jueves, 25 de febrero de 2021

EL DESTINO DE LOS “MOCHUELOS”

Ahora, que la temporada toca a su fin y cada aficionado empieza a tener claro con lo que se va a quedar para la próxima temporada, aunque seguro que ya ha habido bajas en el jaulero, debe haber una reflexión para qué hacer con el "género" sobrante, situación que no es fácil

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Que los pájaros de jaula que no sirven como futuros reclamos no duran mucho en nuestro jaulero, es una máxima más que sabida, pero el qué hacer con los que no dan la talla, a veces, supone un verdadero rompedero de cabeza y lo digo a boca llena, máxime en momentos muy puntuales en donde queremos deshacernos de ellos sobre la marcha y no encontramos la vía más adecuada. Por supuesto, no hablo de eliminarlos acabando con su vidas, sea de la forma que sea, porque tal circunstancia no debería ocurrir nunca, ni creo que haya quien lo haga, aunque más de una vez se nos haya pasado por nuestra mente, tras una “faena” de las que hacen época.  Pero al final, por moral cuquillera, siempre debe imperar la cordura y humanidad, aun en el peor de los casos.


De esta manera, cuando un aspirante a inquilino de nuestro jaulero o que ya forma parte de él, pero nos tenía engañado, muestra sus verdaderas cartas, no dura ya mucho con nosotros, pues en ese aspecto somos especialmente vehementes, puesto que al momento nos lo queremos quitar de encima. Así, lo normal y menos duro para todos, incluyendo el pajarete, porque nadie se queda con una “cantamañanas” o maula, es que se lo regalemos a algún compañero con algún argumento, no excesivamente funesto, para que lo acepte o a algún amigo o conocido que quiera tener un macho de jaula para que le cante en casa o soltarlo en una pajarera o en corral.


Otras veces, lo soltamos en el campo, tras arrancarle y crecerle las plumas del recorte, pero también ha ocurrido que, tras un gran sofocón en el puesto, se les haya abierto la puerta para que se busquen la vida, circunstancia muy difícil, aunque no imposible. De hecho, hace ya unos buenos años -sobre más de dos décadas-, solté un pájaro de jaula sin recortar en una determinada finca del Andévalo onubense, tras sofocón espectacular. Sin embargo, curiosamente, al año siguiente, mi hermano Juanvi lo abatió en un puesto, totalmente mudado y con una compañera autóctona. Supe que era el que había soltado la temporada anterior, porque yo anillo a todos los perdigones que llegan a mis manos y pintan bien. Además, según me contó mi hermano, entró en plaza con valentía y decisión, aparte de intercambiar música de diálogo en todo momento con el que estaba en el repostero, cuando un año antes, estando enjaulado, dejaba mucho que desear cuando salía al campo. Lo que pasa con esta forma de quitarnos de encima a los “mocholetes” es que, lo normal que suele acontecer, pocos días después, cuando se da un puesto por la zona, el que no ha perecido a manos de las alimañas, entre en plaza atraído por el cante de nuestro reclamo y allí surge el dilema: disparar sobre él o dejarlo que se vaya, si nos damos cuenta que está recortado. Otras veces, cogemos la rabieta al comprobar que lo que hemos abatido es un reclamo “liberado” por nosotros mismos o por un compañero de coto o de fincas limítrofes, máxime cuando la pelea entre recortado y reclamo, que a veces ocurre, haya sido de las que hacen afición.


Pues bien, la práctica descrita en el párrafo anterior, el soltar en el campo a los reclamos que no dan la talla, incluso estando pasados por la “peluquería”, no es la más idónea, pues son presas fáciles para los depredadores, excepto en contadas ocasiones, como es caso relatado anteriormente. Pero, si tal circunstancia se lleva a cabo en terrenos de perdiz autóctona, entraríamos, si los soltados salvan el pellejo, en el tema de la hibridación que tantos sinsabores ha dado en nuestra España. Pues, uno de los motivos de la decadencia de nuestras patirrojas salvajes ha sido el cruce que han tenido, año tras años, con ejemplares criados en cautividad que, aunque sean de un alto grado de pureza -como ocurre en la actualidad-, sus códigos genéticos, si bien tienen porcentajes muy elevados de similitud con la auténtica Alectoris rufa, nunca serán los mismos pues, se quiera o no, hay hábitos, comportamientos y pautas a seguir según la circunstancias que se puedan presentar, que nunca se aprenderán en cautividad, sino al lado de una madre que transmite a su prole lo que ella aprendió de la suya. Además, no se olvide que pueden contagiar enfermedades a la perdiz autóctona. De hecho, en un principio, cuando la cosas no estaban claras y las granjas criaban sin mucho estudio genético y otras circunstancias, está situación era más que normal, pues mucho de los ejemplares que luego se soltaban en el campo, como la solución a las decadentes poblaciones de nuestra perdiz roja española, arrastraban muchos déficit e, incluso, merma en lo físico.


