domingo, 19 de mayo de 2024

LOS CORTAFUEGOS, TAN NECESARIOS COMO PERJUDICIALES PARA LOS NIDOS DE PERDIZ

 





Cinco tomas de cortafuegos en la finca "La Dehesa"

No hace falta decir, porque todo el mundo que está en contacto con el campo lo sabe, que muchas de las labores agrícolas primaverales, tan importantes como necesarias, causan muchas bajas en los nidos de aves que lo construyen en el suelo, dígase cogujadas, terreras, trigueros, alondras, alcaravanes, anátidas, sisones, codornices, perdices… como ejemplos más conocidos de los que crían por esta zona, que es la que conozco a fondo, y por otras muchas de nuestra Andalucía.

En esta línea, las múltiples faenas agrarias realizadas en la estación de las flores, finales de febrero/mayo, como los barbechados para futuras siembras de cereal, las siegas tempranas para heno y alimentación del ganado en verde, la recogida/quemas de podas de olivares, las roturaciones de las reforestaciones y de los eucaliptales…, destruyen muchos nidos de las especies citadas anteriormente y otras muchas aves que realizan sus nidadas en el suelo.

Pero…, aparte de las labores agrícolas apuntadas, hay una más, los cortafuegos o acerados, que por las fechas y los lugares cuando y donde se llevan a cabo, finales de marzo/abril, incluso primeros de mayo, en los linderos con carreteras y otras propiedades; los carriles, vías pecuarias y pistas forestales, las siembras de cereal… se llevan para adelante unos buenos pocos de nidos. Pues como sabemos, cuando se hacen cortafuegos, se aran unos buenos metros de ancho para evitar incendios en las fincas Y dicha labor, que además es obligatoria, destruye y/o entierra bastantes de nidos y, entre ellos, el de muchas perdices rojas que, como bien sabemos, suelen anidar al amparo de zonas transitadas para, de esta manera, evitar la depredación de sus puestas. Tan es así que, muchos de estos huevos, como nos dice la historia, no se han destruido en su totalidad, quedando alguno de ellos en perfecto estado que, bien en incubadoras o, bien, con gallinas americanas/inglesas se consiguió que eclosionaran y, más tarde, los ejemplares nacidos dieron muchas alegrías a sus dueños.

lunes, 13 de mayo de 2024

"CAZADORES DE LA SIERRA MORENA"

        Echando el rato de lectura de artículos de caza/naturaleza por diferentes portales de Internet, como suelo hacer frecuentemente, para disfrutar con los que escriben otras personas sobre el tema, he dado con este relato de D. Ángel Villazón, publicado por el Diario Digital Nueva Tribuna el 13/09/23 que nos traslada a una jornada en contacto con la naturaleza. Es largo, pero creo que merece la pena leerlo por la atractiva descripción que hace de paisajes, momentos y lances. Así que, como he hecho con otros artículos no personales, aquí está para quien quiera echarle una ojeada. Seguro que no se arrepentirá.

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Imagen del artículo

Dormían en una pequeña casa a veinte minutos en bicicleta de una ermita próxima. Jourri oyó claramente el ulular de una lechuza, lo que lo llevó a encender una vela para ver qué hora era. Las cinco y cuarto. La noche se le hacía interminable. Pronto, en una hora a más tardar, las primeras luces del amanecer darán paso al disfrute tan esperado y que tanto ansiaba. Unos minutos más tarde se levantó, pues no aguantaba más en la cama. Encendió el candil, lo puso en su mesita de noche, se aseó, se vistió, y se dirigió a la pequeña cocina de la casa para hacer café.

Con el ruido también Guillermo se levantó, y después de vestirse y de asearse en el lavabo de su habitación, se dirigió a la cocina, donde el aroma a café que despedía la cafetera inundaba la estancia y reconfortaba.

-No he pegado ojo -Le dijo Jourri a su amigo, después de saludarlo con una mezcla de alegría y sueño al verlo.

-Tampoco yo -Le contestó.

Se tomaron el café sorbiéndolo mientras descolgaban sus respectivas mochilas de los ganchos donde estaban colgados y comprobaban que el pan, el queso, y hasta un poco de tocino, estaban en su sitio.

Guillermo y Jourri, hablaron de la planificación del sendero que iban a seguir en bicicleta de montaña, el sendero 48,  que empezaba en Santa Elena, para llegar a Barrancos en Portugal, atravesando cerca de 600 Km de Sierra Morena. 

Durante el recorrido por sus montes, valles, ríos y dehesas podrían encontrarse con la naturaleza en estado salvaje, esto pensaba y deseaba el danés Jourri.

Además de las dehesas de encinas y alcornoques verían cerdos ibéricos y reses de ganadería brava. También castañares, quejigares, rebollares, y bosques de ribera en los ríos. Uno de los mayores bosques mediterráneos del mundo, pensaba Jourri.

Le ofreció uno a Guillermo al tiempo que le decía que la mañana estaría fría. Bebieron un sorbo y brindaron por el día de senderismo. Después, ambos introdujeron en la mochila un pequeño plato metálico, su navaja de monte, y se lo echaron al hombro.

