Ni que decir tiene que, con este artículo de
opinión, lo único que trato es el de exponer unas ideas personales, pero mucho
antes que las mismas está la legislación actual, que nos dice que tal actividad
es ilegal y que, por lo tanto, al no estar contemplada su práctica en las
correspondientes Órdenes de Vedas, no se puede llevar a cabo, puesto que está
totalmente prohibido cazar en época de reproducción, como es el caso. Lo que pasa es que, cuando llega el tiempo de "reposo" cuquillero, la cabeza da muchas vueltas y se piensan muchas cosas. Unas veces con cierta base y otras con menos, pero ahí están.
Ahora bien, el que una actividad esté prohibida y
que haya que cumplir, si no se quiere que todo el peso de la Ley caiga encima
de quien la infrinja, no significa, al menos desde mi punto de vista, que sea
beneficiosa, aunque con esas miras, se haya legislado. Y no lo es porque,
aunque, aparte de lo dicho anteriormente, no sea ético cazar machos de perdiz mientras su hembra está incubando su
nidada, el no quitar de en medio a los garbones viejos y poderosos de una
determinada zona, significa que la “sangre nueva”, en donde ellos campan a sus
anchas, tiene poco que hacer y, por consiguiente, la gran mayoría de las veces,
estos machos de espuelas de serrucho en sus tarsos ni crían, ni dejan criar.
Por consiguiente, el eliminar estos abueletes sería
una buena forma de gestión en las diferentes fincas, puesto que, con ello
ayudaríamos a que los machos jóvenes pudieran emparejarse en zonas de querencia
y potenciar las poblaciones de nuestra decadente perdiz roja salvaje. Pero
yendo más lejos, este personal cuando llega la hora de la caza del reclamo,
como se las sabe todas, difícilmente entra en plaza, pero sí copa todos los
lugares privilegiados de nuestros campos.
Obviamente, se puede argumentar que en el puesto sería
difícil el saber quién es un macho anciano y quien no, antes de disparar, aunque
tampoco sería imposible porque en estas fechas los machos entran en plaza con
una “ceguera” tal que, incluso a simple vista, se le podrían ver los garrones o
espolones y, más o menos, saber la edad. Aunque tampoco haría falta escopeta,
pues bien con lazos o con trampas, se atraparían y, con posterioridad, tras
visualizarlos se soltarían los jóvenes y
se quitarían de en medio los que lo único que hacen es estorbar y fastidiar.
También se puede esgrimir que se acabarían con los
machos, pero esta forma de caza con reclamo hembra, hoy totalmente ilegal, en otros tiempos se llevaba a cabo
y no aminoraba las poblaciones de patirrrojas. Es más, como bien sabemos, una
vez echada la hembra en el nido para la incubación, mamá perdiz muy poco
necesita de su pareja y, por supuesto, ella, por sí sola, saca para adelante a
toda su prole. Los machos, la mayoría de las veces, lo único que hacen es molestar y, como no, dar
pistas de dónde se encuentran ubicados los nidos.
Para finalizar quiero redundar en que cazar la
hembra hoy día, no ha lugar. Ni se puede, ni se debe, pero una opinión siempre
es una opinión. Pero…, ¿cuántos machos jóvenes se abaten hoy día…?