miércoles, 19 de diciembre de 2018

FELICITACIONES NAVIDEÑAS

     Con mis mejores deseos para todas/os los visitantes de este blog y sus respectivas familias


jueves, 13 de diciembre de 2018

UN MAGNÍFICO OTOÑO SETERO.

          El otoño, tradicionalmente, siempre ha sido una estación meteorológica lluviosa y que, además, al ser frontera con el verano, en los primeros momentos del mismo, la gran mayoría de las veces, suelen ser templados. Por tanto, agua y temperaturas agradables son las dos premisas fundamentales para que sea una época setera por excelencia. Consecuentemente, en los años así, a las mágicas representantes del reino fungi las podemos encontrar en cualquier sitio, como de hecho está ocurriendo en lo que llevamos del actual. Así, con la tierras subidas de temperaturas debido al largo aunque no muy caluroso verano, los boletus  –tontullos o tentullos- y las Amanitas caesareas –tanas- han hecho las delicias de cuantos aficionados a la recolección de setas han salido al campo en su busca en terrenos de encinar, castañar y alcornocal... 




      A continuación, los Agaricus campestris –champiñones silvestres- y las Macrolepiotas proceras –gallipiernos- se podían encontrar en cualquier terreno estercolado por el ganado.



 Para finalizar, ya por estas fechas, los Lactarius deliciosus y sanguifluus –níscalos-, las Lepistas nuda –pies azul- y las Cantharellas cibarius –chantarelas o rebozuelos- y otros muchos son verdaderos tesoros que llevar a nuestras mesas.




Ahora bien, hay que tener muy claro que no nos lo podemos jugar a setas, pues recoger ejemplares de ellas sin tener mucha idea del tema puede ser, como de hecho es a veces, fatal. Pues no sería el primero que perdiera el pellejo en el envite. Tan es así, que también por estas fechas suele ser relativamente normal tropezarnos con la delicada y bellísima, pero mortal Amanita phalloide, un ejemplar que produce anualmente muchas muertes en nuestro país.



Pero además, un buen año de setas corre paralelo a una posible buena temporada de caza de perdiz con reclamo, pues ambos tienen “ingredientes” comunes. Terreno húmedo, mucha hierbas y temperaturas suaves y agradables, lo que hace años era un formidable celo del rabanillo. Ahora, que no se puede llevar a la práctica lo citado en último lugar, por no ser legal, esperamos impacientemente la apertura del periodo hábil con unas condiciones climatológicas formidables. Luego, el tiempo dirá, siempre que en la mata haya música y sapiencia.


miércoles, 5 de diciembre de 2018

TERTULIAS CUQUILLERAS

Cualquier afición debe reunir a personas que compartan sus pensamientos, opiniones, sensaciones, ideas, situaciones vividas, anécdotas… sobre la misma, ya que si no fuera así, ninguna de ellas perduraría en el tiempo, pues no tendría sentido practicar una determinada actividad, sea del tipo que sea, y ahí se acabó todo. Y si la actividad que se practica es la caza y todo consistiera en salir al campo a ponerla en practica y volver a casa con unas determinadas piezas abatidas y punto y final, haría mucho tiempo que lo cinegético o venatorio habría desaparecido, pues como bien sabemos el apretar el gatillo, la mayoría de los casos, es lo de menos. Es mucho más importante el compartir con otros compañeros que sienten en la misma dirección lo que ha ocurrido en cada lance en el que hemos participado. De esta manera, las tertulias cinegéticas se transforman en un importante medio para que una determinada modalidad de caza no se vaya al garete, sino que se fortalezca.

En esta línea,  nuestra afición cuquillera no iba  a ser menos y, desde siempre, las reuniones de amigos y compañeros para contarse todo lo relacionada con ella han sido el medio fundamental para que, a día de hoy, sea una modalidad de caza seguida por infinidad de fervientes practicantes. Chimeneas de cortijos, barberías, tabernas y bares, diferentes locales… desde siempre han sido lugar de reunión de infinidad de pajariteros. De esta manera, además de hablar de los muchos problemas que azotan a tan emblemática forma de caza, el poner en conocimiento de los compañeros el gran puesto que nos dio Fulanito, la mocholada que nos endosó Sutanito o una de las muchas anécdotas que a todos nos han pasado es la salsa de nuestra controvertida y ancestral afición.

Pues bien, como en años atrás, aquí en Huelva un grupo de amigos aficionados al reclamo solemos reunirnos de vez en cuando para charlar sobre todo lo que rodea a nuestra afición y contarnos multitud de batallitas sobre la misma. Así, bien en algún bar conocido o en mi garaje, Joaquín Moyo, Fernando Feria, Ángel Almendrote, David Soto, Gaspar Gómez, Manolo Monescillo, Manolo Jariego, Antonio Bermejo y quien suscribe nos solemos reunir para echar el rato hablando del reclamo y de paso tomar unas copas y degustar algún producto de la tierra. Máxime cuando cada día nos acercamos más  a la ansiada y esperada apertura del periodo hábil de la caza de la perdiz con reclamo.

Tres tomas de diferentes días en los que los componentes de nuestra Peña el Reclamo nos hemos juntados para charlar largo y tendido sobre nuestra afición cuquillera. Es obvio, que ella necesita de estos momentos, pues siempre han sido parte fundamental de nuestra tradición pajaritera




martes, 6 de noviembre de 2018

LOS CALLOS PLANTARES DE LOS RECLAMOS.

        Siempre han existido los callos en la planta de los pies de los pájaros de jaula (aporrillamiento), pero algo ocurre a día de hoy porque, la gran mayoría de las veces, nuestros reclamos los tienen desde bien jóvenes. Sin ir más lejos, muchos de ellos, con dos o tres años ya los presentan y, en algunos casos, bastante prominentes. Antes, era uno tal cual cuando el reclamo era ya mayorcete, pero en la actualidad, son casi la gran mayoría, sean jóvenes o viejos.