Guillermo se dirigió a la chimenea, para apagarla totalmente. Antes de salir de casa, y todavía a la luz de la vela, abrieron los mapas del camino. 

-El primer sitio donde podemos ir es hasta el mirador de levante -Le dijo a Jourri, pues Guillermo sabía que el levantamiento del sol era un espectáculo que llenaba de vida y de alegría a su amigo, y además llenaba de colores el horizonte, y se oían los primeros cánticos de numerosas aves.

-Estupendo -Le contestó.

Después, Guillermo dio un soplido al candil y cerraron la puerta. Salieron de la casa, cogieron sus bicicletas de montaña

Empezaron a pedalear siguiendo una vereda paralela a un arroyo sin cauce de agua que discurría paralelo a una linde para tomar una vereda que rodeaba un montículo e iniciar poco a poco el ascenso de un corta fuegos que los llevó ante un mirador natural. 

-¿Cómo vas, Guillermo? -Le preguntaba a su amigo consciente del esfuerzo que significaba subir el cortafuegos.

-Bien -Le contestó.

Llevaba tiempo esperando esta oportunidad de disfrutar en la naturaleza.

Al llegar a la parte más alta del cortafuegos, el sol ya iluminaba con fuerza parte del horizonte, mientras que los laterales más alejados del astro permanecían de colores entre negro y malva.

Jourri buscó una piedra donde sentarse, observaba como el sol iba dejando atrás a la noche. Sacó un trozo de queso y un poco de pan, y ayudándose con su navaja, se los llevó a la boca, pero sin dejar de mirar a la lejanía donde nacía el espectáculo. Ambos disfrutaban del espectáculo en la complicidad del silencio. No eran necesarias palabras.

Al cabo de un tiempo, Jourri se levantó, y le dijo a Guillermo:

-Continuemos.

Cogieron de nuevo las bicicletas y se dispusieron a seguir su camino, cuando una perdiz alicorta, salió de entre unas matas de jara e inició el vuelo con gran ruido de sus alas enfrente de ellos. Guillermo lo vio, pero ya la pieza había sido cobrada por otro cazador. Un lince al acecho, al oír el aleteo, dio un gran salto, primero hasta las ramas de un olivo, y de ahí un segundo para cazarla al vuelo, pero en vez de atraparla, le dio en el aire un zarpazo en el cuello con una de sus patas delanteras. La perdiz cayó al suelo e intentó levantar de nuevo el vuelo, pero ya estaba malherida. El lince, de nuevo veloz, la cogió con sus fauces y huyo raudo de la escena.

Se acercaron hasta el lugar y solo encontraron unas plumas en el suelo.

Ambos se miraron con cara de incredulidad por lo que habían visto.

-No me dio tiempo a ver nada, y ya el lince había saltado -Le dijo Jourri a su amigo.

-Por eso es un felino -Le dijo Guillermo.

-De todas formas, ver a un lince en acción es una gran recompensa a nuestro esfuerzo por hacer el camino en bicicleta, dijo Guillermo, pues es muy difícil verlos en acción.

-Solo por observar esta escena ya me voy contento - comentó Jourri. 

En Dinamarca no hay linces

-¿Era un macho o una hembra?, Le preguntó Jourri.

-Creo que, por el tamaño, era un macho, le contestó Guillermo.

-¡Qué movimientos, que rapidez! -comentó Jourri.

-¿Es la primera vez que lo ves? -Le preguntó a su amigo Nito.

-Pues sí, nunca había visto un lince cazando, y mucho menos saltando de esa manera tan silenciosa y rápida. ¿Y tú? - Le preguntó, señalando al lugar donde la perdiz fue abatida.

-He visto algunas escenas similares, -le contestó Guillermo, pero de todas formas es un animal muy difícil de ver. Es un felino, con un oído muy fino, y muy silencioso.

Después de unos minutos de silencio, buscaron la vereda que los llevaría por un cordal hasta el próximo collado, donde podrían disfrutar de las vistas tanto hacia el sur como hacía el norte.

-Es como un imán para la vista -dijo Guillermo.

-Así es -Le contestó Jourri.

Siguieron la vereda y después pararon a observar la vista. Guillermo le explicaba que desde la prehistoria han pasado por estas tierras íberos, cartagineses, romanos, árabes, castellanos y centroeuropeos, que dejaron un patrimonio histórico que actualmente se exhibe por muchos municipios de Sierra Morena. 

Caminaron durante un par de horas por un sendero ascendente unas veces y descendente otras, y siguiendo cordales. Cuando llegaron al collado y como consecuencia del esfuerzo realizado, se sentaron en una piedra. Bebieron un poco de agua 

Después contemplaron en silencio el horizonte lejano, donde coincidían sierras y valles coloreados en diferentes verdes debidos a la diversidad de bosques, olivares, chaparrales y encinas. Un océano de nubes blancas se juntaba con las manchas verdes conformando una vista de gran belleza. Se quedaron unos minutos más, extasiados ante la belleza del horizonte.

