martes, 31 de enero de 2012

CON MI MÁXIMO RESPETO, RECLAMO DE GRANJA.

        
       Llevaba algún tiempo dándole vueltas al "coco" para enjaretar un artículo de opinión con tan sustancioso tema y creo que,  final de enero, mes reclamista por excelencia, es el momento ideal para publicarlo. Sé que algunos me darán la razón y otros me tacharán de haberme "bajado los pantalones" ante la perdiz de granja, cuando siempre he defendido lo contrario. Pero, tanto una opinión como la otra, no influyen para nada en un convencimiento que he ido formando con el paso de los años. Y ha sido así, porque toda hipótesis sólo es válida cuando se puede demostrar, justamente, como lo han hecho algunos de estos reclamos que han pasado por mis manos. Pues bien, creo que con lo que he presenciado durante un buen periodo de tiempo,  que no son ni más ni menos que  hechos irrefutables, hoy día, puedo decir a boca llena, y bien alto, que el reclamo criado en cautividad, el de bandera -que los hay, aunque muchos no lo quieran aceptar- es, como mínimo, tan bueno como su homólogo de campo.


               Entremos en faena.


Hace ahora, justamente veintiséis años, en 1986, pasó por mis manos mi primer reclamo de granja –Castelar-. Era de Altube,  de los originarios de esta denominación, y le puse dicho nombre, por el protagonista de la maravillosa obra “Memorias de un Reclamo”, la cual, o estaba leyendo por aquellos entonces, o hacía poco tiempo que la había leído.

Desde entonces hasta ahora, han llegado bastantes de ellos a mi jaulero, aunque siempre he sido un poco reacio a tenerlos. No obstante, en los últimos tiempos, por diferentes motivos que ya he puntualizado en varios escritos y no quiero volver a exponer, para no ser muy repetitivo, he llegado a la conclusión, basándome en hechos irrefutables, que el reclamo de granja o criado en cautividad ofrece las mismas posibilidades que el montesino y, además, sale mucho más barato lo que, en los tiempos que corren, ya es un triunfo para la mayoría de los bolsillos que, como todos sabemos y sufrimos, están desgraciadamente, muy faltos de liquidez.

En estas casi tres décadas, Castelar, el de Burgos, Gitano, Redoble, Estepeño, Toledano, Picocho… y, más recientemente, Guerrilla, Chimenea y algún pollo de este año, todos ellos de diferentes granjas, han venido a confirmarme que los había y los habrá mejores, como le ocurre a cualquier reclamo del campo, pero, todos ellos supieron en su momento, o saben en la actualidad, hacer su trabajo, como mínimo, igual que sus hermanos montaraces. Ni mejor ni peor, sino como ellos. Y no vengamos con milongas que si a los dos años se vienen abajo, que si con el campo de verdad no saben realizar la faena adecuada, que si su música deja mucho que desear, que se ponen muy fuertes en el transcurso de la temporada… Ya que todo eso puede ser cierto, pero en algunos. Al igual que, justamente, lo contrario. Ni más, ni menos que como ocurre en los reclamos del campo. ¿O es qué algunos de estos últimos no tiene las cualidades reseñadas anteriormente?

Pues bien, de los nombres que he citado con anterioridad, Castelar, por ser el primero y Chimenea, el último, me dejaron en su momento y me dejan hoy, un gran sabor de boca. Ya que, tanto uno como otro, era y es, como mínimo, reclamo de mediano para arriba, justamente como le ocurre a algunos de los que proceden de nuestros campos y bosques. Así, ofrecían y ofrecen un variedad de cantos más que aceptables, trabajo constante, suavidad con el campo, recibiendo y cargando el tiro como se debe hacer… y, lo más importante, sin descomponerse ante “viudillas de capas y espadas”. Cualidades todas ellas con las que soñamos los jauleros.
Que el campo da y proporciona fenomenales reclamos, cierto. “El de Manué” y Don Benito, mis dos grandes reclamos, lo demostraron en su momento. Pero, no olvidemos que, también, proporciona muchísimos burracos, alambristas, saltimbanquis, cobardes, “cantaores de tabernas”… y, ello, nos guste o no, es una aseveración clara, clarita como la luz del día, justamente, como les ocurre a muchos de los criados en cautividad.

Pero, yendo aun más lejos, queramos o no, mientras exista demanda de reclamos de procedencia montesina, estamos ayudando a que nuestros campos sean el espacio idóneo para continuos “sabotajes”, y puedo asegurar, porque sé lo que estoy diciendo que, algunas fincas, en no mucho tiempo, se han quedado limpias de patirrojas a manos de cuatreros, sirviéndose del famoso garlito, por poner un ejemplo de capturas prohibidas.

