domingo, 12 de septiembre de 2021

LA CAZA DE LA PERDIZ CON RECLAMO, UN VERDADERO LEGADO DE NUESTROS ANCESTROS

                                              Dibujo sacado del libro "Historias desde el colgadero".

 Aunque ya más que tratado, en diferentes ocasiones en este blog, hoy traigo este artículo muy conocido, pero que encierra mucho de los entresijos que se "cuencen" en nuestra afición. Eso sí, quiero dejar y puntualizar bien claro que esto no es matemático, como dice el amigo Alectorix, pues hay descendientes de pajariteros que no quieren saber nada sobre el reclamo, incluso odian la modalidad y otros que, sin ascendencias perdigoneras, podrían darnos clase a más de dos y a más de tres, pues esto nos guste más o menos, no es cuestión de edad, pues lo años nunca dan el titulo de "sabelotodo", aunque la veteranía siempre sea un grado.

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Reclamo, ancestro y tradición supone una trilogía lingüística encadenada y pilar inquebrantable de futuras conductas en los pensamientos/ideas y formas y maneras de actuar en todo lo que rodea a la milenaria y apasionante afición cuquillera. Si a esto, le añadimos el haber vivido en la niñez/juventud en ambientes rurales o estar en contacto asiduo con los mismos, donde esta modalidad de caza milenaria siempre ha estado muy arraigada, entonces  construimos un “póquer de ases” que nos marcará el camino para una futura pasión por la caza de la perdiz con reclamo. Yo, que he vivenciado los cuatro aspectos citados, quiero compartir lo que pienso sobre el tema, aunque voy a completarlo, para reforzar mis palabras, con citas y escritos de otros aficionados de pro y, entre ellos, un entrañable artículo de mi primo Manuel Jerónimo Lluch (q.e.p.d.), publicado en su momento en la revista Trofeo Caza y Conservación, de la cual fue colaborador mensual durante años.

 

En esta línea, tengo que decir que la afición por la caza del cuco, en la gran mayoría de las veces -aunque siempre pueden existir salvedades-, suele ser el resultado de ese legado emotivo y cargado de entusiasmo que pasa de generación en generación porque tiene un enorme tirón y engancha tanto que, una vez “probado”, difícilmente, nos lo quitaremos de encima. No hace falta decir que nuestros familiares más cercanos nos “esculpieron” este sello tan valioso en nuestras mentes y corazones y, si no ocurre nada anormal, nosotros se lo trasmitiremos a nuestros hijos para que ellos hagan lo mismo con los suyos y, de esta forma, mantener siempre viva a tan ancestral modalidad cinegética. Eso sí, más que cazar, cuando hablamos de perdiz con reclamo, nos referimos a un ritual, casi sectario que nos embruja y del que, una vez dentro, ya difícilmente podremos salir. De esta manera, ese algo tan difícil de explicar y que los que no están metidos en este mundillo, nunca lo harán suyo, llega hasta límites, a veces, insospechados y que, como mal menor, forma parte de la propia vida de cada perdigonero.

 

Ya no es solo la herencia de la afición y sus formas y maneras de ponerla en práctica, sino los emotivos recuerdos de historias, anécdotas, momentos, lugares…. y, cómo no, las pertenencias o pertrechos personales que pasan de padres a hijos: reclamos, escopetas, jaulas, esterillas, sayuelas, herramientas de corte, cananas/bolsas, ganchos…. Es decir,  aparte del entrañable legado del amor y pasión por todo lo que rodea al pájaro de perdiz, una serie, a veces incalculable, de enseres llegan a nuestras manos en forma de herencia e indestructibles y cariñosos recuerdos. Tan es así que, el que suscribe, ya con unos añitos a las espaldas, todavía conserva, aparte del apego por esta forma de entender la caza, los imborrables recuerdos de momentos más que afectivos de la niñez y, cómo no, infinidad de cachivaches que en su día pertenecieron a mis ancestros, dígase, por citar dos ejemplos de los muchos que me acompañan, una sayuela de pana lisa, unos ganchos y un calabozo/cimbarra de mi abuelo y maestro en esto del reclamo Vicente Lluch, que deben tener, a día de hoy, ochenta o noventa años.

 

Por tanto y resumidas cuentas, aunque sea redundar, la afición cuquillera, en un porcentaje altísimo, suele ser el resultado de una especial herencia que se entrega y se recibe con el máximo respeto y cariño porque, entre ascendientes y descendientes, ambos valores humanos suelen ser una vía más que primordial.