Guillermo sacó de la mochila un pedazo de pan y un poco de tocino, los cortó, al igual que hacen los pastores, y lo mismo hizo con el queso. Le pasó un trozo a su amigo y les echó otro trozo a los perros, que se lo agradecieron.

Guillermo le comentaba las historias de los bandoleros de Sierra Morena que buscaban guarida en la espesura del monte.

Antes de levantarse para retomar el camino, vieron un grupo de palomas torcaces pasar volando cerca de sus cabezas. Las siguieron con la vista.

De repente, Guillermo le dice a Nito: “Mira a tu izquierda y hacia arriba en el cielo. A ver si sabes qué tipo de ave ves.”

-Es un halcón -dijo Jourri.

-Sí -contesto Guillermo.

-¿A quién crees que va intentar dar caza? -Le preguntó a su amigo.

-Pues quizás a alguna de las torcaces, que como está por encima de ellas, no se han apercibido.

-Mira, ya ha iniciado el descenso.

-Y baja en un picado casi vertical. Se va a cernir sobre alguna de las torcaces, como tú decías -continuó Jourri.

El halcón impactó con un tremendo golpe de su cuerpo sobre la paloma. Esta se desplomó unos metros en caída libre, perdiendo el control del vuelo durante unos segundos, pero volvió a aletear tratando de recuperarse y de huir.

-El halcón volverá a golpear a la paloma y la cogerá en el aire con sus garras -siguió Guillermo.

Y así fue. Después de unos breves segundos, el halcón volvió a impactar con la torcaz, y esta vez, después de una caída de unos metros, la recogió en el aire.

Ambos se quedaron mirando como el halcón iniciaba el vuelo con su presa en sus garras.

-¡El halcón, un animal hecho para cazar! -continuó Nito.

-Uno de los dueños del aire, junto con el águila real, dijo Guillermo, sorprendido por las exclamaciones de su amigo.

Se quedaron unos minutos observando al halcón alejarse en el cielo y reiniciaron el camino de bajada por un sendero que los llevaría a un roquedo donde podrían disfrutar de una vista diferente de la sierra. Los perros caminaban delante siguiendo el cauce seco de una escorrentía que en invierno, o en casos de tormentas fuertes y prolongadas, podría convertirse en un cauce importante. Se paraban cada poco, miraban hacia los lados y trataban de descubrir entre la vegetación y entre los árboles alguna presa.

Mientras bajaban por un camino de pastores, un zorro, se cruzó raudo huyendo a su paso. 

En ese momento, un conejo, y casi debajo de las piernas de Guillermo y detrás de un chaparro, salió huyendo de los perros y en dirección contraria. Jourri, con rapidez, apuntó saco su cámara de fotos pero el conejo consiguió escapar, aunque quedó un poco manco de una mano. El que no erró fue el zorro, que atento a la escena dio un salto desde un chaparro, y desapareció con su presa.

Jourri y Guillermo, al ver al zorro escapar con el conejo comenzaron a reírse.

-¡Qué zorro! -dijo Guillermo.

-¡Mucho! Un gran cazador -Le contesto Jourri.

-Nueva escena de caza -dijo Guillermo- , sonriéndose de la pericia y de la astucia del raposo, que supo esperar su oportunidad.

-Había estado al acecho del conejo, y no estaba dispuesto a renunciar a su comida, por eso pudo prever su fuga. Se situó de nuevo en la escena para llevárselo -volvió a comentar Guillermo.

-Ambos se rieron con complicidad.

Cuando llegaron al roquedo, y después de observar unos minutos el horizonte, Guillermo le dijo a su amigo: “El sol está ya alto, ¿Qué te parece si buscamos un sitio para asar el conejo y la perdiz que hemos traído de casa?”.

- Me parece muy bien, dijo Jourri.

Encontraron una zona protegida del viento por las ramas de un grupo de árboles, por unas matas, por un peñón y unas rocas, y que terminaba en un cortado, desde donde se divisaba otra parte de la sierra. Recogieron madera seca de los alrededores, y con una cerilla y ayudándose de yesca, encendieron un fuego. Lo hicieron crecer primero soplando, y después con la ayuda de algunas ramas moviéndolas con rapidez, a modo de abanico.

-Dale la vuelta, para que se haga por la espalda y pon la perdiz más cerca del fuego para que se vaya haciendo -Le dijo Guillermo a su amigo.

Cuando estuvieron hechas, cortó las dos patas traseras del conejo y dejó el restó asándose. Les añadió sal, y le pasó a Guillermo una de ellas. Sentados sobre dos piedras, comenzaron a comer en silencio con la vista puesta en el fuego, acompañando la carne con el pan y abundante agua.

Con la sensación de disfrutar de una comida, y de la compañía de su amigo en el entorno de una naturaleza que tanto los atraía, la alegría de ambos era grande. Permanecían en silencio, pues no eran necesarias las palabras.

Jourri se acercó al fuego para comprobar el estado de la carne. Sacó el conejo del palo donde estaba insertado y colocó la perdiz para que se fuera haciendo más rápido.

Cuando la perdiz estuvo hecha, le dio una pata y durmieron una breve siesta.

