miércoles, 28 de octubre de 2020

LANCES ONUBENSES. RECUERDOS (1)

          Hoy, en colaboraciones con este blog, le toca al tuno al amigo Paco Jiménez con este completo artículo  en donde, como cuquillero de pro, defensor incansable de esta modalidad cinegética y escritor, toca muchos palos sobre la caza de la perdiz y, como no, sobre el reclamo. Todo ello, aderezado con valiosos apuntes históricos, siempre muy importantes y necesarios en nuestro mundo. Por tanto, creo que merece la pena echarle un buen rato de lectura a estas encantadoras líneas sobre recuerdos personales de su paso por la provincia onubense.

                                          oooooo  O  oooooo


En Huelva y su provincia, lucen  paisajes agrícolas, mineros  y serranos que la convierten en el potencial medioambiental más importante de Europa. A través del tiempo, se han  mezclado diferentes  culturas que desde sus orígenes han ido enriqueciendo a los onubenses. En sus campos y ríos ocurrieron importantes acontecimientos  históricos, dando lugar también a hermosas leyendas. En el Colegio nos enseñaron que el almirante Cristóbal Colón a bordo de la carabela Santa María, levantó las  velas desde el Puerto de Palos de la Frontera, junto con otras dos naves, La Pinta y  La Niña para descubrir el nuevo mundo. En el Instituto leíamos Platero y yo, conociendo un poquito  a Juan Ramón Jiménez, natural  Moguer. Buscando perdices en la obra del Juan Ramón, encontramos una en la descripción que hace de su amigo de la infancia, Fernando Villalón, también poeta, comparándolo “(…) De niño tenía algo de perdiz, perdiz que poco a poco, me figuro, se fue metamorfoseando en jaca, en toro…”

        Dentro del contexto anteriormente descrito, la cinegética juega un papel fundamental en toda la provincia, con amplios parajes muy bien conservados y excelentes reservas de caza, gracias a la labor de  todo un colectivo concienciado en el mantenimiento del patrimonio natural para el uso y disfrute de las siguientes generaciones.

        Mis primeras visitas a la provincia de Huelva con carácter profesional, en el apartado del tiro al plato  fueron a la fábrica de Platos Vivaz en El Repilado, en la sierra de Huelva. Conservando recuerdos de  jornadas de trabajo y después de resolver todos los asuntos profesionales, no podía faltar un exquisito almuerzo con los productos típicos del cerdo ibérico. 

        En tiempo más recientes, conocí  en la Feria de Caza de Alameda, (Málaga) a Norberto Javier, hoy director del centro territorial de Canal Sur en Huelva, cuando dirigía el programa Cazadores, y tuve la suerte de que me diera participación en su emisión, abriendo la  transmisión radiofónica con  postales sonoras sobre la cinegética, entre ellas he seleccionado dos, que decían:

“Buenos días Andalucía 14/1/2015

Costumbres de los pueblos y de sus gentes que conservan los lazos con la naturaleza.

Olor a chimeneas por calles empedradas.

Mesón con amplio salón de construcción popular.

Brasero  con rescoldo sacada de una gran chimenea.

Chimenea con cornisa cargada de cobre, calderas repujadas con preciosos decorados florales y otros cacharros que se utilizan para elaborar  la matanza.

Platos de cobre de Tharsis, con la figuras en bajorrelieve, casi seguro de Viriato o de un rey de Tartessos, y otros con escenas de caza, perro con perdiz en la boca y del astuto zorro. 

Al calor del bracero, un vaso de vino y  un suculento guiso y, sobre todo, una tertulia.

En la conversación de pronto ladran los perros, muestran la perdiz, brama el ciervo, corre la liebre, el esquivo vuelo de la torcaz, la falta de tórtolas, los conejos que abundan en unos cotos y faltan en otros, los cantos de la perdiz, los lances del reclamo y los colmillos del jabalí.

     El recuerdo de los amigos, de las expediciones de caza, la ilusión y la esperanza para el día de mañana poder seguir disfrutando de la cacería.

      El tiempo se para en la serranía onubense, en los campos del Andévalo, en la cuenca minera con arroyos ocres iguales que el cobre la chimenea.”

“Buenos días Andalucía 17-01-2013

        En plena temporada de perdiz con reclamo, no podemos dejar pasar la oportunidad de hablar de los cantos de la perdiz.

El reclamo en el pulpitillo con su canto de mayor, dice ya estoy aquí y marca  los límites de su territorio, la perdiz salvaje que lo escucha responde desafiante para expulsar al intruso.

El reclamo da de pie y entabla el combate, desafía a su rival con los piñones que suenan como el martilleo  en el yunque del herrero.

De pronto modula su canto y baja su tono, comienza a forjar  un repertorio de sonidos, que desconciertan a las salvajes, alerta de una rapaz que no se divisa en el horizonte con su aguileo, las invita a un suculento manjar imaginario que les recuerda sus tiempos de perdigones, con el titeo de esos pájaros sobresalientes.

Y por último el recibo, ese canto que es preludio del culmen del lance.

La carga del tiro y de nuevo la búsqueda de campo; el reclamista en el fondo de su ser piensa, que si pudiera le devolvería la vida  a esa perdiz para que le entre de nuevo de aquella misma manera.”


 Recuerdos de la caza de perdiz  con reclamo


        Mi chacho Lino, decía que “las perdices se ponen buenas para entrar al reclamo cuándo la candelaria las ahúma”. En Archidona se celebra la fiesta de la Candelaria y son típicas las candelas que se encienden el 2 de febrero en las calles y plazas, son ritos de purificación a través del fuego.  Su celebración está documentada  en el siglo XVI, mencionándose  en las propias Ordenanzas de 1598, de la Villa de Archidona. Corresponde a la tradicional  ofrenda de una torta y dos pichones  a la Virgen de la Candelaria, venerada en la Iglesia de Santa Ana, encendiéndose con la vela de  su altar  la hoguera que se hace en la Plaza de la Parroquia. Antiguamente el sacerdote, con estola y capa pluvial moradas, procedía a la bendición de las lumbres, con la Epístola al lado decía: “Dóminus vobíscun” y los reclamistas con el olor a humo, al oír tan solemne ceremonia, al igual que los cazadores primitivos alrededor del fuego de la caverna, llenaban sus mentes con los lances que se debían de producir al día siguiente entre sus reclamos y las perdices salvajes según el rito.