 

Y, como dije al principio, para cimentar lo expresado, a continuación, comparto varios párrafos de algunos autores de textos sobre la caza del perdigón:

 

“… He vivido tan de cerca este ambiente, y traté estas cosas de la caza de la perdiz con reclamo desde tan joven, que su afición y práctica han sido un complemento de mi vida, tan necesario, a veces, como el aire que respiro…”

 

(Texto entresacado del tratado cuquillero Como cazar las perdiz con reclamo, de Ignacio Escavias de Carvajal, publicado en 1968).

 

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“… El primer paso para hacerse jaulero: aprender de joven, mientras más joven mejor, a conocer pájaros, sus reacciones, sus necesidades, bondad, cantos, comportamiento… eso solo se aprende con la práctica, eso y a levantarte a las seis en el mes de enero para ir al colgar de alba con tu progenitor, llegar al tollo con los pies ateridos y chorreando agua y, aunque el pájaro no cante, preguntar: ¿cuándo le vamos a dar otro puesto? El chaval que así se comporta de tal entusiasmo y entereza que hace inútil plantearse si nación jaulero o se está haciendo, ¿qué más da? Ahí hay un jaulero…”

 

(Texto extraído de la obra Memorias de un jaulero andaluz, de Damián Fermín Vaquero Amor, publicado en 2006).

 

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“ Agradecimientos…

 

… Y por último a la persona que sembró en mí la semilla que me ha hecho cazador: mi padre, quien desde pequeño me introdujo en este mundo y del que guardo mil y una anécdotas relativas a la caza, y a pesar de no estar ya entre nosotros,  todavía sigo recordándolas y reviviéndolas a menudo junto a él, y es quien ha hecho posible que junto a mis amigos cazadores, siga disfrutando esta afición e intentando transmitírsela a mis hijos y nietos…”

 

(Texto entresacado del tratado Cuco el perdigón. Historias de un reclamo de perdiz, de José Sintes Arnaiz, publicado en 2021).

 

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Por último, plasmo en el blog este ameno y emotivo relato de M Jerónimo Lluch, publicado en su día en Trofeo Caza, en dónde él, Manuel, le explica a su hijo Iván, hoy verdadero apasionado pajaritero, muchos de las singularidades de esta controvertida y turbadora modalidad cinegética y complemento de vida para muchos.

 

CAZA DE PERDIZ CON RECLAMO, UNA AFICIÓN QUE SE HEREDA

El carácter tradicional de la caza de la perdiz con reclamo significa precisamente eso: la transmisión de los progenitores a sus descendientes de una costumbre, de una parte de nuestra cultura, que continúa viva con el paso del tiempo, aunque no ajena a él y obligada a renovarse.

Así es cómo la práctica de la caza de la perdiz con reclamo se ha mantenido en pie hasta hoy: porque un día, inmersos en un océano de curiosidad, le preguntamos a nuestro padre y él nos enseñó los secretos que le reveló nuestro abuelo…

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Aquel mediodía, como otros muchos, Manuel se afanaba en el cuidado de sus reclamos. En aquellos momentos pelaba bellotas para posteriormente picárselas, y lo hacía sobre una mesa de encina heredada de sus mayores y provisto de su navajilla campera. Cerca de donde faenaba, sentado en un banquillo de tres patas, su hijo Iván le observaba atentamente siguiendo el proceso que su padre llevaba a cabo en esta labor.

–Papá, ¿cuántas bellotas tienes que pelar? –le inquirió a su progenitor. Manuel se tomó un pequeño descanso en su quehacer y con cara de curiosidad le respondió:

–Tendré que pelar y partir tres por perdiz, así que, como son nueve las que hay colgadas en la pared, haz la cuenta y averiguarás lo que me preguntas.

Iván permaneció un momento callado con la mirada perdida en el vacío y al poco respondió:

–A mí me salen veintisiete bellotas.

–Bien hecha la cuenta –añadió su padre con una sonrisa de satisfacción al ver que su hijo progresaba adecuadamente en el cálculo.

Pero Iván, que no parecía conformarse con tan simple respuesta, prosiguió interrogando a su progenitor:

–¿Y para qué picas tantas bellotas si el pienso que le echas dices que es un alimento completo?

Manuel se alisó el cabello y, moviendo pausadamente la cabeza, contestó:

–Para los reclamos son poco menos que un manjar las bellotas. Cuando están libres, siguen con frecuencia a los cerdos en la montanera para aprovechar los pequeños trozos que estos dejan de ellas en su yantar. También son muy amantes del verde, que comen con deleitación, sobre todo si son berros, cerrajas y hojas de rábanos. Hace años ya era, junto con el trigo y las bellotas, el sustento primordial de las perdices enjauladas.