Después de echar tierra a los rescoldos del fuego y de haber colocado unas piedras en el centro que impidiesen que este pudiera propagarse, introdujeron sus pertenencias en la mochila. 

Subiendo cerca de una ladera de poca inclinación llena de piedras y de matas pequeñas, saltó una liebre. Lo mismo hizo Guillermo, con la cámara de fotos, pero tampoco pudo fotografiarla, mientras la liebre ascendía por la ladera, un águila perdicera la seguía. Jourri y Guillermo observaban la escena. Cuando ya parecía que la liebre alcanzaría la parte alta de la ladera, y que a base de zigzags, se libraría del ave y se metería en su madriguera, esta de una forma limpia, aunque inesperada para la liebre, se abatió sobre ella, la cogió con sus garras y levantó el vuelo.

-Vaya escena de caza hemos visto -dijo Jourri feliz.

-Ha sido emocionante. -comentó Guillermo.

-Yo también. Un cazador excepcional -dijo Jourri, el águila.

Cuando se disponían a iniciar el tramo final de regreso hacia la casa donde pernoctarían, pensando en las escenas de caza que habían visto y que el día ya se había acabado para ellos, contemplaron una nueva escena.

-Mira hacía el collado -Le dijo Jourri a Guillermo.

Guillermo después de dirigir su vista, le dijo:

El águila real se abatió sobre el zorro, pero este se tiró al suelo sobre su espalda, mostrándole sus patas, y sus fauces. Cuando el águila intentó con sus garras hacer huella en su cuerpo, el zorro haciendo gala de gran ferocidad, le lanzó sus patas traseras y delanteras sobre su cuello y sus alas, hiriéndola y dejándola sin poder volar, sin velocidad y por tanto sin capacidad de movimiento.

-El zorro, en su terreno, reaccionó rápido y huyó sin que el águila pudiera hacer nada - expresó Jourri, lleno de emoción.

Ambos se miraron, y en silencio iniciaron de nuevo el camino, donde el sol de poniente con los colores del atardecer difuminados entre naranjas y negros, perfilaban con su débil luz y contra la noche, algunas montañas y valles de la Sierra Morena.

- De todas las escenas de caza que hemos visto, es difícil decidir cuál fue la mejor, pero ¿Con qué cazador te quedarías? - preguntó Guillermo.

Ambos se miraron a la cara y exclamaron:

- ¡Ha sido un gran espectáculo!

¡Los cazadores de la Sierra Morena!

                            Angel Villazón.

              Diario Digital Nueva Tribuna

 

lunes, 6 de mayo de 2024

LA PIEDRA EN EL FONDO DE LA JAULA CONTRA EL VICIO DE "TOMAR COPAS"


                        Dos imágenes de la piedra en el suelo de la jaula

La manía de algunos reclamos de tomar copas, hacer el cristo, echarse "patrás", sacar agua u otras formas de llamarla, es uno de los vicios que menos gusta a los pajariteros, pero, además, dicho proceder, si no lo corregimos pronto o separamos de los demás a quien lo lleva a cabo, muy posiblemente, otros componentes del jaulero se contagien y terminen haciendo los mismo.

Como en todos los aspectos del comportamiento de nuestros machos de perdiz, el corregirles vicios o maneras de actuar no es tarea fácil y se necesita tiempo y dedicación, no de hoy para mañana, como siempre queremos. De hecho, no se olvide que unas de las virtudes principales que se le supone al cuquillero es la paciencia.

En esta línea, aun sabiendo que es complicado el eliminar el famoso “copeteo”, el recurso de la piedra en el culo de la jaula e incluso en los cajones de muda, circunstancia que no es cosecha propia, sino que llegó a mis conocimientos por mediación del amigo afincado en Murcia, José Ignacio Pérez Albericio, aminora dicho proceder y, en algunos casos, casi lo erradica totalmente. Y como la comprobación de los resultados es lo que da validez a cualquier evidencia, de esta doy fe, pues lo he podido contrastar con algunos de mis reclamos porque, no tengo que volver a repetir que dicha costumbre, nunca la he aguantado, aun con reclamos de valía, ya que me pone de los nervios.

Por supuesto, la piedra que pongamos, debe ser plana, pero irregular en las dos bases o, al menos, en la que se va apoyar en el suelo de la jaula. Con ello, se consigue que al empezar a “danzar” el pájaro, se balanceé la piedra y este pierda el equilibrio, con lo que nuestro “artista”, termina por no “bailar” mucho y cada día que pase, menos.

El traer al blog este recurso cuquillero, que ya lo traté de pasada en otro artículo anterior, no tiene otro objetivo que, quien no lo conozca, que seguro que los hay, pueda ponerlo en práctica, si le parece bien, y acabar, en lo posible, con tan desagradable costumbre que algunos reclamos cogen -a veces en temporadas- o lo llevan en los genes.

