domingo, 1 de julio de 2018

LA LARGA ESPERA



H
ay un refrán español que, como todos, nos dice la absoluta verdad, en este caso, sobre el tema de la impaciencia: El que espera, desespera. Por tanto y, de acuerdo con él, como bien sabemos y hemos comprobado en infinidad de ocasiones, las esperas se suelen hacer largas y cargadas de incertidumbre para quien, en un tiempo más o menos cercano, está en la antesala de la llegada de alguna coyuntura o evento importante para él.

Pues bien, el aficionado al reclamo, año tras año suele estar a la espera de acontecimientos que se repiten en el tiempo, por lo que, lo que debería ser motivo de tranquilidad, por ser archiconocido, se transforma en incertidumbre y preocupación. No hay motivo ni razón para ello, pero así es: lo que siempre, al final, sucede, porque es lógico, parece que no va a llegar nunca. Y lo peor del caso es que no nos damos cuenta que en ello, puesto que en el paso de los días, semanas o meses va implicada nuestra propia vida. Desear lo de mañana es sinónimo de pasar el hoy y, por consiguiente, nos queda un día menos de existencia. Lo triste de caso es que, casi sin darnos cuenta, caemos en esta terrible historia con más frecuencia de la cuenta.

En esta línea, ahora por estas fechas, nosotros los aficionados a la jaula, andamos de muda, porque aunque no es una situación nuestra, sino de nuestros reclamos, no lo tomamos como si fuera algo propio. Y tal circunstancia, el cambio de pluma, por su importancia en el futuro comportamiento de nuestros perdigones en la próxima temporada, hace que nos entre en el cuerpo la intranquilidad. Situación que, como decía al principio, no es buena compañera del aficionado al “cuco”. Sí es verdad que, la mayoría de las veces, preocupa más el machaconero canto de los pájaros de jaula que el propio cambio de plumaje, pues no olvidemos que mientras que no llega tal circunstancia, no existe ni noche ni día para ellos. El cuchichi, cuchichi… es lo normal las veinticuatro horas del día y, se quiera o no, lo que a uno le puede gustar a otros, dígase familiares y vecinos, termina hartándolos y surgen las duras críticas. Es más, hay momentos en los que, incluso a nosotros mismos, no nos faltan ganas, aunque nunca se haga, de retorcer pescuezos, pues todo el mundo tiene un límite.

Es obvio que todos sabemos que, antes o después, el inicio de la caída de plumas llegará. Por consiguiente, como sabemos de sobra, mientras más tarde llegue, mejor. Pero por estas fechas, finales de junio, ya andamos con la mosca detrás de la oreja, sin darnos cuenta que la temporada anterior ocurrió, más o menos, igual. Es decir, el pájaro muda, como otros procesos naturales, cuando tiene que mudar, no cuando nosotros queremos.

Este año, excepcional cien por cien en cuanto a climatología y a sus temperaturas, en las fechas actuales, se presenta bastante fresco, más de la cuenta. Por ello, no es anormal que, como ha ocurrido en el nacimiento de las nidadas de pollos de perdiz, ande bastante retrasado, pues una de las circunstancias que influye mucho en que la muda dé comienzo es la subida de temperaturas, cosa que no está ocurriendo.

Por todo ello, los que no tenemos un lugar alejado de nuestras viviendas para que nuestros queridos reclamos muden en condiciones y estén vigilados, tenemos que aguantar el chaparrón y ser pacientes, aunque estemos hartos de escuchar casi todo el día la “celestial” música de nuestros encelados reclamos.

Para concluir, solo decir que mi Chimenea, con casi diez años, es la primera vez que lo veo hecho un Sansón. No canta,  pero en cuanto me ve, me quiere “comer”. Se embola y me hace frente. Y tal estado no es normal, al menos en él.

PD. Os deseo a todos/as un feliz verano, pues aunque el actual no esté, meteorológicamente hablando, muy bueno (de hecho, ayer llovió aquí en Punta Umbría y en muchos lugares de la provincia onubense, al igual que hace unos días), sí lo tenemos encima.