sábado, 30 de octubre de 2021

SÍ AL PERDIGÓN

 Hoy, traigo al blog este artículo de opinión del amigo José Ignacio Ñudi, onubense de nacimiento pero calañés de sentimiento, de donde procede toda su familia.

José Ignacio, ante todo y desde niño, se ha sentido cazador y, excepto la perdiz con reclamo, ha practicado casi todas las modalidades cinegéticas, por lo que sabe demás de qué va el tema y está perfectamente capacitado para dar la opinión que expone a continuación.

Aparte de su faceta como cazador, José Ignacio es periodista y fue Director de la revista Trofeo Caza cogiendo el relevo de Juan Delibes, del que fue redactor jefe, aunque un terrible problema de salud que le sobrevino mientras cazaba en su querida Calañas, lo apartó de dicha actividad profesional. Eso sí, aun con secuelas físicas sigue siendo un cazador de fuste y, cómo no, un enamorado de la naturaleza. Además, es un tío que, como se suele decir, se viste por los pies y hace pocas fechas publicó un entrañable e interesante libro: Anécdotas de caza.

Vaya por todo ello mi máximo agradecimiento por participar en este mi pequeño rincón particular.

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                                         Marchena con un par en la plaza.

Para mí la caza de la perdiz con reclamo es el perdigón. Ni el cuco, ni el pájaro, el perdigón porque así se le ha llamado siempre en el Andévalo onubense, de donde soy y cazo. Dicho esto vamos al toro: mi amigo José Antonio Romero me pidió un artículo en el que defendiera la caza de la perdiz con reclamo. Siempre lo pospuse, pero cada vez que veía a José Antonio me acordaba del encargo incumplido, de modo que voy a escribirlo y quitar para siempre ese peso de mi cabeza, al tiempo que aviso que mis días de abogado defensor de modalidades de caza han terminado, por lo menos por un tiempo.

En primer lugar confieso que no practico la caza del reclamo, no la he practicado, pero en este momento de mi vida no diré “de esta agua no beberé”. No cazo el perdigón y mis pocas experiencias cinegéticas se cuentan con los dedos de una mano y siempre acompañando a un cazador, o sea, compartiendo puesto con él como mero espectador. Bueno, la única vez que cacé el perdigón con todas las de la ley fue con un pájaro de nombre Espartaco, que la verdad era más bien un mochuelo, porque aunque estaba rodeado de perdices silvestres, cantar no era la mejor virtud de este reclamo tan torero.

No he cazado el perdigón pero he convivido toda mi vida con perdigoneros de verdad, auténticos y apasionados aficionados. He escuchado sus historias y he palpado el respeto que daban a su reclamo, al campo y a las perdices salvajes. El perdigón se convertía para mí en una cacería cuasi sagrada, llena de ritos y tradiciones ancestrales, presidida por un perdigón protagonista siempre con una historia detrás y hasta con nombre, puesto siempre, como los motes, por algún suceso, característica física, admiración del perdigonero por algún personaje famoso, etc.

He practicado todas las modalidades de caza, de menor y mayor, y todas tienen su razón y justificación, y por supuesto su ceremonia. La única condición que les pongo para aprobarlas es que no esquilmen, que no sean dañinas ni para la especie ni el campo en general, y por supuesto que se practiquen como Dios manda, o sea, siguiendo unos ritos y prácticas ancestrales que cualquier cazador conoce. Y el perdigón aprueba.

Yo, que soy principalmente cazador de menor en mano y al salto, siempre he escuchado como muchos de los colegas criticaban el perdigón, que si no era ético aprovecharse del celo de las perdices  -los más cursis sustituirían celo por enamoramiento- para asesinarlas paradas y a pocos metros. Que el perdigón esquilmaba las perdices de los cotos, que si se mataban a los machos más valientes, que son los que antes entraban en plaza, dejando que cualquier macho padre y perjudicando por tanto la genética de futuras perdices, etc., etc.

Vayamos por partes, lo de aprovecharse del celo puede criticarlo el urbanita sensiblero que estará en contra de cualquier tipo de caza, pero un cazador no puede dar ese argumento porque existen otras muchas modalidades sustentadas en el celo, como la berrea o la ronca, y el celo sólo es el inicio de un largo periodo reproductor. Esta ventaja, o engaño como dirán algunos, la aprovechó el cazador para poder acercarse y capturar un ave muy lista, una ventaja que se utilizó desde antes de Cristo aquí y en muchos países que tenían perdices. Si nos damos cuenta el cazador siempre intenta aprovechar las pocas “debilidades”-digámoslo así- que les deja la pieza para capturarla. Si hablamos de caza en puesto fijo, nos colocamos bien escondidos y “vestidos de campo”, donde sabemos que el animal va a pasar para comer, beber o dormir. O nos colocamos donde los animales van a comer y beber, y a lo mejor hasta nosotros les hemos preparado ese comedero o bebedero. “Pues en la caza al salto no se engaña a la pieza ni se aprovecha ninguna de sus debilidades para darle caza”, dirán algunos. Pues yo creo que sí, para empezar buscamos la pieza donde suponemos que está porque es donde se alimenta y vive, la buscamos a contraviento y sigilosamente para que ni nos escuche o huela, normalmente llevamos un perro para que la encuentre con su olfato, intentaremos sorprenderla o cansarla y además llevamos un arma y unos cartuchos que matan a mucha distancia, y si tiramos medianamente bien, acertaremos, además podemos tirar hasta tres veces. Si nos fijamos todas las modalidades buscan reducir las magníficas cualidades de los animales para escapar, pues no en vano le va la vida en ello.

