domingo, 15 de abril de 2018

SÍ A LA CAZA


En el día de hoy, 15 de abril, en muchos lugares de nuestra querida España, se han celebrado concentraciones y manifestaciones a favor de la caza en general, pues no podemos olvidar que dicha actividad humana es casi tan antigua como nuestra propia existencia y, por consiguiente, quien está favor de ella, que somos muchísimos en nuestro país, no podemos ni debemos permitir que tan ancestral práctica cinegética pueda pasar a mejor vida porque haya quien, sin muchos conocimientos sobre el tema, no quiera ni verla y, si pudiera, la quitaría de en medio de un plumazo.


Pues bien, hoy me he acercado por la concentración que se ha llevado en Huelva a las 12 de la mañana en la Plaza de nuevo Mercado de la capital para dejar constancia que en estas tierras, como en otras de las que componen nuestra Comunidad y Nación, la gente está por la caza y por todo lo que conlleva. Es decir, por decir bien claro: SÍ A LA CAZA.

Por todo ello, no he querido dejar pasar la ocasión de hacerle un hueco en mi blog, pues nací cazador, vivo cazador y así seguiré hasta que Dios me lo permita.


Tres momentos de la concentración de hoy. El primero nos muestra una toma general anterior a la hora prefijada. Las dos siguientes muestran a compañeros de afición.





Pues, aprovechando este momento, quiero dejar constancia de un artículo que se me publicó en la última revista de Cuquilleros al Alba, de Villanueva de Algaidas en donde dejo claro que estoy a favor de la caza.


SÍ, SOY CAZADOR.
C

uando se habla o nos preguntan sobre la actividad cinegética, el que se sienta cazador de verdad, como es mi caso -y casi desde la cuna-, debe y tiene que pregonar a boca llena que su práctica, sea de la modalidad que sea, es una actividad tan tradicional como noble. Tradicional, porque ya los hombres del Paleolítico hacían su grandes pinitos y, debido a tal circunstancia, más de uno “perdió el pellejo” en el envite y noble porque, aparte de haberla practicado una buena parte de los grandes de España, aunque fuera en otros tiempos, siempre ha sido, en la gran mayoría de las ocasiones, una actividad llevada a cabo por personas “bien nacidas” y de los que se “visten por los pies”. Huelga decir que, con el devenir de los años, han variado las formas, los medios y los fines, pero, en el fondo, la filosofía sigue siendo la misma: la grandeza de ésta y de los lances que incluye.

Siempre he defendido, al igual que otros muchos que, el amar la Naturaleza, como me inculcaron mis mayores y el cazar nunca se deben dar la espalda, si el que la práctica siente a ambas cosas en el corazón, como es mi caso y el de otros muchos, entre los que os encontraréis una gran mayoría de los que muchos días del año salís al campo a disfrutar llevando a cabo lo que os gusta y sentís como vuestro. Y es así porque, como he referido anteriormente, lo cinegético es señorial y debe ser respetado en toda su dimensión y modalidades. Por tal motivo, no se puede, ni es de recibo, tirar por tierra a los cazadores, si no se sabe verdaderamente qué hacen, qué piensan y qué sienten. Pero es más, los que practicamos la caza, no deberíamos sentirnos cazadores si no respetamos a quien no piensa de la misma forma que nosotros, porque es aficionado a otra modalidad de caza diferente. En pocas palabras, el respeto a todo lo que nos rodea en el campo y a quienes salimos a él incluso, en precarias condiciones de salud, a poner en práctica una modalidad cinegética, sea del tipo que sea, debe ser máximo, al igual que el que debemos profesarle a todas las piezas que se abaten y a todos los ejemplares que, por no poder hacerlo, al ampararlos la ley, embellecen todos los rincones de nuestra piel de toro. El que personas que no saben de qué va el tema, ni sientan en cazador, hablen mal de nosotros nos debe importar un pimiento. Seguro que, si conocieran a fondo lo que significa cazar de corazón, no hablarían así.

Pero además, debemos ser valientes y no unos timoratos a lo hora de expresar nuestros sentimientos, puesto que no cometemos ningún delito, porque practicamos una actividad, además de señorial, permitida por la Ley y que, dicho sea de paso, deja a las arcas del Estado un buen puñado de euros. En esta línea, quiero puntualizar que, hasta hace unos años, he sido Maestro de Escuela y tengo que decir que, en ningún momento, me he sentido avergonzado por referir a mis alumnos y alumnas que era cazador y que muchos de mis ascendientes también lo fueron. Todo lo contrario, siempre me sentí orgulloso al comentarles lo que era y que siempre lo seguiría siendo, pero respetando al máximo nuestro ya deteriorado Medio Ambiente y luchando por conservar lo poco que va quedando de lo que un día alguien puso en nuestras manos. De hecho, muchos de ellos, conocían bastante bien mis andanzas y vivencias. Incluso más de un día, en momentos puntuales, se leyeron y comentaron mis relatos de caza sobre la caza de la perdiz con reclamo, especialmente los relativos a mi niñez.

También tengo que decir que tengo dos hijos y creo, sin lugar a equivocarme, que ambos están orgullosos de que a su padre le guste el campo y sea cazador. Es más, mi hijo Pablo, cómo no, también lo es. Y lo es, porque, desde que nació, me vio con la “escopeta al hombro” y porque, desde siempre, le hecho ver, y el mismo lo ha podido comprobar, la grandeza de la caza. No es cuquillero como yo, pero ambos respetamos, como debe ser, a la modalidad que a cada uno nos tira. Y eso es lo importante.


Para finalizar, les diría a todos los cazadores andaluces, que luchen por lo que sienten y es suyo: LA CAZA, sea de la modalidad que sea. Hay que ser valientes y no ocultar nuestra afición. Miles de años nos avalan. Es más, uno de los mejores legados que le podemos hacer a nuestros descendientes es ponerlos en el camino de la actividad cinegética, pero defendiendo a muerte la Naturaleza. Seguro que no se arrepentirán.

Pero que no se nos olvide, solo caza y todo lo que la rodea. Lo demás no debería tener cabida si queremos que tan ancestral actividad sea señorial, perdure en el tiempo y sea la actividad que siempre sueñan los aficionados de tradición. 


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