En resumidas cuentas, no es tarea fácil el deshacernos de lo que nos sobra, aunque haya que llevarlo a cabo para no cargar el jaulero y por cuestión de ahorrar tiempo y ver otras posibilidades. El cómo es el quid de la cuestión, pero siempre teniendo presente que el acabar con la vida de un pájaro de jaula cuando no nos sirve, no debe estar en el decálogo de valores que tiene que atesorar todo cazador que se precie de ello. Sí así lo hiciéramos, aparte de proceder en contra de la Ley, deberíamos colgar la escopeta ese mismo día, por no ser merecedores de llamarnos cuquilleros, colgadores, pajariteros, perdigoneros,  cuchicheros ...


miércoles, 17 de febrero de 2021

SIEMPRE DEBE HABER RESPUESTO

             Al hilo de los comentarios al post anterior, traigo al blog este artículo escrito el verano anterior y en donde doy mi opinión al respecto, pues entiendo que en nuestra afición no es fácil dar con ejemplares que den la talla, incluso con "mediascucharas". Por ello, una vez que llegan a nuestras manos dos o tres "cositas" que nos puedan dar el avío, no podemos arriesgarnos a contar solo con ellos. Un simple accidente de cualquier tipo -que ocurre con más frecuencia de la que debería- y la temporada se habrá fastidiado para el cuquillero de turno.

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En lo referente al cuido de los animales en general y, en particular, en lo relativo a nuestros pájaros de jaula, nunca podemos tenerlas todas consigo, porque el día a día de cualquier ser vivo es impredecible.  Debido a ello, pensar en el mañana, incluso en el ahora para dentro de un rato es una verdadera lotería. Es decir, en cuestión de días, horas o minutos pueden suceder verdaderas -por ser benévolo en el término-, incidencias de todo tipo, aun estando encima de nuestros “animales de compañía” las veinticuatro horas del día.

 

Pues bien, hecha la introducción, tengo que decir que puedo sentirme afortunado en la salud de mis reclamos, puesto que no he tenido la mala suerte de probar en mis propias carnes muchas de las enfermedades y reveses que suelen aparecer en nuestros pájaros perdices, dígase: fracturas de todo tipo, infecciones, diarreas o colitis, insolaciones, muertes súbitas en ejemplares jóvenes, muertes o descalabros por botadas en cajones o jaulas, congestiones…. Algunas incidencias, como en toda casa de vecino, sí, pero no en demasía. Aun así, tenemos que tener claro que, en esto de la caza de la perdiz con reclamo, estamos en todo momento cogidos por alfileres y debido a ello, aunque suene a cuestión sin base científica, siempre se mueren o tienen desgracias los buenos, mientras que los mochuelos no hay quien los mate. Por supuesto, hablando siempre de un exquisito cuido durante todo el año, lo que no significa que ello sea indicativo de salvoconducto contra calamidades y desgracias.


Por tal motivo y en base a lo expuesto anteriormente, surge una pregunta que todos nos podemos hacer:


-  ¿Tenemos en nuestro jaulero cuatro o cinco reclamos y nos arriesgamos a quedarnos “en cuadro” si ocurre, que puede suceder, una desgracia tras otra o, por el contrario, nos cargamos de perdigones en previsión de contratiempos?


No es fácil responder a dicho dilema, pero creo y hay muchos aficionados que piensan como yo. Es decir, tener cuatro o cinco reclamos, aunque haya quien piense y argumente que es lo mejor, porque con ellos sobraría, es arriesgarnos a que, en un momento determinado, lo pasemos mal y tengamos deprisa y corriendo que buscar nueva “ganadería” y, con total seguridad, perder la temporada venidera, incluso la actual.