Además hay modalidades de caza, como es el caso del perdigón, que nacieron mucho antes que la invención de las armas de fuego, capturándose las perdices por ejemplo con lazo o alzapié y tras la aparición de estas, se adaptó. Por tanto, tirar con la escopeta a una perdiz parada a escasos metros no me parece una aberración, es una adaptación, además, permite una muerte rápida y fulminante, que es lo correcto. Aunque sé que algunas y a pesar de todo, se van.

Por tanto, justificado el celo y ese tiro “poco deportivo”, pero ético, vayamos al meollo de la cuestión: ¿es la caza del reclamo perjudicial para las perdices? Tan perjudicial como lo puede ser la caza en mano, al salto o al ojeo. La cuestión es cuántas perdices se matan en cada modalidad. En un coto normal, donde hay cazadores de todos los gustos, estamos acostumbrados a cazar la perdiz al salto, en mano o en batidas o mini-ojeos  o en ojeos propiamente dichos, si hay suficiente densidad- y rematamos la temporada con el reclamo. Pues bien, los de escopeta y perro, y puesto fijo, se quejarán de los perdigoneros “porque queda poca perdiz para criar y ahora las van a cazar con la jaula”. El problema no es que quede poca perdiz para la jaula, el problema es que la escopeta ha dejado a la perdiz tiritando y ante este hecho no debería cazarse el perdigón, como tampoco debieron cazar las escopetas más perdices de la cuenta, sabiendo que el coto también tenía perdigoneros. Cada coto tiene las perdices que tiene y hay que dejar las suficientes para que vuelvan a reproducirse. Tan mal está que se cace el reclamo si hay poca perdiz, como que las escopetas maten más de la cuenta y critiquen ahora a los perdigoneros porque “van a matar las pocas perdices que han quedado”. La cuestión es cazar con cabeza, y cazar las perdices que se puedan cazar pero repartidas entre todas las modalidades, Que hay cotos que sólo quieren cazar la perdiz en mano, pues muy bien, todo el cupo para ellos. Que también quieren cazarla los jauleros, pues que los socios se repartan el cupo. Pero esto no se suele hacer en ningún lado, se caza lo que se puede al salto y en mano, incluso se hace un ojeíllo de poca monta y luego lo que queda para los perdigoneros. Y claro, para estas fechas quedan poquitas perdices y entre esto y que “ahora que se cierra la temporada y la mayoría dejamos de cazar y que las poquitas perdices que hay empiezan a emparejarse, vienen los jauleros a rematar”.

Yo también quiero rematar este artículo desmintiendo las últimas dos críticas más feroces contra el reclamo: que la jaula esquilma y que al quitar los machos más valientes, poco a poco se va empobreciendo la genética de la perdiz, y para desmontar estos dos bulos lo mejor es recordar lo que uno ha visto y oído a lo largo de su vida y sobre todo ver qué pasa en esos cotos donde únicamente se caza con reclamo, que los hay. En mis cotos, sobre todo uno del Andévalo de Huelva, al que conozco desde que tengo uso de razón, porque pertenece a una tía mía, siempre se cazó el reclamo. Incluso diría que tradicionalmente sólo se cazaba con reclamo, porque siempre tuvo mucho conejo y el padre de mi tía y sus antepasados, que siempre vivieron en la finca, no tiraban una perdiz al vuelo si no veían claro que la iban a matar, ahora bien, llegaba el celo y cazaban asiduamente, y lo hacían también los poquitos socios que siempre tuvo. A pesar de todo la finca siempre tuvo perdices, sobre todo cuando tenía conejos y los propietarios sembraban algunas hectáreas para el ganado, el poco ganado que siempre tuvieron, y se perseguía sin tregua a los predadores. Siempre hubo más o menos perdiz, dependiendo, claro, de cómo criaron y era perdiz muy brava. Tampoco el número de socios, de escopeta y jaula, nunca fue muy numeroso como para machacar el coto. Pero ya digo, la perdiz siempre fue abundante y muy brava, como es la perdiz brava en cualquier coto. Ahora que llevamos años sin conejos por la llegada, a finales de los ochenta, la enfermedad hemorrágica y que la perdiz sólo se caza testimonialmente con el reclamo, quedan poquísimas por culpa de la mucha predación que hay. Desde que la perdiz deposita los huevos en el nido hasta que los pollos dejan de ser volantones, tienen que sobrevivir a una presión predadora insoportable.

