Por mediación de un buen amigo y muchos años
compañeros de caza con reclamo, Manuel Somoza Ortega, ha llegado a mis manos un
interesante artículo publicado en su día, 13/12/1973, en el periódico ABC
de Sevilla, en donde A. Ceferino Bocanegra nos relata todo lo ocurrido en en la bella localidad onubense de Hinojos en el primer día de caza, día primero de septiembre, fecha
en la que antaño se levantaba la veda.
En el escrito, el autor nos expone cómo desde
el amanecer, cazadores lugareños, ataviados con pantalón y blusa de algodón,
zahones de lona oscura, abultadas mochilas, cananas repletas de cartuchos y
cantimploras, se juntaban con sus perros y sus armas en un lugar determinado,
en este caso, el “pino gordo” del pueblo, a las siete de la mañana, para
la inauguración de la temporada cinegética, cuando, afortunadamente, había de todo al “por mayor”.
En la citada jornada, se cazaría el predio de Las
Pardillas y antes de empezar una vez reunidos todos, y ahí viene la
curiosidad, el capitán de cacería interviene gritando “… palos señores,
palos…”, es decir, sorteo de los puestos que han de ocupar los cazadores. Sugestiva
forma de echar suerte, que aún perdura en la población y que se desarrollaba de la
siguiente manera:
… Cada
cazador cortaba del monte un trozo de palito que no excediera de diez
centímetros, procurando que tuviera un garrancho que lo distinguiera, haciéndole,
además, con la navaja, alguna señal por donde cada cual conociera sin titubeos
el palo suyo. Luego se metían todos en
un sombrero, al que se tapaba con otro y el capitán los iba sacando con dos
dedos por la punta y mostrándolos a la vista de todos. El dueño del palo los reconocía al instante y decía “mío” y
se marchaba enseguida al lugar que le había asignado el capitán, empezando por
el número uno de la cuerda y allí esperaría hasta el comienzo. Luego, el dos,
el tres… que ocuparían sus respectivos sitios, hasta dar comienzo la marcha
hacia adelante, situándose el capitán en el medio de los cazadores e indicando
el avance…
Lo llamativo de esta forma de sorteo de puestos
era la rapidez con que se llevaba a cabo y lo sorprendente, la retentiva de los
cazadores que, entre muchos palitos, más de cien, conociera el suyo a la primera
tentativa. Por supuesto, el que fallaba, que alguna vez lo había, recibía una
buena reprimenda por parte de los demás amigos y compañeros asistentes.
Ni que decir tiene que esta forma de sorteo es
una curiosidad cinegética más sacada de la rica tradición lugareña, en este
caso de Hinojos, Huelva. Pero…, singularidades de todo tipo y de todos los
ámbitos de la caza, nos las podemos encontrar en cualquier lugar de nuestra
geografía nacional.
¡¡¡ Cómo para que luego se diga que la caza sólo es
salir a apretar el gatillo… !!!
Y, como siempre, “Doctores tiene la Iglesia”. Yo…, por mi parte, ya he dado mi “homilía”.