         Leyendo y comentando con amigos, siempre sale la  misma historia: el motivo desencadenante de tal problema no es otro que el suelo de las jaulas cuando éste es de material duro, como puede ser el alambre. Sin embargo, hay pájaros de jaula que tienen callos plantares y el suelo de las suyas no es metálico o duro, sino de cordaje de materiales diferentes: cáñamo, nylon, pita, esparto…

         Está claro que puede ser que en tal contrariedad el asiento de las jaulas pueda ayudar a que el callo pueda consolidarse y aumentar de tamaño pero, en realidad, ese abultamiento plantar no deja de ser, según tengo entendido, una infección producida por el continuo contacto que tiene esa parte de las patas con las deyecciones propias de cada ejemplar, tanto en jaula como en los cajones de muda, además de que, muchas veces, también intervienen los ácaros. Por tanto, para tratar dichas afecciones plantares, además de por medios quirúgicos –sajarle el callo y evacuar todo lo que tiene dentro si éste está mu desarrollado-, habría que utilizar productos desinfectantes como puede ser la limpieza con agua oxigenada, la Povidona Yodada (mercromina, o betadine, tintura de yodo…) y aplicar algún antibiótico en forma de crema, como es el caso de la Pomada antibiótica Liade, pues bacisporín, muy utilizado hace algunos años,  ya fue retirado. De hecho Liade la suelo utilizar cuando existe hinchazón en las patas y en los dedos de los canarios y va muy bien.

         Hay que puntualizar que si el aporrillamiento o callo plantar está ya muy desarrollado y no se le extirpa mediante pequeña intervención quirúrgica, actuación que no está al alcance de cualquiera, sino de profesionales del ramo, es difícil su eliminación, pero si en cuanto nos percatamos de que a alguno de nuestros reclamos le está empezando a salir, entonces sí puede paralizarse o aminorarse su crecimiento, con lo anteriormente expuesto. Dicho proceder, con los tres productos reseñados en el párrafo anterior, se debe llevar a cabo durante cinco o seis días seguidos y, a continuación, en días alternos hasta que se aprecie mejoría que, con total seguridad, se producirá, pues lo he comprobado muchas veces. Pues no se olvide que el pájaro perdiz que padecen esta problemática suele estar la mayoría del tiempo apoyado sobre una pata -la que menos daño tiene- o, bien, echado sobre el fondo de la jaula. Y tal situación no gusta a nadie, máxime sabiendo que el reclamo de turno está dolorido.

         Sobre este tema, se puede decir y argumentar que las patirrojas camperas, difícilmente tiene esta problemática, pero hay que pensar que no son muchas las que llegan a maduritas y, además, nunca suelen estar en contacto con su propias deyecciones o con suciedad. Pues, pueden vivir en hábitat de suelos duros y pedregosos, pero exento de porquerías.

         Para terminar, solo decir que este artículo va encaminado a un reflexión sobre el tema. Es decir, el preguntar y preguntarme el porqué se hace más palpable lo de los callos en la planta de las patas de las perdices, pues vengo observando en los últimos años que tal circunstancia poco deseada aumenta. Por consiguiente, si yo supiera cuál  es la causa de tal problemática enfocaría el tema de forma diferente. Tan es así que lo que puntualizo, en cuanto a medicamentos, es información que me ha llegado mediante amigos o profesionales, nunca que sea cosecha propia, pues de temas veterinarios, no tengo ni idea.


Imágenes de las respectivas patas de tres reclamos con callos. La primera  y segunda corresponden a dos reclamo de tres años. La última corresponde a uno de diez años. En todas ellas se puede apreciar la inflamación de la almohadilla plantar, callo o aporrillamiento. En el pájaro de más edad puede ser normal, pero no tanto en los dos de tres años.





jueves, 1 de noviembre de 2018

"TOSANTOS" UNA FECHA IMPORTANTE PARA LOS CAZADORES DE PERDIZ CON RECLAMO MACHO


             En los calendarios de caza en general, existen unas fechas que, desde siempre, han sido santo y seña de las diferentes modalidades que forman parte de la misma. En esta línea -a modo de ejemplo-, valgan dos de ellas muy representativas: el 15 de agosto como comienzo de la media veda y caza con perros y el 12 de octubre la apertura de la veda general, aunque últimamente se hayan alterado un poco los días de inicio.

            Pues bien, en el mundo de las fechas cinegéticas, hay una,  Tosantos”, primero de noviembre, que para muchos aficionados pajariteros es el pistoletazo de salida para la temporada cuquillera, pues una gran mayoría de los perdigoneros escogen este día para sacar a sus pájaros perdices de los pelecheros y meterlos en las jaulas, previo tradicional recorte. Y la verdad es que, aunque en esta afición nunca hay que tener prisas, porque la paciencia debe ser una  de nuestras grandes virtudes, en cuanto “sobrevuelan” estas fechas aparece la inquietud y el nerviosismo ante la llegada del día de tan ancestral tarea. Es más, en ocasiones, puede más la impaciencia que la tranquilidad y más de una vez y más de dos, hemos recortado algún reclamo antes de tiempo, con  algún  pretexto de por medio.

            Eso sí, el recorte, además de una función necesaria, aunque haya quien no lo lleve a cabo y no toque los reclamos por miedo a fracturas -no todos los aficionados saben coger los pájaros-, es algo más que una simple utilización de la tijera para dejar “guapos” a los componentes de nuestros jauleros, pues a la postre, dicho quehacer es un singularidad importante más del ritual cuquillero. Por consiguiente, el recorte se transforma en un bálsamo tranquilizador y esperanzador para los perdigoneros. Representa algo así como el momento de recoger los frutos de muchos meses de trabajo y desvelo al lado de nuestros reclamos, sufriendo por no saber cómo concluirá la muda y sí surgirá algún problema en el largo y tórrido verano. Pero, por otra parte, es el punto de partida para una nueva temporada pues, a partir de este momento, comienza el soleo, el aporte del verde, de bellotas y castañas picadas y de otras muchas golosinas, elementos todos ellos muy importantes en el día a día cuquillero.