        A principios de febrero por la fiesta de la Candelaria, nos desplazábamos a la localidad de Alosno, en la  comarca del Andévalo, (Huelva), el lugar de encuentro era el restaurante del Portichuelo, que le debe su nombre al antiguo asentamiento de la población,   donde  nos esperaba nuestro amigo Jesús Medina  y después de llevarnos a la finca del Picote para alojar a los reclamos,  acomodar nuestro equipaje y utensilios de caza, nos acogía  en su casa  en compañía de su esposa Candelaria, de sus hijos y nieto,  convidándonos a una suculenta cena con un menú de platos típicos de la zona, para compartir el día de la  Candelaria.  De nuevo al Picote, los reclamos que los dejamos con luz ya habían comido y bebido; una vez despejadas las dudas de cuál sería el “pájaro a colgar” en el puesto de sol, le bajamos la sayuela y antes de irnos a dormir de nuevo repasábamos los detalles de la expedición de caza.

         A la entrada del pueblo se levanta una construcción artística con una inscripción que le recuerda al visitante que “Alosno es la cuna del fandango” y además su aguardiente goza de mucha fama, por lo tanto, animados con el licor alosnero y con el recuerdo del fandango Cané que dice así:  

Calle Real del Alosno
con sus esquinas de acero
es la calle más bonita
que rondan los alosneros
cuando la luna se quita.


Quiero vivir en el Picote
porque me gusta el oír
por la mañana temprano
el canto de la perdiz
en lo alto el romerano.

        Estos cantes y licores nos transportaban a otros lugares, sintiendo y disfrutando del amanecer en el Picote y escuchando las perdices al alba.

        Nuestro amigo Jesús Medina López, (q.e.p.d.) fue un veterano cazador, dos veces Campeón de España de Caza Menor con perro, durante los  años 1974 y 1975.  Vivió en Alonso, como amante  de la Naturaleza, nos enseñó a contemplar los bellos horizontes de los valles y montes de sus cotos, convertidos en paraísos para las perdices. Compartió con nosotros su maravillosa familia, su amistad  sincera y nos cautivó con sus  afectos, con su cordialidad y  alegría,  que son cualidades propias  de un  Gran Cazador.

 

                                       Francisco Jiménez Aguilera.

 

 

domingo, 25 de octubre de 2020

LA GRANDEZA DE LA AFICIÓN CUQUILLERA

Imagen de un precioso garbón que le tiré a Chimenea en un puesto para el recuerdo.


N

os imaginamos qué ocurriría si en las temporadas de reclamo, las condiciones meteorológicas fueran en todo momento las idóneas, si no hubiera la más mínima señal de alimañas y/o rapaces, si los dueños de los acotados no realizaran labores ni con la tierra ni con el ganado en época de veda, que nuestros pájaros siempre dieran puesto de diez, que las campesinas siempre estuvieran en su sazón... Pues, sin lugar a equivocaciones, creo que la respuesta es clara: no quedaría una perdiz en el campo.

Afortunadamente, aunque nos fastidie bastante, existen una gran cantidad de inconvenientes a la hora de dar el puesto y, gracias a ellos, año tras año, llegamos al comienzo de la nueva temporada cargados de ilusión. Si no los hubiera, esta modalidad de caza sería tan anodina que la afición de verdad, la de sentimiento y corazón, no existiría. Habría quien saliera al campo a matar perdices, pero cuquilleros de sentimiento y corazón, no. La afición a la caza de la perdiz con reclamo persiste en el tiempo, porque su magia y el qué pasará la temporada siguiente o en el puesto próximo, nos tiene siempre con el alma en vilo y es lo que engancha. Huelga decir que, por lo tanto, aquí la arítmetica casi nunca acierta y ahí reside el tirón que tiene esta ancestral y mas que controvertida modalidad cinegética.

Si supiéramos que cada vez que saliésemos al campo, nuestro reclamo va a dar un gran recital y en todos los puestos vamos a abatir cuatro, seis, ocho o diez perdices, llegaría el momento que ni siquiera se nos apetecería salir a colgar. La grandeza de este arte milenario, como lo han definido algunos autores, está en no saber cuál será el puesto de diez. La experiencia nos dice que puede ser cualquiera de los muchos que damos, pero nunca sabemos cuál será, por muchos condicionantes que se den para mal o para bien. ¿Cuántas veces salimos con el "figura" a un lugar de ensueño y volvemos con las orejas gachas?, o ¿cuántas vamos a sitios que no tienen nuestra bendición con un “mediacuchara” o con un pollo y volvemos embelesados?

Frases que todos decimos, escuchamos o leemos como: “ya empezamos”, “ya estamos igual que todos los años”, “el campo está fatal”, “de tres años, dos malos y uno regular"..., en el fondo, para mi humilde entender, lo que hacen es reforzar nuestra afición y no lo contrario. Seguimos año tras año con nuestra "locura" porque lo que ocurrirá en el futuro es enigmático y esto es algo que siempre atrae al hombre.

