miércoles, 29 de mayo de 2024

UNA HISTORIA MÁS, "BAILAOR"



Video de los primeros momentos de "Bailaó" enjaulado


Dos imágenes del mismo puesto donde se le abatieron dos machacos alpujarreños

Estas líneas que vienen a continuación, sobre uno de los componentes actuales de mi jaulero, Bailaor, aparte de lo que compartiré sobre el mismo, sirvan, en primer lugar, como agradecimiento a Isidro Boluda García y a José Ignacio Pérez Albericio, amigos y compañeros de afición e inicio de esta historia.

Para empezar, decir que este reclamo con nombre flamenco y dicción andaluza, vio la luz en la primavera de dos mil veintidós y se crio, en sus primeros momentos, en una dependencia de la vivienda de Isidro dedicada a los reclamos, gallinas, conejos… en la murciana localidad de Pliego, muy cerca Sierra Espuña y de los ríos Pliego, Mula y Sangonera. Como curiosidad, decir que fue el único de sus hermanos que no salió “pechiblanco”, como sus progenitores, sino que su colorido era y es el normal de nuestra perdiz roja española.

Desde sus primeros momentos destacó por su fortaleza, valentía y buen canto, por lo que su criador, Isidro, como muy buena persona y tío serio que es, pensó que, cuando se regala algo, debe ser lo mejor que se tenga. Por lo tanto, no lo dudó y así fue. Aquel valiente pollo sería para un amigo al que se lo tenía prometido, es decir, para mí.

Pasó el tiempo, y en una de las tantas visitas que José Ignacio siempre ha hecho y sigue haciendo a la casa del amigo Isidro, estuvo viendo y observando todo lo que tenía este en su “cuarto de animales” y, entre ellos, en un destartaledete cajón colgado de la pared, estaba aquel pollo, muy desarrollado en relación con sus hermanos, y quedó impresionado por su planta, canto y la valentía que demostraba con los que compartían “habitación”. Es más, entre sus notas musicales, las cuales ya alternaba con una facilidad pasmosa, empleaba con asiduidad el famoso y llamativo titeo o cañamoneo, cuando su porte físico era no más del tamaño de una codorniz.

Pues aquel día, hablando ambos sobre las buenas maneras de aquel pollastre, Isidro le dijo a José Ignacio que se lo llevase a su casa de Los Alcázares, también en Murcia, porque allí estaría mejor cuidado y vigilado.

Dicho y hecho. Pechirrojo, como se le bautizó en un primer momento, cambió de domicilio sobre mediados de agosto y, desde que llegó al mismo, ya demostraba unas maneras, las cuales me trasladó José Ignacio en cuanto pasó unos días en su casa, que le auguraban un futuro bastante halagüeño. Tan es así que, ya enjaulado, no se dejaba impresionar y, menos, amilanar por otros componentes ya hechos del nuevo jaulero y mantenía dialécticas musicales con los mismos.

José Ignacio, ante lo que podía ser un posible buen reclamo, pues lo intuyó desde el primer instante, no sabía la forma de hacérmelo llegar, pues no quería, bajo ningún motivo, que le ocurriera algo estando en sus manos. Sin embargo, entre unas cosas y otras, porque no era fácil la empresa del envío, al final, después de darles muchas vueltas a la cabeza, decidí trasladarme a cazar el reclamo a Murcia, a la finca Los Guillermos, cosa que llevé cabo a mediados de diciembre, para echar unos días por aquellas tierras y, de camino, recoger a Pechirrojo. Incluso, en uno de los días que pasé allí con José Ignacio, Isidro, Paulino Bedmar, José Ruiz -Falcon-…, le di un ratito de puesto y ya, con su saber estar en un precioso tanto de piedras, me dejó bien claro que dentro de aquel novel, por cierto, bastante inquieto, había pájaro para el futuro.

Hasta aquí, la historia de su procedencia y los diferentes avatares anteriores a la llegada a mis manos. Y, a partir de ese momento, tengo que aclarar,  que en un primer instante, dada su inquietud y el desagradable copeteo, que llevaba a cabo de vez en cuando, me llevé una pequeña desilusión. Circunstancia que, con el paso de los días, fue compensándose con otras cualidades que atesoraba y que me hicieron olvidarme de lo que siempre he odiado en un reclamo: el echarse “patrás”, sacar agua o tomar copas.