Por lo tanto, no se trata de fijar “números clausus” de integrantes de nuestro jaulero, pero sí tener muy en mente que una adversidad puede aparecer en cualquier momento, por lo que siempre hay que tener a mano una segunda división que nos saque del atolladero. Eso sí, tener una granja en casa tampoco es solución. El que la tenga pierde el tiempo y, paralelamente, el dinero.


También habría que contar con las jornadas de caza que tendremos en la temporada, pues no es lo mismo cazar solo fines de semana, porque se trabaja u otra circunstancia, que salir al campo a diario, aunque por esta línea entraríamos en la cantidad de pájaro de jaula que se deben tener y tal circunstancia es otro tema. Y el que nos lleva es si tener cuatro o cinco ejemplares más de los que debiéramos por si surgen contingencias, o reunir el equipo titular, independientemente, de si éste cuenta con más o menos ejemplares según se den pocos o muchos puestos.


Lo que sí está claro es que, con lo puesto, en esto del reclamo, nunca se debe tirar para adelante, máxime si entre los inquilinos de nuestro jaulero se encuentra algún que otro abuelete. Por lo tanto, temporada tras temporada deberíamos ir incorporando dos o tres nuevos ejemplares por lo que pueda ocurrir, tras una exhaustiva selección, pues guardar por guardar no tiene sentido. El tener más o menos, incluso una granja, como ya expuse antes, ya es cuestión de cada uno, aunque no se olvide, y la experiencia me dice que es así, que no por tener más perdigones se consiguen mejores reclamos, sino todo lo contrario. Eso sí, si por circunstancias diversas nos cargamos de aspirantes a reclamos, opino que, aun pudiendo errar, al comenzar la temporada ya deberíamos tener claro lo que nos va a acompañar, pues, probaturas tras probaturas durante el periodo de veda, a lo único que nos conduce es a quitarle tiempo a quien tiene madera de reclamo para nuestro jaulero y sofocones para el que se mete en el aguardo.


martes, 9 de febrero de 2021

IMPORTANCIA DEL CUQUILLERO EN LA FUTURA CALIDAD DEL RECLAMO.

  Como no puedo colgar un articulo sobre la actual temporada, que lo haré cuando tenga ordenador, aquí va otro artículo sobre lo que opino a la hora de lidiar con nuestros reclamos.

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Si partimos de la base que, el reclamo puntero, el que en tantos y tantos manuales sobre nuestra modalidad de caza se describe como de “bandera” y que, según mi opinión, nace y no se hace, está claro que este tipo de ejemplares de jaula no necesita muchas enseñanzas para ser el buque insignia y abanderado de nuestro jaulero o gallera, aunque también debemos saber que estos ejemplares no llegan a las manos de todos los aficionados a esta modalidad cinegética.

        Ahora bien, el que tiene la suerte de tropezar con uno de ellos, si su proceder es el correcto, su techo es incalculable. No hay que ser un cuquillero de pro para saber que, actuando correctamente con él en el puesto, colgándolo en sitios adecuados y procurándole en todo momento un excelente cuido, será un reclamo que, día a día, irá aumentando sus innatos recursos y posibilidades.

        Pero dejando a un lado a estos ejemplares de primera fila, porque como ya queda dicho, el dar con ellos no es tarea fácil y nos paramos en el reclamo normal y corriente, debemos tener siempre presente que éste, un ser vivo como cualquier otro, necesita unos aprendizajes para que a esas condiciones y aptitudes de la que es portador, como a cualquier hijo de vecino, se les pueda sacar el máximo rendimiento. De hecho, sería muy triste que pájaros con buena madera fracasen, como ocurre en infinidad de ocasiones, porque el pajaritero que lo tiene en su gallera es un auténtico negado en esto del reclamo.

        Dentro de un gran abanico de actuaciones, el aficionado normal y corriente que vive para esta modalidad cinegética, desde mi opinión, debe ofrecerles a sus reclamos un exquisito cuido durante todo el año, porque como debemos saber, un reclamo mal atendido rinde siempre muy por debajo de sus posibilidades. De esta manera, la alimentación sana y equilibrada, la limpieza máxima de los diferentes habitáculos por los que pasa en el transcurso de cada temporada y ofrecerles unos lugares medianamente en condiciones para que su vida en cautividad sea lo más cómoda posible, debemos tenerlo siempre presente. Dentro de estas pautas a seguir, nunca hay que pasar por alto que una muda en condiciones proporciona un alto porcentaje en los futuros éxitos y, lo contrario, muchas papeletas para la lotería del fracaso.

