miércoles, 28 de abril de 2021

NO SE PUEDE AFIRMAR QUE LA VIDA ÚTIL DE UN RECLAMO DE GRANJA SEA MÁS CORTA QUE LA DEL DE PROCEDENCIA SALVAJE

 

Hoy traigo al blog este interesante artículo de un profesional curtido en mil batallas como Asesor  técnico y profesional en Patología, manejo y alimentación aviar y conocedor, como pocos, de los entresijos de la cría de la perdiz en cautividad. Sobre ello, tengo que decir que Benito Parro ya participó en la primera experiencia de cría de nuestra perdiz roja en cautividad, en Quintos de Mora (Toledo), hace ya unos buenos años. Por tanto, sobre el mundo de la perdiz está capacitado para dar su opinión profesional que es la que viene a continuación, aunque como él dice, de cada párrafo se puede hablar largo y tendido.


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 Las perdices criadas en cautividad en un noventa por ciento de los casos perciben un grado de energía y horas luz, a veces, de forma prolongada y excesiva, con lo que se pretende que los animales adquieran peso y transformación en menos tiempo, consiguiendo que se desarrollen de forma prematura y anticipada, al verse alterado su sistema orgánico y sensorial, motivo por el cual a la hora de afrontar de forma precoz tareas de celo y reproducción, obligamos a través  de la alimentación y exposición a la luz solar -dentro de un habitáculo muy reducido de movilidad- asuma tareas que no debería asumir hasta haber alcanzado otra edad y dentro de un espacio mucho más amplio, donde quemar parte de la grasa y energía adquiridas de forma precoz  en los momentos críticos de su crianza y desarrollo.  No cabe duda que si hacemos un mal manejo del animal en la fase de crecimiento estamos limitando la vida del animal de forma considerable.

 

Según lo ya expuesto, los años de vida de los pájaros de granja depende de tres factores básicos: genética, manejo y alimentación.

 

Genética: debemos adquirir, independientemente de la explotación cinegética donde compremos, ejemplares lo más puros posibles.

 

Manejo: hacer que crezcan de la forma más natural posible, sin luz eléctrica de por medio, y empleando tres metros cuadrados de suelo por animal para su total desarrollo.

 

Alimentación: la más apropiada según la edad de los animales, inculcándoles a ingerir cereales de calidad en grano a partir de los cuarenta días de edad, yendo en plan progresivo hasta alcanzar el sesenta por ciento de dichos cereales en un plazo de tiempo de cuarenta/cuarenta y cinco días más de vida. Por consiguiente, se debe mantener el pienso en una proporción del cuarenta por ciento de la ración diaria y que el contenido en proteínas, vitaminas y minerales sea lo más correcto posible, vigilando el nivel de aminoácidos que nos aporte el pienso junto a los correctores con los que se equilibra la ración.

 

Para finalizar, solo me queda decir que cuando dispongamos de un pájaro que se haya criado en las condiciones ya descritas y que su genética sea la mencionada, seguro que no difiere en nada en lo relativo a los años de vida de vida útil a la que posee un ejemplar salvaje. Lo que pasa es que en la gran mayoría de las explotaciones cinegéticas, las perdices que salen de la misma van destinados en un altísimo porcentaje -más del noventa y cinco por ciento- a sueltas para ojeos y repoblaciones, no para reclamo. De esta manera, lo que interesa es que los ejemplares, en poco tiempo, adquieran la madurez física-externa para dichos cometidos, lo que significa que, al forzar muchos parámetros que intervienen en su crecimiento, se debilita en el tiempo su vida o cumplen a malas penas con su cometido como reclamo.

