jueves, 26 de septiembre de 2024

RELEVO GENERACIONAL EN LA CAZA DEL RECLAMO DE PERDIZ

 

En primer lugar, porque es de recibo, no puedo dejar en el olvido que la caza en general, en los últimos años, ha dado un giro insospechado en lo que se refiere a la visión que sobre ella se ha adueñado de las nuevas generaciones. De esta manera, la juventud, viviendo en un tiempo en donde todo lo que huele a caza es como cometer pecado, según muchas postulados contrarios a tan noble proceder, ha hecho que, un gran número de potenciales cazadores le hayan dado de lado y que compartan, muy respetable decisión, posturas contrarias a la actividad cinegética en general. Por todo ello, el número de aficionados a la escopeta está disminuyendo alarmantemente en los últimas décadas.

Consiguientemente, la caza de la perdiz con reclamo macho no iba a ser menos. Pero además, sí lo citado ya es un verdadero contratiempo para las nuevas generaciones, al personal menudo que se inicia en esta modalidad no le cuadra que, si el cazador de otras modalidades tiene como objetivo el abatir a la pieza que persigue o espera, que el cuquillero, muchas veces, valore más la faena de su reclamo y el arrojo de las patirrojas camperas que el gatillo. Tan es así que, en infinidad de situaciones, se indulta a ejemplares montesinos o, con todo el dolor del corazón, se abate a lo que realmente se le perdonaría a vida por su bravura y valentía, tras lances que quedan de por vida en nuestra retina. Y esto de cazar con el corazón, según mi opinión, debe adquirirse desde bien chiquitito, acompañando como morralero a quienes aman de verdad esta noble forma de cazar a nuestra perdiz roja, pues si no es así, tales sentimientos, difícilmente, formarían parte  del nuevo aprendiz de cuquillero. Consecuentemente, será complicado que el cazador novel entienda que vale mucho más una patirroja abatida tras una faena que permanezca muchos años en su retina, que disparar sobre todo lo que se menea. Y tal proceder, sin ser agorero, se quiera o no, es difícil digerirlo para quien entra en la afición, porque no hay mucho en donde escoger y casi sin tener idea de lo qué es cazar la perdiz con reclamo

Desde luego, creo que la savia nueva, siempre con sus excepciones, no está por la labor de meterse en un aguardo dos horas para, si no va bien el día -situación muy normal-, ni se aprieta el gatillo, incluso, poniéndonos en lo peor, no escuchar al campo, incluso ni escuchar al de la jaula, pues seguro que la cuestión quijotesca no la entienden, aunque puede ser que mis sentimientos  paternalistas hacia mi fervor pajaritero me jueguen una mala pasada y, por consiguiente, sea benévolo en mi valoración. Y no la entienden porque la “gente menuda” no ha vivido, ni ha sentido las penurias y estrecheces de la vida, cuando tener poco suponía mucho. Están acostumbrados a abrir la boca y a tener lo que buscan al momento. Por lo que, trasladado al mundo del reclamo, el salir a dar el puesto y volver a casa, día tras día, sin comerse un pimiento no va con ellos. La “política” actual de la vida los ha empujado a te cogí, te comí, por lo que no entienden la clásica expresión pajaritera: “hoy no ha podido ser, aunque el pájaro me ha dado un puesto buenísimo”.

Los sentimientos, lo emotivo de las tradiciones, el valor de lo ritual y el proceder en su favor, la paciencia pajaritera… no se encuentran entre sus valores cinegéticos. Para la nueva hornada de cuquilleros, la caza es una actividad más, en donde prima la satisfacción personal con foto incluida para, de alguna forma dar el “pego” ante su ego personal y sus amigos y conocidos. La intrahistoria del lance, el día a día del cuido de los reclamos, la limpieza y arreglo de aperos, las tertulias cuquilleras, los sufrimientos por enfermedades de nuestros pájaros de jaula… no cuentan, solo el resultado de cuando se da un puesto. Por ello, no conciben que el cero patatero forme -y a mucha honra-, parte del día a día pajaritero. Y, como de dicho anteriormente, para personal que lo quieren todo aquí y ahora, esto del reclamo de perdiz, no mola.