        Una vez que nos hemos referido a cuestiones relacionadas con el trato que deben recibir los componentes de nuestro jaulero, hay que tratar un aspecto fundamental: nuestra actuación en la hora de la verdad, es decir, cuando estamos en el campo.

        Lo primero, porque es básico, es la elección de un buen lugar para dar el puesto, porque, aunque se puede llevar a cabo en cualquier paraje o lugar del mismo, el éxito o fracaso dependerán primordialmente del dónde. Así, ante todo, la oída es fundamental. Debido a ello, colgar en zonas sin ella, en la gran mayoría de los casos, es sinónimo de decepción. De esta manera, será fundamental que el sitio elegido sea una pequeña elevación del terreno, para que las camperas del entorno escuchen bien al reclamo y viceversa, hablando siempre de que el viento esté medianamente en condiciones. Si ocurre lo contrario, habrá que buscar una abrigada para resguardarse del mismo.

        Luego, el conocer los hábitos y querencias de nuestras perdices nos aumentará en un alto porcentaje las posibilidades de triunfo. Así, a modo de ejemplo, el dar el puesto por la mañana en una cota muy alta o, por la tarde, en una muy baja, es tener muchas posibilidades para conseguir un cero patatero. Por ello, lo primero que debemos tener son unas nociones medianamente elementales de qué hace una perdiz a lo largo de una jornada. Si tenemos idea de esto, la elección del lugar, según la hora del día, no debe ser muy complicada.

        Hay que desechar en lo posible los colgaderos excesivamente limpios de vegetación porque, si nuestras perdices salvajes no tienen amparo, en caso de peligro, siempre se moverán por ellos con demasiado recelo, desconfianza y suspicacia. Igualmente, tenemos que evitar aquellos parajes muy transitados por personas, vehículos, maquinaria, animales…, como pueden ser las proximidades de viviendas, cercas y corrales para el ganado, carriles principales de las fincas, carreteras…

        A continuación de elegido el lugar, es importantísimo el emplazamiento del aguardo y del tanganillo. Huelga decir que, aparte de tener el sol siempre de espalda, debemos tratar que nuestro portátil esté camuflado por la vegetación del entorno. Igualmente, el farolillo o tanto se debe emplazar a una distancia acorde con el arma a emplear y la orografía del terreno, pero siempre sobre un lugar que no esté falto de maleza, para que las patirrojas, si se acercan, entren sin desconfiar. Además, no debemos tocar en demasía la vegetación de la plaza porque, si así procedemos, las camperas que, como bien sabemos, conocen palmo a palmo el entorno, recelarán y, debido a ello, su entrada en la misma será tarea muy complicada, máxime si son viudas resabiadas o machos cobardones.

        Más tarde, llegado el momento supremo, la hora de apretar el gatillo y, con ello, finalizar la faena, lo único que tengo claro, porque opiniones sobre tal circunstancia las hay variadísimas, es que el disparo debe ser certero y que la perdiz a abatir esté en el lugar idóneo. Luego, que si disparar al macho primero, que debe ser a la hembra, que si carambola, que esperar a que llegue la pajarilla, que dejar mucho tiempo en la plaza a las montesinas..., son cuestiones importantes, pero no trascendentales. Es más, cada uno de nosotros, en una de las circunstancias reseñadas, podemos tener ideas totalmente diferentes.  Por tales circunstancias, en mi caso particular, aun pudiendo estar equivocado, suelo hacer lo siguiente:

        - Si la cosa está regular, tiro en primer lugar al último que entra.

        - Si no veo muy seguro la posibilidad, nunca intento hacer carambolas, aunque no soy muy partidario de ellas.

- Suelo dejar las montesinas en la plaza el tiempo suficiente para que el reclamo las “tome” bien, pero no excesivamente, pues soy de los que piensa que llega el momento en el que está en el repostero se cansa y baja su apasionamiento inicial.

- Es obvio que, no debemos disparar sobre patirrojas que no estén “dialogando” con el reclamo. Pue si solo existe recibo de pluma, evitaremos hacerlo.

- Si en el repostero tengo un pollo y entra una pareja, disparo al macho para evitar que luego éste me pueda acobardar a la jaula.