 

                                Benito Parro Quintanero

 


martes, 20 de abril de 2021

LOS RECLAMOS NO SON NI MÁQUINAS, NI TODOTERRENOS

        En este artículo, opinión personal y, por supuesto, puede que no compartida, quiero dar a conocer lo que pienso de nuestros reclamos y quiero dejar bien claro que, de máquinas -como dicen muchos-, nada. Nuestros pájaros de jaulas son seres vivos, con sus cosas buenas y sus también malas. Además decir que cuando escribimos en algún medio: foros, redes sociales, blogs, revistas, libros... exponemos lo que pensamos, aun pudiendo estar equivocado, solo eso, lo que pensamos. Pensar en que quien escribe es infalible, no es estar en el mundo y menos en esto del reclamo, donde quien se crea que lo sabe todo, sueña. Eso sí, y lo dejo plasmado con letras mayúsculas y aviso a navegantes: TODOS/As COLABORAMOS CON NUESTRA AFICIÓN. Más mal o más bien, pero colaboramos. No se olvide, aquí no hay doctores de la iglesia.

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Entre los animales -incluido el hombre- y las maquinas, existe una diferencia de comportamientos por todos conocida, pues a nadie se le escapa que los primeros,  nunca se rigen por patrones establecidos en “salas de control”, sino que como seres vivos que son, pueden tener alteraciones en lo físico y  en lo psíquico de un día para otro e, incluso, en diferentes momentos de una misma jornada. Por lo tanto y entrando en la caza de la perdiz con reclamo, pensar que un pájaro de jaula, un animal, valga la redundancia, va estar todo el periodo hábil de su caza, para lo bueno y para lo malo, en las mismas condiciones, supone el no conocer, ni saber mucho de esta modalidad cinegética. De hecho, en más de una ocasión, hemos tenido la intención de darle largas a un componente de nuestro jaulero porque una tras otra nos la iba “pegando” y, de buenas a primera, dice el tío aquí estoy yo y nos llevamos las manos a la cabeza presenciando lo que nunca antes, hubiéramos creído. Pues si esto puede ocurrir con un aspirante a buscar acomodo en casa de un determinado cuquillero, circunstancia que es irrefutable, ¿que no puede suceder con los reclamos más que curtidos y, por consiguiente, muy trabajados jornada tras jornada? La respuesta es fácil: el día menos esperado, como animales que son, nos “regalarán” con una de esas, y no por lo bueno del de la misma, para no olvidar, pero no hay más remedio que pasar página.

 

Pues hecha esta introducción, donde dejo claro que los reclamos no son máquinas a motor que se encienden y se ponen en marcha, sino que pueden tener altibajos una vez que están en el matojo o pulpitillo, debemos tener claro que, aunque llevemos al mejor inquilino del jaulero a nuestra espalda, con el mejor tiempo y en un terreno con patirrojas de sobra, ello no implica que vayamos a vivir un puesto del 15. En esta línea, aunque todo pájaro puntero suele mantener una cierta regularidad en el día a día, esto no significa que, de continuo, esté siempre igual, pues a lo largo de una temporada tendrá días mejores y peores relacionados con circunstancias muy diversas. Es más, algunos de los bajonazos, sin causa aparente, pueden ser de categoría. De hecho, se me viene al recuerdo un lance que viví hace ya bastantes años con mi reclamo El de Manué, uno de mis dos grandes reclamo y que prácticamente no falló nunca. No obstante, eso no quita que el día que menos debía hacerlo, por los condicionantes de aquel momento: buena climatología, cazadero precioso y patirrojas por todos lados, dijera, hoy  no es mi día. Tan es así, que tras dos o tres cantes de mayor, a levanta mantilla/sayuela como él solía hacer, se calló y no abrió el pico en aquella agradable y soleada jornada vespertina. Pues bien, sin poder creerme lo que estaba viendo, dos horas más tarde, di por finalizado el puesto y, aunque el campo no había parado de cantar por todas partes, El de Manué, pasando del tema, solo se había dedicado en ese tiempo a tomar el sol y a escuchar a sus congéneres salvajes.