Pero también he hablado con viejos perdigoneros de otros lugares de España, algunos socios de cotos donde sólo se caza desde tiempo inmemorial, y mucho, con reclamo, y me aseguran que en esos cotos donde sólo se caza con reclamo y se sigue cuidando la perdiz salvaje, siguen teniendo muchas perdices y tan bravas como siempre. Y es que es tanta la variabilidad genética de la perdiz salvaje que porque se maten algunos de esos machos “más valientes”, no impide que año tras año, dentro de un bando de perdices, haya machos tan valientes o más que su padre, o que su abuelo, o que su bisabuelo.

                                       José Ignacio Ñudi Marianas

martes, 26 de octubre de 2021

LOS RECLAMOS, EXCEPTO EN CONTADAS EXCEPCIONES, SON ANIMALES DESAGRADECIDOS.

 


    Dos ejemplos de reclamos. Primera imagen, un pájaro bronco: Guerrilla. Segunda                                                                   imagen, uno muy manso: Alpujarreño.

     Es un tema que se ha tratado poco a lo largo de la historia de las redes sociales, aunque está ahí. Así, aun con singularidades, los pájaros de jaula, nuestros queridos y amados reclamos, son animales que, por lo general, no son muy agradecidos con quien les echa horas y horas para que no les falte de nada. 

Sobre esta circunstancia se pueden poner sobre la mesa muchas anécdotas e historias puntuales para argumentar lo contrario -que las hay-, pero la realidad es que nuestros perdigones, normalmente, son animales que nunca llegan a un entente cordial con el dueño. Eso sí, algunos se engrifan cuando ven a su cuidador, otros les pican en las manos, algunos van tras el dueño una vez sueltos; otros curichean, piñonean, incluso titean en momentos determinados…., pero en cuanto queremos manosearlos para cualquier cuestión puntual, por más que digamos, no conocen a nadie. Es más, aunque se les trate con todo el cariño y mimo del mundo, la gran mayoría de la veces la respuesta suele ser botes, tomar copas, intentos de salirse de la jaula, alambreos … Y yendo más lejos,  en algunos casos, aparte de roturas de picos, alas o patas, se quedan “pajarito” debido a algunas de sus salidas de tono. Incluso, aunque éste sea otro tema diferente, todo un jaulero o perchero entero puede desgraciarse ante una algarabía o botada nocturna, sin el más mínimo motivo para ello, aun poniendo todos los medios de los que dispone el correspondiente pajaritero para que no suceda tal y desgraciada eventualidad.

Aunque tengo claro que hay machos de jaula mansos y nobles, nunca se acercarán a la respuesta que dan otros animales con menos trato y cariño de los que a ellos se les dispensa, pues nunca alcanzan, excepto en casos excepcionales, mantener una relación de afecto con el dueño, en este caso, su más que amigo. De hecho, muchos animales más o menos cercanos al hombre, llegan a un entente cordial difícilmente pensable para un pájaro perdiz, máxime si éste es de procedencia salvaje. Más aun, a veces, los conocidos muñequeros nos las han colocado más de una vez porque, si por cualquier circunstancia se asustan, pierden el control de sus actos y pueden llegar a sacarse los sesos dando porrazos en la jaula o en los  cajones de muda. Y lo que es peor, cuando se han escapado de la jaula en el campo, situación por la que casi todos hemos pasado, lo más normal, es que no den la cara y... adiós muy buenas, dejándonos con tres palmos de narices. Y no me refiero al saltimbanquis de turno que se lleva todo el día queriéndose escapar de la jaula, sino que este escenario tan desagradable, también ha ocurrido más de una vez con reclamos ya con sus añitos enjaulados y que siempre han demostrado nobleza y tranquilidad.

… Y no digamos cuando nos trasladamos unos kms hasta la finca donde cazamos con los pájaros enfundados en el maletero y cuando sacamos el reclamo que vamos a colgar y le quitamos la sayuela, comprobamos, con todo el estupor del mundo, que se ha hecho polvo la cabeza o, incluso, se ha “esnucao” botando.

En pocas palabras y como tantas veces hemos escuchado, incluso dicho: los reclamos de perdiz no conocen a nadie.


viernes, 22 de octubre de 2021

FACTORES QUE INTERVIENEN EN LA CAZA DEL RECLAMO.

Hoy traigo al blog este artículo de Vicente Hurtado, asiduo colaborador del blog, en donde expone una serie de aspectos que intervienen en nuestra afición cinegética. Son más que conocidos, pero nunca está de más el recordarlos para los que ya llevamos unos añitos metidos en este mundo y para los que empiezan.

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Como es lógico, en toda modalidad cinegética intervienen muchos factores y ésta no iba a ser menos.

De entre todos los aspectos a tener en cuenta, podríamos resaltar los siguientes:

-Tenemos que tener en cuenta que un pájaro que no esté bien cuidado y pelechado no servirá para reclamo.

A los buenos aficionados hay que verlos en verano, cuando no hay más remedio que cuidar los pájaros, día tras día, sin que haya cacería a la vista, cuando hay que cambiar tierra, poner agua limpia cada día, repasar los comederos, etc., etc.

Un pájaro bien pelechado y alimentado es la base para tener una buena temporada, por eso no vale acordarse de los pájaros en noviembre o diciembre, sino que hay que estar muy pendientes de ellos todo el año.