          En lo personal, puedo decir que mis reclamos ya están enjaulados como apunté en un post anterior y, además, por tradición, no los suelo recortar hasta la mitad del mes en curso. Es decir, sobre sesenta días antes de la apertura del periodo hábil de caza. Siempre lo he hecho así y así continuaré.

            Ni que decir tiene que, desde ya, como si se tocara a arrebato, las reuniones y sesiones varias pajariteras proliferan en cualquier lugar, cosa que no ocurre durante el periodo de muda. Los inquilinos de la jaulas, todas limpias y muchas de ellas repintadas, empiezan a llamar la atención de los receptivos dueños y no es muy difícil ver a estos últimos acompañados de otros amigos y compañeros, contándose entre ellos las futuras excelencias de pájaros que lo más seguro es que no pasen un examen de preescolar, pues es el tiempo de la ilusión desmedida. Sin embargo, con el paso de los días y semanas, dicha expectación se irá transformando, primeramente, en movimientos de cabeza ante las negativas respuestas de algún que otro inquilino del jaulero que empiezan a mostrar su negativo proceder. Más tarde, llegarán los tacos e incluso las maldiciones. Y para finalizar, en muchos casos, se suelen abrir puertas con anterioridad a la apertura de la veda.

            Por cierto, por estas fechas ya otoñales, la mayoría de los últimos años, la sequía veraniega y los calores del “veroño” persistían. No obstante, en el actual, la cosa ha empezado bastante bien, pues el campo está precioso y eso es señal de que podemos estar en la antesala de una buena temporada cuquillera. Sin ir más lejos, el año pasado por estas fechas, los terrenos eran una pena, pues prácticamente no había llovido en buena parte de nuestra Comunidad, pero, a día de hoy, el paisaje rural se nos presenta totalmente verde y precioso, señal que ya han llegado las esperadas y necesarias lluvias otoñales. Con estas componendas nuestras patirrojas montesinas se enverdinarán y no tendrán problema para fortalecer su dieta con las proteínas aportadas por las abundantísimas hormigas de alas y  muchos gusanos que con la humedad pueblan todos los rincones de las diferentes fincas andaluzas.

jueves, 25 de octubre de 2018

EL PRINCIPIO Y EL OBJETIVO FINAL DE NUESTRO RECLAMOS


Aunque, como se suele decir, para gustos los colores, cualquier aficionado a la caza de la perdiz con reclamo macho tiene unos puntos de partida y un objetivo final para los reclamos que componen su jaulero o gallera. En unas palabras: que cada uno sabemos, o queremos saber, lo que deseamos con nuestros pájaros de jaula. Lo que pasa es que al haber tantos gustos como aficionados cuquilleros, pues al ser casi como los reclamos -únicos e irrepetibles-, tenemos infinidad de prototipos de machos de perdiz para nuestras jaulas.

Decir que yo tengo una idea específica de reclamo es como decir que hay miles de ellas, pero como en la diversidad está el gusto, vaya la mía. Eso sí, en mis artículos anteriores está más que trillado este tema, pero no le he dedicado un capítulo especifico como éste, aunque se podrían escribir multitud de páginas porque el tema es amplio. Sin olvidar que todos buscamos lo mejor en nuestros reclamos: barato, bonito y bueno. Lo que pasa es que reunirlo todo es imposible a no ser que hiciéramos una aleación o amalgama de varios de ellos.

Tengo que puntualizar que a primera vista no me importa mucho o, al menos, no es excluyente su morfología externa, siempre que mantenga unos mínimos de hechuras, pero no me fijo en demasía en detalles o caprichitos, que para otros aficionados puede ser importante. Eso sí, no me gustan los perdigones grandes, ni con espuelas de tal tipo, pero tampoco son unas características de rechazo.

Una vez en casa, porque en un principio no se suele ver lo que viene detrás, ya que solo se aprecia el fenotipo, lo primero que miro es su nobleza, no la mansedumbre, porque hay pájaros nobles que no son excesivamente mansos -el de Manué y Chimenea son dos ejemplos de ellos-. A continuación, si tengo la suerte de que escucharlo cantar en casa, valoro su música -no perfecta, pero sí una cosa normal-, porque pájaros con cante de mayor o cuchichío picado o deslavazado no los quiero, aunque puedan servir como reclamos. Más tarde, aunque puede ser antes que el cante, si saca agua, hace el Cristo, se echa para atrás…, malo. Por ahí, tampoco paso. De hecho, hace ya muchos años, sobre treinta cinco, deseché un reclamo por sacar agua y resulto, en manos de un buen amigo, un pájaro de primerísimo nivel. Pero, al menos yo, con esa característica negativa, no lo quise entonces y no lo quiero hoy. 

Con estas tres premisas, indispensable e innegociables para mí, llega la segunda parte: su trabajo en el campo, máxime cuando hay pájaros que ni cantan en casa, ni se mueven, pero que cuando están en la jara son todo lo contrario. Por tanto, lo primero que exijo es pronta salida y trabajo más o menos constante con o sin campo de oída. Ni que decir tiene que no quiero un reclamo que solo canta cuando escucha el campo, pues eso y nada es lo mismo, aunque haya días que este tipo de ejemplares "cantamañanas" pueda dar juego.

A continuación, busco que sepa marcar los tiempos cuando se le acerque las patirrojas camperas, que se venga "abajo" cuando estas últimas estén cerca, que reciba más o menos ortodoxamente, que no abuse de las bulanas y que no pinche en hueso en la suerte suprema. Es decir, que utilice el "capote de brega", que cargue el tiro y reinicie una nueva faena.