Así que, viendo y pensando en cómo se podría arreglar tan desagradable manía o costumbre, el amigo José Ignacio me recomendó, como él solía hacer con los reclamos “danzarines”, ponerle una piedra irregular en el suelo de la jaula, para que, con su bamboleo, disminuyera la costumbre de “bailar”, proceder que, en este caso, fue mano de santo, pues sí él ya se la tenía colocada en su casa y luego continuó en la mía, ambas formas de actuar consiguieron que su “baile” fuera disminuyendo, hasta llegar, esta vez sí, a un comportamiento relativamente normal. Comentar también que, ante tal forma de conducta, lo que hoy es un reclamo con mucho futuro, recibió el nombre de “Bailaor”, por su tendencia a imitar dicha expresión del arte flamenco andaluz.

Luego, en el día a día, su fortaleza en el canto de mayor, su agradable cuchichío/piñoneo y su atractivo titeo, “palos” que alterna con un encanto especial, hicieron y hacen de él un pájaro de jaula bastante, como decía José Ignacio desde que era como una codorniz, a tener en muy en cuenta.

De hecho, aunque no es muy ajustado al buen proceder de pajaritero, tenía tantas ansias de verlo en el campo con todos los “avíos”, que el día de la apertura de la temporada de reclamo, por la zona del Andévalo onubense, debutó en la finca La Solana de la Corte, como catorce años atrás, lo había hecho Chimenea, uno de mis dos grandes reclamos.

No hace falta indicar que, como se dice por tierras “granaínas”, salió a levanta cobija y, a partir de ese momento, su incesante, trabajo y su atractivo canto hicieron que una pareja de patirrojas autóctonas que se había establecido por los alrededores del colgadero, atraída por la llamativa música de aquel debutante y animoso pollo, no se resistiera a su melosa llamada y  entraran en plaza a la pelea, pues su variedad de cantos y el intercalado pegadizo de los mismos fue para el par una atracción irresistible. Así, macho dando vueltas a la chaparra donde “Bailaor” estaba colocado y hembra echando reclamaíllas formaban parte de la agradable “película” que se proyectaba en aquella soleada y fresca mañana.

Luego, después de dejar seco a sus pies a aquel valiente garbón montesino, tras certero cartuchazo, “Bailaor”, que no cortó su primer tiro, se enfrascó con la hembra que, ahora en la distancia, se desgañitaba llamando a quien ya no podía oírle, mientras lentamente se acercaba a quien, desde su atalaya, le dedicaba, con una magistral alternancia, unos cuchichíos, piñones y titeos embaucadores.

Aunque se hizo de rogar, al final, el meloseo de aquel osado pollanco hizo que la viuda entrara en plaza y se dirigiera hacía él sin el menor atisbo de desconfianza, aun pasando casi por encima de quien fue su pareja, a la vez que “Bailaor” y quien estaba nerviosísimo en el aguardo, por lo que estaba ocurriendo, disfrutábamos de lo lindo. A continuación, un leve pataleo, tras el estruendo de otro Armusa del calibre veintiocho, puso fin a un gran lance, mientras que quien debutaba la despedía con un llamativo canto funerario.

A partir de ese momento, en las dos temporadas que lleva conmigo, solo puedo decir, para no extenderme mucho que, con ganado bravo o de repoblación en sus diferentes salidas, este reclamo de procedencia murciana ha escalado puestos de mi jaulero, hasta situarse en el pódium del mismo, porque para ser realista y agradecido, debo decir que su progresión ha sido muy positiva y, puesto tras puesto, ha ido dejando claro que es un reclamo con mucho futuro.

Para finalizar, solo apuntar que sólo son dos celos en este momento, por lo que, el año próximo debe ser su confirmación, pero lo mismo que pasó con Chimenea, cuando tenía su misma edad, creo que puede ser otro pájaro de muy primer nivel. Y lo digo, siendo pajaritero que no suelo usar vara de medir muy corta, sino todo lo contrario. El tiempo será notario de todo lo expuesto en este escrito, pero…, a día de hoy, muchas patirrojas han estirado la pata delante de él. Y, si no llega a ser un fenómeno, de momento, da muy buen avío, que es de lo que se trata. Es más, pase lo que pase, que me quiten lo “bailao”, como se suele decir en muchos rincones de nuestra querida Andalucía.

domingo, 26 de mayo de 2024

UNA GRAN LECCIÓN

 Nuevamente, en el apartado de colaboraciones, traigo al blog este relato-vivencia pajaritero, que me ha hecho llegar un compañero malagueño, Antonio Perea Peña, al que se lo agradezco, y que fue publicado, con los arreglos lógicos de una revista, en JARA Y SEDAL el 25 de febrero de 2024 

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Corría el año 1974, yo era un adolescente. Primeros de febrero, sábado, la noche había sido muy fría.