Por todo lo anteriormente expuesto, y a modo de resumen, el que suscribe, defensor a muerte de nuestra perdiz roja salvaje, que no es sabio, sino humano, ha rectificado con el transcurrir de los años y, la gran mayoría de reclamos que tiene, a día de hoy, son procedentes de granjas o criados por amigos en cautividad.

¿Qué me he equivocado y no he sido fiel a mis principios? Posiblemente, pero, mi opinión y forma de proceder merece tanto respeto como la del que en su jaulero no quiere ver, ni por asomo,  un reclamo de granja o “gallino” como muchos/as le llaman de forma despectiva.

Sólo un pero a las granjas cinegéticas: en un primer momento, o no supieron generar el “producto” deseado, o quisieron “llenar el saco” antes de tiempo. Con ello, el resultado fue descorazonador, ya que, la perdiz que nos ofrecían, poco tenía que ver, en muchos casos, con la que se demandaba. Sin embargo, y afortunadamente, hoy día, la cosa ha cambiado. La pureza genética prima sobre la producción, aunque siga habiendo quien busque dinero antes que calidad. Siguen quedando restos de antaño, pero, creo que se está en el buen camino.

Por cierto, si no recuerdo mal, Castelar me costó dos mil pesetas y Chimenea, algunos buenos años después, treinta euros. Y estoy seguro, sin que ello signifique vanidad por mi parte que, reclamos con ellos dos, ya los quisieran todos los aficionados para su jaulero.

Otro tema es la perdiz de granja soltada para repoblación de cotos privados y sociales. Sobre ello, tengo que decir que también lo tengo claro, ya que, aparte de las muchas problemáticas que arrastran este tipo de patirrojas, nunca serán capaces de adoptar el proceder, la bravura y la viveza de sus hermanas las montesinas. Siempre les faltará ese sexto sentido que hace que las montaraces nos cojan en fuera de juego a diario y, por ello, éstas últimas, sean consideradas como el “pata negra” de la actividad cinegética en general. Pero, si nos referimos a su forma de comportamiento en la caza de la perdiz con reclamo, no merece la pena gastar mucho papel, puesto que, si exceptuamos los números que se abaten y algunas excepción de ejemplares que llevan sueltos mucho tiempo en el campo, de lo demás, mejor no hablar. Pocos lances con ellas quedarán grabados en la retina de los cuquilleros.

domingo, 29 de enero de 2012

CON LA JAULA A CUESTAS 2012: 27 - 29 DE ENERO.


             
CUANDO LAS CORAZONADAS SE HACEN REALIDAD.

            Este fin de semana ha tenido de todo un poco. Para empezar, el viernes por la tarde, le tire al Malagueño -regalo de mi buen amigo Diego Ramírez de Cuevas Bajas- un imponente macho del terreno. Lo recibió de maravilla y, aunque esperé a la hembra, ésta no quiso entrar, por lo que decidí quitarle al garbón de en medio. Cargó el tiro muy bien y la viuda, que voló al disparo, dio la lata, pero no entró.

           La mañana siguiente, sábado 28, con la grata compañía de la amiga Mari Carmen Pacheco que se acercó por el coto para echar la jornada con nosotros, conseguí abatirle a Chimenea una hembra de las de echarle de comer aparte: chachareo, vuelos, sin dar la cara... Pero, al final, este reclamo que, cada día, está mejor, la metió en plaza.

            La tarde fue un poco, o mejor dicho, un mucho jodida, ya que, al llegar al colgadero, nos encontramos  -Rafa y yo- con el sitio. El portátil y todos los chismes que habíamos colocado a mediodía, para el puesto de tarde, habían "volado". Estaba claro que alguien nos vio realizando la maniobra y pasó por alto la ética que debe imperar en la caza -porque tengo la corazonada que quien se lo llevó es cazador-.  Por tanto, lo único que le deseo,  a quien se hizo cargo de lo ajeno, es que sepa aprovecharlo y le de buen uso como yo se lo he dado durante treinta años. Dicho aguardo, me lo hizo mi cuñado,  por aquellos entonces y, hasta día de hoy, siempre lo he utilizado cuando he ido con otra persona, como ahora me ocurre con el amigo Rafael. Grandes "mocholadas" y grandes lances ha presenciado junto a mi. Lo único bueno, si así se puede llamar, fue que mi banquillo, el de siempre, el que ha aguantado culadas y grandes faenas, como nunca lo dejo en el puesto, ayer,  como otras veces, me lo llevé al cortijo. Algo me dijo que no debía dejarlo allí. Posiblemente, fuera un barrunto, pero, curiosamente ocurrió. De todas formas, le recuerdo al autor del desaguisado, por si no lo sabe, que el campo, ni es ciego ni sordo y,  casi seguro que, mañana, pasado o dentro de un año, lo que hoy es secreto, al final, se conocerá todo el "sumario".