Por supuesto, hay compañeros que utilizan otros procedimientos, como pueden ser la jaula de castigo, sayuela a media jaula, un alambre casi diametral -cuerda- sobre la mitad de la jaula para que no culeé hasta el fondo de la misma y luego se tire “patrás”, el colgarlos con la jaula, durante un tiempo en un tendedero o algo similar, para que no se muevan..., todos válidos, por supuesto. Este, sin darle más vueltas, sería uno más. Ni mejor, ni peor, solo otro más, valga la redundancia.

martes, 30 de abril de 2024

ALETEOS Y BOTES TRAS EL DISPARO. MOTIVOS Y REACCIONES DE LOS RECLAMOS


Este artículo, aunque largo por su complicado contenido, recoge dos situaciones, aunque diferentes, muy interrelacionadas, que ocurren tras apretar el gatillo  y  la patirroja  de turno a la que se le dispara, pues excluyo la carambola -que sería otro tema-, no queda en el acto sin el más mínimo movimiento o, como se suele decir en nuestro argot pajaritero, sin mover una pluma o hechas un taco. De todas formas, el tema central de lo que voy a exponer, siempre bajo mi humilde punto de vista, es solo la opinión de un simple aficionado, pero que en ningún momento tiene el objetivo de dar una lección magistral y, no hace falta decir que, sobre el tema puede haber infinidad de opiniones tan validas o equivocadas como la que comparto a continuación.

Tras muchos años de “profesión” cuquillera, quiero comenzar puntualizando, que muchas veces, el motivo de moverse una campera en la plaza, tras el disparo, no se debe a no apuntarle bien, sino a situaciones fortuitas que nada tienen que ver con quien apunta y dispara. Otras…, por supuesto que sí, porque son errores de cazador. Y me explico:

En primer lugar, aparte de conocer a fondo el arma que se lleva al puesto y los cartuchos con los que se van a utilizar, circunstancia primordial para obrar en consecuencia, a la hora de situar el repostero a una distancia acorde con los “trastos de matar”, tenemos que tener claro que, en ocasiones, aun con todo apropiado en lo relativo a la escopeta y al plomo/gramaje del cartucho, pueden suceder situaciones variopintas que tiren por tierra todo lo planificado.

Para empezar, puede ocurrir que si entra en plaza una sola campera, macho o hembra, por alguno de los motivos que enumeraré a continuación, no quede muerta totalmente tras el disparo, sino que haya “baile” más o  menos cuantioso o, más o menos, duradero.

También nos podemos encontrar, como bien sabemos, que irrumpa en plaza una pareja, incluso dos ejemplares del mismo sexo. Pues bien, lo normal es que el acompañante de quien se le va a disparar o los dos -si se yerra el tiro-, tras el zambombazo, eche/n una carrera y se quite/n de en medio, salga/n de vuelo e, incluso, se quede/n en la plaza. Tres situaciones que se suelen dar a menudo y que forman parte del día a día de cualquier lance cuquillero. En ellas, por donde todo reclamo tiene que pasar para curtirse, lo normal es que si a quien se le dispara, macho o hembra queda sin mover una pluma, no ocurra nada y todo siga para adelante, con reacciones del reclamo que todos conocemos y que pueden variar de los primeros tiros a cuando ya está más que cazado. Siendo la de que una quede muerta y la otra en plaza, la mejor para el reclamo, pues, si el de la jaula sigue “trabajando” y no se ha callado, se le vuelve a disparar y punto.

Ahora bien, si nos referimos al ejemplar al que se le dispara, nos podemos encontrar con varios supuestos. El primero sería que, décimas de segundo antes de apretar el gatillo, se produzca un movimiento del mismo, normalmente hacia adelante, que hace que el disparo no sea certero y, como resultado, la patirroja no quede “seca”.

Otras veces, dejando a un lado lo anterior, no se apunta correctamente o no se apoya bien el arma, en la tronera o en el hombro, y, como consecuencia de ello, el tiro se encamina alto o bajo y, consiguientemente, al no haber un plomeo concentrado en las partes vitales de la perdiz, esta sigue con un poco de vida. Por ello, puede botar, moverse o aletear, durante un tiempo más no menos amplio, antes de dejar el mundo de los vivos.

También ocurre que, de forma puntual y tras un certero disparo, uno o varios plomos impactan en la cabeza de la montesina que, al instante, bota o salta convulsivamente durante un espacio de tiempo más o menos duradero, aunque, como se suele decir, esté cerebralmente muerta.

 Además, no se puede olvidar que, por circunstancias diversas, en ocasiones, no se le dispara a quien entra en plaza en la posición que normalmente se  suele considerar idónea: estando la patirroja de espalda al aguardo. Así, con disparos de frente o, incluso de lado, pueden quedar con vida o con movimientos de las alas durante un determinado espacio de tiempo.

También quedaría otro motivo por el que una montesina no queda “tiesa”, pero que entraría dentro de los sucesos inexplicables, porque, aunque todos los parámetros del disparo sean correctos, el ejemplar queda temporalmente vivo delante del reclamo. Hablaríamos entonces de lo sorprendente o increíble. Sin embargo, esta circunstancia se suele dar y se seguirá dando.