Pero aparte de todo lo expuesto, que ya de por sí hace que esta modalidad cinegética llegue al alma de quien la practica, la caza de la perdiz con reclamo desde tiempo antiquísimos ha sido vista como una afición señorial y llevada a cabo siguiendo un ritual que raya en la devoción más que en lo venatorio. Tan es así que, hasta hace unos años, cuando en nuestro país comenzó el declive de la mayoría de las especies cazables, los cuquilleros eran minoritarios comparados con el resto de cazadores, pues muy pocos eran capaces de echarse a las espaldas la cantidad de inconvenientes y sinsabores, con la que siempre se ha encontrado dicha forma de caza. De hecho, en los núcleos rurales, que era donde tenía su mayor arraigo, los pajariteros lugareños no pasaban de ser unos cuantos que, normalmente, por tradición familiar, continuaban con la afición de sus ancestros. Y ellos, al igual que sus padres y sus abuelos, transmitían a sus hijos la grandeza, pasión y los rituales que formaban parte de esta emblemática modalidad de caza.

 En esta línea, el que se sienta cuquillero, porque sus mayores se lo dejaron como legado, siempre ha debido tener y sigue teniendo bien clarito que salir al campo a cazar el reclamo conlleva una serie de planteamientos éticos y tradicionales, que solo pueden ser llevados a cabo por quien valora mucho más el encanto y calidad de los lances pajariteros, que el número de patirrojas abatidas en unos determinados puestos o en la temporada. Es decir, se pueden tirar muchas perdices en un puesto, pero si no es con el esfuerzo del que está en el repostero, ni con la lucha denodada y valiente de las camperas, puede ocurrir, si se es cuquillero de pro, que no se llegue contento y satisfecho al cortijo. Por el contrario, cuando se abate un solo ejemplar, uno solo -como el caso de la imagen de entrada-, pero en donde existen momentos para el recuerdo por la grandeza el lance, entonces sí se da por terminado el puesto con un inmenso regocijo y se llega a la vivienda de la finca que no cabe uno por la puerta.


miércoles, 21 de octubre de 2020

TÍTERES

      Continuando con las colaboraciones, hoy traigo al blog el relato sobre un buen pájaro de jaula,"Títeres". Dicha historia, escrita por el amigo Vicente Hurtado, en forma de vivencia personal, nos recuerda que a muchos pájaros hay que aguantarle lo indecible, antes de decirles hasta siempre.

                                                  oooo O oooo

En nuestro terreno (zona centro de Andalucía), hasta el año 90 del pasado siglo no habíamos escuchado hablar de granjas de perdices. Nuestros  viejos olivares se cultivaban con los medios tradicionales hasta entonces y tenían una población de perdiz francamente asombrosa, por lo que a nadie se le pasaba por la imaginación la necesidad de repoblar.

Pero llegó la moda de plantar olivos en todas partes y, con ella, los nuevos sistemas de cultivo.

En dos años desaparecieron paulatinamente las tierras de calma -extraordinarios comederos para las perdices- y con el uso abusivo e incontrolado de pesticidas, herbicidas, etc., etc., se perdieron los lindazos, los bordes de los arroyos y los olivares -nuevos y viejos-, se fueron convirtiendo en “una zona desértica” donde solo habita el olivo.

La perdiz de nuestros olivares, lisa y llanamente, ¡¡¡desapareció!!!

Ante esa situación los aficionados al reclamo del pueblo nos reunimos para tomar alguna decisión que, por la negativa manifiesta de los agricultores a abandonar el uso de los herbicidas, no nos quedó más camino que el de empezar a hacer sueltas de perdiz de granja; de tal manera que en el año 95 se realizó la primera puesta de comederos y bebederos en el campo en los puntos que consideramos más idóneos, se soltaron perdices para cazarlas con el reclamo y, posteriormente (terminada la temporada de jaula), se volvieron a soltar para ver si criaban en el campo.

Ni que decir tiene que las perdices que suministraban las granjas en aquellas fechas no tienen nada que ver con las que suministran hoy, ni en morfología, ni en calidad a la hora de adaptarse al terreno y ser capaces de sacar a su prole adelante. También es cierto que los propios agricultores se han dado cuenta de que el uso excesivo de venenos los está dejando sin tierra fértil y han reducido mucho su uso, con lo que vuelve a ver algún sitio donde comer y criar a los pollos.

Así pues, a nosotros nos cambió completamente nuestra afición, pasamos de la dureza del puesto de taramas de olivo, a la comodidad del puesto de tela; de tener que ir andando al puesto, a tener un vehículo con el que llegar al sitio y, para colmo de los colmos, de la dureza de los pájaros de nuestros olivares a la facilidad de la perdiz de granja.

Lógicamente todo tiene sus pros y sus contras, hay quien sólo le encuentra desventajas a la perdiz de granja en el campo, pero es cierto que -con la raza que traen desde hace bastantes años-, se les puede sacar bastante partido, sobre todo contando con la fuerza con la que entran.

Basándonos en este aspecto -la forma que tienen de entrar en plaza-, empezamos a “experimentar” cosas.

A nosotros, aunque a algunos les parezca mentira, nunca se nos ocurría dejar un pájaro ni un minuto en la plaza, simplemente porque se iban y no venían nunca más; sin embargo, cuando empezamos a ver cómo arrastraban las alas “los granjeros” delante del reclamo, soltamos la escopeta y empezamos a valorar cosas que antes no se nos hubiesen ocurrido…

Por encima de cualquier otra consideración, empezamos a disfrutar de lances que, hasta ese entonces no habíamos podido disfrutar.

Hecha esta breve puesta en situación, paso a contaros el “experimento” que tuvo un resultado espectacular.

En la temporada del 2000 adquirimos varios pollos de los mismos que trajeron para soltar en el campo para el reclamo (dicha suelta se suele hacer a primeros de diciembre), como es lógico unos salen más nobles, otros más saltarines…en fin, lo lógico de este asunto.

Uno de los pollos estaba dotado de una llamada por alto de las que dan susto, una voz ronca preciosa, peleaba con los compañeros de jaulero sin mover ni las pestañas, era el clásico pájaro que enamora a cualquiera.