Hoy sabemos que hay distintos modos de pelechar los pájaros y todos son igualmente válidos:

1.- En un terrero con tierra y cambios continuos de la misma. Antes se decía que en tiempos de pelecho no se les debía cambiar la tierra a los pájaros,  yo creo que la higiene es fundamental y se la cambio cada semana.

2.- En un módulo metálico, con suelo de rejilla y sin tierra.

3.- Con la compañía de una pájara, está demostrado que la hembra les aporta recursos a los reclamos y, si no les aporta, tampoco les quita nada.

4.- Hay quien los pelecha  a todos sueltos en un voladero y una traba puesta para que no se peleen. Este sistema me hizo gracia cuando lo escuché, pero cuando lo vi, me pareció algo muy sensato y bien pensado.

En fin, cualquier sistema es bueno siempre y cuando estén los pájaros limpios y cuidados.

-El transporte y el manejo de los reclamos (pájaros sin sayuela, pájaros rodando dentro del coche, pájaros en un esportón de las aceitunas con un saco por encima…”, todo influye en el éxito final.

-La colocación del puesto y el reclamo también resultan de mucha importancia, en esta cacería no sirve el “aquí mismo” ¡no!, hay que buscar el sitio adecuado. (Anécdota de Cecilio cambiando el pájaro de bajera)

En resumidas cuentas, toda una retahíla de cuestiones que es conveniente tener en cuenta para poder “triunfar” en esta modalidad.

Pero, sobre todo, hay dos factores de vital importancia:

-Uno, la capacidad que tenga el cazador para interpretar el trabajo y las cualidades del reclamo (creo que éste es el más importante de todos)

-Dos, el uso de la escopeta.

Para mí (como consecuencia del uso de la escopeta), sólo hay dos tipos de pájaros: aquellos a los que les gusta la escopeta y aquellos a los que no les gusta

Los segundos nos facilitan mucho el trabajo, pues les abrimos la puerta con la mayor tranquilidad y seguridad de que no sirven para reclamos.

Los primeros son los que nos quitarán muchas horas de sueño, los que nos exigirán la mayor concentración para conseguir llevarlos al punto más alto al que ellos sean capaces de llegar.

Estos son los que merecen la pena y los que nos hacen a nosotros cazadores de reclamo, aficionados con mayúsculas, viciosos del reclamo, los que consiguen que el reclamo se convierta en una filosofía de vida.

Por los reclamos que he tenido delante de mi tronera, estoy firmemente convencido de que es la escopeta la que manda porque “si no le tiramos a un pájaro, nunca sabremos si sirve o no sirve”

En nuestro mundillo anda un dicho que dice:

“Si quieres tener pajarillo, quita el dedo del gatillo”

Lo siento, pero no estoy de acuerdo con eso; no lo estaba antes (cuando costaba Dios y ayuda apañar un perdigón), mucho menos ahora con lo fácil que resulta y, creo, que no me va mal, pues siempre suelo tener pájaros funcionando.

Pero ojo! Tampoco  quiero decir que haya que tirar por cualquier parte y de cualquier manera, ¡NI MUCHO MENOS! Soy de los que estrechan mucho la plaza, me gusta tirar en el pincho, tanto que ya he matado algunos pájaros que habían cogido el buen camino.

Me refiero a que estando el campo en plaza y, viniendo la pelea hecha (otra cosa es que entre de callado), lo que hay es que quitarlo del medio, con independencia de que el reclamo se mueva o no, se escuche recibir o no (si el campo está peleando -aunque nosotros no oigamos la jaula- algo le estará diciendo)

En fin, no creo que el pájaro que es bueno, lo vaya a ser más por dejarle los pájaros ir, más bien al contrario, pues tardará más en aprender a utilizar los recursos necesarios para “fulminar” a su enemigo.

Mi padre, que fue quien me metió en la afición, siempre me decía:

-“Cuando esté delante de él mátalo y, después, él verá lo que hace”.

Claro que el uso de la escopeta puede acarrear algún problema:

Todos hemos escuchado decir una vez tras otra: UN TIRO MAL HECHO ESTROPEA A UN BUEN RECLAMO

Por tiro mal hecho creo que podemos entender,  al menos, dos cosas:

1.- Un tiro fuera de plaza, sin que el reclamo vea a las perdices, con un bando por delante y provocarle el consiguiente voletón, etc., etc., esto es una barbaridad que, efectivamente, puede dar al traste con cualquier reclamo.

También podemos considerar tiro mal hecho el  de tirar fuera de plaza aunque el reclamo esté viendo las perdices y esté centrado con ellas, pues solemos decir que  “mañana esperará el tiro más lejos”

2.- Un tiro que sale mal y, en lugar de dejar seco al campero, lo deja dando saltos, voletones o las dos cosas. En este caso si el reclamo se “echa atrás” lo que hay es que soltarlo por ser un mochuelo y me remito a las pruebas que me han dado los reclamos que me ha tocado cazar:

 Para finalizar, seis  ejemplos de que les daba igual: MATIAS//CAMILO//ECIJANO//RONDANO//MONTORO

-MATIAS: puesto de la Romera y Arroyo Los Calvarios.