            Luego, tras echar sapos por la boca, porque no era para menos, fui a la casa por otro aguardo, colgué  en el lugar de los hechos, con el sofocón todavía a flor de piel y ya por cabezonería. Cuando nos sentamos, eran másde la seis de la tarde, sin sol, porque no estábamos en solana. Por lo tanto, nada de nada, ni escuchar el campo. Los reclamos tampoco cumplieron.

             Esta mañana, con una helada terriza de escándalo, el campo ha estado mudo -como viene siendo habitual-, aunque Segura -pollo del año procedente de Jaén- ha trabajado más que bien durante casi dos horas, sin recibir respuesta. Así, a las 10 y 45 minutos, he dado por finalizado el puesto.  Lo único reseñable y curioso, por lo esquivas que son las urracas, fue ver a una de ellas en la plaza.

            Tambien, decir que Manolo Monescillo, le tiró a mi Saldor un macho el sábado por la mañana. Este pollo empieza a tener un buen futuro. Los tres o cuatro puestos que se le han dado han sido una gozada.

En estas tres imágenes, se puede apreciar una de las patas del macho del viernes, a Chimenea con la hembra del sábado y una estampa curiosa del domingo: una urraca en la plaza




Un instantánea del salón de la casa con Manolo, Rafael, Mari Carmen y el que suscribe.



En la siguiente, se aprecia la temprana primavera.






domingo, 22 de enero de 2012

CON LA JAULA A CUESTAS 2012: 20 - 22 DE ENERO





            Después de las aguas del domingo y lunes pasados, parecía que las patirrojas tomarían otro rumbo, pero no ha sido así. El tema sigue pintando bastos: poco cante, complicada entrada en plaza y, lo que es peor, las parejas, por regla general,  no quieren saber nada del reclamo.

            Aun así, he vuelto a pasar un fin de semana con buenas sensaciones, ya que los reclamos, la salsa del asunto, me están respondiendo bastante bien. Y más que nada los pollos.

            Sobre ellos decir que, a mi jaulero, han llegado este año algunos criados en cautividad. Pues sin citar su procedencia, porque no me gusta hacer publicidad, aunque de una de ellas lo hice en un post anterior, puedo decir que me están sorprendiendo gratamente: a uno le he tirado dos hembras con un trabajo muy bueno y con un recibo de maestro y otros dos han dado dos grandes puestos, sin moverse y sin tomar un alambre. Sé que el tema granja/campo es el dilema eterno, pero digo lo que presencian mis sentidos. Es más Chimenea, al que le he vuelto a tirar otra hembra y ya lleva siete en lo que va de temporada, vuelve a demostrarme con dos años que la granja también ofrece, como el campo, buen "género".

           Las tres imágenes que vienen a continuación recogen el puesto de esta mañana con Santacruz. Como se puede apreciar, la helada era de respeto -cero grados-. En el mismo, dicho reclamo trabajó a una hembra, una vicaria viuda de espolones "retorcios"  y de campo campo, como se puede comprobar en una de las fotos, con gran sapiencia. Pero, a pesar de la lata que dio, Santacruz supo utilizar sus dotes de donjuaneo y la entró en plaza después de más de media hora de trabajo. No sé lo que hará en años venideros, si se estropeará como se dice o no, pero, lo que hizo el jueves con otra hembra y lo de hoy es para quitarse el sombrero.






            Aunque no estaba en el Corte Inglés, la primavera, a mediados de enero, se empieza a asomar por estos lares. Sirvan de muestra estos cuatro botones.






lunes, 16 de enero de 2012

ESTAS COSAS PASAN.