Consiguientemente, a mi entender y bajo mi prisma óptico, no veo futuro de nuestra ancestral afición en las nuevas generaciones, porque, los valores tradicionales por los que nos hemos movido los “viejos”, ellos no los conciben, ni nunca los entenderán por mucho que se les explique lo que significa ser un verdadero cazador de perdiz con reclamo. Aquello que yo y muchos vivimos con nuestros mayores: como el andar su buen trecho para dar el puesto con solo dos o tres cartuchos en el bolsillo de la pelliza o abrigo que, incluso, a lo mejor, ni disparaban por la humedad; el poner un pollo que ni abría el pico durante dos horas  o, bien, si había suerte, en el mejor de los casos, tirar una patirroja o una collera… nunca lo concebirán. No son situaciones que la juventud, educada hoy día en otras miras, puedan comprender. Es más, a veces, incluso con la posibilidad de ir invitado, quedamos con alguno de ellos y, en el último momento, todo se va al garete porque al “susodicho” le sale otro plan mejor. Situación impensable hace unas décadas.

Por supuesto, vaya mi aplauso de corazón para la chavalería que, afortunadamente, siguen comulgando con la grandeza y solemnidad del reclamo -como es el caso de los hermanos y amigos míos Álvaro y María Gil-, pues sienten la afición y se desviven en el día a día por ayudar a sus mayores y, como no, a hacer suyo lo que ven en ellos. Esto nos indica que, aunque en número reducido, el relevo generacional está garantizado en  algunos casos.

Por todo lo plasmado, nosotros, los que ya vamos para mayores, tenemos la obligación y debemos insistir, si queremos que la herencia y el legado perdigonero no se pierda, en que nuestros hijos -para los padres más jóvenes- y nietos vean en ella una afición noble y que produce satisfacciones como pocas.

Y, como siempre…, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo, por mi parte,  ya he dado mi homilía.

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PD. Por favor, si se escriben comentarios desde Anónimo, pongan al final del texto nombre y apellido. Si no es así, no se publicará lo expuesto.


sábado, 21 de septiembre de 2024

EL PUESTO DE ALBA, UN LEGADO TRADICIONAL, PERO VENIDO A MENOS



        Tres imagenes de un puesto de alborada          

Cuando hablamos de que vamos a dar el puesto de alba o vamos al alba, los aficionados a la caza de la perdiz con reclamo nos estamos refiriendo a colgar nuestro pájaro de jaula en una franja horaria paralela con la alborada o el amanecer. Pero siempre teniendo presente que, si el puesto se alarga, como suele ocurrir a veces, ya nos adentramos en el de sol. Pues ir de alba, significa llegar al lugar elegido, totalmente de noche y con anterioridad a las primeras claras del día, porque, en teoría, cuando se "marcha" el célebre Lucero del alba y los rayos el astro rey empiezan a despuntar por el horizonte, se acabaría el lance.

Y si llegamos de noche al lugar elegido, tras haber dejado el coche a una distancia prudencial, para no dar el “cante”, si vamos con cuidado y en silencio, no seremos descubiertos y, en principio, las perdices no se vuelan al no detectarnos, aspecto positivo de dicho puesto. Es más, todo debe estar arreglado con anterioridad para no hacer el más mínimo ruido en el colgadero, pues a esas horas, en el silencio de la madrugada, lo más mínimo, no pasa desapercibido para el prodigioso oído de las patirrojas camperas.

Pues bien, hecha la introducción de lo que significa ir al o de alba, veamos sus muchas singularidades. Y, dentro de ellas, lo primero que se me viene a la cabeza, aunque no sean propias del mismo, es que, al alba, cada día que pasa se va menos, debido a la falta de perdiz autóctona que siempre ha sido la base de tan emblemático puesto, pues las de repoblación, si no llevan mucho tiempo en el campo, se mueven por otros parámetros. Pero, aunque vaya quedando poca patirroja de monte, el salir, cuando casi todo el mundo continúa acostado, sigue teniendo muchos adeptos en parajes en donde, afortunadamente, la perdiz salvaje, aunque ha sufrido un importante descenso, todavía perdura. Y eso que es un puesto donde se tira poco, pues a su corta duración, sobre tres cuartos de hora, se une que, una vez que la perdiz se ha revolado en búsqueda de su sustento diario, deja de cantar durante un buen tiempo, momentos que coinciden con los primeros rayos de sol.

