jueves, 30 de enero de 2025

POR MUCHO CUIDADO QUE SE PONGA, LOS RECLAMOS SE SIGUEN ESCAPANDO DE LA JAULA

         

             Momento complicado si no se ponen los medios adecuados, tanto al colocar el reclamo, como al quitarlo.

      Ahora que estamos en plena caza de la perdiz con reclamo, no estaría mal que tomaramos todas las precauciones habidas y por haber para evitar lo que comento con estas líneas que vienen a contuinuacioón. Aun así, seguro que continuará ocurriendo.

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Si algo tengo claro es que no existe ningún pajaritero que no ponga el máximo empeño en adecuar las puertas de sus jaulas con un sinfín de arreglos e inventos/artilugios para evitar con ello que, en un momento determinado, una vez en el campo, se abra la “escotilla” de la jaula y nuestro reclamo se escape de la misma. Luego, a continuación, si ocurre tal incidencia, observamos apesadumbrados, como nuestro macho de jaula, tras varios aleteos estirando las patas y elevándose sobre ellas, nos diga adiós muy buenas. Y, lo que es peor, sin poder echarle mano. Máxime, si ya se tiene unos años y se está un poco torpón.

Sobre el tema no hay que extenderse mucho, porque el trasfondo de la historia lo conocemos todos de sobra, pero..., a veces, con todos los cuidados del mundo, esta desagradable situación ocurre, ha ocurrido y, por supuesto, ocurrirá. El porqué sucede, está claro: negligencia o falta de cuidado del pajaritero, aun sin quererlo.

Yendo a mi caso personal, hace unos años me costaba trabajo creer que se podía, en primer lugar, salir un pájaro de la jaula y, después, ni imaginar que, una vez escapado, se nos perdiera en el monte sin poder hacernos de nuevo con él. Todo ello, quizás porque, había tenido suerte pues, a decir verdad, solo se me había salido de la jaula, uno hace unos años que, por supuesto y con suerte, lo cogí en un periquete, puesto que, por aquellos entonces, la juventud me permitía ciertas licencias.

Sin embargo, hace dos temporadas, en la finca andevaleña La Solana de la Corte, de El Almendro, donde ya llevo como socio, cinco años, aunque puntualmente he cazado en la misma hace bastante tiempo, el Utrera, un buen reclamo montesino, alicortado en una cacería y regalo de unos de los socios de la finca La Utrera, de Tharsis, Huelva, al quitarlo del repostero, una vez acabado el puesto de sol, se abrió la puerta porque no tenía bien cerrados los ganchillos de la misma y saltó de ella en busca de una libertad de la que llevaba privado hacía ya tres años. Rápidamente, aunque intenté cogerlo, mis años y lo delicado de mis rodillas me lo impidieron y, aunque insistí, una y otra vez en hacerme con él, fue imposible, ya que, al final, se perdió entre las muchas piedras y el monte del terreno y me dejó con un buen sofocón en el cuerpo. Una pena, porque era un pajaro de primer nivel, pero la vida es así.

Está claro que, el haber estado libre de tal contratiempo, durante bastante tiempo, hacía que no me preocupara mucho del tema, por lo que debido a ello, tuve mi “premio”. Hoy día, viendo lo ocurrido aquel día, le pongo, cuando salgo al csmpo, unas bridas a las jaulas de puertas giratorias o, a las de guillotina, le incorporo una especie de gancho que hace que la puerta sea muy difícil que se suba y, de esta forma, escaparse el inquilino de la misma.

Para finalizar, aunque a mí nunca me ha ocurrido, sé por compañeros que, cuando los cordelillos del asiento de las jaulas están deteriorados o vencidos por el tiempo, se pueden romper y, si no lleva esterilla la jaula, puede escaparse por dicho lugar el reclamo de turno, como le ocurrió un buen día al amigo Miguel del Rey, de Albacete, hace ya unos años. Lance relatado en el libro Caza de la perdiz con reclamo. Anécdotas y lances curiosos, en la página noventa y tres, bajo el título Un buen disgusto.

Y, como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo…, por mi parte, ya he dado mi “homilía”.


viernes, 17 de enero de 2025

EMPEZAMOS LA TEMPORADA DE RECLAMO 2025

             


Como en años anteriores, me he trasladado a La Alameda, Ciudad Real, para dar comienzo a la temporada 2025 de reclamo en la finca Herraderos, precioso acotado de caza mayor y que, desde hace años, el buen amigo jiennense José Luis Gómez Ruiz lleva la gestión de la caza del reclamo de perdiz y que ha tenido, como otras veces, la deferencia de invitarme a echar unos días de reclamo en dicho acotado.