 

Muy paralelo a lo anterior, también tenemos que saber que el reclamo puede que no actúe igual en unas condiciones que en  otras, pues se puede ver afectado por la climatología, por las características del cazadero, por la ubicación del tanto o repostero, por el horario del puesto… En una palabra, nuestros pájaros de jaula no son “todoterrenos” que funcionan al máximo en cualquier paraje. Consiguientemente, un cazadero con mucha maleza o lo contrario, un farolillo situado en medio del monte o en un limpio, jaula muy tapada o lo contrario, pulpitillo situado a ras de suelo o muy alto, en puesto de alba, sol o tarde, con circulación de personas o animales y muchas situaciones más, pueden ser el causa para que los reclamos, bien sean de poca monta o más que “mediacucharas”, den una buena marea o, lo contrario, si alguna de las circunstancias reseñadas se hace realidad. De hecho, hay pájaros que cazados en el monte son unos fenómenos, pero en cuanto se cuelgan en limpios y ven a las patirrojas de largo, no pueden o no saben lo que deben hacer. Otros que tapaditos dan el callo, pero descubiertos cantan la gallina. Otros que no quieren todas las horas del día. Otros que o les gusta estar colocado a poca altura o lo contrario. Otros que en cuanto se producen movimientos a su alrededor, y ya no de rapaces, se vienen abajo… Por consiguiente, y basándonos en lo expresado anteriormente, creo que los pajariteros -aunque no es tarea fácil-, independientemente de situaciones imprevistas que se puedan presentar cuando se sale al campo, deberíamos saber con lo que contamos en nuestros jauleros y, en base a ello, sacar en cada lugar y momento el pájaro que es válido para ello. De esta manera, aunque surjan peripecias, cosa normal, se lleva mucho ganado a la hora de colgar, pues no siempre se da el puesto sin la más mínima contrariedad.

 

Pues bien, a modo de resumen y en pocas palabras: no debemos olvidar que nuestros reclamos -al no tener puesta en marcha, freno, ni acelerador-, no en todo momento de la temporada, van a estar en las mismas condiciones y, por otra parte, no siempre, aun estando al cien por cien, van a rendir igual con unas componendas que con otras. Por consiguiente, quien crea que tiene pájaro seguro para todos los días que salga al campo, dando el puesto donde se le ocurra, como se le ocurra y cuando se le ocurra, es no saber de qué va la caza de la perdiz con reclamo. Es más, incluso en pájaros punteros, siempre han existido y existirán las MANÍAS. Así que no las olvidemos, porque todos sabemos que existen.

miércoles, 14 de abril de 2021

ESTAS COSAS OCURREN

Hoy traigo al blog esta curiosa y no muy agradable anécdota por la que ha pasado esta temporada el amigo Pepe Rodríguez. En ella, una vez más, se puede comprobar que hay situaciones que, aunque muy puntuales, ocurren.


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Nadie puede poner en duda que el aficionado a la caza de la perdiz con reclamo, una buena parte de su vida la dedica a sus perdigones. Por ello, decir que el mimo, cuido y el desvelo son características que todo cuquillero que se precie de ello pone al servicio de sus reclamos es una verdad incuestionable.

Sin embargo, a veces, por más cautela  y esmero que se tenga con los pájaros de jaula, ocurren situaciones tan desagradables que cuesta encajarlas en nuestra mente, aun sabiendo que nuestro proceder siempre ha sido el más correcto, cuidadoso y prudente. En una palabra, el pajaritero, ante todo, no suele, al menos de forma consciente, cometer muchas imprudencias porque sabe a ciencia cierta que las locuras y descuidos se pagan con creces.

Pues bien, este suceso que me ha acaecido esta temporada recién terminada y que relato a continuación podríamos encuadrarlo dentro de lo anteriormente expuesto porque, ni todos los días ocurre, ni nunca estamos a salvo de ello.

Por tanto, vayamos a ello:

Jiennense III era un pajarete noble y con muy buena pinta que de pollo, hace dos temporadas, no se le tiró. No porque no hiciera su trabajo bien, sino porque, en ocasiones, no tirar no es culpa del reclamo, pues el campo es el que no está como debiera.

Sin embargo, de segundo celo, el año pasado, aun saliendo poco, le abatí tres patirrojas y ya empecé a darme cuenta que allí podría haber reclamo, debido a que  apuntaba muy buenas maneras.