Eso sí, si nos hemos situado en enclaves altos o de dormida, circunstancia que, a esas horas, es lo que debemos hacer, o a media altura; pero nunca en terrenos bajos, las perdices de monte están poco tiempo en dichos lugares, ya que como hemos dicho, se mueven a los sitios bajos para la localización de alimentos, bien apeonando o bien con los consiguiente revuelos y pichoteos. Y como bien sabemos, hay muchos reclamos, principalmente noveles, que no se sienten cómodos con lo anteriormente citado de sus congéneres salvajes, incluso algunos cierran el pico al escuchar los estridentes desplazamientos, bien en el momento, bien temporalmente o, bien, de forma definitiva. Por supuesto, en parajes que no tienen mucha diferencias de cotas del terreno, deberemos tener claro la querencia de las perdices para, de esta forma, poder dar el puesto de alba en lugares de dormida, aunque en estas zonas al no tener que moverse mucho la perdiz, porque, incluso, puede tener siembras cercanas o majadales nuevos, se vuela poco.

Tampoco podemos olvidar en el apartado positivo del puesto que en dichas horas, el ganado de las fincas está tranquilo y no suele molestar. Primero, porque es de noche y segundo porque el frío y las heladas que suele haber en dichos meses los paran un poco, antes de deambular por diferentes rincones de las fincas en busca de “viandas” apetecibles.

En el apartado de aspectos que no suelen gustar, lo primero que se me viene a la mente son los sustillos que, de vez en cuando, en las zonas de arboleda, hemos sufrido los pajariteros, cuando nos hemos dirigido hacia el colgadero elegido. Así, los cantos de los cárabos, mochuelos, búhos, lechuzas….. -cada día menos abundantes- que nos observan desde su atalaya, el revuelo de palomas torcaces casi por encima de nuestra cabeza o la estampida de alguna res que ya se encamina para el “sesteo” suelen ponernos el corazón como una auténtica locomotora.

También tenemos que contar que, como situación normal, por el horario, se cuele las camperas en plaza, por lo que surge el problema de que, al disparar con poca luz, se puede errar, pero aunque no sea así, el fogonazo o relumbrón del disparo se percibe y eso, bajo mi opinión, no suele hacerle gracia al que está en el repostero.

Un macho en plaza entre dos luces.

No se puede pasar por alto que en dicha franja horaria, siempre existe el peligro de los depredadores nocturnos, principalmente búhos y lechuzas que, junto con el ruido del estrépito del vuelo de las palomas, el chirrido amenazante de algún arrendajo o la aparición en plaza de algún zorrito o res camino del encame, tampoco son agradables para el del pulpitillo, pues pueden producir aplastamiento o botes y aleteos y, como resultado de esto último, roturas de patas y alas, desprendimiento de rémiges, heridas en la coronilla… Y, no hace falta decir, que todo ello puede originar secuelas en el futuro para los reclamos, pues si  bien hay pájaros de jaula que ni se asustan con lo citado, a otros, por el contrario, le afecta mucho y pueden llegar, incluso, en el peor de los casos, a estropearse.