Obviamente, el titeo, el recibir sin moverse, el casi ni escucharle cuando se acerca las montesinas, el levantar campo, el mandar a callar, el meloseo con las hembras… son actitudes y aptitudes que nos gustaría que reunieran nuestros reclamos, pero no pueden ser excluyente si no las ponen en práctica porque, entonces, los jauleros estarían vacíos. Y cuidado, aunque parezca vulgar y que así los tiene cualquiera, si un pájaro de jaula reúne la nobleza, la salida en cuanto se pone en el campo, que trabaje durante un buen espacio de tiempo, música medianamente aceptable y que reciba y cargue tiro, sobra y deberíamos darnos por satisfechos. Buscar mucho más, posiblemente, será no dar nunca, si no hay suerte, con uno de ellos. Entramos en el mundo de los "banderas" y eso son palabras mayores pues, como siempre se ha dicho, de este personal hay quien se va a la tumba sin tener uno de ellos. Por tanto, todo lo reseñado en este escrito va enfocado al reclamo normal que nos gustaría tener y que más de una vez hemos tenido, sin pedirle mucho más. Es decir, el pájaro que nos hacer vivir, de vez en cuando, buenos lances, que es de lo que se trata: divertirnos cuando salimos al campo con nuestros pájaros de jaula.

        Por último decir que hay una cualidad, el picoteo en los dedos, que a todo el mundo le gusta y que casi siempre "picamos" al comprar un perdigón para jaula. El problema surge que cuando abusamos de tal circunstancia, a veces, terminamos convirtiendo a nuestro reclamo en muñequero y todos sabemos cómo suelen ser los que son así. Muy bonitos y llamativos, pero cuando los sacamos de caza, nos tenemos que sentar al lado del pulpitillo o repostero para que nos vea y canten.

jueves, 11 de octubre de 2018

COMO TEMPORADA TRAS TEMPORADAS POR ESTAS FECHAS..., RECLAMOS A LAS JAULAS.

                                   El grueso de mi jaulero ya en sus respectivas jaulas.
Es pronto, pero como dice uno de mis relatos punteros: … cuando las necesidades mandan…. Aunque también es verdad es que hace muchos años, por estas fechas, no es que estuvieran enjaulados los reclamos, sino que ya se había salido al campo, incluso,  a veces,  ya se había tirado. Eran otros tiempos, pero así ocurría. Dígase la picaílla se San Miguel

Efectivamente, como en temporadas anteriores -y ya van muchas-, sobre el puente de la Virgen del Pilar, suelo sacar a los pájaros de la tierra y enjaularlos. Y lo hago por estas fechas, sin esperar mucho más porque, aunque alguno todavía anda soltando plumas -entre ellos Chimenea-, los que mudamos a nuestros reclamos en casa, tal circunstancia supone un verdadero estropicio. La tierra, las plumas y el polverío no es lo ideal para donde vive la familia. Por tanto, está claro que las quejas son totalmente justificadas. En el lugar de veraneo estaban en el exterior, pero ahora en la terraza de la casa, ya no es lo mismo.

A partir de ahora, como repetitivamente vengo haciendo desde hace muchos años, seguiré dándoles tierra semanalmente, pues es un cometido que en ningún momento corto, aunque estén enjaulados, pero en un lugar fuera de la casa. Luego, una vez en sus respectivas jaulas, en primer lugar, toca la necesaria y obligada desparasitación. Para los ácaros y parásitos externos suelo utilizar la ivermectina (Pulmosán), echándole unas gotas debajo de cada ala. En cuanto a los parásitos internos, les pongo piperacina durante dos días en el agua de beber.

Luego, sobre primero de noviembre llegará el tradicional recorte, el soleo, el verde, las bellotas…. para que lleguen medianamente en condiciones a la apertura de la veda. Hasta entonces, pienso de mantenimiento y un poco de mixtura de semillas de vez en cuando, como golosina. Aunque como bien sabemos, porque muchas veces lo hemos leído y hablado: el que es bueno necesita poco para marchar y el que es malo, por mucho que le ofrezcamos y pongamos a su alcance, nunca dejará de ser mochuelo.

Para finalizar, como año tras año, lo que nunca falta son las renovadas ilusiones. Nuestra afición está necesitada de ellas, pues bastantes palos recibimos por todos lados como para no tenerlas. Y cuando falten, lo mejor es decir: SE ACABÓ.

sábado, 29 de septiembre de 2018

NUESTRA PERDIZ ROJA CON EL PASO DEL TIEMPO

   Hoy traigo al blog este artículo, encontrado remirando por internet, de D. Manuel Gallardo porque creo que merece o, al menos yo así lo creo, leerlo detenidamente. Seguro que muchos pajariteros coincidirán con lo expuesto en el mismo, aunque también habrá quien difiera.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

VARIEDAD DE JAULAS.

Reclamo en una jaula más o menos tradicional.
        Las jaulas, como casi todo en la vida, han ido sufriendo, a lo largo del tiempo, una continua transformación hasta llegar a aparecer en mercado modelos que son más unos verdaderos objetos de decoración que simples habitáculos para nuestros reclamos. Por tanto, de la jaula tradicional de nuestros ancestros, a algunas que se fabrican hoy existe un verdadero abismo.

Sobre el tema, aparte de diversas consideraciones, hay una verdad irrefutable e incontestable: el aficionado de hoy en día tiene un poder adquisitivo, inimaginable hace varias décadas. Por dicho motivo, cualquier pajaritero actual, independientemente, de su posición social y económica, se encuentra en disposición de adquirir un determinado modelo de jaula para todos sus pájaros. Es más, en un momento puntual, puede malvender, incluso regalar las que tiene para embarcarse en unas nuevas, circunstancia impensable hace cincuenta o sesenta años. En estos tiempos que corren, el ir al trastero, almacén, doblado... sacar una jaula de perdiz que llevaba años sin utilizar, arreglar sus desperfectos, darle un pintado y dejarla como nueva -particularidad más que tradicional y recogida en infinidad de artículos y manuales cuquilleros- es impensable, pues, desgraciadamente, se tiran a la basura muchas cosas que están en un uso formidable.