La finca enclavada en dicha pedanía de la localidad de Villanueva de San Carlos es una auténtica joya para la caza de la perdiz con reclamo, pues en su encinar/chaparral y monte bajo, aparte de venaos y muflones, base de su aprovechamiento cinegético, la perdiz autóctona sigue con poblaciones más que aceptables, aunque son ejemplares “duros de pelar” y no es fácil que entren en plaza a no ser que se tengan en los colgaderos reclamos que den la talla, pues hay machacos y hembras que lo han visto todo y que se las saben todas.

Ciervas en la cercanía de la vivienda

Ni que decir tiene que, por estas fechas, como en otros rincones de la zona centro de España, el frío es el acompañante cotidiano, principalmente, en los amanecer, pues los normal es que en los puesto de sol, eso sin temprano, se esté por debajo de 0ºC. Pero, como es lo que hay, con la ilusión del comienzo de una nueva temporada y con buena ropa de abrigo, todo es más fácil, máxime si las montesina ayudan con sus cánticos y de vez en cuando se tiene suerte de abatir alguna patirroja manchega.

Además, el trato de los hermanos Gómez, Fernando y José Luis es de lo más exquisito del mundo, por lo que ello, unido a la comodidad de la vivienda y las buenas viandas que llegan a la mesa hacen de este precioso rincón un lugar encantador, que es lo se pide cuando vamos a echar unos días de perdigón. Es más, como se suele estar entre amigos y conocidos, la cordialidad, las bromas y las buenas charlas pajariteras hacen que la estancia allí sea un verdadero placer. Así, en estos tres días, hemos compartido convivencia, aparte de los hermanos Gómez, Juan Miguel  Grueso y la pareja formada por Dámaso y Carnie, más Pepe el guarda de la finca y todo ha transcurrido en un ambiente fenomenal.

Mesa y charla nunca debe faltar cazando el reclamo

En cuanto a lo puramente pajaritero, decir que el tiempo ha acompañado poco, pues el intenso frío, sobre 5ºC bajo cero por las mañanas ha hecho que el campo no haya acompañado mucho, pero, a pesar de ello, algo se ha hecho. Por tanto, el no venirse de vacío, aunque lo que se busca a es disfrutar, siempre gusta. Así, varios puestos han sido bastante buenos y la mayoría de los reclamos, con alguna excepción, han dado el do de pecho en condiciones duras, puesto que,  unido  al temporal de frío, el pelear con ganao autóctono de sierra no es fácil.


Un precioso colgadero y un buen machaco abatido

Así que, para finalizar, tengo que decir que estas tres jornadas, para empezar la temporada, han sido una maravilla, por la agradable convivencia y por disfrutar del hermoso paisaje y de muy buenos lances, circunstancias que es lo que se busca cuando salimos unos días a cazar el reclamo.

martes, 7 de enero de 2025

EL VINILLO DE LA TIERRA Y LA CAZA CON RECLAMO DE PERDIZ

 

Ahora que han pasado las Fiestas Navideñas y ya  estamos casi metidos en “faena”, pues pronto estaremos dentro del aguardo y nuestros reclamos en el repostero, el vino, un acompañante tradicional de la mesa y de las charlas en cualquier momento de encuentro entre amigos, no puedo dejarlo atrás en mis artículos, pues forma parte de la convivencia y vida de los pajariteros. Por lo tanto, vayan estas líneas sobre nuestro milenario producto extraído de los viñedos españoles.

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Aun con excepciones, que las hay, como en cualquier faceta de la vida, la caza de la perdiz con reclamo, desde siempre, ha estado íntimamente ligada a los vinos de la tierra (andaluces, extremeños, murcianos, manchegos, riojanos, aragoneses…), aunque siempre haya habido otras bebidas como “complemento”. Sin embargo, aparte de la mucha variedad de nuestros “caldos”, creo que el vino blanco, mosto/vino joven del año o tinto, desde los albores de esta modalidad cinegética, siempre han tenido un hueco en las despensas de los cortijos, cuando en las tradicionales expediciones para cazar el reclamo, la garrafa de arroba o de media arroba de vino, fuere el que fuere el tipo, no podía faltar. Por supuesto, no hablo de las célebres marcas de riojas o riberas, no. Hablo del vino corriente elaborado artesanalmente en muchas poblaciones de nuestra geografía nacional. Vinos que saben a gloria y, si es hablando del reclamo de perdiz, a mucho más.