Consiguientemente, como le ocurre a todo cuquillero, estaba deseando que llegara la próxima temporada, la que acaba de finalizar, para ver qué pasaba con quien empezaba a tener un poco de tirón. Por ello, no tardó en debutar y, recién iniciado el periodo hábil, no pude aguantar más y lo saqué al campo.

De esta manera, ya con tres primaveras a sus espaldas, en el primer puesto, desde que le quité la funda o sayuela se arrancó con un trabajo precioso que no tardó en dar sus resultados pues, poco después, se trajo un pareja y el macho, como un auténtico valiente, se dedicó a dar vueltas al farolillo, mientras la hembra, que cantaba de vez en cuando por las inmediaciones, no quería saber nada de reclamo. Por tanto, tras esperar un rato a ver sí entraba la “señora”, decido tirar a quien no cejaba de acometer sobre el que se encontraba atalayado en el repostero y, tras certero disparo, para satisfacción mía, Jiennense III carga el tiro con una suavidad tal que, pasado unos minutos, tan esquiva hembra, no pudiéndose resistir al atractivo canto de mi reclamo, pero de forma recelosa y desconfiada, se presenta en plaza.

Ante tal situación, yo, que no cabía en el aguardo de gozo, solo miraba a la jaula para ver como la recibía y la tomaba, decidí, tras observar que le había dado varias vueltas a quien la estaba piropeando, abatirla, mientras Jiennense III le hacía el entierro como mandan los cánones y como si de un experimentado reclamo se tratara.

Luego, de nuevo, tras otra demostración de pájaro de valía, el campo volvió a acercársele hasta las inmediaciones del aguardo, pero decido dar por finalizado el puesto, aun con todo mi pesar, porque por ley y normas internas del coto sólo se pueden tirar dos perdices por cada marea.

Sin embargo, como todo no puede ser satisfacción, al quitar el pájaro del pulpitillo, para acercarlo a la pareja abatida, se suelta la trampilla de la puerta, que queda abierta de par en par y, en un abrir y cerrar de ojos, se sale de la misma. Luego, tras unos segundos de desconcierto por mi parte, sale corriendo e intente cogerlo en un principio, pero veía que cada vez se alejaba más hasta que en medio de  la mancha lo perdí de vista y se marchó. Como si se lo hubiera tragado la tierra.

Desde aquel momento y en los días sucesivos lo pasé fatal, pues, aunque no llevo mucho tiempo en esto del reclamo, sí lo suficiente para saber que un pájaro que pinte medio bien, no un fenómeno, es muy difícil conseguirlo. Y Jiennense III, en los pocos puestos que le había dado en el tiempo que estuvo conmigo apuntaba muy buenas maneras, por lo que, con total seguridad, me hubiera dado muchas satisfacciones.

 

                José Rodríguez Vázquez

 

 

viernes, 9 de abril de 2021

LA UBICACIÓN DEL TOLLO O PUESTO Y DEL TANTO O REPOSTERO

 



Tres tomas de donde pienso que hay que ubicar el repostero: con vegetación anexa

Aunque en un principio parezca que es una circunstancia que no tiene la mayor trascendencia, bajo mi punto de vista es justamente lo contrario. Es decir, es de vital importancia que, una vez llegado al colgadero, el pajaritero tenga bien claro si es conveniente levantar primero el tanto o matojo o, por el contrario, proceder, justamente, al contrario, situar en primer lugar el aguardo o tollo.


