En estas líneas que vienen a continuación, expongo de forma muy personal algunos factores que acompañan al reclamo y que hacen que, para mí, un pájaro de jaula sea santo de mi devoción o, por el contrario, no me entre por los ojos. Por supuesto, ni que decir tiene que, lo que yo opino de un reclamo puede ser compartido o frontalmente rechazado, pero, como digo siempre es mi opinión sobre el tema. Por supuesto, en el artículo no me refiero a la calidad de los pájaros de jaula, sino a sus características individuales que hacen, se quiera o no, que un aspirante a inquilino de un determinado jaulero, tenga futuro o no.
---- oo O oo ----
En la caza de la perdiz con reclamo, como en
cualquier actividad, en este caso, cinegética o venatoria, existen una serie de
factores que, de alguna forma, pueden influir en la concepción que tengamos
sobre nuestra afición pajaritera, pues aparte de tener como en otras formas de
caza un fin, es este supuesto, la muerte de las patirrrojas que entran al
reclamo tras el trabajo del que esté en el repostero, existen otros
componentes que, según el cuquillero de turno, variarán en grado diferente.
Está claro que, lo que para un aficionado tiene poca importancia, para otro
puede tener mucha o viceversa. Así, desde la coloración y belleza del plumaje,
hasta las formas y variedades del canto, existen una serie de elementos, tanto
del fenotipo, como algunos del genotipo, que pueden influir en la calificación o
valoración que se le pueda dar a un reclamo. Eso sí, como la vara de medir o
ver, en este caso, varía de un perdigonero a otro, entramos en el ámbito de la
diversidad, pues cada uno es un mundo.
Y como para gustos, los colores, en mi caso voy
a exponer lo que yo pienso de diez factores -por fijar un número muy usual- que
acompañan a los pájaros de jaula y que nunca
pasan desapercibidos para mí. De hecho, en tertulias y diálogos con otros
aficionados, muchos de ellos salen a relucir, incluso, a veces, se puede elevar
el tono de la conversación por cuestiones de poca transigencia en los pareceres
propios de unos y otros.
De acuerdo con el párrafo anterior, el hablar
de los célebres estándares fenotípicos de los reclamos que siempre se han
puesto como ideales: cabeza gorda, pico gorrión, plumaje sedoso y brillante, tufos
corridos, corbata grande, patas cortas…, son formas de valoración de los
mismos, pero, en principio, nunca excluyentes, ni para mí ni, creo que para
nadie, aunque siempre existen los caprichos y manías pajariteras personales.
Así, en base a lo dicho, pienso y creo a nivel
personal, ideas tan válidas como cualquiera, aun cayendo en posibles errores,
que el pájaro de jaula debe reunir ciertas singularidades para que sea de mi
agrado. Por tanto, desde lo máximo en las aptitudes y actitudes de un reclamo,
a quienes piensan que da igual todo, con tal que cante en el repostero y se le
tire caza, existe un mundo de diferencias. Yo, a nivel personal, no quiero ni
un Pavarotti, ni un radiocasete; ni un óleo de Velázquez, ni la peor pintura. Quiero
y tengo lo que me gusta. Y esto, mis ideas, se pueden resumir en estos diez
mandamientos personales:
1.- En cuanto al aspecto externo decir que me
gusta un pájaro que entre por el ojo, pero sin excluir a quien no es una
pintura, a no ser que sea una auténtica fregona sin palo. Es decir, un pajarete
que tenga buena planta y poco más.
2.- En cuanto a la coloración, siempre que sea
la normal de la perdiz española, pero sabiendo que los tonos pueden variar,
según el hábitat donde vivan, no soy muy exigente. Eso sí, el azulado de la
pechuga, aunque me encanta, cada día se ven menos perdices con tal tonalidad,
posiblemente por la hibridaciones. Por supuesto, ojos y patas me gustan
mientras más rojos, mejor. Una buena corbata y un moteado cuantioso a su
alrededor, me encantan. Luego, en cuanto a coloraciones por mutaciones
genéticas, como pueden ser los pechiblancos, platas, blancos, cairos/azafranes,
cobres…, aunque haya tenido alguno, no son santo de mi devoción, pues me gusta
el jamón con jamón y el melón con melón; pero nunca, jamón con melón. Por
supuesto sí entiendo que hay machos de jaula que presentan curiosidades en su
plumaje como pueden ser algunas plumas blancas o motas negras en pechuga y tras
las patas.
3.- A
mí, el pájaro grande no me desagrada, pero me gustan “recortaítos”. Eso sí, de
cabeza grande y patas cortas, pues odio los “aflamencaos” cuando hablamos de
ellas.
4.- En cuanto al pico, a no ser por roturas/fracturas
y posteriores “apicochamiento”, los prefiero de pico fuerte, pero corto. En
cuanto a las patas, me gustan los “patilisos” o con espolón pequeño, pues
pienso que los reclamos de espolones grandes suelen ser fuertes en muchos
aspectos en sus día a día.