-Cuando he tenido la suerte de poseer un pájaro buenecito, siempre he tirado primero el macho, para ver luego su calidad con la viuda, siempre más conflictiva, excepto en casos puntuales, para entrar en plaza.

        El reclamo que tengamos en el arbolillo, haya campo o no, si no es por causas mayores, debe permanecer en el mismo el tiempo adecuado, de una hora y media a dos. Si no es así, lo que haremos es acostumbrarlo mal y, el día que tenga que echar una buena peonada, con casi toda seguridad, no dará la talla

No debemos acostumbrar a los reclamos a puestos específicos en determinados momentos -alba, sol o tarde-. Si así lo hacemos, puede llegar el día que no cante a otras horas o que no trabaje lo suficiente en puestos que no sean los de costumbre.

        Aunque tengamos la suerte de poseer un “figura”, el resto de nuestro jaulero o gallera, si queremos que alguno de ellos llegue a lo máximo, debe tener las mismas posibilidades, en cuanto al momento del puesto y al lugar del mismo, que el reclamo puntero. Pero muchas veces, por el deseo de hacer percha, en los buenos lugares y mejores horas se saca al que sabemos que dará el do de pecho.

        Para finalizar, tengo que puntualizar que cualquier apartado de los citados anteriormente, dada su importancia, podría ser objeto de capítulo aparte, pero lo que he tratado en éste, desde mi particular prisma óptico -más que discutible-, es exponer lo que pienso sobre la importancia que tenemos los cuquilleros en la consecución de un buen reclamo. Factores que la condicionan hay muchos más, pero estos a los que hecho alusión, creo que son fundamentales por su gran importancia. También es verdad que otros muchos no dependen del pajaritero y afectan bastante a nuestros perdigones, pero ahí no podemos hacer nada: botes de las montaraces por un plomo de cabeza, aparición en la plaza de animales salvajes, rapaces que intentan coger al reclamo, plomos rebotados… De todas formas, todo lo anteriormente expuesto es válido para cuando nos refiramos a aquellos pájaros de jaula que apunten buenas maneras. El que no sirve, nunca será un buen reclamo, por mucho interés que pongamos y tiempo que perdamos con él. Por tanto, mientras antes nos lo quitemos de encima, mejor, mucho mejor.


viernes, 5 de febrero de 2021

PERDICES


                           Una  imagen cedida por el autor del artículo

        En el día de hoy, en el apartado de colaboraciones, cuelgo este artículo de Paco Giraldo -que no será el último-, seguidor del blog y colaborador con comentarios que aportan sus puntos de vista sobre nuestra afición. Y en línea va este artículo, que me parece interesante. Por ello, gracias de antemano.

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"Este post lo escribí el año pasado en un foro de nuestra afición. Tuvo cien me gusta y cincuenta y siete comentarios. Evidentemente, no todos podemos estar de acuerdo, pero es mi parecer. He cazado y cazo las dos tipos de perdices. Lo que quiero transmitir, son solo opiniones personales, pero hay gente que les gusta polemizar, no opinar. Lo importante es colgar nuestros pájaros, escuchar las perdices al alba, al puesto de once y a la pardilla, como aquí llamamos, al atardecer.

Mucho se está escribiendo, hablando y opinando sobre la caza de perdiz con reclamo, en cuanto llevarla a cabo en intensivos o industriales y a cuyos ejemplares que despectivamente muchos llaman “gallinas/os”. Ahora bien, los que llevamos más de cuarenta o cincuenta años cazando esta preciosa modalidad de caza creo que algo podremos decir al respecto, puesto que hemos cazado perdiz salvaje, seguimos cazando perdiz salvaje y también perdiz de cotos industriales o intensivos.

He cazado y cazo perdiz salvaje, y también cazo perdiz en intensivo o industriales, y la cuestiones que mucha gente se pregunta son las siguientes:

 

-       ¿Qué diferencia encuentro en belleza?

-       ¿Cuáles son más reacias?

-       ¿Cuál de ellas extraña más el puesto portátil?

-       ¿Cuáles entran con más celo?

-       ¿Disfrutan tus pájaros más con unas que con otras?

-       ¿Por qué si cazas salvaje también cazas en intensivo?

-       ¿Cuáles están más ricas en el plato?