También esos puñados de arenilla que les añado en los casilleros son de gran agrado para ellos, ya que le facilitan la digestión en la molleja.

Y también te diré que tu abuelo era muy amante de picarles cebollas a sus pájaros porque es un producto beneficioso que combate las tan temidas y peligrosas zurretas.

Quedó Iván pensativo ante la pequeña disertación paterna, pero el crío, que no cesaba en su curiosidad, volvió a preguntar:

–Papá, si esta tarde vas a colgar… ¿me llevarás contigo?

–Ya veremos –respondió Manuel–. Esperemos que se eche el aire que ahora tenemos, que es muy perjudicial para la jaula. Y en caso de que amaine, es posible que vayamos a La Coscoja, donde el otro día preparé un puesto de monte al que de pequeño iba muchas veces con el abuelo.

–Pero, papá, ¿cómo cuelgas en un puesto de monte teniendo dos o tres de camuflaje, uno de ellos sin estrenar?

–Pues mira, niño, si te dijera todo lo que pienso sobre este tema, no nos daría hoy tiempo de ir de cacería. De todos modos, te aclararé que, según mi criterio, el colgar en este tipo de aguardos es mantener de alguna forma viva la esencia de esta modalidad de la que en parte se están perdiendo muchas costumbres de antaño.

Y añado que el puesto de monte, al ser natural, lo extraña mucho menos el campo que a los de tela, se escucha mejor en ellos y se acorta el tiempo de permanencia en el entorno de la cuelga, evitando el ser quizás visto por algunas camperas.

El portátil es un buen invento, sobre todo para poder cambiar con frecuencia de lugar sin darse el trabajo de preparar uno de monte, y también facilita otras muchas circunstancias, como la rapidez en colocarte, la reducción del esfuerzo a la hora de colgar y algunas cosillas más que alargarían demasiado esta explicación.

Pero yo, hijo, respetando la opinión de otros muchos cuquilleros, prefiero el de monte, porque con él me inicié en esta afición y añoro y recuerdo ratos memorables pasados dentro de ellos.

–¡Ay, papá, que te estás haciendo mayor y esos recuerdos son propios de la vejez!

–Es cierto, hijo. Y como dice el conocido refrán, los jóvenes vivís de ilusiones y los viejos de recuerdos, pero a veces estos son tan afectivos que es difícil renunciar a ellos. Y ahora démonos prisa, que hemos de sacar los pájaros al sol antes de comer.

–El sol, hijo –refirió Manuel–, es para los pájaros muy necesario, pues aparte de encelarlos, favorece su aspecto, ya que los pone rojos y vistosos. Sin embargo, es conveniente que el sol no sea sofocante, pues pueden morir por asfixia, circunstancia que, desgraciadamente, ha ocurrido más de una vez.

–¿Y a esos dos por qué no los soleas también? ¿Por qué los dejas dentro de la casilla?

–Pues sencillamente porque El de los Porrejones será el que colguemos esta tarde… y en la calle se pondría a cantar perdiendo cierto ardor para el puesto. Y El Tres lo acompaña, y así se sentirá más relajado y cantará y bregará menos que si estuviese solo.

–Bueno, hijo –concluyó Manuel–, vayamos a buscar el sustento y dejemos otras consideraciones para momentos más adecuados. Ojalá que la tarde nos sea propicia para disfrutar de esta afición que, según observo, está empezando a calar en ti poquito a poco.

         Manuel Jerónimo Lluch Lluch. Trofeo Caza, diciembre de 2018.

 PD. Ya solo me queda decir que este blog, mientras siga con "vida", está abierto a cuantas colaboraciones se quieran aportar, siempre que no vayan contra la Ley, ni atenten contra personas, ni contra nuestra nuestra modalidad cinegética.

 

miércoles, 8 de septiembre de 2021

REFLEXIONES PERSONALES SOBRE LA CAZA DE LA PERDIZ CON RECLAMO

       De nuevo, traigo al blog este artículo de Vicente Hurtado, en donde expone sus pensamientos y opiniones sobre nuestra modalidad cinegética.

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Antes de nada, quiero dejar claro que todo lo que les voy a contar y los comentarios que voy a hacer sobre la caza del reclamo, están basados, sola y exclusivamente, en mi experiencia personal, en las muchas horas metido en un puesto, en el mucho tiempo de conversación con aficionados y en los reclamos que he manejado a lo largo de mi vida, sobre todo en esto último.

Porque son los reclamos los que nos enseñan a nosotros  y no al revés.