Asimismo, en todas las hipótesis anteriores, aparte de quedar la perdiz moviéndose en la plaza, puede ocurrir que, en esos movimientos, se desplace de la posición inicial y se quite de la vista del reclamo o, bien, salga de vuelo, incluso que, después de un buen rato inmóvil o con ajetreo, salga a pie o volando de la plaza. Para resolver dicha incidencia se puede realizar un segundo disparo, pues siempre será mejor para el reclamo que dejarla con agitaciones de una forma u otra.

Para finalizar esta primera parte orientada a qué hace la perdiz foco del disparo, no podemos olvidar, porque es lo más normal que, tras el tiro la patirroja a la que se ha apuntado, quede totalmente inerte y sin el más mínimo movimiento, escenario ideal y que todo pajarero desea.

Pues bien, aparte de cómo actúa el “blanco” objeto del escopetazo, que está a los pies del que se encuentra atalayado en el farolillo y que acabo de exponer, paralelamente, existe una segunda cuestión importante: ¿cómo reacciona el de la jaula tras presenciar la totalidad la escena?

La respuesta, en principio, la conoce todo cuquillero que lleve unos años con la jaula a cuestas porque, con total seguridad, habrá pasado más de una vez por las distintas formas de proceder de sus reclamos. No obstante, siempre no se tienen todas consigo, pues, ni hay una sola manera de actuar, ni todos nuestros pájaros de jaula se comportan de la misma manera. Además, ni existen dos pájaros iguales, ni dos situaciones idénticas, por lo que, a veces, se sale del aguardo dubitativo tras presenciar lo que ha ocurrido en el lance recién finalizado. Por ello, aun tenido mucha experiencia en el desarrollo de faenas cuquilleras, las sorpresas siempre existen.

En la línea descrita, soy de la opinión de que los reclamos suelen ser más benévolos y resultan menos afectados cuando una perdiz sale de vuelo de la plaza tras el disparo, que cuando se quedan aleteando o botando.

En el supuesto del movimiento, es cierto e irrefutable que hay pájaros que disfrutan con dicha situación, o eso demuestran cuando una perdiz campera aletea o bota, consumiendo los últimos instantes de su vida. Por el contrario, existen otros a los que no le gusta tal circunstancia. Unos, los primeros, durante un determinado espacio de tiempo, cargan el tiro como si nada, se ponen que no caben en la jaula de satisfacción y dan vueltas como una noria, a la vez que emiten sus “victoriosos” cuchicheos, hasta que la patirroja de turno estira la pata. Otros, por el contrario, principalmente en los primeros puestos, o se quedan callados e inmóviles; o botan y/o alambrean o sasean/rajean repetidamente, o se aplastan... Es decir, un rosario de actuaciones, según el reclamo que hayamos sacado ese día.

Finalizado un puesto en el que haya habido movimiento de una de las montesinas abatidas, lo normal es que si al reclamo no le ha sentado bien la experiencia, lo dejemos en casa un tiempo determinado, para que se olvide de lo sucedido. Por el contrario, el que ha disfrutado con dicha circunstancia, al campo con él, aunque hay reclamos que si bien no demostraron contrariedad alguna ante lo acaecido, nos la “colocan” la próxima vez que lo ponemos en un colgadero, incluso durante un tiempo. Otros, temporalmente, se callan o se ponen nerviosos cuando se le acerca las camperas y, por supuesto, algunos, que también los hay, ya no cantan más cuando vuelven a salir al campo y hay que desecharlos como reclamos. Como se suele decir: “de todo hay en la viña del Señor”. Igualmenteen la línea de los que se ven afectados por algunos de los movimientos de las camperas tras el tiro, como me comentó un buen amigo y cuquillero con muchos años en el campo, no está de más que, una vez llegado a casa, soltarlo un rato para que, con el cambio, se tranquilice y relaje, pues tal proceder hace que nuestro reclamo desconecte de lo sucedido.

Hasta aquí todo es lógico y comprobable, pero lo complicado y difícil de exponer o explicar, reside en cuál es la razón o causa por la que a unos pájaros no les afecta las salidas de estampida de la plaza, los aleteos, los botes… A otros, le afecta poco y a algunos, le afecta tanto que, incluso, nunca más vuelven a ser lo que eran.

No es fácil precisar el porqué de dichas formas de comportamiento de los reclamos, pues para tener la seguridad habría que preguntarle a ellos mismos, cuestión inviable e imposible.  Por tanto, lo que digamos sobre sus diferentes formas de proceder, son conjeturas o suposiciones intuitivas, que pueden tener razón o, muy al contrario, estar muy lejos de la realidad. Pero no hay otra.

Pues, de acuerdo con lo anterior, metido a gurú o adivino, porque no hay base para planteamientos realistas, pienso que los pájaros fuertes, no de granja, que es lo que se suele escuchar por boca de muchos pajariteros, son a los que no les disgustan los aleteos o botes de una patirroja en la plaza. Luego, en la acera contraria, están los que son suaves, que no tienen que ser de campo, en sus procederes con las montesinas, pues, a ellos, sí les afectan los “bailes flamencos” en plaza.