A nadie se le escapa que, además de la copita de anís, ponche, aguardiente o coñac… de por las mañanas, antes del puesto, algún que otro cubata de ginebra, ron o whisky… por la tarde/noche y aparte de la tradicional cerveza, el beber vino lugareño siempre ha sido un rito muy arraigado entre los colgadores y al que muy pocos le hemos “vuelto la espalda”.

Efectivamente, nuestro ancestral vasito de vino, una vez terminado el puesto de sol, hasta que llega la hora del almuerzo y después del puesto de tarde, antes de cenar -si se pernocta en los cortijos-, ha sido, ancestralmente, un acompañamiento idóneo en las distendidas charlas pajariteras que, alrededor de una buena lumbre en las chimeneas de los cortijos, nunca faltaron. Por tanto, una buena faena de un reclamo novel, la valentía y arrojo de un montesino que entra en plaza con las alas a rastras, la suspicacia de una hembrilla resabiada, la “mocholada” de un “cantamañanas”, la infinidad de anécdotas por las que se pasa en los colgaderos…, desde siempre han supuesto material más que suficiente para el célebre: “echa otra copa”. Por supuesto, contando siempre que, muchos perdigoneros, al no beber alcohol, por circunstancias varias -que también los hay-, no hayan tenido nunca la posibilidad de percibir en sus carnes el formidable subidón de ánimo que produce unos sorbos de un buen vino español, en este caso, acompañando las charlas reclamistas de amigos y conocidos y, por supuesto, como complemento un buen picoteo de chacinas de la zona como chorizo, morcilla, morcón, jamón, salchichón…

Hasta aquí, todo formidable. Pero no olvidemos que, tradicionalmente, mientras la olla, caldero o perol hierven en la candela o en la hornilla, para llevar a la mesa buenos guisados de la fenomenal y variada cocina española, los compañeros de cotos, alrededor de la reconfortante y acogedora chimenea, comparten sabrosas e interesantes historias sobre buenos y malos lances, todo ello con buen humor y, como no, nunca falta algún que otro vinillo lugareño. Lo que ocurre es que, más de una vez, con lo más que conocido: unos van y otros vienen, yo brindo por ti y tú brindas por mí …, la situación se complica, pues entre risas, chascarrillos, curiosas anécdotas y alguna que otra mentirijilla cuquillera, comienza a subir el célebre “calorcillo” que siempre acompaña al “cristal”.

Más tarde, ya sabemos que cada persona es un mundo en estos casos, pero no será la primera vez que, cuando se llega al colgadero para dar el puesto de tarde, la situación está un poco pasada de rosca. Debido a ello, tras colocar al reclamo en el pulpitillo, algunas veces con cierto trajín y una vez acomodados en el aguardo, no falta la modorra y, como no, unos ronquidos acompañando a una “buena siesta”.

En fin, para finalizar, solo decir que, el tollo o aguardo, -el confesionario cuquillero-, siempre ha sido, es y será notario de, aparte de muchos lances pajariteros de todos los estilos, de otras curiosas situaciones. Por todo ello, si pudieran contar lo que han vivido, más de uno y más de dos nos llevaríamos las manos a la cabeza. De hecho, hace ya muchos años, sobre los ochenta, tras copiosa caldereta de cordero y charla con los compañeros de coto, todo ello acompañado de buenos vasos de mosto de Gibraleón en una finca de Cabezas Rubias, Huelva, luego, una vez en el colgadero para dar el puesto de tarde, me quedé dormido en el aguardo. Es más, en una de las cabezadas, salimos rodando portátil y yo, a la vez que una pareja que, sabe Dios cuánto llevaría en plaza, salió pichoteando con el consiguiente enfado de el de Manué, al que no le gustó mi faenita, circunstancia que demostró con su continuo rajeo/saseo y algún que otro botecito con anterioridad a ponerle la sayuela. Esta anécdota está recogida en las páginas 91 y 92 de mi manual Historias desde el colgadero en su tercera edición.

Y, como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo…, por mi parte, ya he dado mi “homilía”.