampa en los expositores de los que se dedican a la venta del pájaro de granja, si tiene espolones grandes, le doy de lado y no lo quiero. Las monerías que hacen allí suelen quedarse en eso, en monerías de pared.
                      Dos imágenes  de los espolones de dos pollos del año



Pd. Todo el artículo, como he dicho antes, es una opinión personal, posiblemente compartida por otros, pero, por supuesto, no es palabra de Rey. ¡Qué más quisiera yo!

martes, 1 de noviembre de 2016

DEL AYER AL HOY III. DEL PUESTO DE MONTE/PIEDRA AL PORTÁTIL

E
stá claro que los adelantos técnicos fueron llegando y llegan poco a poco a todos los rincones de la vida y con ellos, en teoría, se mejoraron y se mejoran  algunos aspectos en el proceder del hombre: esfuerzo, tiempo, dinero… y en todo lo relacionado con una determinada actividad, De esta manera, lo que antes se hacía de una forma da un vuelco radical y toma un nuevo rumbo, aunque los fines sean los mismos. Eso sí, todo tiene sus pros y sus contras, es decir, sus cosas buenas y sus cosas malas.

         Obviamente, en nuestra afición,  la caza de la perdiz con reclamo, no iba a ser menos. Consiguientemente, existen multitud de aspectos de la misma que hace ya unos años se llevaban a cabo de un determinado modo y, hoy, con el paso de los años, se hacen de otro, dígase el aguardo fijo y el de quita y pon.


En principio, cuando el aguardo portátil no se conocía, se utilizaban los puestos fijos que estaban situados siempre en los lugares más estratégicos y querenciosos de las fincas: pie de siembras, lomeros, morretes, collados, altozanos, calveros, cortafuegos, silletas…, solían durar bastantes años e, incluso, algunos de ellos, todavía después de transcurrir algunas décadas, mantienen el esqueleto de lo que, en otros tiempos, además de los de piedra, servían de aguardo para esta modalidad cinegética. Y se aprovechaban de una temporada para otra porque no eran como los portátiles de hoy, que se ponen y se quitan en un pispás. Por esta razón, con anterioridad al inicio del famoso celo del rabanillo, que era cuando la mayoría de los cuquilleros daba comienzo a su temporada de perdigón, allá por el mes de octubre, si habían caído aguas tempranas, se reconstruían y, más tarde, de vez en cuando, se iban remendando cuando el material utilizado para tal fin iba perdiendo opacidad y, desde fuera, se podía avistar, con más o menos nitidez, la figura y los movimientos del perdigonero correspondiente. La gran ventaja con respecto a los de hoy, era que las perdices estaban familiarizadas con ellos y, debido a tal circunstancia, no recelaban en demasía al entrar en plaza, si partimos de la base que la perdiz de entonces era la auténtica roja española y, por consiguiente, llena de astucia y recelo.

Sus enclaves, ni que decir tiene, eran aquellos rincones de las fincas en donde, por las condiciones específicas que reunían, año tras año, las patirrojas solían abundar y se construía al amparo y camuflado por la vegetación del lugar. Por tal motivo, vallados, chaparreras o coscojas tupidas, manchones de jaras o jaguarzos, renuevos de castaños, chopos o álamos, viejos troncones de acebuches u olivos, frondosas retamas y charnecas, restos de antiguas construcciones…eran los lugares elegidos para levantar y camuflar el puesto.

A veces, por las características del cazadero en cuanto a los materiales existentes y conformación del terreno, el puesto de piedra sustituía al de monte. De este modo, aprovechando los majanos, piedras y rocas, zahúrdas en desuso, casillas abandonadas…, se levantaba este tipo de aguardo, al que, en ocasiones, se le solía, añadir un poco de monte para taponar huecos, apoyar la escopeta en la tronera e, incluso, para darle más altura o, bien, para que las perdices no se subieran en lo alto del mismo al acercarse al reclamo.

Ni que decir tiene que en una finca normal, no de miles de hectáreas, había seis u ocho puestos fijos y no plagada de los mismos. No podemos olvidar que en aquellos tiempos no se daba el puesto todos los días y, menos, varias veces en la jornada. De hecho, era normal salir a cazar el reclamo y sobre la marcha construir uno nuevo y no en un pispás como decía antes, pues se echaba un buen rato y, por tal motivo, a nadie se le ocurría, dar por finalizado uno, e irse a levantar otro para colgar de nuevo. Es más, también hay que decir que no todo el mundo estaba preparado para hacer o levantar un puesto de monte, pues no era tarea fácil.

Sin embargo, con el transcurrir de los años,  el portátil reemplazó al puesto de monte o piedra y, además, para acabar con el cuadro, primero el coche y con posterioridad el todoterrenos hicieron que, el llegar a los cazaderos, ya no supusiera un gran esfuerzo. Por tal  motivo, ni hay distancias, ni mucho trabajo para plantarse en el lugar escogido. Se llega hasta donde haga falta y se coloca el aguardo en donde nos parezca bien, aunque no sea un lugar apropiado.

De acuerdo con lo anteriormente reseñado, se quiera o no, este nuevo pertrecho cuquillero facilita el trabajo y da muchas más posibilidades a la hora de elegir colgadero. Por ello, no hay que arrancar la gran cantidad de monte que antes se utilizaba para levantar uno fijo y se puede colgar en cualquier enclave que nos guste porque se sabe que hay perdices por los alrededores. Igualmente, si por cualquier circunstancia se presenta un imprevisto: ganado, tareas agrícolas, tránsito de personas o vehículos, recolectores de setas, viento, poco campo o mutismo del mismo…, si es buena hora, se puede cambiar de lugar en no mucho tiempo. Ahora bien, cuando no se actúa  por un contratiempo inesperado de los citados, sino que en nuestra mente está el ir a monte a dar todos los puestos que hagan falta al cabo del día, la cosa cambia mucho y, desgraciadamente, tal circunstancia ocurre en la actualidad. El primero doy el alba, luego el de sol, luego el de sesteo o el de la doce y, por la tarde, el de primera hora y luego el de dormida, aunque nos duela en nuestras entrañas cuquíllera, ocurre. Y ello no es de recibo. Y no lo es, porque como escuché o leí en su momento, la perdiz tiene que venir al sitio donde está un buen reclamo, no ir de aquí para allá en su busca. Esto no significa que demos el puesto con el portátil en cualquier lugar, pero puestear todo una finca, sin importarnos si el colgadero es un sitio adecuado o no, en busca de perdices para disfrutar luego contando a los amigos los éxitos de la jornada, tampoco.

No hay que tener muchos conocimientos cinegéticos para saber que si se dan más puestos, normalmente se abaten más patirrojas, por lo que, aparte de otros muchos motivos, esta especie de nuestra fauna mediterránea está en franca decadencia en las zonas donde es fácil el actuar de esta forma, puesto que, en muchos lugares de nuestra altas sierras, al no poder llegar el coche, ni cargar con el portátil y, mucho menos, llevar a cuestas tres o cuatro reclamos, se da un puesto y se acabó. Obviamente, en estos lugares, sí hay todavía mucha perdiz roja española.