Por lo tanto, mis opiniones son completamente subjetivas, es decir, “son las mías”, las de Vicente Hurtado, y no tienen que coincidir necesariamente  con las de ustedes.

Esta caza se basa, sola y exclusivamente, en la experiencia personal de cada cazador. Digo esto porque, como norma general, el pajaritero está solo dentro de su puesto sin nadie que vea lo que allí está ocurriendo.

Esta modalidad es algo muy íntimo, no tiene nada que ver con la caza del conejo con podencos, la perdiz al salto, la perdiz en ojeo, ni por supuesto, con las bulliciosas manos de galgos y liebres en las campiñas.

Nuestra modalidad cinegética es personal y, como consecuencia de ello, cada uno la interpretamos de un modo y le damos a nuestros reclamos un nivel u otro en función de los pájaros que hemos tenido o que hemos cazado y del nivel que hayamos visto en ellos, de tal  manera que, aquel reclamo que para uno es un fenómeno, para otro es un pajarito de apaño.

Cada uno tenemos nuestro trabajo, nuestra situación, una etapa y un lugar en el que vivimos y son esos factores  los que nos permiten poder cazar más o menos.

Por duro que parezca o mal que pueda sonar, esto que acabo de decir es una realidad innegable. No es lo mismo ser cazador de reclamo en Cabra que en Madrid, ser socio de una sociedad de cazadores que tener que pagar varios miles de euros para coger una acción de un coto de reclamo, etc.  En fin, el momento que vivimos es así y no tenemos más remedio que amoldarnos a éste.

Si se caza mucho, se tiene la suerte de manejar buenos reclamos y se sabe analizar lo que nos va ocurriendo, se llegará a tener una opinión más o menos competente sobre esta modalidad, pues se habrán vivido muchos lances en el campo que son los que  aportan la información necesaria para saber de qué estamos hablando.

Si se caza poco, por muy inteligente que sea el cazador,  tendrá poco criterio ya que no habrá vivido las suficientes “clases prácticas” en el campo, como para poder hacer  comentarios  con conocimiento de causa.

De todos modos hay que tener claro que, por mucho que se haya cazado y por más buenos que hayan sido los pájaros que se hayan tenido, nadie sabe de esto lo suficiente como para dar clases magistrales a los demás y todos los aficionados -sobre todo los que ya llevamos en esto muchos años y hemos vivido bastantes lances distintos-, sabemos que nadie llegará a saberlo todo sobre reclamo por un único motivo: cada reclamo es único e irrepetible.

Es por ello que, aficionados muy veteranos, siempre repiten que “se muere uno de viejo sin saber de reclamo”

                                   Vicente Hurtado Navarro.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

LOS TRATADOS SOBRE LA AFICIÓN CUQUILLERA


       Como dije en la última entrada de final de junio, ha llegado septiembre y volvemos de nuevo con este artículo sobre los siempre bienvenidos manuales pajariteros. Cada uno a su forma, pero siempre aplaudibles porque su fin último no es otro que el de colaborar con la causa de ayuda a nuestra ancestral modalidad cinegética que cada día que pasa está más complicada. Eso sí, recordar que quien quiera hacer algún comentario sobre este u otro artículo debe hacerlo con su nombre. Desde Anónimo, si no lo lleva, ya he dicho por activa y por pasiva que no se publicará.

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Portada del libro Quitapenas

Desde Aristóteles y Plinio el Viejo, que ya dejaron por escrito, unos siglos antes de Cristo, referencias sobre lo que hoy, dos mil y pico años después, conocemos como caza de la perdiz con reclamo, han ido surgiendo escritores/aficionados que nos han hecho llegar con sus tratados sobre esta modalidad cinegética lo que ellos entendían, pensaban y habían vivido sobre el apasionante y cautivador mundillo de la caza del cuco.

Todos ellos, sin excepción, con más o menos formación académica y cultura prosística/lingüística/literaria, compartieron mediante sus textos, infinidad de conocimientos, pareceres, situaciones, momentos, historias, anécdotas…., para que, de alguna forma, nuestra agraviada, pero excitante y señorial afición, perdurara en el tiempo y, de camino,  fuera una fuente de información y aprendizaje para actuales y futuras generaciones o, al menos, que éstas conocieran de primera mano lo que en su día, amaban, sentían y practicaban sus mayores.