Los problemas empezaron cuando decidimos empezar a campear un poco para que se hicieran al coche y al trajín de la temporada cercana.

Ahí, en el olivo, en el sitio de la verdad, el precioso pollo solo sabía bregar y bregar; si escuchaba campo bregaba, si no escuchaba campo bregaba, si le colgabas un compañero al lado bregaba…

Nos volvió locos y nos desilusionó completamente.

Cuando le quitabas la sayuela en la casa, se sacudía y regalaba dos o tres reclamos que quitaban el hipo y nos ponían aún más mosqueados con él.

En este plan empezó la temporada de cuelga y le dimos varios puestos en lugares donde sabíamos que vería las perdices, en un intento por ponerle las cosas muy fáciles a ver si rompía, pero nada no había forma de que aquel animal echara un reclamo, ni tan siquiera de que dejara de bregar.

Una mañana de puesto sol estupenda, lo coge Manolo y, con la jaula en la mano, le dice:

-Hoy vas a escuchar un tiro, si combina, a lo mejor escuchas dos.

Se lo llevó al campo, a un buen puesto, colocó el aguardo en la bajera de un olivo viejo y al reclamo de confianza en un olivillo de seis o siete años, en el olivillo de al lado puso a Títeres.

Como era de esperar el reclamo salió cantando y Títeres bregando, cosa que no afectó en absoluto al pájaro viejo ya harto de tiros y sabiendo muy bien lo que tenía que hacer, le contestó el campo en lo hondo del arroyo, donde tenían que estar y, poco a poco, despacio y sin prisas, la collera de pájaros se fue acercando a la jaula (las jaulas en este caso), el reclamo viejo se planta en recibo, las perdices ya se ven entre los olivillos pequeños (Títeres no dejaba de bregar), el reclamo no dejaba de recibir, entre una jaula y la otra la calle de siete metros, el macho se arranca en busca de la jaula, la hembra se queda trasera tres o cuatro olivillos, el macho entra en plaza, se le deja un rato esperando que Títeres cambiara de actitud, ante su negativa y aprovechando que el campero se abrió un poquito en dirección al bailaor, sonó el estampido, al tiro la pájara voló y Títeres dio dos o tres saltos para seguir en lo suyo como si nada hubiera sucedido.

El pájaro viejo no cortó el tiro, la pájara salió llamando a su compañero en el arroyo, la jaula se centró en ella y -aunque estuvo trabajosa-, consiguió sacarla de su enrocamiento y hacerla caminar hacia la plaza, hasta que, con esfuerzo y un amplio despliegue de recursos, logró hacerla entrar con un titeo goloso y así, en titeo, sonó el tiro.

Títeres volvió a saltar dos o tres veces y siguió bregando.

Así escuchó Títeres los dos primeros tiros de su vida y, cuando llegó a casa, nos regaló aquellos reclamazos espeluznantes a los que nos tenía acostumbrados.

Dos días después (según Manolo debía reflexionar sobre lo que había ocurrido), de puesto de tarde, lo cogió de nuevo y le dijo:

-Vamos a que escuches la escopeta otra vez.

La estrategia fue la misma: puesto en olivo viejo y reclamos en olivillos nuevos.

Esa tarde se tiró un macho, la hembra dio bien la matraca, pero no quiso entrar o el reclamo no fue capaz de convencerla.

Títeres insistía en su actitud, dos o tres saltos al tiro y brega posterior. Cuando llegó a casa volvió a soltar su enorme reclamo y se agarró a pelear.

-Coño, hoy parece que vienes más gustoso. Pasado mañana sales otra vez.

Y así ocurrió, pasado mañana volvió a salir, de nuevo por la tarde, volvió a escuchar otros dos tiros (ya van cinco), en el primero saltos y brega, en el segundo no hubo saltos –cortó de bregar, se quedó tieso un momento-, volvió a la brega. Cuando llegó a su alcayata, llamó y peleó, incluso pisándose el ala.

-Ya mismo te quedas quieto y serás capaz hasta de servir (le comentaba Manolo).

En fin, ni que decir tiene que el dichoso Títeres era el motivo de conversación de la tertulia diaria.

El pájaro estaba creciendo en la casa a pasos agigantados, su comportamiento no tenía nada que ver con el del principio, se estaba convirtiendo en un pájaro peleón, dominante; así es que cabía esperar que también cambiase en el campo.

Llegó su cuarta salida en collera como los galgos, aquel puesto de sol sería el del momento esperado.

Aquella mañana se colgó el pájaro bastante cerca del río Anzur con la misma estrategia de los puestos anteriores, sabíamos que aquella zona estaba buena de perdiz y, efectivamente, dieron la cara muy pronto, pero tardaron en entrar (posiblemente ese comportamiento ayudara al desenlace).

Salieron tres colleras de pájaros del soto del río, encerraron al reclamo (los reclamos), en un triángulo, se subieron en sus olivos respectivos y se dispusieron a cantar hasta reventar, sin intención ninguna de entrar en plaza.

Cuando llevábamos una hora de puesto, con seis camperos y un reclamo berreando a todo plan, Títeres dejó de bregar, se estiró, se sacudió y rompió picando hojas del olivo, pero callado, mientras su vecino y compañero de jaulero hacía todo lo que sabía y podía por atraer a la plaza a alguno de aquellos pájaros de los tarajes que no querían entrar ni a la de tres.