 

Evidentemente, mis opiniones habrá a quien no les guste y sacarán el sable para cortarme la cabeza, pero la daré convencido de lo que pienso.

En cuanto a la primera pregunta de qué diferencia encuentro en cuanto a belleza,  tengo que decir  que las salvajes y las de intensivos soltadas de pollito apenas encuentro diferencia. De hecho, los aguardistas tenemos pájaros enjaulados de campo y de granja y los que yo tengo tan bonitos están unos como otros.

En cuanto a la segunda pregunta de cuáles son más reacias para entrar al reclamo. En principio quizás la de campo, aunque no siempre es así. He tirado perdices de campo a los cinco minutos de estar puesto muchas veces, y he tirado perdices de las que muchos llaman “gallinas” con un hilo de luz después de estar toda la tarde cantando y dando un buen puesto con todos sus cantes a mi jaula, entrando arrastrando el ala.

En cuanto a la tercera pregunta de cuáles extrañan más el puesto portátil, quiero puntualizar que hace ya muchos años que cazamos con este tipo de aguardo, pues es más cómodo y rápido a la hora de ponerte. Indudablemente, los puestos de toda la vida son preciosos para dar. Según las últimas investigaciones las aves solo distinguen algunas tonalidades de colores, pero muy leves, solo blancos negros y escala de grises y no de forma nítida, las células que se encuentran en el Epitelio de la retina que se llaman Conos y Bastones, son infinitamente muy inferiores a la de los humanos, con lo cual un aguardo portátil no tiene por qué ser un obstáculo ni para unas ni para otras.

En cuanto a la cuarta pregunta de cuáles entran con más celo, pues hay de todo. De hecho, he tirado perdices salvajes que entraron a la plaza de curioseo y “gallinas” como algunos las llaman arrastrando el ala y he tirado “gallinas” como algunos las llaman de curioseo y salvajes arrastrando el ala.

En cuanto a la quinta pregunta de si disfrutan mis pájaros más con unas que con otras. Decir que disfrutan lo mismo con unas que con otras.

En cuanto a la sexta pregunta de por qué, si cazo salvaje, también cazo en intensivo o industrial, la respuesta es bien sencilla. Salvajes hay muy pocas y es tanta la afición y cariño a mis pájaros que de esta manera hay más opciones de salir al campo ellos y yo.

En cuanto a la última pregunta de cuales están más ricas en el plato. Pues supongo depende de la manera de cocinarla y, como no, de quien las prepara. Es como comer pollo de corral o pollo de comercio. Unos prefieren corral y otros comercios”.

                  

                              Francisco Giraldo Sánchez



martes, 2 de febrero de 2021

LOS CAZADEROS Y LA UBICACIÓN DE LOS PUESTOS

 

                        Un  repostero con vegetación para la fácil entrada de las patirrojas

Dónde se debe dar el puesto, en lugares que reúnen una serie de peculiaridades o cualquier sitio es bueno?

Esta diferencia de opinión sobre dónde se debe ubicar el aguardo para cazar el reclamo, según quien la responda, puede diferir casi por completo. Unos dirán que, siguiendo la costumbre y lo que aprendieron de sus maestros -padre, tíos, abuelos, amigos cuquilleros…-, el colgadero o cazadero debe situarse en lugares estratégicos de una determinada finca o acotado. Enclaves de una determinada finca con querencias -palabra que siempre encontraremos en el vocabulario de cualquier aficionado-, donde nuestras perdices, por una serie de particularidades que les ofrece aquel paraje, los escogen como hábitat para su asentamiento y posterior cría. Otros, por el contrario, estarán en desacuerdo con lo anteriormente expuesto y antepondrán las perdices que haya en un lugar, sea éste adecuado o no para dar el puesto.

La persona que anda mucho por el campo por cuestiones de trabajo, de caza o simplemente porque le gusta estar en contacto con la naturaleza, observará que las patirrojas cuando inesperadamente salen de vuelo, entonando el clásico pichó, pichó, pichó…, lo normal, si hablamos de perdiz autóctona y no de ejemplares de repoblación, que casi no conocen el terreno, es que lo hagan desde puntos muy específicos y no de cualquier zona de un paraje determinado.