Para ir finalizando, sopesando los pros y contras expuestos, aunque habrá más, tanto de uno como de otro lado, puedo decir sin lugar a equivocarme, que este emblemático puesto nos ofrece una serie de sensaciones que difícilmente las podemos encontrar en los otros dos que conforman la trilogía puesteril. Por ello, ni que decir tiene que la tranquilidad de la mañana y el agradable fresquillo que ella pone en nuestra piel, la belleza del amanecer, las algarabías de cánticos de muchos componentes de la avifauna lugareña -entre la que se encuentra la simpática cogujada-, y, como no, las “revolás” con el correspondiente pichoteo de las perdices hacen de él un puesto atrayente y seductor. Es más, el alba, pone a cada reclamo en su sitio, pues se puede saber con seguridad lo que se tiene en el jaulero, pues para mudos siempre hay tiempo, y, por supuesto, la ilusión de “apañar” para el puchero alguna montesina en un inolvidable lance, hacen de él un “capítulo” pajaritero al que ningún aficionado debe renunciar.

Tampoco se puede olvidar que el alba fue un puesto con mucho tirón en otros tiempos, cuando estaba prohibida esta modalidad de caza, pues la oscuridad de la noche tapaba muchas salidas con el reclamo, cuando la Benemérita andaba siempre tras los cuquilleros. Por otra parte, para la gente trabajadora del campo y dueños de las fincas, el horario del mismo le posibilitaba salir con el reclamo, ya que se podía dar el puesto y, una vez finalizado, retomar las faenas agrícolas y/o ganaderas.

 Y no puedo dar por concluido este artículo sin apuntar que hay muchos compañeros que piensan que el alba es bastante bueno para los pollos, opinión muy respetable, como no podía ser de otra forma. No obstante, yo soy un poco reticente con tal aseveración pues, aunque sí es verdad que se escucha "música", también es cierto que existen otros eventualidades que hacen que, según mi criterio, no sea lo ideal para ellos, sino para reclamos ya con sus años u otros con poca salida, que necesitan oír campo antes de “arrancar motores”. Y sin olvidar otros pájaros con los que no lo tenemos claro, pues quien no cante escuchando campo, “Puerta, Camino y Mondeño”, por citar un símil torero. Pues no se olvide que, a dichas horas, el campo canta más que en ningun momento de la jornada, por lo que, además de saber quien puede coger puerta, podremos conocer el lugar exacto dónde hay perdices en una determinada finca.

Como punto final, y tirando del rico anecdotario cuquillero, quiero compartir una curiosa peripecia  que le ocurrió hace ya sus años a un amigo pajaritero, Diego Rama, en un puesto de alba, lo que nos indica, al no tenerlas todas consigo, lo que puede suceder.

“… Salí totalmente de noche, y cuando llego al lugar elegido para dar el puesto, arreglo el púlpito, coloco el portátil, sitúo el reclamo y, a continuación, al meterme en el aguardo, escucho un pájaro cantar en el olivo de al lado y pienso:

-¡Qué suerte he tenido.., si tengo el campo encima!

Pasan unos instantes y como no escucho cantar a mi reclamo, empiezo a “atisfar” por la tronera para ver qué estaba haciendo el de la jaula, porque no lo escuchaba.  Solo se oía el de al lado y otras perdices más lejanas.

Pues con estas componendas, llegaron las primeras claras del día y, con ellas, ante mi asombro, pude apreciar y darme cuenta que, al colocar el puesto al tresbolillo, lo había hecho mirando para otro olivo y no, hacia donde estaba el reclamo.

Y lo peor fue, que se le vino una collera y me tuve que “tragar todo el taco” y aguantar carros y carretas, porque no podía tirarles.

-Está más claro que el agua que, por la noche, todos los gatos son pardos -pensé para mí…”.

Y como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo ya he dado mi homilía.

domingo, 15 de septiembre de 2024

¿ES CORRECTO ENSEÑARLES LAS PATIRROJAS ABATIDAS AL RECLAMO?

 

Imagen tomada del libro "De la caza de la perdiz con reclamo"  de  D. Diego Pequeño, donde un cuquillero le muestra una perdiz abatida a un reclamo.

Muchas veces, al echarle un vistazo a videos grabados por aficionados al reclamo o empresas y programas televisivos dedicados a lances de caza, donde los pajariteros que han participado en el mismo, una vez acabado el puesto, suelen enseñarle las patirrojas abatidas al pájaro que han tenido en el pulpitillo o llevar el pájaro a las mismas, no entiendo cómo se emiten escenas donde el que está en la jaula pasa del tema y, por lo tanto, brega, cabecea, incluso salta porque, simplemente y llanamente, a él no le gusta lo que le hace su dueño.