La pájara de la collera que más lejos estaba, se bajó del olivo, echó un reclamo con mucha fuerza, el viejo la mandó callar y quebró en recibo, la pajarilla venía como una exhalación en busca suya, al llegar por detrás del olivo de la jaula se paró y llamó otra vez, su macho se echó al suelo y empezó a andar hacia su hembra, la pájara ya estaba en plaza, Títeres tieso, mirándola, pero callado, el viejo tomándola perfectamente, sonó el tiro, no hubo saltos ni brega, los pájaros se volaron, menos el macho viudo que frenó en seco, pero no voló, se subió en una pata dos olivos por detrás de Títeres, allí empezó a pelear de firme, el viejo cargando el tiro muy suavito, muy bajito, el campero muy alto, recio, peleón…

En medio de aquella refriega empezó a oírse un recibo ronco y acompasado, los dos nos quedamos helados, por fin…

¡¡¡Títeres había decidido empezar a trabajar, que satisfacción!!!

El campero no esperaba la entrada en conflicto del tercer contendiente y no esperó a nada, se tiró del olivo y se lanzó en busca de él con muy malas intenciones. Nuestro aprendiz lo recibió derecho como una vela con un precioso garganteo, Manolo -con buen criterio-, no esperó a nada, en cuanto se centró en plaza se lo dejó seco, se quedó al humo.

Títeres fue un gran pájaro, muy trabajador y dominador de una amplia gama de recursos, murió con diez celos y un buen número de tiros en sus alforjas.

 

                                        Vicente Hurtado Navarro.


lunes, 19 de octubre de 2020

LAS CLASES SOCIALES EN EL RECLAMO


    En términos generales y aunque en cualquier nivel o estamento social siempre haya habido y siga habiendo personas y personas, la caza siempre ha sido, aunque, afortunadamente, cada vez menos, una actividad humana muy marcada por el influjo de las jerarquías sociales, que desde tiempos pasados han imperado en nuestro país. En esta línea, todos sabemos que, el señorito y los empleados de las fincas se movían en planos totalmente separados y, aunque pudieran participar en momentos puntuales en jornadas de caza, lo habitual suponía que existiera un verdadero distanciamiento y trato que iba desde el ninguneo hacía unos, a la reverencia hacia otros. El D. Fulano o Fulanillo, por citar un ejemplo, era lo más común en cualquier actividad venatoria. Como ejemplo de mis palabras, basta citar la gran obra cinematográfica Los santos inocentes, basada en el famoso libro del mismo nombre de don Miguel Delibes. En ella, en señorito Iván y su familia marcaban el plano social alto, mientras que Paco y Azarías eran simples figuras decorativas, peones sin voluntad al servicio de los primeros, incluso viviendo y soportando situaciones de lo más degradante y humillante para la dignidad humana.

Pues bien, este distanciamiento social que existía y, a veces -cada vez menos-, todavía continúa en algunas modalidades cinegéticas, cuando se habla caza de la perdiz con reclamo, desde siempre apenas ha existido diferencia en cuanto al nivel social. Así, el dueño de la finca y el empleado de la misma, cuando ambos eran aficionados al reclamo, casi “comían en la misma mesa” en tiempos pasados y hoy, y no me paso ni un periquete, si digo que se tutean y se gastan bromas. De hecho, no es una barbaridad el decir que, en los cotos y fincas donde se caza el cuco, conviven sin la menor distinción, el ingeniero y el obrero, el médico y el celador, el alcalde y el barrendero del pueblo…, por citar unos ejemplos. Puede que, en los primeros contactos, se pueda utilizar el Vd. en el tratamiento hacia un determinado compañero, pero, a medida que pasa el tiempo, el trato se va haciendo más humano y sin tintes de clases sociales. Se come en la misma mesa y la misma comida, se bebe el mismo vino y se dan, por igual, las bromas que se ocurran. Es obvio, que la única diferencia que puede haber entre cuquilleros que comparten coto, es la calidad de los reclamos. Poco se habla de grandezas, de patrimonios o de títulos. Ahora lo importante, aparte de lo de “vaya reclamo que tiene Fulanito o Menganito”, es el compañerismo y el pasarlo bien en el mismo paisaje envolvente y bajo el mismo techo.

En esta línea, aunque podría citar muchas situaciones que he visto o en las que he sido partícipe, sirva esta vivencia que me ha ocurrido en los últimos tiempos, para corroborar mis palabras:

… “En una determinada finca de Castilla la Mancha, me presentan, al coincidir con él cazando el reclamo, a un muy prestigioso cardiólogo y cirujano de corazón. Lógicamente tras, el saludo de rigor, utilizo el “don” y su nombre para dirigirme a él, porque es lo que se debe hacer entre gente educada. Pero Paco, que así se llama, no paró de protestar, ante mi insistencia en el “don”, hasta que no me dirigí hacia su persona por dicho apelativo de su nombre”

Este ejemplo y otros muchos que todos los cuquilleros tienen en mente, viene a confirmarnos que, afortunadamente, hoy día la caza y, especial la del reclamo de perdiz, no conoce, salvo en casos excepcionales de quien todavía se cree que sigue viviendo en la Edad Media, la jerarquía de los estratos sociales, sino que lo impera es la camaradería, la amistad y el aprecio sincero entre cuquilleros, compañeros fraternos unido por una misma afición.

Para finalizar, decir que mucho de grandeza y señorío debe tener nuestra modalidad cinegética, cuando es capaz de reunir en cortijos y viviendas de fincas, algunos incluso dejando mucho que desear en cuestión de infraestructuras, a cuquilleros de muy diferentes estratos sociales y, además, comer todos del mismo perol una buena paella o unas buenas migas, platos tradicionales muy socorridos en tiempo de la caza de la perdiz con reclamo y charlar al abrigo del fuego, de lo divino y lo humano, de los transcendente y lo cotidiano; en definitiva, de la vida misma, porque así es ella, cambiante y contradictoria, pero por encima de todo, muy hermosa.


jueves, 15 de octubre de 2020

LA CAZA: DIVERSIÓN - NECESIDAD - ARTE

 Siguiendo con las colaboraciones, hoy le toca el turno a un compañero docente, aunque dedicado a otras labores profesionales, Manuel Vázquez Quintanilla. El amigo Manuel no es cazador, pero al dedicarse también a la "pluma" y conocer de primera mano el medio rural y la caza, ha tenido a bien colaborar con este escrito sobre la caza en general que, para mí, es muy bueno y completo. Termina con un poema, su fuerte, que no tiene desperdicio. Por todo ello, os animo a leerlo con detenimiento. 