Tres jaulas más o menos normales recien pintadas.
Ni que decir tiene que los artesanos, aunque vayan quedando pocos, y los fabricantes del ramo lo saben y, por ello, ofertan en el mercado un sinfín de modelos de jaulas que, en muchos casos, cuestan unos buenos euros. Con ello, se pasa de lo práctico a la, y perdonen la expresión, pijadita o, por decirlo más mejor, al caprichito. En esta línea, jaulas robustas y muy bonitas, pero que, en el fondo, como dije al principio, sirven más para decoración que para tener en ellas a nuestros reclamos las podemos encontrar en cualquier parte. Jaulas con cuarenta mil detalles: diferente número y variedades de alambres, multitud de modalidades de puertas, con ganchos o con anillas para cogerlas y transportarlas, con o sin comederos dentro, con aros de maderas, alambre, PVC…, con un sinfín de tipos de piqueras, con mucha variedad de formas y materiales para el asiento, multitud de mecanismos para el cierre de puertas, con aberturas para que el pájaro saque la cabeza de medios para arriba, con gorritos para aminorar los botes, con nombres grabados, jaulas de castigo… Es decir, un verdadero y amplísimo catálogo de las mismas. Y no olvidemos que, historicamente, los aficionados al reclamo somos muy muy caprichosos y siempre nos ha gustado tener aperos y complementos que suponemos los mejor y distintos a los de los demás.

Tres modelos distintos de jaulas sacadas de diferentes portales de internet que sirven más de exposición que para meter dentro de ella a un reclamo. Son preciosas, pero a mi humilde entender se pasan en detalles y, por supuesto, en precios.





Pues bien, todas estas diferencias en los distintos modelos de jaulas no es que sea malo, pues como bien sabemos en la variedad está el gusto y en la diversidad, el acierto. Lo que pasa es que se llega, a veces, a detalles tan rebuscados que se alejan totalmente de la funcionalidad y del fin último de la jaula, pues no se olvide que la ancestral jaula sirve como habitáculo para el reclamo e ir con ella al campo a dar el puesto, con lo que, en un principio, no debería ser muy significativo todo lo demás. Lo que pasa es que todas estas diferencias tienen como destino el encarecimiento del producto, pues a nadie se le escapa que se ofertan jaulas a 100, 200, 300, 400 e incluso 500 euros y, por mucho dinero que se tenga, para el fin que se fabrican y comercian, es una auténtica barbaridad, aunque haya gente para todo. Por lo tanto, es más valido lo que muchos solemos pensar en estos casos: tal o cual jaula puede ser muy bonita, pero es una pena el sacarla al campo.

Además, no podemos olvidar que también existe un tipo de jaula tradicional, aunque no muy utilizada en multitud de lugares, fabricada con varetas de olivo u otros materiales de una determinada zona o región -chaparra, mimbre, retama, almez, caña…- que, en un principio, se construían así, simplemente, para su camuflaje en específicos rincones de nuestra geografía. Lo que pasa es que, la mayoría de ellas, al igual que las de alambre, han pasado a tener un fin expositivo, si así se le puede llamar y, por consiguiente, para adquirirlas también hay que rascarse bien el bolsillo, pues no resultan nada baratas, entre otras cosas porque su confección es tarea larga y laboriosa.


Tres modelos diferentes de jaulas de varetas de olivo fabricadas artesanalmente por el amigo y buen aficionado Juan Francisco Morón






martes, 11 de septiembre de 2018

LOS PÁJAROS PUNTEROS SEGÚN SUS DUEÑOS


     Que no es fácil dar con un reclamo de bandera es una máxima  incuestionable y huelga decir que todos los aficionados que llevamos unos años en esto de  la caza de la perdiz con reclamo lo sabemos de sobra. De hecho, hay cuquilleros que se van al otro mundo sin saber lo que supone "tener en sus manos” a un verdadero pájaro de jaula, no un "mediacuchara" -pues de esos hay y ha habido muchos-, sino un pájaro de primerísimo nivel.

Ahora bien, también suele ocurrir que muchos aficionados al reclamo encumbran a sus enjaulados hasta tal punto que, con más frecuencia de la cuenta, se habla de cinco o seis fenómenos en muchos de los jauleros particulares. Y tal circunstancia, si nos paramos a pensarla seriamente, no es más que una auténtica barbaridad. En unas palabras: lo expuesto anteriormente supone una sobrevaloración de lo que tenemos y, en algunos casos, una gran mentira, pues tener en un momento determinado, cinco o seis pájaros de elevadísimo nivel, aunque en algún caso mu muy puntual pudiera ocurrir, resulta mucho más que complicado.

Eso sí, pájaros a los que se le tira cacería y con muchas patirrojas abatidas, sí podemos reunir varios, pero reclamos de esos que no fallan, que cantan a cualquier hora y con cualquier tiempo, que se le tira en donde nadie es capaz de hacerlo, que trabajan igual a un macho, que a una hembra que a una collera, de esos, poquísimos. Pues como dice Juan José Cabrero en su fenomenal libro La perdiz con reclamo, este tipo de “material” son como los obispos, uno por provincia. Lo que pasa que para muchos pajariteros en cuanto un reclamo hace cuatro cositas ya es un fenómeno, aseveración que a las primeras de cambio se desvanece como los castillos de naipes. De hecho, como bien sabemos, cuando oímos hablar de pájaros que tienen 60, 80, 100… pájaros muertos, la mayoría de ellos son de repoblación Es decir, de trabajo, excepto excepciones, no muy complicado. Y con ello no quiero tirar por tierra, Dios me libre, a la repoblación, pues bastantes alegrías da en muchos lugares, pues si no fuera por ella no se podría cazar el reclamo de perdiz. Pero una cosa son los ejemplares de suelta y otra el ganado salvaje o auténtico de sierra. Pues no será la primera vez que pájaros de los que sus dueños hablan y no paran, cuando llegan a plazas de “primera categoría” y ganado de verdad, fracasan estrepitosamente.

En unas palabras, la exigencia de las cosas cambia con las personas. Pues lo que es superior para uno, para otro no tiene nivel.