Mi padre, Manolo el  Barbero y yo, nos dirigimos una hora antes de venir el día andando desde el pueblo a dar el puesto de alba.

Nos encaminamos a un paraje que se conoce como Los Búhos, lugar de sierra escarpado, con una inclinación de cuarenta y cinco grados, con pequeñas lomitas y cañadas  pequeñas y en la parte más alta el tajo del mismo nombre, El Tajo de los Búhos, de unos treinta a cuarenta metros de altura y dónde todos los años anida el búho real.

Era de noche pero se veía bien porque había luna. Caminábamos por una vereda y al llegar a un punto, mi padre me indicó un puesto que había hecho días antes. Estaba hecho de matas que había en el lugar, estaba en el pie de una higuera bravía y el tanto de piedras, estaba a unos dieciocho pasos en un pequeño rellano que había en la inclinación del terreno.

Me dijo mi padre: no hagas ruido y ten mucho cuidado, que me vas a buscar una ruina.

Él temía que me pasará algo, al no tener permiso de armas, pero a la vez el sentía que era responsable.

El verano anterior ya había dado algunos jornales ayudando en la caza y me había ido a estudiar a la capital, estando toda la semana fuera estudiando.

Era tanta la afición que, desde muy niño, ya lo acompañaba a dar el puesto y fue cuando empezó a dejarme algunas veces la escopeta del veinte, una Nórica de un cañón, la cual tengo todavía.

Cuando empezó a venir el día, me fui al tanto de piedras, con unos tallos de retama que había cortado para tapar el pájaro, colocándolo y tapándolo bastante, porque en el lugar había muchas rapaces.

Al ir viniendo el día mi pájaro empezó a dar los primeros reclamos, preciosos, como los hacen los pájaros de campo.

Este pájaro tenía su historia, pues unos años antes, a mí me gustaba irme con mi abuelo Antonio Gregorio que es el apodo de la familia. Íbamos en una burra que tenía mi abuelo para ir al de huerto y por agua para la casa a una mina a las afueras del pueblo Fuente Luna.

Una de esas veces que íbamos al huerto, salió una pájara con sus perdigones, la cual íbamos observando con la mirada, cuando de pronto uno de los pollos al pasar por una línea eléctrica de baja altura, chocó con un cable y cayó a plomo al suelo, a lo que le dije a mi abuelo que esperase y salí corriendo y lo cogí.

Era como una tórtola y, a primera vista, no se veía que tuviera nada roto.

Lo crie con mucha ilusión, ya que era mi primer pájaro.

Mi padre empezó a cazarlo desde pollo y le iba tirando pájaros.

Ahí viniendo el día, empezó a cantar las camperas, se escuchaban pájaros por todos lados y los vuelos al alborear con sus píos píos

Mi pájaro no dejaba de cantar y yo nervioso no, lo siguiente. No quería moverme para que no me vieran las camperas, aunque era imposible, el puesto estaba tupido de matas, el suelo estaba limpio de hojas para que no crujieran si me movía, yo estaba sentado en una piedra con unas hierbas encima, el puesto era una obra de arte.

Cogí la Nórica, y le introduje en la recámara el cartucho, todavía me acuerdo que era de cartón, un Galgo verde.

Mi pájaro no dejaba de cantar por alto, con piñoneo y dando de pie, una preciosidad.

Pasado un rato, ya solo escuchaba tres pájaros en el campo, con los que se iba rifando mi pájaro, dos lejanos y uno por debajo del puesto.

De pronto mi pájaro, bajó el tono de los cantes, pensé, está viendo los otros pájaros y no me equivoqué, viendo desde la tronera un pequeño bando de perdices, de donde destacaba un macho que era el que contestaba al mío. Después de pocos minutos, lo vi de venir corriendo hasta el tanto, y yo con los nervios de un principiante.. pero recordé que yo cuando iba con mi padre, siendo el veterano también se ponía nervioso.