Aunque formas de actuar las hay para todos los gustos, mi opinión sobre esta particularidad, que creo muy importante y donde se empieza a cimentar el éxito o fracaso de un lance cuquillero, es la siguiente:


Una vez en el paraje escogido de una finca para dar el puesto, evidentemente una zona de querencia para nuestra reina del monte, tras una atenta inspección al lugar exacto donde pensamos colgar, deberíamos obrar atendiendo a lo que las patirrojas suelen hacer habitualmente cuando se desplazan. En base a ello, debemos tener claro que, si el cazadero forma parte de parajes de sierra y con su vegetación característica -en campiña y olivar es otra cosa-, situar el repostero en un limpio y sin matorral próximo es casi sinónimo de fracaso aunque, en ocasiones, esta opinión se va al traste. Hay veces que se hace por no existir otro sitio donde atalayar al reclamo, pero mientras se pueda, hay que desechar los lugares anteriormente citados, como ya escribió D. Diego Pequeño en el capt. 11 de su obra De la caza de la perdiz con reclamo, publicada en 1903. Y debe ser así, porque, como bien sabemos, nuestra perdiz roja se suele desplazar al amparo de la vegetación y siempre buscando el cobijo o abrigo de la maleza para sus movimientos, puesto que, como ya se ha dicho, en lugares descubiertos, no se siente segura y le cuesta mucho el desplazarse, siempre que hablemos de parajes de monte bajo.


Pues bien, con la premisa anterior, fundamental para mi entender y nunca, como he dicho por activa y por pasiva, palabra de rey, ni con ello descubro el oro, la situación del matojo, farolillo, pulpitillo, repostero, arbolillo, hacho, maceta, pincho, postizo… en el lugar elegido como tiradero no debería ser muy complicada. De esta manera y partiendo de la base que éste debemos ubicarlo muy cercano a manchones de monte o, si es posible, en el mismo borde de él, para que nuestras montaraces entren al reclamo con cierta seguridad y presteza. Si no es así, se sentirán indecisas por no tener la protección de la maleza o vegetación del lugar. Por ello, entiendo y creo que, en primer lugar, debemos fijar la posición del tanto o tanganillo y, con posterioridad, ubicar nuestros aguardo o puesto portátil, incluso en lugares con poco matorral. Hacerlo, al contrario, puede suponer que, en ocasiones, no encontremos el sitio idóneo para colocar el farolillo. Bien porque no haya más remedio que situarlo en un claro o, como también ocurre muchas veces, a más o a menos distancia de lo que se debería.


De tal manera, si se puede, que será la gran mayoría de las ocasiones, en primer lugar, deberíamos buscar el enclave para ubicar nuestro arbolete y, en base al él, a continuación, buscarle acomodo al aguardo. Eso sí, si dicha faena, como ocurre normalmente, la llevamos a cabo momentos antes de dar el puesto, no debemos tocar prácticamente nada entre el tanto y el tollo. Consiguientemente, cortar o arrancar matas de la plaza es un verdadero error, puesto que, nuestras patirrojas salvajes, si es que cazamos en terrenos donde todavía están poblados por dichos ejemplares, conocen palmo a palmo sus hábitats o lugares por donde se mueven. Por tanto, a la menor alteración de los componentes de un determinado lugar, recelarán y sus movimientos, si es que los llevan a cabo y no se marchan antes sin dar la cara al reclamo, serán con muchísima precaución y gran desconfianza.


Además, ni que decir tiene que cuando haya sol, éste siempre debe estar a nuestra espalda para evitar los reflejos del mismo, aunque, a veces, también los haya. Ahora bien, si ello fuera imposible debido a la vegetación del lugar u otra circunstancia, lo correcto sería que, tanto para mañana como para tarde, el repostero se colocara al norte y el aguardo al sur, situación que cada día lo suelo llevar a cabo con más asiduidad. Con ello, evitaremos que nuestro astro rey nos incida de frente y, por consiguiente, pasaríamos más desapercibido en el colgadero.


Para finalizar, no se puede dejar al lado que todo lo que pensemos y hagamos a la hora de nuestra actuación con las patirrojas, como ya se ha referido en multitud de ocasiones en este blog, no es matemático. Tan es así que, como he podido comprobar personalmente -y en más de una ocasión-, con un pulpitillo colocado en un descampado, puede entrar un macho, una hembra o los dos como auténticos reactores sin reparar en nada y, por el contrario, colocando nuestro matojo al amparo del monte, como creo que debe hacerse, puede que las patirrojas que se acercan ante las llamadas del reclamo, ni den la cara en plaza porque intuyen que allí hay algo raro.


domingo, 4 de abril de 2021

UNA TEMPORADA "PARTÍA" POR MEDIO

 


                   Dos imágenes  del año cedidas por el autor del artículo

       En el apartado de colaboraciones, traigo al blog este resumen de Vicente Hurtado, en donde nos da su visión personal de la temporada que acaba de concluir.