Eso sí, vuelvo a reiterarme en lo dicho: de cinco o seis fenómenos en un determinado jaulero, al menos bajo mi opinión, nada de nada. Es más, ni a lo largo de la vida de un determinado perdigonero se tienen cinco o seis pájaros punteros en toda la dimensión de la palabra.

Para ir finalizando, se me ha venido a la memoria una frase que escuché, hace tiempo a no sé quien: "excepto en contadísimas ocasiones, el pájaro de bandera, deja de serlo, cuando lo prueba otro. Es obvio que se le pueden poner sus peros a la misma, aunque sirve perfectamente para el tema.

       Y para terminar, en la línea de lo que decía San Mateo: "muchos son los llamados, pero pocos los escogidos", yo añadiría: pocos, no; poquísimos. Pájaros de primerísimo nivel casi no existen. Todos tienen sus pequeñas cosillas.


lunes, 3 de septiembre de 2018

EL TRATO Y MANEJO DE LAS PERDICES ABATIDAS EN EL PUESTO


Desde principios de la humanidad y más exactamente desde cuando la actividad cinegética se transformó en algo fundamental para el hombre, el cazador siempre ha tratado con el más exquisito cuidado y respeto a todas piezas que, por un medio o por otro, abatía. Sin embargo, con el paso de los años y ya metidos en un pasado relativamente reciente, se ha ido perdiendo ese excelso trato que se les debe procurar a las piezas conseguidas en los lances cinegéticos en general y en los de los cuquilleros en especial, pues, en la gran mayoría de los casos, lo cazado no es más que un fin para aumentar nuestro ego como acaparadores de trofeos que añadir a nuestros ya dilatados estadillos cinegéticos. Tan es así que quien suscribe no pasa por alto el cómo se hacía hace ya muchos años y el cómo se hace a día de hoy. Y la verdad es que existe un verdadero abismo en dicho proceder en ambos momentos. En esta línea y refiriéndome a la caza del reclamo, cuando yo acompañaba a mi abuelo Vicente al puesto y teníamos suerte de tirar una o varias patirrojas, una vez que se daba por terminado el mismo, siempre existía un noble ritual a la hora de recoger las perdices abatidas y con posterioridad a tenerlas ya entre las manos. Recuerdo que el abuelo siempre era el primero que se acercaba a coger del suelo una de las perdices que había tirado o la única si solo había abatido una y, tras enseñársela al pájaro de jaula de turno, la acariciaba suavemente para asentarle bien el plumaje y la pendía por la cabeza para observar la belleza del trofeo. 

         Con posterioridad, mientras recogía todos los trebejos, la ponía al lado de la jaula con sumo cuidado para el regocijo del pájaro de turno. Más tarde, si había abatido varias, me daba la posibilidad de recoger las que quedaban en la plaza y, por supuesto, con la lección ya aprendida, la manoseaba delicadamente para que estuvieran presentables, pues siempre el tiro despluma un poco a las piezas conseguidas. El fondo de la cuestión era que aquellas perdices que ya habían pasado a mejor vida, mantuvieran un parecido similar a como eran antes de ser abatidas y no cogerlas de cualquier manera, a prisa y corriendo, porque a continuación se iba a dar otro puesto.

  Después, una vez en el cortijo, lo primero que se hacía, tras dejar al reclamo y todos los trebejos en sus lugares correspondientes, era el sacarle todas las tripas, tarea que se llevaba a cabo introduciéndole por la cloaca un palito con una horquillita en forma de uve en el extremo. Con posterioridad, se le daba a éste unas pocas de vueltas para que se reliaran en el mismo y, a continuación, se tiraba de él hacia afuera, saliendo todos los intestinos de la perdiz enrollados en el palito. Con posterioridad, se le limpiaba el exterior y se le introducían unos granos de sal gorda para que se conservaran mejor.

Una vez acabada esta faena, se procedía al apiolamiento, labor muy utilizada por aquellos entonces y que consistía en arrancar cada una de las remeras más larga de cada ala, anudarlas por el extremo superior e introducirle el cálamo o parte inferior de las mismas por cada uno de los orificios del pico. De esta manera, las perdices quedaban sostenidas como por una lazada para así poderlas colgar en un clavo o alcayata que hubiera en un lugar fresco para que aguantaran sin estropearse. Eso sí, antes de colgarlas en un determinado lugar y habitáculo, a las perdices, suspendidas por una de las manos por el cuello, se le pasaba la otra para alisarles y ponerles bien el plumaje para que tuvieran mejor vista y se parecieran lo más posible a cómo eran antes de toparse con el reclamo de turno  y con la escopeta de quien estaba dentro del aguardo participando en el lance.

                       Una pareja de perdices apioladas y colgadas de un clavo


Con todo este ritual, porque lo era, las perdices abatidas siempre dejaban una buena sensación a la vista y no como hoy, donde un buen número de aficionados las colocan en cualquier sitio y de cualquier manera, dígase apretadas en el frigorífico, tras venir ya, la mayoría de las veces, todas amontonadas en el morral o en bolsas de plástico. De este modo, a la hora de cogerlas para consumirlas o para regalarlas, están endurecidas de múltiples formas, por lo que no son muy agradables a la vista. Sobre ello, tengo que decir que no todo el mundo obra igual. De hecho y por citar un ejemplo, tengo un buen amigo y no menos aficionado -del que copié dicho proceder- que, en cuando llega de dar el puesto, hace la operación del destripado de las perdices abatidas y, más tarde, las lía individual y cuidadosamente, como si fueran una botella, en papel de periódico. Así, quedan mucho mejor, se conservan bien y ocupan menos lugar en el congelador.

jueves, 30 de agosto de 2018

LOS COLORES Y EL MOVIMIENTO EN LA CAZA DEL RECLAMO


Aunque es época estival y se está en otros menesteres, nunca está de más introducir una pequeña "cuñita" para hacer más llevadero el largo verano. Por ello, cuelgo hoy este artículo, donde doy mi opinión sobre el tema del mismo. 
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       No hace falta decir que nuestras patirrojas salvajes, como el resto de las aves, tienen una vista privilegiada, porque tal circunstancia es conocida de sobra. Tan es así que su agudeza visual es infinitamente superior a la del ser humano. Ahora bien, tal aseveración, no nos asegura que vean tal como nosotros entendemos el sentido de la vista. De hecho, a nadie se le escapa que nuestra perdiz roja recela y se pone más en “guardia” por el movimiento de un determinado objeto, que por tener ante sí uno o varios colores que alteren la policromía cotidiana del entorno. Y eso que las aves en general son capaces de diferenciar una gama de los mismos que el ojo humano es incapaz de hacerlo. Con esto se desmonta la opinión de algunos aficionados que piensan que las perdices, que es lo que nos ocupa, solo ven en blanco y negro.