 Es decir, al perdigonero que le están grabando el video, en un auténtico despropósito -segun mi opinión-, lleva a cabo tal proceder, cuando debería saber, porque debería conocer a los componentes de su jaulero, que a tal o cual reclamo no le hace gracia que le acerquen, las perdices a las que se le ha disparado. Consiguientemente, por el bien de la modalidad y por la calidad e interés del video, nunca se debería emitir la parte de este, en donde se muestra al reclamo inquieto, alambreando y cabeceando o copeando.

Y es que, aunque a todos los cuquilleros nos gusta que nuestro pájaro, al ofrecerle lo que suponemos que para él es su trofeo de ganador y lo demuestra curicheando, embolándose, picoteando las cuerdecillas del suelo…, debemos tener claro que, a veces, tal proceder, puede estropear más que beneficiar, porque lo que pensamos que es bueno para ellos no es así. Por lo tanto, al reclamo que, tras dos o tres veces y, con mucho cuidado y lentitud al principio, le acercamos a la jaula la caza abatida y no le hace fiestas que esperamos, no debemos abusar más y no seguir con tal ritual. De hecho, perdigones de muy primerísimo nivel no le va el tener cerca lo que se le ha matado, actitud que, en muchos casos, no suelen cambiar en toda su vida como reclamo. Y lo digo con rotundidad, porque lo he comprobado con algunos componentes de mi jaulero en el devenir de los años. Por tanto, puedo afirmar con rotundidad que quien hoy no quiere piezas abatidas en su cercanía, mañana…, tampoco las querrá.


Dos tomas antagónicas. En la primera imagen, el reclamo no quiere saber nada de la caza abatida, en la segunda, todo lo contrario. Así es y será siempre

En resumidas cuentas, aun respetando todos las actuaciones de compañeros, debo decir, bajo mi punto de vista, que no caigamos repetidamente en el error de echar mano de ritos ancestrales, que en su día vimos en ascendientes o amigos, como pueden ser el mostrarle a algunos de nuestros pájaros de jaula lo que no les gusta. Por tanto, siempre debemos tenerlo en cuenta en nuestro proceder. 

Y como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo ya he dado mi homilía.

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NOTA. Recuerdo que no se publicarán comentarios que sean anónimos, si no llevan la identificación de quien lo comenta.

domingo, 8 de septiembre de 2024

LOS MACHOS DE PERDIZ CRIADOS EN CASA Y SU VALÍA COMO RECLAMOS

 

            Imagen de Alpujarreño, un gran reclamo nacido en casa, tomada en 2012 cuando tenía dos celos

Desde siempre, ha existido una gran controversia en lo referente a si, los machos de perdiz criados en casa y no me refiero a granjas, que eso sería otro cantar, sirven para reclamos. A favor y en contra existen posiciones de todos los gustos. Así, hace unos meses, un conocido pajaritero de las R.R.S.S. y usuario de un grupo de Facebook sobre la caza con reclamo, afirmaba taxativamente que no servían. Su palabras literales, muy respetables, plasmadas en una entrada, fueron las siguientes: ”…Yo no he podido ver ningún reclamo de esta procedencia que valga para nada. La cría será muy distraída y gratificante, pero cinegéticamente hablando, cero a la izquierda total. Nadie me ha podido demostrar lo contrario…

Pues, continuando el tema aquí, en el blog, no tengo más remedio que decir que mi opinión y posición, son totalmente contrarias a tal comentario, como le expresé, en su momentos por tal aseveración, respetable al máximo, pero opinión personal, al fin y al cabo.

Sobre las palabras expuestas anteriormente, y que vienen como anillo al dedo a este artículo de opinión, desde mi humilde punto de vista, tengo que decir lo siguiente para el desarrollo del artículo, fruto de mi experiencia personal:

1.- Aunque sea muy manido y repetitivo, el pájaro de jaula, bueno o malo, de campo, de granja o criado en casa, sale de un huevo. Aseveración irrefutable.