-CAMILO: los dos primeros tiros y la tarde de cinco volados, para tirárselos en el mismo puesto y el mismo colgadero a la mañana siguiente de alba. Puesto del Cerrón con las viudas.

-ECIJANO: sus 37 puestos de silencio y sus primeros seis pájaros echados a volar, para rematar siendo un pájaro extraordinario.

-RONDANO: los cinco primeros tiros con aplastón y, el sexto, pájara dando saltos que lo dejó hecho pájaro para, a partir de ahí, no volver a hacer nunca ningún extraño y tomar a todas    las hembras en titeo.

-MONTORO: En su sexto tiro, pájara en el chaparro.

-CHIMENEAS: Sus dos primeros tiros.  Los dos machos con el Troya en la Batea de Manuel Chozas.

EL ATAQUE DE LAS RAPACES:

    Supongo que a todos, o casi todos, se nos ha presentado el desagradable lance de que la rapaz se nos tire a la jaula.

    Pues bien, también es éste un asunto que para unos reclamos se resuelve de una manera y para otros de otra.

    Siempre había yo escuchado que cuando se tiraba el águila, el reclamo ya no volvía a cantar. En mi caso, tengo que decir que voy empatado con esa afirmación:

    El águila se me ha tirado cuatro veces, en dos de ellas con pájaros empezando y muy tímidos, con lo cual hubo que soltarlos; en las otras dos ocasiones no hubo ningún problema

    -BIENSERVIDO, tenía seis tiros hechos y se le tiró el águila cuando estaba recibiendo al campo, no hubo ningún problema, lo superó perfectamente y siguió, en puestos sucesivos, como si nada hubiera ocurrido.

    -LAGARTIJO, estaba recién colocado en el tanto y lo abrazó un aguilucho cenizo dejándolo desplumado y con muy mal aspecto, recompuse la situación, me senté a su lado a fumarme el puro y, al poco rato, cantó una pájara, se quedó con ella y le tiré cuatro machos.

    En otras dos ocasiones más, el aguilucho se me ha parado encima del reclamo.

    -EL COJO nos fuimos a colgar a la Brazatortas y, estando el Cojo enganchado con el campo y ya en recibo, se le posó un ratonero encima del almendro en cuyo tronco estaba el pulpitillo, el pájaro se calló y se pegó contra los alambres, viendo que el tiempo pasaba y el bicho no se iba, lo quité del medio, el Cojo empezó a cargar el tiro y a los cinco minutos le tiré el macho con el que estaba liado.

    -FULGENCIO un puesto de alba junto al cortijo del Yezgo, con el campo en plaza, llegó el ratonero y se posó en la copa del chaparrillo donde estaba el pájaro colocado, se aplastaron los dos –sin dejar de recibirse-, cuando el aguilucho se fue, el campero se subió directamente en la jaula, luego lo tiré.

    En fin, está claro que con esto de las rapaces, también cada reclamo es único e irrepetible.

 

      Vicente Hurtado Navarro.

 

lunes, 18 de octubre de 2021

CANTAR MUCHO EN EL TANTO NO ES SINÓNIMO DE BUEN PÁJARO

         Antes de empezar con el tema que nos trae hoy, canto/calidad, tengo que decir que la otoñada que, por estos pagos, Huelva, comenzó con aguas tempranas y salida de la hierba, empieza a dar un giro de 360º porque hace ya casi un mes que no cae una gota. Tal circunstancia, unida a las altas temperaturas que estamos sufriendo, hacen que el campo empiece a tomar tintes no muy halagüeños, pues agricultura y ganadería comienzan a resentirse con el panorama que hay, máxime, por las pocas previsiones de lluvia a corto y medio plazo que se manejan. Y por supuesto, si las lluvias tempranas ayudaron a que nuestras perdices se enverdinaran, ahoran sufren un parón de lo más grande.

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                                Dos entradas en plaza: de vuelo y apeonando.

En ocasiones, llegan a nuestras manos aspirantes a pájaros de jaula que son cantarines por naturaleza. Es decir, tanto en casa, como una vez puestos en el repostero, suelen dar verdaderos recitales con los más variados sonidos o tipos de cantos que posee nuestra querida perdiz roja española. De esta manera, hay reclamos que pueden estar cantando sin parar todo el tiempo que permanecen atalayados en el colgadero. Sin embargo, tal circunstancia no es sinónima de que las montesinas de la zona entren en la plaza o tiradero. Consecuentemente, pueden salir de la garganta o siringe de un pájaro perdiz, cantos de mayor, curicheos y piñones… durante horas y no halle respuesta de las patirrojas del entorno. Ojo, que también es de justicia el puntualizar que reclamos muy cantarines no tienen porqué ser malos.