5.- En lo referente a su comportamiento en
casa, en el jaulero, debo decir que los saltimbanquis y sacadores de agua o los
de copas, ni verlos, pues son manías excluyentes para mí. Por supuesto, pájaros
que no dan la cara y guardan la distancia, mejor que mejor, porque no me gusta
el picamiento de dedos, ya que algunos, de tanto manoseo, terminan muñequeros. En
una palabra, me gustan nobles, que no se inquieten con mi presencia, pero no
excesivamente mansos.
6.- En lo relativo a la música, para mí es muy
importante un reclamo o cante de mayor sobrio y limpio -cantos hibridados o
agallinados, no-, potente y de bastantes golpes, aunque los he tenido buenos,
con no muchos. Cuchicheo pausado y no de locomotora, alternados con un piñoneo
de suave entonación. Si a esto se le une el titeo o cañamoneo, que no todos los
ponen en práctica, miel sobre hojuela. Por supuesto, los cantes de cañón
ahembrados, aunque no me gustan, reconozco que matan mucha caza.
7.- Y vamos al campo. Para empezar, aunque los
reclamos breguen un poco al colocarlos en el pulpitillo, no me importa, pero deben
dejar dicha actitud, en cuanto me meta en el aguardo. Luego, mi pájaro debe
tener pronta salida y alternancia de cantos, aunque las montesinas estén mudas.
Que haga sus paradas, pero de trabajo continuo. Por supuesto, un reclamo que dé
el do de pecho -que es lo que pido-, al menos, una hora/hora y media tiene que
estar “liao”, aunque no escuche campo. Además, si no tiene depredadores
cercanos, es decir, en todo lo alto, no debe interrumpir su trabajo, como si
pasan por las cercanías ganado o coches, sin irrumpir en la plaza.
8.- Lógicamente, llegado a la última parte de
la faena, debe -irrefutable condición-, recibir a lo que entre en plaza. Así,
aunque me gustan erguidos y dando de pie bajito, acepto casi todo, menos las bulanas
agresivas y amenazadoras cuando intuye la cercanía o ve a las patirrojas, pues
nunca me ha atraído la fortaleza física. No me gustan los aspavientos tipo
Sansón, pero, por el contrario, me
encantan las calladas de cercanía. Además, si al principio hay algún aplaste,
no me importa, siempre que sea muy pasajero -mi Chimenea echó cuerpo a
tierra dos veces y ha sido el mejor-. Huelga decir que el cargar los tiros
sobre la marcha, aunque no se haga en los primeros puestos, no se le debe dar
mayor importancia. Eso sí, reclamo de un solo disparo, para los regalos, por
muy bien que lo haga en todo lo demás.
9.- Más tarde, acabado el lance o puesto,
aunque a todo el mundo le gusta que lo reciba su reclamo cuando se acerca a él,
palilleándole y hablándole y, que luego, tome la cacería abatida, cuando se le
acerca, creo que tales circunstancias no son fundamentales, siempre que no sea un
proceder incontrolado y organice con sus saltos, chirridos, aleteos y demás,
una auténtica “fiesta”.
10.- Como remate a “la faena”, existen
particularidades de nuestros reclamos que nos pueden gustar o no, pues como
empecé, el libro de los gustos está abierto. Y como el que suscribe forma parte
de ese libro, vayan por delante algunas de ellas, tanto de mi gusto como de las
que no aguanto. Está claro que me gusta que mis reclamos no canten mucho en
casa y que no formen la de Dios con vecinos de jaulero o con otros nuevos inquilinos
del mismo. Que sean dormilones y que les guste comer y, por lo tanto, que sus “cagales”
sean abundantes y gordas. Que suelten pocas plumas, mientras están en la jaulas.
Que se afilen el pico frecuentemente y se acicalen el plumaje con asiduidad.
Por supuesto no me gusta que alambren o
boten cuando limpio sus habitáculos.
Por al contrario, nunca me ha gustado encontrarme
un huevo en las jaulas o terreros, señal inequívoca de un error mío o de otros.
Que no se pongan broncos y desabridos cuando me acompañan amigos o conocidos
que visitan el jaulero. Que soporten, sin mucho baile a perros u otras mascotas
de la familia o amigos. No hay que decir que cuando llegue al repostero o a
casa tras la jornada no llegue hecho un adefesio debido botes y alambreos, tras
el trayecto. Y como punto final del artículo, de esta “declaración de
intenciones”, nunca he soportado que el reclamo salga al campo y hasta que no
lleve una serie de puestos, no abra el pico o eche diez reclamaítas, dos
curicheos y tres piñones y se acabó.
Y, como siempre, “Doctores tiene la
Iglesia”. Yo, por mi parte, ya he dado la "homilía".
----------------
PD. Por favor, si se escriben comentarios al artículo desde el apartado de Anónimo, pongan al final del texto escrito nombre y apellidos. Si no es así, aunque a veces sea una pena, no se publicará lo expuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.