Ahora bien, hay momentos en que la agudeza visual puede alterase para mayor o para lo contrario y más que nada porque, en ciertas situaciones, priman más otras sensaciones que la visión. De esta manera, en la época de cría y desarrollo de su prole, mamá perdiz mantiene la vigilancia y cautela al cien por cien, por lo que las hembras que andan con sus bandos de perdigoncetes son capaces de detectar y visionar lo que en otros momentos pasaría desapercibido. Por el contrario, en la época que se encuentran en su sazón, cuando se pueden cazar con el reclamo, las perdices rojas se vuelven menos cautelosas e incurren en numerosos errores que, como bien sabemos, terminan costándoles la vida. Tan es así que, aparte de la entrada en plaza, -al engaño, si así podemos llamarlo-, hay momentos en que nuestras patirrojas llegan sin fijarse en nada y menos en colores y formas, pues la defensa de sus correspondientes territorios tira mucho y hay que expulsar a los intrusos como sea. Así, color y estructura del portátil, colorido de la jaula, “esqueleto” del pulpitillo –que muchas veces desentona en el entorno-, cañones de la escopeta sacados por la tronera…., pasan totalmente inadvertidos. Y no digamos cuando dentro de la jaula hay metidas perdices blancas o platas. Solamente el movimiento las hace desconfiar, aunque a veces, ni esto. Sin embargo, como he expuesto, no prestan mucha atención a lo demás. Y eso que más de una vez se ven aguardos de camuflaje cuyos colores desentonan con el del propio colgadero y, por tanto, se advierten a kms. Ahora bien, y vuelvo a repetir, sí por fallo del aficionado de turno, hay movimientos de la escopeta, brillo de sus cañones o ruidos dentro del aguardo, entonces sí se ira todo al garete, siempre que lo anteriormente citado sea captado por la patirroja que esté en plaza o en las inmediaciones de ella.

A modo de ejemplo, totalmente verídico, tengo que decir que, hace ya unos buenos pocos años, cuando los ejemplares de granja no poblaban todos los rincones de nuestra geografía, por tanto hablo de nuestra perdiz roja autóctona, a un buen amigo le hicieron un puesto portátil con loneta plastificada de color verde casi blanco. Pues bien, en ningún momento, tuvo más problemas de los habituales a la hora de entrada de perdices en el tiradero, lo que viene a demostrarnos que el color no es determinante en la caza de la perdiz con reclamo, aun con la privilegiada visión que tienen.

Eso sí, otras muchas veces, al más mínimo movimiento y bien lo sabemos, todo se tuerce. Sobre ello, tengo que decir, que hace ya también bastantes años, algunos más que lo del párrafo anterior, una buena “señora” salió de estampida al verme por una mirilla de tenía en el portátil, no mayor que una moneda de dos euros de diámetro, cuando yo estaba observándola por la misma para ver qué hacía. Por el contrario, aunque parezca una de tantas mentiras de cazador, por aquellas fechas, conseguí tirar una pareja estando sentado no muy tapado por la vegetación al no encontrar un puesto de monte que andaba buscando e írseme la tarde. Eso sí, durante el buen rato que duró el lance, una estatua se hubiera movido más que yo. Y lo peor del caso es que, tras abatir en primer lugar el macho, la hembra dio un pequeño vuelo y se situó a no más de cuatro metros de donde yo estaba sentado, por lo que me tuvo que ver sí o sí.
          Ahora bien y para terminar: que nadie ponga en duda que esté como esté el momento de nuestras camperas, el abatir perdices autóctonas en el puesto no es tarea fácil, más bien todo lo contrario. Tan es así que, el disfrute de los lances es lo fundamental en la afición. El que piense en grandes números para sus estadillos está equivocado. De hecho, no será la primera vez que buenos aficionados han llegado a fincas superpobladas de patirrojas salvajes y buenas jaulas en el respostero y todo ha terminado en pasar una buena tarde y poco más. De perdices en plaza, nada de nada.

sábado, 11 de agosto de 2018

LOS PÁJAROS ALGARINES Y SU VALÍA COMO RECLAMOS



C
uando hablamos de pájaros de jaula algarines o algarinos, según zonas, nos estamos refiriendo al macho de perdiz que se enjaula una vez que ha sido padre en libertad salvaje. Por consiguiente, en todo caso, debe tener cuando se encierra, cerca de los dos años, como mínimo. Es decir, un pájaro que, al menos, ha pasado más de una temporada en el campo y, en la mayoría de los casos, ha pisado y ha criado.

Sobre los mismos, siempre ha circulado una leyenda negra que viene a decirnos que este tipo de ejemplares, en la inmensa mayoría de las veces, no sirve para el reclamo. Creencia que, al menos yo, no estoy -aunque nunca he tenido uno de ellos que me diera el avío-, de acuerdo. Y no estoy conforme porque, aunque no puedo hablar bien de ellos en primera persona, sí puedo decir que varios compañeros han tenido grandes reclamos de esa procedencia.

Se argumenta que, aunque en la mayoría de los casos, suelen ser nobles en casa, en cuanto salen al campo y escuchan el canto de sus congéneres, especialmente el de las hembras, se ponen excesivamente ardorosos y bregones y, además, muchos de ellos se quieren salir de la jaula.

Sin embargo, ¿no les pasa lo mismo a muchos de los que no son algarines? ¿O es que los que se encierran de pollos salen todos buenos?

Vuelvo a repetir que, aunque he tenido varios de ellos, ninguno me ha dado resultado como reclamo, pero eso no significa que no puedan servir, pues de un huevo salen, justamente como todos los demás. Y, en vista a tal máxima, el que en sus genes lleva la calidad, y puedo dar fe de ello, porque cacé en su momento bastantes veces al de un compañero y amigo, desde el primer día salen diciendo “aquí estoy yo”. Pero es más, como curtidos en mil batallas que están, suelen ser valientes con los garbones camperos y con las hembras resultan seductores al máximo. Y, por supuesto, al ser ya bastante adultos, el que sirve, nos dejará su clase desde el primer puesto. Aunque también tengo que decir que muchos de ellos nunca se adaptan a su vida enjaulada y suelen ser bravos al máximo y, algunos de ellos, han perecido al botarse cuando su dueño se ha acercado a ellos para ponerles la sayuela, tras dar por concluido el puesto o, para cambiarlo, porque no han abierto el pico.

Evidentemente, mientras menos años tengan, hay más posibilidades de que puedan servir, pero conozco casos, en donde machos con varios espolones en cada pata han dado un resultado formidable como reclamos.

Para finalizar, con lo anteriormente expuesto queda claro, al menos para mí, que estos tipos de machos de perdiz, si llegan a nuestras manos, hay que hacerles un hueco en nuestro jaulero. Sirven pocos, pero el que tiene madera noble, más pronto que tarde, se convertirá en un reclamo de verdad. Por tanto, no se puede o no se debe desechar un pájaro de estas características herido en cacerías. La historia está para recordarnos que los hay de ”bandera”, aun habiendo pisado y padreado en el campo.

domingo, 1 de julio de 2018

LA LARGA ESPERA



H
ay un refrán español que, como todos, nos dice la absoluta verdad, en este caso, sobre el tema de la impaciencia: El que espera, desespera. Por tanto y, de acuerdo con él, como bien sabemos y hemos comprobado en infinidad de ocasiones, las esperas se suelen hacer largas y cargadas de incertidumbre para quien, en un tiempo más o menos cercano, está en la antesala de la llegada de alguna coyuntura o evento importante para él.

Pues bien, el aficionado al reclamo, año tras año suele estar a la espera de acontecimientos que se repiten en el tiempo, por lo que, lo que debería ser motivo de tranquilidad, por ser archiconocido, se transforma en incertidumbre y preocupación. No hay motivo ni razón para ello, pero así es: lo que siempre, al final, sucede, porque es lógico, parece que no va a llegar nunca. Y lo peor del caso es que no nos damos cuenta que en ello, puesto que en el paso de los días, semanas o meses va implicada nuestra propia vida. Desear lo de mañana es sinónimo de pasar el hoy y, por consiguiente, nos queda un día menos de existencia. Lo triste de caso es que, casi sin darnos cuenta, caemos en esta terrible historia con más frecuencia de la cuenta.

En esta línea, ahora por estas fechas, nosotros los aficionados a la jaula, andamos de muda, porque aunque no es una situación nuestra, sino de nuestros reclamos, no lo tomamos como si fuera algo propio. Y tal circunstancia, el cambio de pluma, por su importancia en el futuro comportamiento de nuestros perdigones en la próxima temporada, hace que nos entre en el cuerpo la intranquilidad. Situación que, como decía al principio, no es buena compañera del aficionado al “cuco”. Sí es verdad que, la mayoría de las veces, preocupa más el machaconero canto de los pájaros de jaula que el propio cambio de plumaje, pues no olvidemos que mientras que no llega tal circunstancia, no existe ni noche ni día para ellos. El cuchichi, cuchichi… es lo normal las veinticuatro horas del día y, se quiera o no, lo que a uno le puede gustar a otros, dígase familiares y vecinos, termina hartándolos y surgen las duras críticas. Es más, hay momentos en los que, incluso a nosotros mismos, no nos faltan ganas, aunque nunca se haga, de retorcer pescuezos, pues todo el mundo tiene un límite.

Es obvio que todos sabemos que, antes o después, el inicio de la caída de plumas llegará. Por consiguiente, como sabemos de sobra, mientras más tarde llegue, mejor. Pero por estas fechas, finales de junio, ya andamos con la mosca detrás de la oreja, sin darnos cuenta que la temporada anterior ocurrió, más o menos, igual. Es decir, el pájaro muda, como otros procesos naturales, cuando tiene que mudar, no cuando nosotros queremos.

Este año, excepcional cien por cien en cuanto a climatología y a sus temperaturas, en las fechas actuales, se presenta bastante fresco, más de la cuenta. Por ello, no es anormal que, como ha ocurrido en el nacimiento de las nidadas de pollos de perdiz, ande bastante retrasado, pues una de las circunstancias que influye mucho en que la muda dé comienzo es la subida de temperaturas, cosa que no está ocurriendo.

Por todo ello, los que no tenemos un lugar alejado de nuestras viviendas para que nuestros queridos reclamos muden en condiciones y estén vigilados, tenemos que aguantar el chaparrón y ser pacientes, aunque estemos hartos de escuchar casi todo el día la “celestial” música de nuestros encelados reclamos.

Para concluir, solo decir que mi Chimenea, con casi diez años, es la primera vez que lo veo hecho un Sansón. No canta,  pero en cuanto me ve, me quiere “comer”. Se embola y me hace frente. Y tal estado no es normal, al menos en él.

PD. Os deseo a todos/as un feliz verano, pues aunque el actual no esté, meteorológicamente hablando, muy bueno (de hecho, ayer llovió aquí en Punta Umbría y en muchos lugares de la provincia onubense, al igual que hace unos días), sí lo tenemos encima.