Cuando el pájaro llegó al tanto, le dio varias vueltas y se fue a una piedra que estaba a la izquierda y sobresalía de la tierra una cuarta y estaba a un metro treinta aproximadamente.

El campero subido en la piedra era un espectáculo, ¡cómo se rifaba con mi pájaro! pero de frente y con la pechuga hacia mí. Era un señor pájaro y cuando le parecía se bajaba de la piedra, le daba varias vueltas alrededor de mi pájaro sin parar y volvía a la piedra y de pechuga.

Cuando llevaba un tiempo prudencial, saque el cañón de la escopeta por la tronera y lo apunté, pero se me vino a la cabeza lo que me decía mi padre, nunca se tira una perdiz en la plaza, ni andando, ni de pechuga.

Estuve esperando que se pusiera de costado y una de las veces que se bajó de la piedra, salió corriendo y se fue con las compañeras, me quedé con una cara que era todo un poema, me maldecía por no haberlo tirado.

Mi perdiz seguía cantando sus respectivos cantos, contestando la campera a unos veinte o treinta metros y yo seguía maldiciéndome por no haber tirado.

Los pájaros no dejaban de cantar, cuando escuché el pájaro de campo más cerca y viéndolo de venir corriendo de nuevo a la plaza, era igual que antes, dando varias vueltas al tanto sin pararse, montándose en su piedra y de pechuga, siguiendo el ritual anterior, a lo que pensé: está vez no se va.

La apunté muy bien en lo alto de la piedra y disparé, cuando escuché "piiioo", exclamé ¡Dios mío, se me ha ido! Me fijé en mi pájaro y no había cortado al tiro, seguía con sus cantes y alrededor de la piedra, eso era un manto de plumas, pero se había ido.

Ya no me molestaba que se hubiese ido, si no cuando volviera mi padre Alonso Gregorio la que me iba a caer...

Escuché un disparo a lo lejos, mi padre o Manolo habían tirado, al final había sido mi padre que había tirado una pájara viuda.

Yo seguía maldiciéndome por haber tirado y de pechuga, con las veces que me lo había advertido mi padre, pero a la vez pensaba que a mí pájaro no le había sentado mal puesto que seguía con sus cantes.

A las 9.30 escuché un silbido, que indicaba que venían de vuelta

Manolo para ir a trabajar a la barbería y mi padre, porque siempre tenía cosas que hacer.

Me salí del puesto y echándole la sayuela a la jaula, los vi venir.

- Niño has tirado, -me dijo mi padre

- Sí, pero.. 

Ese pero y mi cara me delataban

- ¿Qué te ha pasado? 

- Papá he tirado y se me ha ido, a mí pájaro no le ha pasado nada, ha seguido cantando y el del campo mira el plumerío que ha dejado

A eso dijo Manolo, dijo:

-Matarlo no lo has matado, pero pelarlo lo has pelado.

Y seguido mi padre me dice:

- Lo has tirado de pechuga verdad?

- Sí, pero se fue... volvió… no se ponía de lado…

Menos mal que fui rápido, si no me da el cogotazo que me dio mi padre

- ¡Mira con la de veces que te lo he dicho!

- Para dónde ha volado, -dijo Manolo.

- Para abajo

Nos dirigimos hacia allí y bajamos una pequeña cañada, a unos veinte metros y allí estaba abatida la perdiz, era un gran pájaro viejo.

Aquel no sería un gran puesto, pero si fue una gran lección, aprendí que no se tira un pájaro de pechuga, ni andando en el tanto.

                                                                                                              Antonio Perea

domingo, 19 de mayo de 2024

LOS CORTAFUEGOS, TAN NECESARIOS COMO PERJUDICIALES PARA LOS NIDOS DE PERDIZ

 





Cinco tomas de cortafuegos en la finca "La Dehesa"

No hace falta decir, porque todo el mundo que está en contacto con el campo lo sabe, que muchas de las labores agrícolas primaverales, tan importantes como necesarias, causan muchas bajas en los nidos de aves que lo construyen en el suelo, dígase cogujadas, terreras, trigueros, alondras, alcaravanes, anátidas, sisones, codornices, perdices… como ejemplos más conocidos de los que crían por esta zona, que es la que conozco a fondo, y por otras muchas de nuestra Andalucía.