Hecha la introducción, tengo que decir que, frecuentemente, se puede escuchar por boca de muchos pajariteros la conocida cantinela de que su reclamo ha estado cantando dos horas y que el campo ha estado mudo o muy malo y, por consiguiente, no ha entrado en plaza, situación que, más de una vez, suele ocurrir. Pero, también es incuestionable que muchos de estos reclamos, machacones por naturaleza, no poseen encanto en su sinfonía para atraer a la montesinas. De ahí que, tras un buen tiempo musicando sin parar en el matojo, haya que dar por finalizado el puesto sin haber tirado y, menos aún, sin haber tenido perdices en la inmediaciones del colgadero.

Por lo tanto, ante esta situación que, desgraciadamente, se suele producir con bastante frecuencia, lo que se debe hacer desde el punto de vista del aficionado al reclamo es una reflexión del porqué de tal peculiaridad, máxime, cuando en no pocas ocasiones hemos cambiado de perdigacho y, nada más colocarlo en el farolillo, tiene a las camperas en la plaza. 

Es obvio que si no hay canto, aunque en la peculiaridad y magia del reclamo caben todas las particularidades y rarezas, no haya nada que hacer en el puesto. Pero, también se debe entender como cuestión irrefutable que si un pájaro da un gran recital musical y nadie se acerca, algo debe ocurrir. Y ese algo no es otro que la sinfonía del reclamo de turno no les dice nada a las patirrojas del entorno.

Y no le dice nada, por mucho que machaquen, porque a su canto le falta la gracia y el encanto necesario para atraer a las camperas. No es cantar, sino tener tirón en el mismo y eso es ya otra historia que muchas veces pasamos por alto, quizás para no reconocer la poca valía de un determinado pájaro de jaula.

En resumidas cuentas, en la caza del perdigón el medio para conseguir el fin no es horas y horas de concierto musical, sino calidad y hechizo en el mismo, aunque también es verdad que un pájaro trabajador en el colgadero tiene mucho ganado, pero si no sabe llegar a quien lo escucha no conseguirá el objetivo que se propone. Luego, ni que decir tiene que, llegado el momento, ese canto, marcando los tiempos lo debe combinar con determinados gestos corporales que no espanten más que atraigan, pero tengo claro que lo primero que debe acompañar a un pájaro perdiz es un canto atractivo y pegadizo que haga que sus hermanos salvajes se sientan seducidos por el mismo y entren en plaza a “dialogar” con él, pues ahí está la “madre del cordero”: el pájaro que sirve es el que, con más o menos trabajo, mete en el tiradero a las perdices de la zona.  

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PD. Aunque en esto del reclamo todo está bien o mal, según se vea, no me trago la fácil canción de quien afirma con total seguridad que tiene en su jaulero seis u ocho máquinas. Puede ser que en casa lo sean, de los cantarines y de sinfonía constante, pero... que sean capaces de meter en plaza, tiradero, rasa... a quien está por los alrededores... cuando están en el repostero, yo, respetuoso al máximo, por ahí no entro. Y no entro, porque con todo mis respetos, lo considero una auténtica Trola.

                         

miércoles, 13 de octubre de 2021

GATO POR LIEBRE

 

Siguiendo con las llegadas de savia nueva para nuestros jauleros y como continuación del artículo anterior, no debemos olvidar que buscar ejemplares de procedencia salvaje es tarea complicada y encontrarlos, más. Por ello, sirvan estas líneas para dar mi visión sobre lo que se repite año tras año por estas fechas. Ojo, mi visión que, por supuesto, puede ser acertada o, por el contrario, alejada de la realidad, pero es la mía, la del autor de este blog, el cual empieza a recorrer las últimas etapas de su ya dilatada existencia, pues doce años es mucho tiempo, para bien y para mal.

 

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       Aun siendo más que difícil el publicar un artículo totalmente inédito -pues casi todo está ya más que tratado-, sobre el tema de las compras de machos de jaula de procedencia montesina, sin meterme en su legalidad, aunque todos la conocemos, quiero compartir lo que opino y pienso sobre tan controvertido tema.

 

Hay que partir de la base de que, a veces, las perdices que pueblan nuestros campos, aun habiendo nacido en los mismos, pueden tener una pureza genética más que discutible, si nos referimos a la verdadera Alectoris rufa o perdiz roja española. Debido a ello, cuando se va a comprar ejemplares salvajes, aparte de que lo que se adquiere puede ser un híbrido con más o menos pureza e, incluso, con menos de la que llevan en sus códigos genéticos los procedentes de algunas explotaciones cinegéticas, puede ocurrir que aunque la oferta sea campo-campo, de esta u aquella zona de gran raigambre y lugar de renombre, no sea tal, sino que lo que nos llevemos para casa, con toda la ilusión del mundo y tras soltar un buen puñado de euros, no sea más que un ejemplar que el pícaro vendedor ha comprado, no hace mucho, en una granja de perdices de las muchas que existen en nuestra tierra. Y le pongo tal adjetivo al vendedor, aunque en algún caso haya seriedad, porque en nuestra querida España, la picaresca siempre ha estado a la orden del día y, si no, con repasar nuestra historia y literatura nos daremos cuenta de tan singular y ancestral realidad.