De esta manera, desde grandes escritores/cazadores de reclamo ya fallecidos y conocidos por la mayoría de los que integramos el colectivo pajaritero como D. Diego Pequeño y D. Manuel Mariano (A+B); pasando por D. Juan Vázquez del Río, D. Gerardo Fraile, D. Francisco Sánchez-Casas, D. Fermín Vaquero, D. José Cuenca…, hasta los compañeros que en los últimos años han publicado y compartido lo que ellos entienden, sienten y vivencian sobre nuestra modalidad de caza, todos han arrimado el hombro en pro de nuestra afición cinegética. Por lo tanto, nadie puede o debe decir que lo escrito por tal o cual persona no merece la pena o que su calidad no es acorde con lo que el aficionado pide a día de hoy. Y no debe decirlo porque hasta del más simple manual/tratado/obra perdigonera siempre se aprende algo o encierra detalles hasta entonces desconocidos. Bien por particularidades, por vocablos/expresiones de nuestra jerga, por las anécdotas, por los relatos, por las actuaciones y formas de proceder con los reclamos en casa y en el campo, por singularidades de los pertrechos…, todos, todos sin excepción alguna, con total seguridad, nos enseñan algo y, por lo tanto, merecen el máximo respeto.

Debido a ello, vaya mi máximo agradecimiento de corazón -como apasionado que soy del reclamo-, a todos los citados y otros muchos que nos dejaron en sus momento sus textos y, cómo no, a los que siguen en dicha línea porque, de cualquiera de ellos, siempre he aprendido y todos aprendemos, si no de un aspecto, será de otro que, en el fondo, es de lo que se trata.

Pero que tengamos claro que, la mayor calidad prosística de los escritos, aunque muy importante y que marca la calidad de las obras impresas, en ocasiones, no lo es todo en esto del reclamo porque, aún con algún error ortográfico o de transmisión de ideas -que todos los que empleamos la “pluma” los tenemos-, nos podemos encontrar con manuales pajariteros escritos por reclamistas con no mucho nivel cultural en los que su lectura es una verdadera gozada porque nos transporta a la salsa de nuestra forma de entender la caza de la perdiz roja. Por todo ello, no hay que ser ningún catedrático en Ciencias o Letras para llegar a los aficionados y compartir con ellos infinidad de detalles de nuestra modalidad cinegética que pueden ser muy útiles para los que empiezan y, de camino, para los que ya llevamos unos buenos años con la jaula a cuestas, porque todavía no ha nacido quien lo conozca o sepa todo, ni quien por mucho que se empeñe lo va a saber  todo en el mundo de la caza de la perdiz con reclamo.

En resumidas cuentas, aunque hay y habrá obras y obras… (prosa utilizada, recursos lingüísticos o literarios, contenidos, calidad y variedad de imágenes -si las tuviere-, número de páginas, estructura física del manual/tratado…) y aficionados y aficionados que ofrecerán su opinión sobre las mismas, pues “sobre gustos y colores no discuten los doctores”, nunca debemos, ni es de justicia y, mucho menos, de un colectivo tan maltratado como es el nuestro, echar tierra sobre ninguna de ellas, por muy modestas y simples que pueden parecer. De hecho, es muy posible que encontremos en estas últimas, lo que no hallemos en otros extensos y pomposos tratados. Pero es más, el objetivo final que han perseguido los autores de todas ellas -creo que sin la más mínima exclusión-, no es, ni ha sido otro, que el hacer llegar al lector lo que ellos aprendieron, vivieron, conocen, sienten y opinan sobre los numerosos principios y aspectos en los que se cimenta nuestra milenaria y noble forma de entender la caza de la perdiz roja española y, de camino, aportar su granito de arena en pro de tan controvertida y apasionante afición, solo con el propósito de que esta cautivadora y fascinante modalidad cinegética perdure en el tiempo, para satisfacción de las generaciones venideras y la salvaguarda, como no, de la reina de los campos andaluces y del resto de España, nuestra perdiz roja, Alectoris rufa.

Para finalizar, porque viene como anillo al dedo, quiero plasmar una breve reseña extraída de un pequeño libreto -setenta páginas cuya portada abre esta entrada-, Quitapenas, un excepcional reclamo, del aficionado onubense/ayamontino Antonio Boza Fernández, que no por ser de reducida extensión y tamaño, deja de ser GRANDE en favor de nuestra forma de caza. En el mismo y hablando en la página nueve sobre las condiciones que se tienen que dar para que esta modalidad resulte gratificante, nos deja este bellísimo pensamiento sobre el señorío de la misma:

“…Ver amanecer una mañana de buen tiempo en los meses de enero y febrero, en plena Naturaleza y rodeados de paisajes y sonidos donde, a veces, se oye hasta  el silencio…”