En esta línea, las múltiples faenas agrarias realizadas en la estación de las flores, finales de febrero/mayo, como los barbechados para futuras siembras de cereal, las siegas tempranas para heno y alimentación del ganado en verde, la recogida/quemas de podas de olivares, las roturaciones de las reforestaciones y de los eucaliptales…, destruyen muchos nidos de las especies citadas anteriormente y otras muchas aves que realizan sus nidadas en el suelo.

Pero…, aparte de las labores agrícolas apuntadas, hay una más, los cortafuegos o acerados, que por las fechas y los lugares cuando y donde se llevan a cabo, finales de marzo/abril, incluso primeros de mayo, en los linderos con carreteras y otras propiedades; los carriles, vías pecuarias y pistas forestales, las siembras de cereal… se llevan para adelante unos buenos pocos de nidos. Pues como sabemos, cuando se hacen cortafuegos, se aran unos buenos metros de ancho para evitar incendios en las fincas Y dicha labor, que además es obligatoria, destruye y/o entierra bastantes de nidos y, entre ellos, el de muchas perdices rojas que, como bien sabemos, suelen anidar al amparo de zonas transitadas para, de esta manera, evitar la depredación de sus puestas. Tan es así que, muchos de estos huevos, como nos dice la historia, no se han destruido en su totalidad, quedando alguno de ellos en perfecto estado que, bien en incubadoras o, bien, con gallinas americanas/inglesas se consiguió que eclosionaran y, más tarde, los ejemplares nacidos dieron muchas alegrías a sus dueños.

lunes, 6 de mayo de 2024

LA PIEDRA EN EL FONDO DE LA JAULA CONTRA EL VICIO DE "TOMAR COPAS"


                        Dos imágenes de la piedra en el suelo de la jaula

La manía de algunos reclamos de tomar copas, hacer el cristo, echarse "patrás", sacar agua u otras formas de llamarla, es uno de los vicios que menos gusta a los pajariteros, pero, además, dicho proceder, si no lo corregimos pronto o separamos de los demás a quien lo lleva a cabo, muy posiblemente, otros componentes del jaulero se contagien y terminen haciendo los mismo.

Como en todos los aspectos del comportamiento de nuestros machos de perdiz, el corregirles vicios o maneras de actuar no es tarea fácil y se necesita tiempo y dedicación, no de hoy para mañana, como siempre queremos. De hecho, no se olvide que unas de las virtudes principales que se le supone al cuquillero es la paciencia.

En esta línea, aun sabiendo que es complicado el eliminar el famoso “copeteo”, el recurso de la piedra en el culo de la jaula e incluso en los cajones de muda, circunstancia que no es cosecha propia, sino que llegó a mis conocimientos por mediación del amigo afincado en Murcia, José Ignacio Pérez Albericio, aminora dicho proceder y, en algunos casos, casi lo erradica totalmente. Y como la comprobación de los resultados es lo que da validez a cualquier evidencia, de esta doy fe, pues lo he podido contrastar con algunos de mis reclamos porque, no tengo que volver a repetir que dicha costumbre, nunca la he aguantado, aun con reclamos de valía, ya que me pone de los nervios.

Por supuesto, la piedra que pongamos, debe ser plana, pero irregular en las dos bases o, al menos, en la que se va apoyar en el suelo de la jaula. Con ello, se consigue que al empezar a “danzar” el pájaro, se balanceé la piedra y este pierda el equilibrio, con lo que nuestro “artista”, termina por no “bailar” mucho y cada día que pase, menos.

El traer al blog este recurso cuquillero, que ya lo traté de pasada en otro artículo anterior, no tiene otro objetivo que, quien no lo conozca, que seguro que los hay, pueda ponerlo en práctica, si le parece bien, y acabar, en lo posible, con tan desagradable costumbre que algunos reclamos cogen -a veces en temporadas- o lo llevan en los genes.

Por supuesto, hay compañeros que utilizan otros procedimientos, como pueden ser la jaula de castigo, sayuela a media jaula, un alambre casi diametral -cuerda- sobre la mitad de la jaula para que no culeé hasta el fondo de la misma y luego se tire “patrás”, el colgarlos con la jaula, durante un tiempo en un tendedero o algo similar, para que no se muevan..., todos válidos, por supuesto. Este, sin darle más vueltas, sería uno más. Ni mejor, ni peor, solo otro más, valga la redundancia.