Para finalizar, he querido utilizar la consabida doble vertiente campo-granja porque, a mis años, he tenido reclamos de campo fuertes, que les ha gustado el ajetreo en plaza y granjeros o criados en cautividad, que han sido todo lo contario. Por lo tanto, digo lo de siempre. Hay reclamos de campo y de granja y en ambas opciones, aunque haya quien no esté de acuerdo, los hay de todas las valías y forma de actuar.

 

miércoles, 24 de abril de 2024

RECLAMOS QUE, SIN SER FENÓMENOS, SIEMPRE SE RECUERDAN


                          Imagen de Manchego, un reclamo que da el avío

Echando la vista atrás, consultando mis anotaciones sobre la caza del reclamo y haciendo un ejercicio de memoria, intentaré recordar a aquellos reclamos que, bajo mi personal opinión, fueron de un nivel más que aceptable, aparte de los que vi cuando era niño, acompañando a mis mayores, dígase Facultades o El “Ajumao”. Así, sobre mil novecientos setenta y seis, una vez que acabé mis estudios, hice la “mili” y las oposiciones a Funcionario del Estado, me establecí en el mundo laboral y dí comienzo a mi independencia económica, pude buscar acotados donde poner en práctica la afición que empezó en mí mucho antes, pues en la infancia y niñez, ya me metía en el puesto con familiares cercanos y con unos años más ya hice mis primeros pinitos con el reclamo.

Consiguientemente, desde aquellos años hasta la fecha de hoy -casi cincuenta años-, han pasado por mis manos cientos de machos de perdiz. Y aunque, como suele ocurrir, la mayoría han sido más bien mochueletes, también, ha habido reclamos, con los cuales he disfrutado de lo lindo, aunque siempre he tenido claro que, con solo salir al campo a dar el puesto, ya supone un auténtico gozo. Por supuesto, han sido pocos los de valía, pues no entiendo que un pajaritero diga, en un momento determinado, que tiene ocho o diez máquinas o fenómenos, cuando, incluso, dar con un pajarete “mediacuchara”, no es tarea fácil, siempre que la valoración sea totalmente objetiva. Es más, en la valoración influye mucho el tipo de perdiz que haya en el campo donde se cace, puesto que ello marca las diferencias de la calidad  de los del pulpitillo.

Tan es así que, en estas casi cinco décadas, solo dos, como he relatado en numerosas ocasiones y en escritos varios, el de Manué y Chimenea, he podido etiquetarlos de reclamos de primer nivel o punteros, como se les suele llamar. El resto, dentro de los que han dado o dan el avío, han sido o son en la actualidad reclamos que me han hecho pasarlo bien dando el puesto con ellos, pero que nunca se le podría colgar el cartelito de fenómenos, Dios me libre de ello.

Los dos citados, fueron en su momento lo máximo, aunque nunca fueron pájaros que aceptaron las carantoñas, sino que, al contrario,  siempre guardaron, sin ser bravos, las distancias conmigo o con amigos y conocidos que se les acercaban.

Pues…, además de estos dos grandes reclamos, por orden cronológico, debo citar a los siguientes, porque todos ellos, cada uno a su estilo, pues no hay dos iguales, supieron ganarse el apelativo de pajaretes que dan el avío:

1.- Castelar, llamado así por el protagonista del  libro Historia de un reclamo, o el de Burgos, como lo nombraba indistintamente, era un reclamo procedente de los primeros machos de la célebre granja de Altube  y que cuando lo adquirí, sobre 1977/78, era el único que quedaba en un negocio del ramo. Por lo tanto, más que escogido. Aun así, fue un pájaros muy trabajador y excelente con las hembras. Murió pronto, con cuatro años y, por tal motivo, nunca supe cual hubiera sido su techo. Pero en ese tiempo, en el repostero, fue un pájaro más que aceptable y con gran variedad de recursos entre los que destacaba un cante de mayor como los ángeles.

2.- El Picocho. Pájaro que compré al abuelo de un alumno, por aquellos entonces -sobre 1980- por un dinero aceptable, pero que me desprendí de él al año siguiente porque tenía la manía de tomar “copas”, costumbre por la que nunca he pasado. Sin embargo, en manos de su posterior dueño, fue un auténtico pájaro de primer nivel al que le tiró muchísimas patirrojas, cuando la granja todavía no había llegado a muchos sitios. Es decir otro pájaro de bandera que duró doce años.

3.- Gitano. Este reclamo fue uno de tantos que lo tiene uno un poco arrinconado y sin mirar mucho para él. De hecho, fue una gran y grata sorpresa el día que debutó en el campo, sobre el año 1999/01 pues el puestazo que me dio nunca me lo pude imaginar. A partir de ahí, por su constancia en el trabajo, se le podían dar dos puestos seguido, cosa que hice más de una vez. No lo tuve mucho tiempo, porque al quinto año no había quien le tirara una campera, pues el mítico Sansón y él eran la misma persona, lo que me aclaró que quien me lo cedió no me dijo que era un pájaro de granja.