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Tríptico e inherente al hombre en sus más íntimos elementos que sustancia la naturaleza humana. El hombre como elemento añadido al paisaje del entorno natural ejerció la primordial tarea de sobrevivir como otro factor más de la continuidad de integrarse en su espacio natural, en el que fue dispuesto para la confirmación del mundo.

 

La caza la utilizaron todos los seres que se encontraron en ese ambiente, no sabemos si hostil o naturalmente ‘correcto’; lo que si es cierto es que esa herramienta denominada ‘caza’, la practicaron todos los jugadores que en suerte les toco poblar el planeta tierra, para seguir adelante en el dificilísimo camino de la supervivencia. Todos, sin excepción, cazaron, desde el más encumbrado en la pirámide vital, hasta el menor de los invertebrados, animales de todas las especies, las plantas… Todos se vieron abocados a buscar el sustento en la aniquilación, eliminación de otro ser vivo para su sustento vital.

 

 Es por lo tanto ‘la caza’ un elemento a tener muy en cuenta en la genética, o sea en el proceso biológico-metafísico de la naturaleza humana. Científicamente es un hecho que se evidencia por sí mismo en el devenir del hombre. No obstante, con transcurrir de la historia, es verdad que el hombre, ya no tuvo la necesidad imperiosa de ‘cazar’ para mantenerse en el ciclo de la vida -el resto de seres de su entorno sí- y el hecho de cazar se fue convirtiendo en una especie de adiestramiento para seguirse manteniendo en forma en el hecho de la vida.

 

El ejercicio de la caza, era una especie de entrenamiento militar, para los que ejercían el oficio de soldados en toda la extensión del término. La caza necesita de unas habilidades específicas que son difíciles de conseguir si no se produce el esfuerzo del entrenamiento. Se marcan pautas, diagramas mentales, imaginación, audacia, en definitiva, inteligencia para conseguir el objetivo final.

 

Desde esta perspectiva la caza pasa a ser de una necesidad biológica, a un arte de estrategias militares y de esfuerzo físico: la fuerza, la resistencia, la entrega, etc. Y es a la vez la estrategia, la valoración, el cálculo de probabilidades, el análisis, la toma de decisiones. Como se puede apreciar, un entrenamiento fundamental para el juego militar, de ahí que la ‘caza’ tuviera un sentido más que esencial en siglos pasados. Ya no era un elemento de supervivencia, ahora era un ejercicio de habilidades que se habrían ido consolidando a través del tiempo en el sustrato de la materia sustancial inherente al hombre. Ya no era un elemento meramente físico, sino que se había ido introduciendo poco a poco en el psiquis del hombre. Esto no significa más que (evolución).

 

A posteriori, cuando ya se habían superado esos estadios precordiales y en el hombre ya no premiaban los elementos de la caza como herramienta útil para sus propósitos, la pregunta que nos hacemos es la siguiente:

 

¿Qué ha ocurrido en todo este proceso para que  la caza siga transmitiendo ese magnetismo en el hombre?

 

Es un hecho más que evidente que el hombre, cazador desde los tiempos prehistóricos, aún en la era sideral sigue cazando y va a seguir cazando.

 

En este campo de la modernidad, de lo todo superado, donde casi tocamos el cielo infinito con la punta de los dedos, donde conseguimos que llueva a nuestro capricho, donde enviamos sondas investigadoras al confín de la galaxia, el hombre (cazador), sigue aferrándose a ese impulso innato de la adquisición de la presa, no por ser su enemiga sino por el hecho en sí de seguir siendo hombre, sencillamente eso, y es ahí en ese espacio íntimo de la más ínfima célula en donde surgen todos los resortes, toda esa magnitud impulsiva de darse a la aventura de la vida, de rememorar sueños desgastados que se han quedado en el rincón más oscuro del alma.

 

De esta manera, este hombre (novísimo), este ser que cabalga en patinete por la senda asfaltada, que lleva en su corazón parte de sangre y materia tóxica, que traslada en su mente una carga explosiva de alta tecnología, sigue en su fuero interno siendo un cazador, un paje de recuerdos dibujados en los paneles de cuadros del ‘romanticismo’; en donde la ‘caza’ se hizo compañera de baile del arte. Son numerosísimas las obras pictóricas en donde la caza toma el protagonismo de la obra, en donde el artista no ve nada cruel en el hecho de abatir al animal.

 

Es un juego donde sencillamente existe un personaje, el cazador que con sus habilidades debe de vencer al otro contrincante, la pieza, que al mismo tiempo dispone de todas sus herramientas. Entiendo que no hay desventaja en esa lid, son dos oponentes enfrentados en el sencillo juego de la vida. El cazador, jugador leal, se enfrenta a este propósito con la honradez que dicta la partida. En la mayoría de las ocasiones vence la presa al cazador. Esas bellas escenas pictóricas en donde la lucha es transfigurada en obra de arte es una demostración de que en la caza hay que detenerse a analizar muchos conceptos.

 

 No quiero obviar en el desarrollo de este artículo, el que en la caza también se disfruta de lo que la naturaleza expone ante nosotros, difícilmente en estos tiempos se pueden apreciar tantos matices que son ofrendas a nuestras sensibilidades en un día de caza; todo el campo se entrega a nuestros sentidos: los olores, los colores, los sonidos, la tierra en su desnudez más primitiva expuesta ante el hombre que vuelve a revivir sus tiempos arcaicos, casi lo de menos es la esencia del propósito ‘el captar la pieza’; tanto se disfruta en un sentido como en el otro. El hombre y la pieza protagonistas y al mismo tiempo espectadores del gran espectáculo de la naturaleza. Creo que ahí se resume todo, el hombre volviendo a ser el hombre de natural inclinación al disfrute de ser abrazado de nuevo por la madre que lo parió, que no es otra que la bendita ‘naturaleza’ y ese es el tríptico mágico:

 

Hombre-animal-naturaleza.