 

A nadie se le escapa que el dinero fácil es muy goloso y, desgraciadamente, hay mucho pendón que lo sabe, por lo que casi sin mover un músculo, este personal se puede hacer de un buen fajo de billetes, aunque el que los suelta, no muy tarde se dé cuenta del timo de la estampita del que ha sido partícipe y, por otra parte, tiene que cerrar el pico para no ser otro más al que le han dado el más que conocido tocomocho o gato por liebre.

 

De todas formas, si alguna consecuencia positiva se puede extraer de este más que tradicional negocio -el cual todos los cuquilleros conocemos-, no es otro que el de llegar a la conclusión de que bastantes empresas cinegéticas ponen en el mercado ejemplares de mucha pureza y cuyo fenotipo o aspecto exterior es casi similar a los de nuestra perdiz roja salvaje, circunstancia impensable hace unos años. Por tanto, es obvio que, aparte del palo que supone el pagar un buen dinero por lo que se conseguiría por poco más de veinte/treinta euros en nuestras granjas andaluzas y del resto de España, la perdiz que sale lleva consigo certificado de calidad y, tal circunstancia, debe ser un orgullo para los que trabajan denodadamente para que la patirroja criada en cautividad y en sus voladeros, cada día que pasa, sea, en todos los aspectos, lo más parecida a la salvaje. Y lo mejor de todo es que no es una sola granja la que mueve buen “material”, sino que, a día de hoy, muchos criadores ponen en el mercado un “producto” que no debe ser muy malo, cuando más de uno y más de dos “pican el anzuelo”.

 

Pues dicho lo dicho y para finalizar, solo me queda puntualizar que, una vez que nos la han colado -porque a casi todos nos ha ocurrido-, no culpemos a éste o aquel personaje que hace tales fechorías, pues todo el mundo, de una forma u otra, se busca la vida. La culpa la tenemos nosotros por ir a donde no debemos, con la creencia que vamos a encontrar la gallina de los huevos de oro o el mirlo blanco. 


Como epílogo solo me queda decir, en forma de metáfora o parábola que, alguna vez, he probado el gato cocinado y tengo que decir que en nada envidia al de liebre. Por tanto, gato o liebre, si dan las mismas prestaciones, ¿ qué más da?


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PD. No quiero pasar la oportunidad de hacer una pequeña reflexión personal: "... Que que nadie me diga, aunque cada uno es libre de pensar y opinar lo que sea, que se diferencia a leguas un campero de un granjero o, a lo mejor, es que yo soy tan torpe que pienso que no es nada fácil. Pues, afortunadamente, hay pájaros de jaula criados en cautividad que dan el pego al más pintado y, máxime, si se compran como codornices/tórtolas más o menos y se meten en tierra antes de su venta..." Y no hablemos de talla, colorido, escamas de las patas, espuelas o garrones, espejuelos, cejas, tufos... porque en nuestros montes hay variedad para cada una de las características citadas, pues no existe un patrón fijo para nuestra reina de los bosques. Quizás en los recién llegados  del monte, puede no haber dudas, en el resto...


jueves, 7 de octubre de 2021

CENICIENTO

 Nuestra vida no es agradable para nadie y  todos, en un momento determinado, transitamos por momentos muy difíciles, pero no podemos estar hundidos eternamente si queremos echar una mano a quien lo necesita. Por ello, la mejor  forma de ayudar es hacer ver que  el día a día sigue, como así es.

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Han llegado las primeras aguas y ya estamos lanzados en busca de savia nueva para nuestros jauleros, circunstancia que se repite año tras año. Ahora bien, lo difícil es acertar con lo que adquirimos, aunque todos somos conscientes de que el noventa y tanto por ciento de lo que llega a nuestras manos no es lo que deseamos y, más pronto que tarde, nos lo quitaremos de encima. Eso sí, debemos tener claro o, al menos, yo así lo pienso, que no por pagar más por un pollo, se va a tener más éxito, aunque la selección también lleva sus gastos y trabajo.



                                                             Dos imágenes de Ferias del Reclamo.
  

-Fulanito, Menganito o Zutanito (omito nombres reales para no dejarme ninguno  atrás), quiero que me busques un pollo que tenga buena pinta, que sea tranquilo y que posea una aceptable música, -le requirió un aficionado cuquillero.


   Dicha petición, la solemos hacer cada vez que hablamos con uno de los muchos criadores de perdices de nuestra geografía. De esta forma, todo el que vende pájaros de jaula sabe de qué va el tema, puesto que, cualquier pajaritero cuando busca un novel para el futuro, lo que desea es que tenga, más o menos, las cualidades anteriormente reseñadas en el primer párrafo. Sin embargo, la gran mayoría de las veces, aunque lo que nos llevemos para casa de cualquier granja de las muchas que hay en nuestra querida Andalucía o el resto de España, cumpla con lo solicitado, el resultado posterior no es el esperado. Y no lo es, porque nuestra afición siempre se guarda la magia y grandeza que la han hecho ser una maravillosa caja de sorpresas durante miles de años: el buen reclamo no se busca, se encuentra cuando menos lo esperamos. Puede ser que un día, busca que te busca, demos con un pájaro puntero o de bandera, pero la experiencia y los años de cuquillero deben sugerirnos que, en una gran mayoría de los casos, lo que siempre hemos perseguido con ahínco y tesón está “camuflado” en nuestro jaulero o en cualquier expositor de una determinada granja que muestra sus ejemplares en una puntual feria del reclamo. Por ello, un buen día, nos llevamos las manos a la cabeza al contemplar totalmente atónitos, estupefactos y casi sin creérnoslos las increíbles cualidades y recursos que atesora aquel pollanco, incluso, puede ser, que con no muy buena estampa física y puede que con pinta de hembra.