Aun así, en los tres años que estuvo conmigo, dio puestos que, hoy, bastante tiempo después, todavía los recuerdos. Terminé regalándolo, pues había forma de que metiera una patirroja en plaza de fuerte que se puso, puesto que a final del cuarto celo, cuando escuchaba a las montesinas no cabía en la jaula.  Y de esta forma, las camperas de entonces no querían saber nada d él. Aun así, los tres años anteriores era un pájaro segurísimo y no fallaba en ningún puesto.

4.- El Correa. Reclamo con dicho nombre porque lo cambié de pollo, sobre el año 2000, por una correa que le hice a quien lo tenía.

Fue un reclamo muy bueno hasta los seis años, pero luego se puso fuerte de recibo y lo regalé a un amigo, al que le siguió ofreciendo muy buenos puestos, pero dándole tierra y soltándolo cada dos por tres para que se bajaran los “humos” y se suavizara.

5.- D. Benito. Muy buen pájaro y de los pocos por los pagué un buen “pico” de por aquellos entonces -2004-, pues andaba, por distintas circunstancias, flojo de reclamos, aunque a decir verdad, quien me lo vendió -el amigo Benito de Paymogo-, no sabía lo que vendía, dada la relación calidad/precio.

Llegó a mis manos con dos celos y en los tres años que lo tuve, pues se me asfixió en un lamentable descuido, fue un pájaro excepcional con recursos variadísimos, incluyendo titeo y cloqueo, además de un  trabajo incansable.

Después de mis dos mejores reclamos, este ocuparía el tercer lugar.

7.- Guerrilla. Regalo de un buen amigo y nacido en cautividad en una finca onubense del mismo nombre en el año 2005.

Pájaro de jaula bastante aceptable en todo sus actuaciones y con un trabajo incansable, lo que hizo que, aun siendo un poco bastorro, se le abatieran muchas patirrojas, aunque estuvieran malas. Murió con nueve celos y en pocos puestos falló.

6.- El Alpujarreño. Pájaro nacido en cautividad y que llegó a mis manos sobre 2011, regalo del amigo Leopoldo Soto, de Válor.

Reclamo con una música bastante buena y excepcional con las hembras. Seguro en donde los haya y muy trabajador. Murió con  diez años y en pocos puestos defraudó.

7.- Ariza. Pájaro regalo de Pepe Ariza en 2012 y otro excepcional pájaro de la granja que regenta en Granada.

Como muchos de los machos de jaula con buena pinta, murió pronto de un bote en el cajón de muda, al asustarse un día de una perra de mi hijo, pero en los años que estuvo conmigo, cuatro temporadas, daba gusto verlo trabajar y recibir, pues era como su “hermano” Chimenea,  ya que daba la bienvenida a las camperas como él, tieso como una vela y cuchicheando suavemente.

8.- Ronquillo. Otro gran reclamo de granja que llegó a mis manos en 2015, ya con dos celos y que me acompañó durante siete temporadas. Murió a consecuencia de una intervención de callos plantares.

Conjuntamente con Chimenea, Castelar y el Alpujarreño, ha sido el pájaro más pendenciero para las hembras, a las que las hacía entrar en plaza con un facilidad pasmosa, pues aparte de trabajador, tenía un reclamo espectacular, un pie suavísimo y era muy fino recibiendo.

9.- Manchego. Pájaro adquirido de pollo de forma simbólica a un amigo y dueño de una finca de caza mayor de la provincia de Ciudad Real.

El año próximo cazará su séptimo celo y su mayor virtud es que, sin ser muy trabajador, ni tener una celestial música, tiene ese ”algo” que engatusa a las patirrojas camperas, tanto machos, como hembras.

Su gran problema es que, si no se mueve el campo, echa su buen rato y, a continuación, cierra el pico y, a no ser que aprecie que puede haber éxito, se embola y mutis. Ahora bien, con patirrojas normales, sabe de qué va el asunto y da unos puestos para no olvidar, pues es una bendición escucharlo alternar los diferentes cantos.

10.- Viñas. Reclamo de una granja salamantina que la próxima temporada cazará cuatro celos. Es regalo de mi hija y lo compramos en una tienda de animales del Viso del Alcor, en una visita médica a Sevilla.

 No tiene un cante de mayor que sobresalga, solo aceptable, pero titea a machos y hembras y desde que se pone hasta que se quita del matojo, da el callo al máximo y recibe cuchicheando muy suave picando el suelo. Al igual que Chimenea, desde el primer puesto se le tiró caza porque algo debe de tener, pues el campo le entra sin dar mucho la lata. Si no viene a menos, llegará a ser un ejemplar para recordar muchos años

Para finalizar decir que con este último reclamo citado, cierro este resumen dedicado a los machos de jaula que han dado o dan el avío en mi trayectoria con la jaula a cuestas, aunque ha habido otros que también han pasado por mis manos y se le ha tirado caza. Pero estos diez, por sus características específicas, han sido especiales. Como se verá, en cincuenta años, que no son pocos, diez pajaretes de avío no es mucho, sin embargo, poseer en cada momento varios figuras -en caso muy puntuales puede ocurrir-, como dicen tener muchos aficionados en el día a día, sí cuesta trabajo creerlo, si se es objetivo y serio en la valoración de los mismos.