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Aunque,
como se suele decir, para gustos los colores, todo aficionado a la caza de la
perdiz con reclamo tiene unos puntos de partida y un objetivo final para los
reclamos que componen su jaulero o gallera. En unas palabras: que cada uno
sabemos, o queremos saber, lo que deseamos con nuestros pájaros de jaula. Lo
que pasa es que al haber tantos gustos como aficionados, pues al ser como los
reclamos -únicos e irrepetibles-, tenemos infinidad de prototipos de machos de
perdiz para nuestras jaulas.
Decir
que yo tengo una idea específica de reclamo es como decir que hay miles de
ellos, pero como en la diversidad está el gusto, vaya la mía sin olvidar que
todos buscamos lo mejor en los que nos acompañan año tras año: buenos,
bonitos y baratos. Lo que pasa es que reunirlo todo es imposible, a no ser que
hiciéramos una aleación o amalgama de varios de ellos.
Tengo
que puntualizar que, a primera vista, no me importa en demasía o, al menos, no
es excluyente su morfología externa, siempre que mantenga unas mínimas
hechuras, pero no me fijo en exceso en detalles o caprichitos, que para otros
aficionados pueden ser importantes. Eso sí, no me gustan los ejemplares
grandes, ni con espuelas de tal tamaño, pues he comprobado que suelen ser
fuertes de recibo, pero tampoco son unas características de rechazo.
Una vez
en casa, porque en un principio no se suele advertir lo que lo traen consigo,
ya que solo se aprecia el fenotipo o aspecto exterior, en lo primero que me
paro es en comprobar su nobleza, no la mansedumbre, porque hay pájaros nobles
que no son excesivamente mansos -el de Manué y Chimenea, dos reclamos de
primer nivel, fueron dos ejemplos de ello-. A continuación, si tengo la
suerte de escucharlos cantar en casa, valoro su música -no perfecta, pero sí
una cosa normal-, porque pájaros con cante de mayor o cuchichío picado o
deslavazado no los quiero, aunque puedan servir como reclamos. Más tarde,
aunque puede ser antes que el cante, si saca agua, hace el Cristo, se echa para
atrás… malo. Por ahí, tampoco paso.
Con
estas tres premisas, indispensables e innegociables para mí, llega la segunda
parte: su trabajo en el campo, máxime cuando hay perdigones que ni cantan en
casa, ni se mueven, pero que, cuando están en la jara, son todo lo contrario.
Por tanto, lo primero que exijo es una pronta salida y trabajo más o menos
constante, con o sin campo de oída. No tengo que decir que no quiero un reclamo
que solo canta cuando escucha el campo, pues eso y nada es todo lo mismo, aunque
haya días que este tipo de ejemplares, "cantamañanas", puedan dar un
buen juego.
A
continuación, busco que sepa marcar los tiempos cuando se le acerquen las
patirrojas camperas, que se venga "abajo" cuando estas últimas estén
cerca, que reciba más o menos ortodoxamente, que no abuse de las bulanas y que
no pinche en hueso en la suerte suprema. Es decir, que utilice el "capote
de brega", que cargue el tiro y reinicie una nueva faena.
Obviamente, el titeo, el recibir sin moverse, el casi ni escucharle cuando
se acercan las montesinas, el levantar campo, el mandar a callar, el meloseo
con las hembras… son actitudes y aptitudes que nos gustaría que reunieran
nuestros reclamos, pero no pueden ser excluyentes si no las ponen en práctica
porque, entonces, los jauleros estarían vacíos. Y cuidado, aunque parezca
vulgar y que así los tiene cualquiera, si un pájaro de jaula reúne la nobleza,
la salida en cuanto se pone en el campo, que trabaje durante un buen espacio de
tiempo, música medianamente aceptable y que reciba y cargue tiro, sobra y
deberíamos darnos por satisfechos. Buscar mucho más, posiblemente, será no dar
nunca, si no hay suerte, con uno de ellos. Entramos en el mundo de los "banderas"
y eso son palabras mayores pues, como siempre se ha dicho, de este personal hay
quien se va a la tumba sin tener uno de ellos. Por tanto, todo lo reseñado en
este escrito va enfocado al reclamo normal que nos gustaría tener y que más de
una vez hemos tenido, sin pedirle mucho más. Es decir, el pájaro que nos hacer
vivir, si no ocurre algo inesperado, buenos lances, que es de lo que se trata:
divertirnos cuando salimos al campo a echar el día de perdigón.
Para ir concluyendo, decir que hay una cualidad, el
picoteo en los dedos, que a todo el mundo le encanta y con el que casi siempre
"picamos" al comprar un macho para jaula. El problema surge que
cuando abusamos de tal circunstancia, a veces, terminamos convirtiendo a
nuestro reclamo en muñequero y todos sabemos cómo suelen actuar los que son
así: muy bonitos y llamativos por las monerías que suelen hacer en casa, pero
cuando los sacamos al campo y lo dejamos solo en el tanto o farolillo, nos
tenemos que sentar al lado de donde está atalayado para que nos vea y canten,
aunque hay excepciones de pájaros muñequeros que luego sirven en el campo.
Como epílogo, me queda por reseñar que un reclamo sin salida y que si el
campo no canta no abre el pico, o que se queda mudo tras el tiro no lo quiero
ni en pintura, pues son formas de actuar
que van con las actitudes intrínsecas del reclamo y, normalmente, no se
suelen corregir, aunque pase el tiempo y se le den muchos puestos. Y como punto
final, porque no se me puede quedar en el tintero, decir que hay pájaros de
jaula más bien feotes, bravos y ariscos, con cante no muy ortodoxo -incluso
bastante deficiente-, que “toman copas”, que se mueven más de la cuenta…. que,
aunque a mí no me gusten, ni los quiera, no quiere decir que no sirvan como
reclamos, pues muchos de ellos dan más que el avío. Por el contrario, muchos aspirantes a reclamos que han llegado a los jauleros de muchos aficionados y, aun teniendo una estampa envidiable, mansos y y con muy buena música, al final han visto puerta porque todo se ha quedado en eso: pájaros de salón que cuando salen al campo son unos auténticos mochuelos.