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“Esta temporada del año 21 del siglo 21, nos tenía sorpresas guardadas a todos, la gran mayoría de ellas bastante desagradables por atacar directamente a la salud de las personas (el bien más preciado de cada uno).

Por lo que a mí respecta, la ilusión depositada en mis aprendices para esta temporada, era altísima; máxime teniendo en cuenta que disponía de una buena finca en la Sierra Morena cordobesa para disfrutarla entre tres amigos, más el coto de la Sociedad de Cazadores de Encinas Reales (magnífico cazadero de perdiz con reclamo en olivar). Todo hacía pensar que podría disfrutar de un montón de pájaros en plaza.

En el coto de Encinas Reales (mi pueblo), contamos con algo menos de  4.000 hectáreas de terreno de olivar tradicional, dos ríos (Genil y Anzur) y multitud de arroyos, laderas, cañones, etc. Esta orografía permite que la perdiz consiga sacar adelante su prole de pollos, así como defenderse muy bien de los andarines con sus perros y sus magníficas escopetas, con lo que, los aficionados a la jaula, tenemos una buena densidad de perdices para disfrutarlas en el puesto.

Dentro de esta extensión de terreno existen zonas más frecuentadas por todos los aficionados y otras que, por la dificultad de las camperas en acudir al reclamo, están poco jauleadas. Tengo que decir que una de estas zonas es mi cazadero preferido porque allí me crió mi padre haciendo puestos de forraje y, como consecuencia de ello, los conozco muy bien, las caras del Anzur.

Si bien, es necesario comentar que (por aquello del exceso de aficionados “sobrevenidos” desde el año 97), tenemos recortes importantes en los días de caza y solo podemos hacer seis puestos en semana, 36 por temporada (puesto arriba, puesto abajo). Este número de “culadas” es más que suficiente para los aficionados que van a por número de perdices abatidas, pero no lo es en absoluto para los que pretendemos hacer pájaro y solemos iniciar la temporada con un nutrido plantel de “aprendices” (los conceptos son  totalmente distintos), como quiera que sea, es lo que hay y con ello tenemos que jugar.

La cuestión es que desde el día 23/01/21 que empezamos a colgar esta pasada temporada, hasta el 2/02/21 que me “encerraron” por positivo covid, hice once puestos (dos de ellos a don Adolfo y el resto a pájaros de segundo celo), todos los hice en la zona de mayor abundancia de perdiz, con lo que pretendía facilitarles la vida a los “aprendices” y que les costara menos trabajo escuchar la escopeta en sus primeros puestos.

Todo me salió a pedir de boca, solo en una ocasión me equivoqué de sitio y el aprendiz (B/1), se vino sin tirar, aunque hizo lo que se llama un puestazo de hora y media de trabajo muy bien estructurado y abundando mucho más en el cante por alto que en los cantos de pelea.

En fin, en esa semana larguilla, dejé con varios tiros hechos a tres de los seis segundas, pensando empezar a mover a los otros tres en la siguiente semana y subirlos a todos tirados a la sierra para darles allí algunos puestos.

Ahí apareció la fatalidad de dar positivo y, aunque asintomático, hubo que estar metido en el chiquero hasta el día 15/02/21.

Cuando pude salir reestructuré todo el planteamiento que tenía hecho para la temporada. Decidí meterme en “mi cazadero” del Anzur y probar a tirar allí a los segundos que aún no lo estaban.

La sorpresa fue que los pájaros habían notado muchísimo la falta de “la mano que mece la cuna”, unos se habían subido y estaban como borricos, otros se habían venido atrás y apenas cantaban…para colmo Adolfo estaba visiblemente envejecido…en fin, todo un cuadro, para empezar casi de cero.

