lunes, 14 de octubre de 2024

IMPORTANCIA DE LOS FACTORES QUE ACOMPAÑAN AL RECLAMO

          En estas líneas que vienen a continuación, expongo de forma muy personal algunos factores que acompañan al reclamo y que hacen que, para mí, un pájaro de jaula sea santo de mi devoción o, por el contrario, no me entre por los ojos. Por supuesto, ni que decir tiene que, lo que yo opino de un reclamo puede ser compartido o frontalmente rechazado, pero, como digo siempre es mi opinión sobre el tema. Por supuesto, en el artículo no me refiero a la calidad de los pájaros de jaula, sino a sus características individuales que hacen, se quiera o no, que un aspirante a inquilino de un determinado jaulero, tenga futuro o no.

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En la caza de la perdiz con reclamo, como en cualquier actividad, en este caso, cinegética o venatoria, existen una serie de factores que, de alguna forma, pueden influir en la concepción que tengamos sobre nuestra afición pajaritera, pues aparte de tener como en otras formas de caza un fin, es este supuesto, la muerte de las patirrrojas que entran al reclamo tras el trabajo del que esté en el repostero, existen otros componentes que, según el cuquillero de turno, variarán en grado diferente. Está claro que, lo que para un aficionado tiene poca importancia, para otro puede tener mucha o viceversa. Así, desde la coloración y belleza del plumaje, hasta las formas y variedades del canto, existen una serie de elementos, tanto del fenotipo, como algunos del genotipo, que pueden influir  en la calificación o valoración que se le pueda dar a un reclamo. Eso sí, como la vara de medir o ver, en este caso, varía de un perdigonero a otro, entramos en el ámbito de la diversidad, pues cada uno es un mundo.

Y como para gustos, los colores, en mi caso voy a exponer lo que yo pienso de diez factores -por fijar un número muy usual- que acompañan a los pájaros de jaula y que nunca pasan desapercibidos para mí. De hecho, en tertulias y diálogos con otros aficionados, muchos de ellos salen a relucir, incluso, a veces, se puede elevar el tono de la conversación por cuestiones de poca transigencia en los pareceres propios de unos y otros.

De acuerdo con el párrafo anterior, el hablar de los célebres estándares fenotípicos de los reclamos que siempre se han puesto como ideales: cabeza gorda, pico gorrión, plumaje sedoso y brillante, tufos corridos, corbata grande, patas cortas…, son formas de valoración de los mismos, pero, en principio, nunca excluyentes, ni para mí ni, creo que para nadie, aunque siempre existen los caprichos y manías pajariteras personales.

Así, en base a lo dicho, pienso y creo a nivel personal, ideas tan válidas como cualquiera, aun cayendo en posibles errores, que el pájaro de jaula debe reunir ciertas singularidades para que sea de mi agrado. Por tanto, desde lo máximo en las aptitudes y actitudes de un reclamo, a quienes piensan que da igual todo, con tal que cante en el repostero y se le tire caza, existe un mundo de diferencias. Yo, a nivel personal, no quiero ni un Pavarotti, ni un radiocasete; ni un óleo de Velázquez, ni la peor pintura. Quiero y tengo lo que me gusta. Y esto, mis ideas, se pueden resumir en estos diez mandamientos personales:

1.- En cuanto al aspecto externo decir que me gusta un pájaro que entre por el ojo, pero sin excluir a quien no es una pintura, a no ser que sea una auténtica fregona sin palo. Es decir, un pajarete que tenga buena planta y poco más.

2.- En cuanto a la coloración, siempre que sea la normal de la perdiz española, pero sabiendo que los tonos pueden variar, según el hábitat donde vivan, no soy muy exigente. Eso sí, el azulado de la pechuga, aunque me encanta, cada día se ven menos perdices con tal tonalidad, posiblemente por la hibridaciones. Por supuesto, ojos y patas me gustan mientras más rojos, mejor. Una buena corbata y un moteado cuantioso a su alrededor, me encantan. Luego, en cuanto a coloraciones por mutaciones genéticas, como pueden ser los pechiblancos, platas, blancos, cairos/azafranes, cobres…, aunque haya tenido alguno, no son santo de mi devoción, pues me gusta el jamón con jamón y el melón con melón; pero nunca, jamón con melón. Por supuesto sí entiendo que hay machos de jaula que presentan curiosidades en su plumaje como pueden ser algunas plumas blancas o motas negras en pechuga y tras las patas.

3.-  A mí, el pájaro grande no me desagrada, pero me gustan “recortaítos”. Eso sí, de cabeza grande y patas cortas, pues odio los “aflamencaos” cuando hablamos de ellas.

4.- En cuanto al pico, a no ser por roturas/fracturas y posteriores “apicochamiento”, los prefiero de pico fuerte, pero corto. En cuanto a las patas, me gustan los “patilisos” o con espolón pequeño, pues pienso que los reclamos de espolones grandes suelen ser fuertes en muchos aspectos en sus día a día.