 

  Consecuentemente, y para resaltar el comienzo de este artículo de opinión, quiero puntualizar que después de asistir a muchas ferias y eventos cinegéticos, he comprobado que todos aquellos pollos del año e, incluso, de dos o tres celos y que el dueño de la granja o cualquier tipo de comercial tiene enjaulados porque, según él, tienen unas muy buenas condiciones, mansedumbre y buen repertorio musical y que, por tal motivo, se venden más caros que el resto de ejemplares -treinta, cincuenta, cien…€-, al final no son lo que pensamos y hemos observado in situ. Puede que, incluso, alguno de ellos tenga las cualidades que se ofertan y solicitamos, pero cuando llega la hora de la verdad, el momento en que se vea sólo en el campo y en la mata, no dará la talla y nos acordemos de los buenos euros que hemos tirado a la basura, aunque en esto del reclamo la mayoría de las veces el dinero tiene poco valor y nos gastamos lo que no tenemos para otras cosas más perentorias.

 En esta línea, podría contar algunas anécdotas íntimamente relacionadas con lo anteriormente expuesto, pero como todos conocemos más de una, prefiero decir que la vida cuquillera nos ha recordado más de una vez que no hace falta ser una “pintura” para que un pollo se transforme en el futuro en un reclamo puntero. Qué, si bien La Cenicienta es un cuento de hadas o de niños, Los Cenicientos existen, aunque ello no signifique que todos los pollos desgarbados y con poca gracia vayan a ser futuros fenómenos, pero que desecharlos a las primeras de cambio, por no tener tirón y, menos, buena presencia, es un auténtico desatino. Así, sólo decir que El de Manué y El Elegido son dos claros ejemplos de lo anteriormente reseñado. El primero: bravote, bronco y bastante poco agraciado en su aspecto físico, fue en su día un gran reclamo, puesto que por el consejo de un amigo que le gustaba mucho, no lo solté, aunque estaba decidido a ello. El segundo, todo lo contrario: escogido entre muchos de una muy afamada granja andaluza, noble, esbelto, manso…, no pasó, desde el principio, hasta que le di largas, de ser un auténtico mochuelo con muy buena música en la alcayata. Seis u ocho puestos sin abrir el pico -en uno de ellos cantándole una hembra casi encima- durante dos temporadas fueron sus “méritos”, aparte de haber pagado por él unos buenos dineros.

   Ahora bien, también tengo que decir, porque es de justicia, que la belleza, la nobleza y la hermosura con la que soñamos los aficionados cuquilleros no están reñidas con la calidad. De hecho, muchos de los grandes reclamos que hemos tenido, conocido de amigos y familiares o escuchado hablar de ellos han sido, algo así, como la obra maestra del mejor pintor; es decir, auténticas preciosidades, pero lo contrario también. Así pues, el patito feo de nuestra gallera no nos lo quitemos de encima de un plumazo. Démosle oportunidades, puesto que, en ocasiones, estos últimos nos hacen ver lo torpes que somos los humanos. Solo debe existir, según mi propio criterio dos cualidades por la que no debemos tragar: el cante “picado” o falto de calidad como resultado de hibridaciones anteriores y una bravura exacerbada. Todo lo demás debemos pasarlo por alto, al menos, durante un tiempo.

 

    Al hilo de todo lo expuesto, referiré que, cada vez que he asistido a una Feria del Reclamo, he podido constatar, puesto que me gusta estar pendiente de todos los pequeños detalles que, prácticamente, nadie se fija en las cualidades de los pájaros con menos apariencia que suele haber en los expositores o jaulones para su venta como reclamos, sino en los más hermosos y con mejor pinta. Así, puestos a suponer e imaginar, seguro que los pollos menos agraciados, aunque solo fueran unos cuantos, porque únicamente se exhiben los que los aficionados demandan, lo deben pasar mal viendo que ni le echamos cuenta. Incluso, puestos a soñar, se preguntarán más de una vez: y a los feos, ¿nadie nos quiere? Y lo peor del caso es que, posiblemente, alguno de ellos atesore o lleve dentro, aunque no lo demuestre, lo que vamos  buscando.     


      Para finalizar esta entrada, quiero hacer una reflexión exponiendo un tema taurino, para qué quien la lea saque sus propias conclusiones:¿No escogen las ganaderías de reses bravas lo mejorcito que crían y lo envían a las plazas de primerísimo nivel para que ofrezcan una gran tarde? ¿Se cumplen luego las expectativas, o por el contrario,  los ejemplares que salen al ruedo no  dan el mínimo juego?