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                      Poema: Cazando

 

En la quietud de la rivera sola

Son un mar de esmeraldas los bancales

Que con sus tibios oros otoñales

El Fausto de la tarde torna sola

Ansiando disparar la vencedora

Sigue el viejo trueno las señales

Que fustiga el verdor de los pinares

Con el péndulo oscuro de la hora

Vuela la tórtola… el aire claro

Rasga a la seca angustia de un disparo

Después queda tan solo alguna pluma

Que en florido zarzal abate el vuelo

Y un humo leve, blanco que se esfuma

Como un suspiro, en el azul del cielo.

 

                     Manuel Vázquez Quintanilla.


domingo, 11 de octubre de 2020

EL PÁJARO DE JAULA COMPLETO O PERFECTO

  

                  El titeo, un recurso que no todo reclamo posee.

  Este artículo de opinión complementa el ya publicado "Las cualidades de nuestros reclamos" y, aunque, pueda haber repeticiones en ambos, circunstancia normal por lo que se trata en ellos, creo que es positivo redundar en lo que todo cuquillero opina sobre cómo debería ser un reclamo superior. En esta línea, como decía el amigo Juan Luis Rosa, puede haber pájaros de concurso de nota superior y, que luego, no dan la talla en el campo y v viceversa. Sin olvidar que lo que para uno es un fenómeno, para otro no pasa de ser un "mediacuchara".

                                             0000  O 0000


El tema del pájaro completo o lo que nos gustaría a los cuquilleros tener en nuestras jaulas es una cuestión muy difícil y complicada, porque el reclamo con el que soñamos los aficionados, el célebre pájaro de bandera, solo se conseguiría amalgamando las cualidades o características de un buen número de ellos, pues con total seguridad, lo que a uno le sobra…, al otro le falta.

El tener buena planta o buenas hechuras, cabeza gorda y patas cortas, cante de mayor hondo y “caío o arrastrao”, cuchichío melódico y pausado, piñones atractivos, titeo fascinador, salidor a levanta cobija, como se dice en Granada, noble en casa y tranquilo en el campo, valiente con los garbones montesinos y hechicero con las hembras, de recibo suave y triunfal entierro… son procederes que nos gustaría que nuestros reclamos de primer nivel los reunieran, pero singularidades imposibles de aglutinar, todas ellas, en un mismo pájaro de jaula. De hecho, hay perdigones de una belleza sinigual, pero que no abren el pico en el campo; otros son nobles en casa y felinos en el repostero; algunos son valientes y cantarines en la pared y cobardes y mudos en cuanto tienen el campo cerca…


Ahora bien, hecha la introducción sobre el macho de jaula de nuestros sueños, tengo que decir que el objetivo de este artículo no va enfocado a enumerar las características que debe atesorar el pájaro para ser considerado como bandera, no. El fin de estas líneas no es otro que el intentar argumentar, siempre bajo mi opinión particular, que el pájaro superior no debe ser sinónimo de posesión de cantidad de cualidades destacables, aunque estos ejemplares puedan poseer muchas de ellas. Por tanto, no se trata de pormenorirar las singularidades que debe tener un pájaro puntero, aparte de matarle caza en cuando sale al campo -esto sí que es palmario o irrefutable-, sino tener claro que no todo buen reclamo tiene que regirse por unos patrones que conocemos como referentes del pájaro de primer nivel.

 

En base a todo lo anterior, no hay que decir que se puede tener una estampa horrible, incluso con coloración no acorde con los estándares de la especie y ser un reclamo superior. Tener una música de mediana calidad para abajo y atraer al campo a las primeras cantadas. Ser arisco y meter a las camperas en plaza sin el menor recelo. Moverse en la jaula en el recibo y entretener a las patirrojas como gallinitas. Faltarle algún recurso musical, como puede ser el titeo y ser “mortal de necesidad” en las distancias cortas... Es decir, podemos tener un reclamo de pintura, noble y con música divina, pero en el campo, aun sin parar de trabajar, no mete caza en la plaza o, por el contrario, tener otro de un aspecto externo deficiente, arisco y no muy cantarín en la mata, pero que antes de ponerlo tiene al campo a sus pies. En pocas palabras: No hay que ser una pintura y con todos los recursos del mundo para ser un buen macho de jaula.

 

Como punto final y al hilo de todo lo expuesto, queda claro que el pájaro perfecto y completo no existe, solo soñamos con él y, por supuesto, siempre anhelamos poderlo tener algún día en nuestro jaulero. En resumidas cuentas, la belleza, la nobleza y el canto de ángeles se cuelgue donde se cuelgue, que esa es otra que también daría que escribir -pues no es lo mismo sierra que campiña-, no son peculiaridades “sine qua non” para el pájaro de bandera, sin olvidar que las cualidades, tanto buenas como malas no son exclusivas de los pájaros de procedencia salvaje, ni de granja, sino que son formas de ser y de actuar de los reclamos en general.  De hecho, no será la primera vez que escriba que no hay reclamos feos o bonitos o de granja o de campo, sino reclamos buenos o malos, sea cual sea su origen o procedencia. Y, por supuesto, cuando hablamos de meter en plaza, me estoy refiriendo a perdiz de monte o salvaje, pues con perdiz de repoblación, con todos mis respetos -que son muchos-, siempre, salvo en momentos puntuales, resulta más fácil.