2.- Ni todos los pájaros de monte sirven para reclamos, ni todos los futuros reclamos criados en las casa de aficionados son unos mochuelos. Cuestión opinable, pero desde mi punto de vista, incontestable y demostrable.

Por lo tanto, en base a estos dos párrafos anteriores, debo decir que si un pájaro de primer nivel, sea de campo o criado en cautividad, no se encuentra todos los días, igualmente, tengo que indicar que mochuelos los hay a montones, sean de monte o criados en casa.

Así, tras muchos años con la jaula a cuestas, pues desde los años sesenta estoy viendo pájaros perdices, no hay quien me quite de la cabeza que, aunque la mayoría de los que se crían en casa, salen para abrirle la puerta, hay veces, que nos tropezamos con algún ejemplar para quitarse el sombrero, Y no hablo de Chimenea, un pájaro de granja, mi mejor reclamo, no. Hablo del Alpujarreño, un macho de perdiz, sacado en un corral de un cortijo de Válor, Granada que, sin lugar equivocarme, con mis setenta y dos años, ocupa el tercer puesto, tras el citado anteriormente y el de Manué. Y no soy de los que cuelgan la etiqueta de reclamo bueno, a cualquier macho de jaula, sino todo lo contrario. Soy muy exigente a la hora de utilizar la vara de medir. Y si digo que ha sido el tercero de mi escalafón, me refiero a un reclamo que, aparte de una música fenomenal y un recibo, principalmente con las hembras, suave y meloso, no me estoy refiriendo a un ejemplar valorado con perdices de repoblación, aunque fuera de vez en cuando, me estoy refiriendo a montesinas autóctonas, de las que ponen el listón bastante alto.

Por tanto, y a modo de resumen, si para dar con un simple perdigón que dé el avío, hay que desechar muchos “cantamañanas”, para dar con un pájaro puntero, sea cual sea su procedencia, puede pasar mucho tiempo sin que llegue a la manos de un determinado pajaritero. Y, si yo con los años que tengo, he tenido dos a los que se puede colgar el cartelito de primer nivel, más el Alpujarreño que ha sido casi lo mismo, no es tan fácil la empresa, como se puede ver. Por tanto, puede ocurrir que, por bastantes manos, nunca haya pasado un reclamo puntero criado en casa, pero no porque no los haya o no los haya habido, sino por mala suerte de no encontrarlo. Es más, hoy día, forma parte de mi jaulero Bailaó, un macho de jaula nacido en el domicilio de un amigo en Pliego, Murcia que, si no se estropea, llegará a ser un reclamo de mucha altura, como ya intuía otro amigo que guió sus primeros "pasos". De hecho, en sus dos primeros celos, ha dado muestra de una valía fuera de lo común y, además, con ganao más que bravo.

Por supuesto, lo expresado es una opinión muy personal y discutible, pero basada en hechos reales y contrastados. Es más, no creo ser el único que haya tenido, no digo pajaretes que dan el callo, no. Me refiero a pájaros de muy primerísimo nivel nacidos y criados en casa.

Y, como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo, por mi parte, ya he dado la homilía.


domingo, 1 de septiembre de 2024

EL AMPLIO MUNDO DE LAS JAULAS DE PERDIZ CON RECLAMO


Este modelo de jaula, hecha con cáñamo, pudo ser 
la primera que se utilizó para la caza de la perdiz con reclamo

Para empezar, decir que para este artículo, he contado con la inestimable colaboración de artesanos de jaulas de distintos puntos de nuestra geografía para ver sus características y su opinión sobre algunos detalles de la mismas. Por todo ello, vaya mi agradecimiento para Antonio Guillen (Alicante), Alberto Jaulex (Badajoz), Emilio López (Almería), Juan Reyes (Málaga), Antonio Alcón (Sevilla), Raúl Pérez (Málaga) y Vicente Gallardo (Badajoz) que, desinteresadamente y siempre con el fin de ayudar a la modalidad, han aportado peculiaridades de los que hacen y me han hecho llegar imágenes de sus trabajos.

