Las
jaulas, como casi todo en la vida, han ido sufriendo, a lo largo del tiempo, una
continua transformación hasta llegar a aparecer en mercado modelos que son más
unos verdaderos objetos de decoración que simples habitáculos para nuestros
reclamos. Por tanto, de la jaula tradicional de nuestros ancestros, a algunas
que se fabrican hoy existe un verdadero abismo.
Sobre el tema, aparte de diversas
consideraciones, hay una verdad irrefutable e incontestable: el aficionado de hoy en
día tiene un poder adquisitivo, inimaginable hace varias décadas. Por dicho
motivo, cualquier pajaritero actual, independientemente, de su posición social
y económica, se encuentra en disposición de adquirir un determinado modelo de
jaula para todos sus pájaros. Es más, en un momento puntual, puede
malvender, incluso regalar las que tiene para embarcarse en unas nuevas,
circunstancia impensable hace cincuenta o sesenta años. En estos tiempos
que corren, el ir al trastero, almacén, doblado... sacar una jaula de perdiz que llevaba años sin
utilizar, arreglar sus desperfectos, darle un pintado y dejarla como nueva
-particularidad más que tradicional y recogida en infinidad de artículos y
manuales cuquilleros- es impensable, pues, desgraciadamente, se tiran a la
basura muchas cosas que están en un uso formidable.
Tres jaulas más o menos normales recien pintadas. |
Ni que decir tiene que los artesanos, aunque
vayan quedando pocos, y los fabricantes del ramo lo saben y, por ello, ofertan
en el mercado un sinfín de modelos de jaulas que, en muchos casos, cuestan unos
buenos euros. Con ello, se pasa de lo práctico a la, y perdonen la expresión, pijadita o, por decirlo más mejor, al caprichito. En esta línea, jaulas robustas y muy bonitas, pero que, en el fondo, como dije al principio,
sirven más para decoración que para tener en ellas a nuestros reclamos las podemos encontrar en cualquier parte. Jaulas
con cuarenta mil detalles: diferente
número y variedades de alambres, multitud de modalidades de puertas, con
ganchos o con anillas para cogerlas y transportarlas, con o sin comederos
dentro, con aros de maderas, alambre, PVC…, con un sinfín de tipos de piqueras,
con mucha variedad de formas y materiales para el asiento, multitud de
mecanismos para el cierre de puertas, con aberturas para que el pájaro saque la
cabeza de medios para arriba, con gorritos para aminorar los botes, con nombres
grabados, jaulas de castigo… Es decir, un verdadero y amplísimo catálogo de las mismas. Y no olvidemos que, historicamente, los aficionados al reclamo somos muy muy caprichosos y siempre nos ha gustado tener aperos y complementos que suponemos los mejor y distintos a los de los demás.
Tres modelos distintos de jaulas sacadas de diferentes portales de internet que sirven más de exposición que para meter dentro de ella a un reclamo. Son preciosas, pero a mi humilde entender se pasan en detalles y, por supuesto, en precios.
Pues bien, todas estas diferencias en los
distintos modelos de jaulas no es que sea malo, pues como bien sabemos en la
variedad está el gusto y en la diversidad, el acierto. Lo que pasa es que se
llega, a veces, a detalles tan rebuscados que se alejan totalmente de la funcionalidad y del
fin último de la jaula, pues no se olvide que la ancestral jaula sirve como
habitáculo para el reclamo e ir con ella al campo a dar el puesto, con lo que,
en un principio, no debería ser muy significativo todo lo demás. Lo que pasa es
que todas estas diferencias tienen como destino el encarecimiento del producto,
pues a nadie se le escapa que se ofertan jaulas a 100, 200, 300, 400 e incluso
500 euros y, por mucho dinero que se tenga, para el fin que se fabrican y
comercian, es una auténtica barbaridad, aunque haya gente para todo. Por lo
tanto, es más valido lo que muchos solemos pensar en estos casos: tal o cual jaula puede ser muy bonita, pero
es una pena el sacarla al campo.
Además, no podemos olvidar que también existe un
tipo de jaula tradicional, aunque no muy utilizada en multitud de lugares, fabricada con varetas de
olivo u otros materiales de una determinada zona o región -chaparra, mimbre, retama, almez,
caña…- que, en un principio, se construían así, simplemente, para su camuflaje
en específicos rincones de nuestra geografía. Lo que pasa es que, la mayoría de ellas, al igual que las de alambre, han pasado a tener un fin expositivo, si así se le puede llamar y, por
consiguiente, para adquirirlas también hay que rascarse bien el bolsillo, pues
no resultan nada baratas, entre otras cosas porque su confección es tarea larga y laboriosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario