Cuando hablamos de que vamos a dar el puesto de
alba o vamos al alba, los aficionados a la caza de la perdiz con reclamo nos
estamos refiriendo a colgar nuestro pájaro de jaula en una franja horaria
paralela con la alborada o el amanecer. Pero
siempre teniendo presente que, si el puesto se alarga, como suele ocurrir a
veces, ya nos adentramos en el de sol. Pues ir de alba, significa llegar al
lugar elegido, totalmente de noche y con anterioridad a las primeras claras del
día, porque, en teoría, cuando se "marcha" el célebre Lucero del alba y
los rayos el astro rey empiezan a despuntar por el horizonte, se acabaría el lance.
Y si llegamos de noche al lugar elegido, tras
haber dejado el coche a una distancia prudencial, para no dar el “cante”, si
vamos con cuidado y en silencio, no seremos descubiertos y, en principio, las
perdices no se vuelan al no detectarnos, aspecto positivo de dicho puesto. Es
más, todo debe estar arreglado con anterioridad para no hacer el más mínimo
ruido en el colgadero, pues a esas horas, en el silencio de la madrugada, lo
más mínimo, no pasa desapercibido para el prodigioso oído de las patirrojas camperas.
Pues bien, hecha la introducción de lo que
significa ir al o de alba, veamos sus muchas singularidades. Y, dentro de
ellas, lo primero que se me viene a la cabeza, aunque no sean propias del
mismo, es que, al alba, cada día que pasa se va menos, debido a la falta de
perdiz autóctona que siempre ha sido la base de tan emblemático puesto, pues
las de repoblación, si no llevan mucho tiempo en el campo, se mueven por otros
parámetros. Pero, aunque vaya quedando poca patirroja de monte, el salir, cuando
casi todo el mundo continúa acostado, sigue teniendo muchos adeptos en parajes
en donde, afortunadamente, la perdiz salvaje, aunque ha sufrido un importante
descenso, todavía perdura. Y eso que es un puesto donde se tira poco, pues a su
corta duración, sobre tres cuartos de hora, se une que, una vez que la perdiz
se ha revolado en búsqueda de su sustento diario, deja de cantar durante un buen
tiempo, momentos que coinciden con los primeros rayos de sol.
Eso sí, si nos hemos situado en enclaves altos o de dormida,
circunstancia que, a esas horas, es lo que debemos hacer, o a media altura;
pero nunca en terrenos bajos, las perdices de monte están poco tiempo en dichos
lugares, ya que como hemos dicho, se mueven a los sitios bajos para la
localización de alimentos, bien apeonando o bien con los consiguiente revuelos
y pichoteos. Y como bien sabemos, hay muchos reclamos, principalmente noveles,
que no se sienten cómodos con lo anteriormente citado de sus congéneres
salvajes, incluso algunos cierran el pico al escuchar los estridentes
desplazamientos, bien en el momento, bien temporalmente o, bien, de forma
definitiva. Por supuesto, en parajes que no tienen mucha diferencias de cotas
del terreno, deberemos tener claro la querencia de las perdices para, de esta
forma, poder dar el puesto de alba en lugares de dormida, aunque en estas zonas
al no tener que moverse mucho la perdiz, porque, incluso, puede tener siembras
cercanas o majadales nuevos, se vuela poco.
Tampoco podemos olvidar en el apartado positivo
del puesto que en dichas horas, el ganado de las fincas está tranquilo y no
suele molestar. Primero, porque es de noche y segundo porque el frío y las
heladas que suele haber en dichos meses los paran un poco, antes de deambular
por diferentes rincones de las fincas en busca de “viandas” apetecibles.
En el apartado de aspectos que no suelen gustar,
lo primero que se me viene a la mente son los sustillos que, de vez en cuando,
en las zonas de arboleda, hemos sufrido los pajariteros, cuando nos hemos
dirigido hacia el colgadero elegido. Así, los cantos de los cárabos, mochuelos,
búhos, lechuzas….. -cada día menos abundantes- que nos observan desde su
atalaya, el revuelo de palomas torcaces casi por encima de nuestra cabeza o la
estampida de alguna res que ya se encamina para el “sesteo” suelen ponernos el
corazón como una auténtica locomotora.
También tenemos que contar que, como situación normal, por el horario, se cuele las camperas en plaza, por lo que surge el problema de que, al disparar con poca luz, se puede errar, pero aunque no sea así, el fogonazo o relumbrón del disparo se percibe y eso, bajo mi opinión, no suele hacerle gracia al que está en el repostero.
No se puede pasar por alto que en dicha franja
horaria, siempre existe el peligro de los depredadores nocturnos,
principalmente búhos y lechuzas que, junto con el ruido del estrépito del vuelo
de las palomas, el chirrido amenazante de algún arrendajo o la aparición en
plaza de algún zorrito o res camino del encame, tampoco son agradables para el
del pulpitillo, pues pueden producir aplastamiento o botes y aleteos y, como
resultado de esto último, roturas de patas y alas, desprendimiento de rémiges,
heridas en la coronilla… Y, no hace falta decir, que todo ello puede originar
secuelas en el futuro para los reclamos, pues si bien hay pájaros de jaula que ni se asustan
con lo citado, a otros, por el contrario, le afecta mucho y pueden llegar,
incluso, en el peor de los casos, a estropearse.
Para ir finalizando, sopesando los pros y
contras expuestos, aunque habrá más, tanto de uno como de otro lado, puedo
decir sin lugar a equivocarme, que este emblemático puesto nos ofrece una serie
de sensaciones que difícilmente las podemos encontrar en los otros dos que conforman
la trilogía puesteril. Por ello, ni que decir tiene que la tranquilidad de la
mañana y el agradable fresquillo que ella pone en nuestra piel, la belleza del
amanecer, las algarabías de cánticos de muchos componentes de la avifauna
lugareña -entre la que se encuentra la simpática cogujada-, y, como no, las
“revolás” con el correspondiente pichoteo de las perdices hacen de él un puesto
atrayente y seductor. Es más, el alba, pone a cada reclamo en su sitio, pues se
puede saber con seguridad lo que se tiene en el jaulero, pues para mudos
siempre hay tiempo, y, por supuesto, la ilusión de “apañar” para el puchero alguna
montesina en un inolvidable lance, hacen de él un “capítulo” pajaritero al que
ningún aficionado debe renunciar.
Tampoco se puede olvidar que el alba fue un
puesto con mucho tirón en otros tiempos, cuando estaba prohibida esta modalidad
de caza, pues la oscuridad de la noche tapaba muchas salidas con el reclamo,
cuando la Benemérita andaba siempre tras los cuquilleros. Por otra
parte, para la gente trabajadora del campo y dueños de las fincas, el horario
del mismo le posibilitaba salir con el reclamo, ya que se podía dar el puesto
y, una vez finalizado, retomar las faenas agrícolas y/o ganaderas.
Y no puedo dar por concluido este artículo sin apuntar que hay muchos compañeros que piensan que el alba es bastante bueno para los pollos, opinión muy respetable, como no podía ser de otra forma. No obstante, yo soy un poco reticente con tal aseveración pues, aunque sí es verdad que se escucha "música", también es cierto que existen otros eventualidades que hacen que, según mi criterio, no sea lo ideal para ellos, sino para reclamos ya con sus años u otros con poca salida, que necesitan oír campo antes de “arrancar motores”. Y sin olvidar otros pájaros con los que no lo tenemos claro, pues quien no cante escuchando campo, “Puerta, Camino y Mondeño”, por citar un símil torero. Pues no se olvide que, a dichas horas, el campo canta más que en ningun momento de la jornada, por lo que, además de saber quien puede coger puerta, podremos conocer el lugar exacto dónde hay perdices en una determinada finca.
Como punto final, y tirando del rico anecdotario cuquillero, quiero compartir una curiosa peripecia que le ocurrió hace ya sus años a un amigo pajaritero, Diego Rama, en un
puesto de alba, lo que nos indica, al no tenerlas todas consigo, lo que puede suceder.
“… Salí totalmente de noche, y cuando llego al
lugar elegido para dar el puesto, arreglo el púlpito, coloco el portátil, sitúo
el reclamo y, a continuación, al meterme en el aguardo, escucho un pájaro
cantar en el olivo de al lado y pienso:
-¡Qué suerte he tenido.., si tengo el campo
encima!
Pasan unos instantes y como no escucho cantar a
mi reclamo, empiezo a “atisfar” por la tronera para ver qué estaba haciendo el
de la jaula, porque no lo escuchaba.
Solo se oía el de al lado y otras perdices más lejanas.
Pues con estas componendas, llegaron las
primeras claras del día y, con ellas, ante mi asombro, pude apreciar y darme
cuenta que, al colocar el puesto al tresbolillo, lo había hecho mirando para
otro olivo y no, hacia donde estaba el reclamo.
Y lo peor fue, que se le vino una collera y me
tuve que “tragar todo el taco” y aguantar carros y carretas, porque no podía
tirarles.
-Está más claro que el agua que, por la noche, todos los gatos son pardos -pensé para mí…”.
Y como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo ya he dado mi homilía.
Una maravilla. Este año haré varios puesto de alba es uno se los mejores y donde escuchas a las perdices moverse y cantar me encanta.
ResponderEliminarJose Luis Gómez
Hola compañeros.
ResponderEliminarOs comento un poquito lo que “era” el Alba para mí.
En primer lugar estoy de acuerdo con todo lo que describe nuestro amigo J. A. En su relato.
El puesto al que hace mención de Alba lo recuerdo como si fuese sido ayer, lo pasé con muchos nervios, pero después me alegré mucho, porque así perdoné la vida a aquella pareja de camperas.
También tengo que decir que nunca sacaría un pollo De Alba, mejor pájaros con dos celos mínimo y los que menos canté tengan.
Tengo que decir que el puesto de Alba siempre fue el que más me gustó, entre otras cosas porque siempre había música y me valía para sacar a los reclamos que cantaban poquito, que eran casi todos🤷♂️
Diego Rama
Muy buenos días y gracias por vuestros comentarios José Luis y Diego.
ResponderEliminarDecir que en ellos, se entresaca que os gusta este mítico puesto, cosa que me alegra porque, aunque yo ya no vaya, no dejo de reconocer que tiene su tirón y encantos.
Decir que hace años, coincidí con un compañero que al alba se ponía en la puerta del cortijo para escuchar donde cantaban las perdices. Luego, a continuación, se iba a dar el puesto a donde había escuchado campo, proceder que le daba muy buenos resultados. Pues no se olvide que, las patirrojas, al ser teritoriales. siempre, si no se les molesta, andan por el mismo sitio.
Saludos.
Los consejos de mi padre y de mi abuelo, cuando yo empecé a probar este sabroso veneno, era que sacara de alba a los reclamos que no cantaban, antes de desecharlos. Era la prueba definitiva, porque de alba siempre cantaba el campo.
ResponderEliminarEste relato me ha refrescado la memoria, ya que ahora no suelo salir de Alba.
Muchas gracias por el relato.
Muy buenas tardes
ResponderEliminarEste puesto nunca me ha gustado, despues del madrugón que te pegas, llegas al puesto todo mojado de la rociada y luego, para rematar, te entra una collera con poca luz y no la puedes tirar y si la tiras, como tu bien dices, el fogonazo del tiro no le cae bien al de la jaula.
Para mí es un puesto con muchos inconvenientes.
Antonio Alcón.
Muy buenos días.
ResponderEliminarGracias a los dos Antonios por participar con sus comentarios sobre lo que yo estimo sobre el puesto de alba.
En ellos se reafirma que a esas horas, casi siempre canta el campo por lo que, en principio, sirve para ver qué hacen algunos reclamos y, además, que es un puesto con muchos incovenientes, por lo que se da poco. De hecho, para personas ya con sus edad, desde mi punto de vista, no es lo más adecuado, pues con la oscuridad de la noche, no se está libre de una caída y, debido a ello, a esas horas pocas ayudas se puede solicitar.
Sin embargo, y vuelvo a repetir, tiene a sus devotos porque es un puestoo que tiene tirón, pues el amanecer es un momento que suele gustar.
Un cordial saludo.
Buenas noches amigo.
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