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El tema de las jaulas, uno de los principales soportes de la afición pajaritera, ya se ha tocado varias veces en este blog en lo referente a la gran variedad de las mismas que podemos encontrarnos en el mercado, a su conformación estructural y a su desorbitado precio en algunos casos, viendo lo sofisticado y el trabajo de las mismas.

Hoy, con la reanudación del blog, después del descanso veraniego, comienzo con este tema  porque es un mundo muy diverso y personal. Aunque esta vez, el artículo va orientado a cómo se han fabricado y utilizado a lo largo de los años, según el tipo de vegetación y depredadores del lugar, donde tradicionalmente se ha dado el puesto para, según ambas variantes y alguna más, tomar las precauciones correspondientes a la hora de su construcción y medidas a tomar una vez en el colgadero.

En la línea del párrafo anterior, no se puede olvidar su variedad en las estructuras y en los materiales utilizados. Aunque, en la actualidad, debido a los cambios que ha sufrido la afición, aun en el mismo lugar, las cosas han variado como de la noche a la mañana.

Para empezar, decir que he ojeado un artículo de Francisco Jiménez Aguilera y Juan Rodríguez Sánchez, publicado hace unos años sobre las jaulas de reclamo de perdiz. En él, al leerlo, nos daremos cuenta que las jaulas casi son iguales ahora, que hace dos mil años. Por supuesto, excepto en casos puntuales, todas tienen forma campaniforme y, por aquellos tiempos, se utilizaban como materiales básicos para su fabricación la madera y la cuerda, circunstancia que perduró en el tiempo hasta finales del mil ochocientos y principios del mil novecientos, donde se añadió a los materiales citados, el esparto. 

Seis jaulas del museo del reclamo de Percofán

A partir de ese momento, las jaulas empiezan a evolucionar hacia las que hoy conocemos, fabricadas a base de madera, varetas de origen vegetal -olivo, acebuche, mimbre, membrillero, caña...-, alambre, chapa metálica y materiales sintéticos o plásticos. Manteniendo todas ellas una forma más o menos acampanadas -con algunas variantes-, como las primeras que se fabricaron en el antiguo Egipto, con una base circular de 23/26 cm y una altura de unos 35 cm. El problema es que estos últimos materiales, los derivados del petróleo, son de poca durabilidad y poco reparables, por lo que hay que desecharlas pronto, a diferencia de las de alambre y madera, que siempre tienen arreglo y compostura para quedar como nuevas. Los suelos o culos, tradicionalmente, suelen hacerse de cuerda normal, de rafia, de cáñamo, de nylon…, para evitar, según se dice, las callosidades que provocan los asientos de material metálico. Eso sí, no podemos olvidar que la mayoría de las jaulas de hace ya sus años, llevaban adaptado dentro de las mismas un comedero, en forma de poco más de medio limón, pues se salía durante bastante tiempo al campo y el reclamo tenía que alimentarse. Incluso también, nos podemos encontrar jaulas, cuyos alambres están cubiertos con cuerda para evitar el ruido que producen los reclamos al tocar en los mismos.