Yo supongo que nuestros ascendientes tuvieron muy en cuenta lo anteriormente tratado, a la hora de construir aguardos de monte o de piedra, cuando, afortunadamente, el portátil no era un pertrecho al uso. Luego, con el paso del tiempo, la mayoría de las fincas ya no conservan restos de lo que, en su día, fueron maravillosos puestos de monte. Quizás, en cualquiera de ellas, todavía nos podremos encontrar con los restos de alguno de piedra que, al igual que muchos cortijillos, donde nacieron y fueron muy felices muchas familias, el paso de los años los ha convertido en ruinas.

Pues bien, cuando hablamos de la situación de aquellos tollos, nos daremos cuenta que estaban allí porque aquel determinado lugar le ofrecía a nuestra perdiz roja lo que necesitaba para su subsistencia. Normalmente, y sin meterme en profundidad en los hábitos de las patirrojas, porque sería tema de otro artículo, aunque relacionado con éste, la ubicación de los puestos o cazaderos, la gran mayoría de las veces, se llevaba a cabo en enclaves con buena oída y de cierta elevación: collados, morretes, altozanos, lomeros… Por lo tanto, desde estos enclaves, las perdices podían observar lo que ocurría a su alrededor, con vegetación en el entorno para ampararse y pasar desapercibidas y, por supuesto, no lejos de zonas que le proporcionaran la comida y el agua necesarias.

Consiguientemente, en cualquier terreno donde a sus dueños les gustara la caza del reclamo, o para que la practicaran familiares y amigos, había ocho o diez puestos fijos que, año tras año, antes de empezar la temporada, se arreglaban o reconstruían. Todos ellos estaban en lugares querenciosos para las perdices y, por tal motivo, temporada tras temporada, esos puestos hacían disfrutar al aficionado de turno y a quien le acompañaba -como fue mi caso en mis años de niñez y los primeros de mi juventud-, cosa normal, dada la amplitud de los mismos. Es más, todos tenían su nombre desde siempre. En esta línea, se me viene a la memoria, y valga la redundancia, el nombre de muchos de ellos: el de la Era, el del rincón de Marín, el de Becerra, el de la Coscoja, el del Cerro Blanco, el de la Retama, el de la Loma del Cencerro…

Hoy día, casi sesenta años después de esos inolvidables y nostálgicos momentos, al menos por estas zonas, aunque todavía existen muchos lugares de nuestra Andalucía que cuelgan a la vieja usanza como he comprobado en viajes o visionado por imágenes, el aguardo portátil ha cambiado al cien por cien la forma tradicional de dar el puesto. Así, aunque generalizar no se debe hacer nunca porque, afortunadamente, siempre hay quien no actúa de tal manera, nada más que hay que darse una vuelta por los terrenos donde se caza el reclamo, para darnos cuenta que el aficionado de turno no le dio muchas vueltas a la cabeza a la hora de la elección del colgadero. Aparte de los que no saben mucho de qué va el tema, porque han entrado en la modalidad hace “cuatro días” -que los hay y siempre los ha habido-, otros que sí lo conocen o conocemos, para incluirnos todos/as, en cuanto vemos una pareja apeonando o que sale de vuelo de cualquier sitio, sea éste medianamente adecuado o no, ya estamos colocando el portátil allí.

Por supuesto, con esta forma de actuar, dejamos a un lado el buen proceder que siempre debe acompañar a los cuquilleros de pro y entramos en la “senda” de abatir perdices antes de la de disfrutar con buenos lances. Con ello, aparte de aumentar los estadillos de la temporada a nivel personal, lo que estamos consiguiendo es la merma de las poblaciones de patirrojas de la finca en cuestión y jaulear a ésta de tal forma que algunas de las montaraces de la zona saben hasta las matrículas de nuestros coches. En esta línea, no es anormal “tropezar” con restos de puestos en regajones, en bajos fríos y húmedos, en pelados, en grandes pendientes, frente a los rayos del sol, en medio de sembrados, en umbrías desangeladas, al lado de caminos muy transitados, a poca distancia de las carreteras… Es decir, donde nunca se les ocurriría a nuestros ancestros dar el puesto, ni para probar pájaros.

Para finalizar, decir que aparte de elegir un buen colgadero, aunque un pájaro se tira en cualquier lado, hay una  cuestión primordial. Si se puede, que hay veces que no, el enclave del matojo, arbolillo, repostero, tanganillo, maceta, hacho... debe estar situado en lugar de espesura, pues en los limpios nuestras perdices se lo piensan.