5.- En lo referente a su comportamiento en casa, en el jaulero, debo decir que los saltimbanquis y sacadores de agua o los de copas, ni verlos, pues son manías excluyentes para mí. Por supuesto, pájaros que no dan la cara y guardan la distancia, mejor que mejor, porque no me gusta el picamiento de dedos, ya que algunos, de tanto manoseo, terminan muñequeros. En una palabra, me gustan nobles, que no se inquieten con mi presencia, pero no excesivamente mansos.

6.- En lo relativo a la música, para mí es muy importante un reclamo o cante de mayor sobrio y limpio -cantos hibridados o agallinados, no-, potente y de bastantes golpes, aunque los he tenido buenos, con no muchos. Cuchicheo pausado y no de locomotora, alternados con un piñoneo de suave entonación. Si a esto se le une el titeo o cañamoneo, que no todos los ponen en práctica, miel sobre hojuela. Por supuesto, los cantes de cañón ahembrados, aunque no me gustan, reconozco que matan mucha caza.

7.- Y vamos al campo. Para empezar, aunque los reclamos breguen un poco al colocarlos en el pulpitillo, no me importa, pero deben dejar dicha actitud, en cuanto me meta en el aguardo. Luego, mi pájaro debe tener pronta salida y alternancia de cantos, aunque las montesinas estén mudas. Que haga sus paradas, pero de trabajo continuo. Por supuesto, un reclamo que dé el do de pecho -que es lo que pido-, al menos, una hora/hora y media tiene que estar “liao”, aunque no escuche campo. Además, si no tiene depredadores cercanos, es decir, en todo lo alto, no debe interrumpir su trabajo, como si pasan por las cercanías ganado o coches, sin irrumpir en la plaza.

8.- Lógicamente, llegado a la última parte de la faena, debe -irrefutable condición-, recibir a lo que entre en plaza. Así, aunque me gustan erguidos y dando de pie bajito, acepto casi todo, menos las bulanas agresivas y amenazadoras cuando intuye la cercanía o ve a las patirrojas, pues nunca me ha atraído la fortaleza física. No me gustan los aspavientos tipo Sansón, pero, por el contrario,  me encantan las calladas de cercanía. Además, si al principio hay algún aplaste, no me importa, siempre que sea muy pasajero -mi Chimenea echó cuerpo a tierra dos veces y ha sido el mejor-. Huelga decir que el cargar los tiros sobre la marcha, aunque no se haga en los primeros puestos, no se le debe dar mayor importancia. Eso sí, reclamo de un solo disparo, para los regalos, por muy bien que lo haga en todo lo demás.

9.- Más tarde, acabado el lance o puesto, aunque a todo el mundo le gusta que lo reciba su reclamo cuando se acerca a él, palilleándole y hablándole y, que luego, tome la cacería abatida, cuando se le acerca, creo que tales circunstancias no son fundamentales, siempre que no sea un proceder incontrolado y organice con sus saltos, chirridos, aleteos y demás, una auténtica  “fiesta”.

10.- Como remate a “la faena”, existen particularidades de nuestros reclamos que nos pueden gustar o no, pues como empecé, el libro de los gustos está abierto. Y como el que suscribe forma parte de ese libro, vayan por delante algunas de ellas, tanto de mi gusto como de las que no aguanto. Está claro que me gusta que mis reclamos no canten mucho en casa y que no formen la de Dios con vecinos de jaulero o con otros nuevos inquilinos del mismo. Que sean dormilones y que les guste comer y, por lo tanto, que sus “cagales” sean abundantes y gordas. Que suelten pocas plumas, mientras están en la jaulas. Que se afilen el pico frecuentemente y se acicalen el plumaje con asiduidad. Por supuesto no me gusta que  alambren o boten cuando limpio sus habitáculos.

Por al contrario, nunca me ha gustado encontrarme un huevo en las jaulas o terreros, señal inequívoca de un error mío o de otros. Que no se pongan broncos y desabridos cuando me acompañan amigos o conocidos que visitan el jaulero. Que soporten, sin mucho baile a perros u otras mascotas de la familia o amigos. No hay que decir que cuando llegue al repostero o a casa tras la jornada no llegue hecho un adefesio debido botes y alambreos, tras el trayecto. Y como punto final del artículo, de esta “declaración de intenciones”, nunca he soportado que el reclamo salga al campo y hasta que no lleve una serie de puestos, no abra el pico o eche diez reclamaítas, dos curicheos y tres piñones y se acabó.

Y, como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo, por mi parte, ya he dado la "homilía".

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PD. Por favor, si se escriben comentarios al artículo desde el apartado de Anónimo, pongan al final del texto escrito nombre y apellidos. Si no es así, aunque a veces sea una pena, no se publicará lo expuesto.


 

 

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