Algunas jaulas de la colección del amigo Juan Luis

Sobre la conformación de las jaulas, se puede decir que se fabrican tantos modelos diferentes, como jaulas y pajariteros hay, pues pocas veces se verán dos modelos iguales, aunque lo fueran en un principio. De hecho, nada más llegadas a casa del cuquillero correspondiente, excepto en casos puntuales, se le suelen realizar pequeños ajustes de todo tipo, porque se piensa que con la idea propia, se puede mejorar el producto adquirido y como dice José Ignacio Pérez Albericio, darle su toque personal, reutilizando materiales que sirvieron en otros momentos para otros destinos. Así, cambio de anilla-soporte a gancho o viceversa, adaptación de suelos, sistemas de cierre de puertas, colocación de chichoneras, apertura de alambres para colocación de bebederos, instalación de piedras para afilamiento de picos, pintados exteriores… En consecuencia, una jaula nueva. Por supuesto, el número de alambres y el material de los mismos, según el gusto del cazador variará, porque cada uno piensa que el ideal es tal número dentro de una horquilla aproximada de entre treinta a ochenta, aunque para muchos, la de cuarenta y ocho, cincuenta y seis y sesenta y dos alambres son las más usadas. Igualmente, los aros de medianía y los de por encima de este y de por debajo son un mundo. Más ancho o más estrecho el del centro, con aro por arriba o por debajo del mismo, incluso sin ninguno. Jaulas solo de alambre (cobre de soldar, dulce, acerado, semiacerado, galvanizado…) o compuestas de ellos y madera, sin olvidar las de PVC u otros materiales plásticos, aunque a medio plazo, suelen dar problemas de roturas y salidas de los alambre que las conforman. No trato, por supuesto, las jaulas balconeras, de castigo o de embrague porque me desviaría del objetivo propuesto.


 

Algunas jaulas de los artesanos citados

Por todo ello, desde la jaula funcional normal, hasta las verdaderas obras de arte -que las hay-, existe un verdadero rosario de modelos, sin meterme en las diferentes puertas (abatibles o de guillotina) y piqueras y sus variantes, para no hacer muy largo el artículo. Pero es más, a veces, nos gustan ciertas jaulas, pero no se puede o se piensa que no se debe pagar tales barbaridades por tal complemento cuquillero. De hecho, como me comentaba el artesano Antonio Guillén, de Alicante, muchos perdigoneros se han fabricado sus propias jaulas, aparte de por entretenimiento, por resultarles gravoso adquirirlas, aunque como bien sabemos, el trabajo artesanal de jaulas nunca está bien pagado en comparación con otros: dígase fontanero, escayolistas, cerrajeros, zapateros modernos… que por cualquier chapucilla te ponen mirando “pa Cartagena de Indias”. En esta línea, decir que, hace ya sus años, en la España rural, muchos trabajadores de fincas que cuidaban el ganado y les gustaba el perdigón, se fabricaban sus propias jaulas con varetas vegetales porque, poco se gastaban y, además, sacaban algun dinerillo con las que vendían. Hoy día, este tipo de jaulas se usa poco y, más que nada, se utilizan como elemento decorativo, pues son muy curiosas y atractivas a la vista, aunque no son baratas.

Igualmente, no puede quedarse en el tintero el tan antiguo dilema de la jaula con anilla o con gancho, tipo cordobesa, como se le conoce, por la zona en donde se utilizaba. Y estas jaulas con asidero tipo garfio se usaban, como las de anilla, para cogerlas y trasladarlas, pero, además, en tierras de olivares, el gancho servía para engancharlas o colgarlas en la ramas de dicho representante de la flora mediterránea y en las de alguna otra especie arbórea. De ahí la expresión ”voy a colgar ”, ya que en su día, así debió ser. Sin embargo, lo que yo sé sobre el tema es por oídas, ya que hoy día, ni en esas tierras se cuelgan las jaulas de las ramas de los olivos, sino que se utiliza en pincho metálico para atalayar al reclamo.

Para finalizar, diré que a nivel personal y por tradición familiar, las jaulas que utilizo desde siempre, muchas de ellas con bastantes años y reparadas varias veces, tienen todas ganchos, aunque no para colgarla de ninguna rama y la mayoría tienen aro central de madera o polivinilo y puertas abatibles o de libro. El número de alambres  suele ser, excepto regalos, sobre más o menos sesenta, pues las muy claras no me van y las muy espesas, ni mirarlas, pues pienso que hacen perder visión al reclamo, aunque se afectan menos la parte que rodea al pico. Luego, por gusto propio, todas están pintadas tipo camuflaje, utilizando para ello brocha y tres colores sin brillo o mate: negro, ocre-amarillo y verde bosque.

 
Distintos modelos de mis jaulas

Y, como siempre -por usar una frase hecha y más que conocida-, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo…, por mi parte, ya he dado la “homilía”.