Le di a la cabeza todas las vueltas que pude y empecé a intentar reorganizar el jaulero por ver si llegaban a final de temporada, esto no lo tenía nada claro porque tenían tres semanas por delante y eso es mucho tiempo, sobre todo para los que se habían subido a la parra.

Como quiera que fuera, decidí no salir del cazadero que más me gusta y allí pasaría lo que tuviera que pasar.

En los primeros ratos que les di hubo tres (los que ya estaban tirados), que me dejaron claro que necesitaban tierra a gritos y, como ya tenían el pelecho más que ganado, los eché al terrero y me quedé más tranquilo en cuanto que reduje el trabajo bastante, así es que me quedé con los tres que aún no había tirado y con el reto de hacerles algún tiro con aquellas perdices tan complicadas. Además, habría que hacerle algún puesto a los dos veteranos, Adolfo y Castaño para que no se les fuera a olvidar torear en aquellas plazas.

Doce puestos tenía por delante, repasé (garrote en mano y macuto al hombro) todos los puestos que yo suelo hacer desde toda la vida, para mi sorpresa no se había colgado en ninguno, así es que me dispuse a cazarlos todos a sabiendas de que estaban muy animados de perdices camperas, lo que me hacía albergar fundadas ilusiones de éxito.

Afortunadamente y, para mi tranquilidad, mis objetivos se han quedado cubiertos. Los tres segundos que me quedaban por tirar han sido capaces de escuchar la escopeta y uno, de los que ya estaba tirado -que se recompuso con un par de días de tierra-, también obtuvo  recompensa a una buena tarde de trabajo serio y pausado.

Los dos veteranos han hecho varias dianas, este “ganao” sabe manejar sus recursos y su sangre, de tal manera que -cuando se ven en aquellas laderas-, ya saben que no se puede tener  prisa y que, cuando se presenta el “esclarecío”, no se puede mover ni una pestaña.

Como no todo puede salir bien, tengo que señalar que la parada nupcial de los grajos y los aguiluchos ratoneros, me descompusieron en varias ocasiones a los aprendices; para que no faltara de nada los andarines domingueros y los de las motos del barro,  también me echaron los pájaros de plaza en algún puesto.

Así pues, los doce puestos que tenía por delante en las últimas dos semanas en Encinas Reales los he disfrutado muchísimo ya que no es nada fácil sacar de aquellos hondos nueve tiros y teniendo en cuenta que cinco de ellos han sido a los nuevos, con lo que el gozo es enorme.

Para rematar la temporada me subí con los compañeros a echar unos días en Sierra Morena.

Sólo eché los dos veteranos y un segundo (Filemón), aún a sabiendas de que cazaría más con los pájaros de uno de los compañeros que, por tener un jaulero abundante y poca edad (25 años), no le había dado tiempo a verlos todos y solicitaba ayuda.

El tiempo nos ha acompañado, la finca está muy bien de perdiz y -aunque son más duros que la rodilla de una cabra-, no conozco la finca de nada y todo estaba más o menos jauleado, he podido hacerme con tres machos y una hembra, esta última a mi Adolfo que -a pesar de sus problema de salud- sigue demostrando arte para torear en cualquier plaza.

Así pues y a pesar de todo, no me quejo de la temporada. He dejado ocho pájaros tirados, más otro que me ha cedido Pepe con tres celos y diez tiros hechos; esos son los que están pelechando en casa, los pollos que han entrado a última hora los pelechará Pepe.

Quiero comentar una cosa que vengo observando desde hace varios años y que, no sé si acierto o me equivoco, achaco al cambio climático. A saber, las pájaras que he tirado en mi pueblo durante la primera semana eran nacidas y criadas en el campo y todas tenían la overa hecha, la que he tirado en los últimos puestos en el Anzur estaba para empezar a poner. Lo que me lleva a pensar que aquello de “a primeros de abril pone el huevo la perdiz”, es algo del pasado para más “perdigonás” cada año”.

 

                                 Vicente Hurtado Navarro