PD. Un compañero de afición y de profesión, Vicente Hurtado Navarro, en comentarios, me envía estos dos vídeos que vienen a continuación para hacer una referencia sobre ellos y sobre el pájaro de reclamo perfecto o completo. Como el blog está abierto a cuantas colaboraciones se reciban, los cuelgo para su visualización. Eso sí, como no sé ponerlos de otra forma, pues uno tampoco es un fenómeno en las nuevas tecnologías, lo hago en esta posdata.




 


miércoles, 7 de octubre de 2020

UN LANCE INCREIBLE CON CAMARÓN

         Siguiendo con las colaboraciones, hoy le toca el tuno a este sencillo y emotivo relato, real como la vida misma, en recuerdo de un gran reclamo: Camarón. El autor del mismo es el amigo Diego Rama, presidente de "Cuquilleros al alba" y luchador incansable por el bien de nuestra ancestral modalidad cinegética.                                                                   

        Preciosa imagen de Camarón disecado y con su embrague colocado.

Había acabado la jornada de trabajo y como la tarde era de esas que todo el mundo desea para dar el puesto (templada, soleada y sin aire), no lo dudé. De esta manera y aunque ya había poco tiempo, sin dudarlo cojo a mi Camarón, mi mejor reclamo -que, por cierto, estaba embragado por aquellos entonces-, y me traslado a un lugar que tenía visto muy cerca de pueblo, pues no distaría más de cuatrocientos metros de mi domicilio.

Una vez en el colgadero, escojo un olivo pequeñito como pulpitillo y coloco mi portátil frente a él, todo ello a la carrera. Además, mientras realizaba esta tarea, Camarón ya andaba lanzando al aire su maravillosa música por lo que, deprisa y corriendo, tuve que meterme en el aguardo.

Poco después, tras sus llamativos reclamos y su armonioso cuchichío, le contesta el campo no muy lejos y, ante el  atractivo cante de mi pájaro de jaula, una collera no pudo resistirse ante la solicitud de “dialogo” de Camarón y rápidamente empezaron  a apeonar para la plaza. Pero, como en el mundo del reclamo ocurren situaciones incomprensible, en ese momento, escucho a lo lejos a mi vecino El Rubio que venía derecho para donde yo me encontraba y dedicándole unas “bonitas” palabras a su reclamo que, al parecer, le había dado una buena “mocholada” aquella misma tarde.


-  Anda, hijo, como “pa” echarte más magdalenas y bellotitas después del puestecito que me has dado, le decía el Rubio a su perdigón.

        Y en ellas andaba puesto que, si darse cuenta, me voló la collera que estaba en plaza y casi se mete conmigo en el portátil, pero pasó de largo sin darse cuenta.

       Con estas componendas y la hora que era, me encendí un cigarro pensando en salir del puesto e irme en cuanto me lo fumara, pero como Camarón no paraba de cantar, al poco rato le contestó una hembrilla que andaba por los alrededores y, tras el atractivo meloseo que le dedicó mi reclamo, la patirroja hecha un flan, se vino a la carrera y se subió en la tronca del olivo de al lado, mientras Camarón le daba la bienvenida con un cariñoso y zalamero recibo.

    Como empezaba a ser tarde y el sol ya se estaba perdiendo en el horizonte y la pajarilla se había echado al suelo y se había acercado al pulpitillo, me echo la escopeta a la cara, miro al pájaro para ver lo que estaba haciendo y décimas de segundo antes de disparar, escucho un revuelo de otra patirroja en la plaza y pienso:


-       ¿Será el macho que se ha quedado rezagado?

Como siempre me han gustado las carambolas, me quedo observando lo que estaba ocurriendo y veo como un pájaro con alas a rastras se dirige hacia la hembra, pero, menos mal, que me doy cuenta que estaba recortado. Miro a ver lo que hacía Camarón y al no verlo en su atalaya, caigo en que el que está dando vueltas y arrastrando el ala es él, que se había soltado del embrague, circunstancia que no era la primera vez que ocurría, pero nunca en esta situación tan especial.

Un poco nervioso por lo que estaba sucediendo, cojo aire y tomo la determinación de matarle la hembra en cuanto se separase de ella. Cosa que hago, sin pensarlo dos veces.

Segundos después, cuando ya el astro rey daba sus últimas boqueadas, me empiezo a levantar pensando en el susto que se habría llevado mi Camarón y por dónde andaría, pero cual no sería mi sorpresa cuando, con una alegría indescriptible, observo como mi pájaro, en vez de alejarse asustado por el estruendo del tiro, andaba liado pegándole picotazos a la hembra abatida.

Me acerco chasqueándole los dedos, lo cojo con una suavidad exquisita y lo llevo de nuevo al embrague con una satisfacción enorme por lo que había hecho mi campeón, circunstancia que no podría contar, porque nadie me creería. Y con estas estaba, cuando para mi sorpresa, observo cómo otro vecino cuquillero, que andaría por las inmediaciones, se había acercado para curiosear y ver si había tirado la pajarilla en su sitio y como Dios manda. Pero como había sido espectador privilegiado de todo el lance, me dice:


-       Joder Diego, ¡cómo te han “cargao” la pajarilla!

 

-       Pero, ¿habrás visto cómo la he “tirao”? - le respondí.


-       No he visto nada, acabo de llegar - me respondió él.

Viendo lo visto, solté una carcajada a sabiendas, por su forma de responder, que no decía la verdad, y ante su desasosiego y silencio más que significativo, le dije con un poco de ironía:

 

-       Aprende a cazar.  ¡Y, encima, con el reclamo suelto!

Ante la increíble situación presentada, viendo el rubor y bochorno de mi vecino, mi cuerpo no podía sostener las risas y carcajadas, pues no era para menos. Ni que decir tiene que un lance como el que acababa de presenciar sería muy difícil que se repitiera y, encima, con público.

 

                                 Diego Rama Ruiz, Vva de Algaidas.