viernes, 5 de enero de 2018

EN LA RECTA FINAL.

Es de humano el mostrar una cierta intranquilidad cuando se van acercando las fechas de un acontecimiento importante en nuestras vidas. Así, a medida que van pasando los días anteriores a un determinado momento significativo, nuestro nerviosismo, desasosiego, ansiedad… se van haciendo cada día más patente hasta llegar, a veces, a límites que rayan en lo irracional. Sin ir más lejos, llega el momento en el que nuestro carácter y  forma de actuar cambia de tal forma, que los que están a nuestro lado se dan cuenta que perdemos un poco los papeles, máxime, si son componentes de nuestras propias familias.

Pues bien, año tras año, cuando el nuevo año hace su aparición, la inmensa mayoría de los aficionados a la caza de la perdiz con reclamo comenzamos a entrar en una dinámica de intranquilidad que se hace palpable al cien por cien. Huelga decir que el despertarse temprano, el no poder conciliar el sueño, las discusiones o riñas con familiares y amigos, las constantes llamadas a conocidos para ver como lo llevan, las idas y venidas a lugares donde se juntan compañeros de afición, la visita persistente a nuestros jaulero para ver si hay algún problema, la repetitiva comprobación de los enseres y complementos de caza, la observación casi enfermiza de la meteorología, las diferentes pruebas a las que somentemos a nuestros reclamos para ver en qué punto se encuentran, los constantes desplazamientos al coto de caza para ultimar detalles, compras de viandas y bebidas para los días de cuelga… es el pan nuestro de cada día. Y no digamos si, por estas fechas, hay alguna incidencia significativa: revuelo nocturno en nuestro jaulero, muda extemporánea de algunos reclamos, circunstancias significativas en la finca donde vamos a cazar (arado, ganado, podas, desmontes, falta de leña, problemas de intendencia…), diferencias con los compañeros de coto en aspectos que pueden incidir en la buena marcha del periodo hábil de caza con reclamo… Si esto ocurre, que a veces es así, como bien sabemos, “apaga y vámonos”

Se cuentan los días como si estuviéramos en la “mili” y a punto de licenciarnos, y parece que la fecha señalada en el calendario no va a llegar nunca. Y lo peor del caso es que año tras año volvemos a tropezar en la misma piedra, sin que la experiencia acumulada por el mucho tiempo que llevamos en este mundillo nos sirva para tomarnos con más tranquilidad los prolegómenos de una nueva temporada. Es obvio que esta situación de desasosiego es inherente a la afición cuquillera y, en el fondo, es lo que sustenta la grandeza de la misma, pues no todos los días mostramos los mismos comportamientos. Esta enfermedad, que creo que los es, solo se cura el día que le levantemos la sayuela, funda, mantilla, cobija…. a nuestro pájaro tras situarlo en el tanto, farolillo, repostero, pulpitillo….y, si puede ser, minutos más tarde apretemos el gatillo.

Y lo peor del tema es que, con todo estos “dolores de cabeza”, en la gran mayoría de los casos, años tras año, el final es siempre el mismo: desesperanza y fracaso, pues, entre unas cosas y otras, la gran fe con la que se empieza, se torna, al final, en una verdadera frustración. Menos mal que, desde que se acaba la temporada, hasta el comienzo de la próxima, hay tiempo de sobra para “cargar las pilas” y renovar ilusiones