            En aquella casi primaveral tarde de febrero, el sol se dormía lentamente sobre las  purpúreas sábanas del horizonte. Sus tonos cárdenos cobrizos alimentaban la grandeza de un ocaso más, y la brisa vespertina empezaba a dar la bienvenida a un nítido cielo, en donde el tempranero Marte era el adelantado de un sinfín de soles relucientes  que, desde la infinita lejanía, querían participar en la belleza del anochecer.
            Hacía rato que la piel de mi cara y manos se había “empapado” de ese maravilloso fresquillo natural, por lo que debía dar por terminado aquel maravilloso puesto si no quería que, la gran caminata que me esperaba hasta llegar al coche, la hiciera dando tropezones. Me costaba trabajo bajar el telón a tan inolvidable tarde, pero había llegado la hora. Por consiguiente, aunque aquella pajarilla se desgañitaba llamando a quien ya no podía oírle, tuve que toser para que se fuera sin volar y, de esta forma, no fastidiar al reclamo que llevaba más de media hora “liao y engolosinao” con ella.
            Salí del aguardo, recogí la collera y el macho que había abatido y se los puse al lado de Reverte, el reclamo de aquella tarde, al que había bajado del farolillo para que se recreara con ellos. Y así, mientras él se relajaba cuchicheándole a su “botín” y picando reiterativamente la esterilla, yo, a la carrera, recogía todos los chismes porque la noche se venía encima de forma imparable.
            Un vez arreglado todo y con los bártulos a cuestas, me dirigí hasta el coche, acompañado por el penetrante canto de un cárabo que, encaramado en algunas de las encinas o alcornoques del entorno, llenaba el silencio de la ya fría noche con su llamativa y estremecedora melodía. Tan es así, que un cosquilleo nervioso hizo que aligerara mi marcha para llegar al todoterreno cuanto antes. Estaba claro que era sólo el canto de un peculiar componente de nuestra fauna mediterránea, pero también es verdad que el sonido que emite, por lo menos a mí, desde que era un niño y lo escuchaba cuando la penumbra ya se había instalado, siempre me ha producido una cierta  angustia en el silencio de la noche.
            Al rato, con un poco de sofoco en mi cuerpo por el largo trayecto, llegué adonde había dejado mi Galloper. Respiré hondo para recobrar el resuello y metí en el portamaletas a Reverte y todos los cacharros. Luego, ante la maravillosa silueta de un Alosno iluminado, apoyado sobre el capó de mi coche, encendí un reparador y tranquilizador “Chester”, mientras mi mente volvía a darle vida al formidable lance que acababa de vivir. A continuación, tras hondas caladas a este “compañero de soledad”, me introduje en el coche y metí la llave en el contacto para poner rumbo a casa. Huelva me esperaba a casi cincuenta kilómetros y ya eran más de las ocho de aquella estrellada noche que hacía rato que había empezado a ganarle la partida a la tarde.
            Giré la llave varias veces, pero mi querido Galloper me guardaba una gran sorpresa: no tenía ni gota de batería y, lo que es peor, estaba en La Rebolla a más de seis km de la carretera que unía Puebla de Guzmán con Alosno. Volví a intentarlo varias veces y nada, no había manera. Me baje, abrí el capó por si hubiera algo que yo pudiera solucionar, pero estaba claro que, aunque había disfrutado de lo lindo dando el puesto, ahora me encontraba ante una grave situación: estaba solo en medio del campo, de noche, lejos de la carretera y sin posibilidad de llamar por teléfono -los móviles no los había por aquellos entonces-.
            Era obvio que debía reaccionar rápido antes de que se me echara más la noche encima y así lo hice. Cogí la funda con la Zabala del veintiocho del portamantas, cerré el coche y emprendí el camino en busca del asfalto.
            No recuerdo cuánto eché en recorrer el buen trecho que había, pero lo cierto es que, más pronto que tarde, me encontraba en mi destino, cuando ya era noche totalmente cerrada. No era para menos, ya que debería ser sobre las nueve de la noche.
            Una vez allí, intenté parar, sin conseguirlo, a multitud de coches que circulaban en ambos sentidos. Tan es así que, después de un buen rato, desistí del intento y puse rumbo a Alosno que, aunque estaba a unos cuatro km, era la única alternativa válida que me quedaba. Y andando estaba, cuando volví a ver una nueva luz que se me acercaba desde la Puebla. Frenó un poco al verme desde lejos, pero no paró. Sin embargo, pude apreciar que era cazador por la ropa que llevaba. Por tanto, casi seguro que debería ser jaulero, ya que todas las demás modalidades cinegéticas  estaban cerradas por aquellas fechas. Así, al rebasarme, con voz potente y de persona nerviosa y preocupada, le dije:
            - Compañero, he tenido un gran problema con el coche, échame una mano que a ti te puede pasar  lo mismo cualquier día.
            Acto seguido y con gran satisfacción, pude comprobar que aquel buen hombre había escuchado mi súplica y la había hecho suya, ya que frenó a una treintena de metros y empezó a dar marcha atrás hasta llegar a mi altura.
            Una vez cerca de mí, aunque un poco desconfiado y sin abrir la puerta, fue escuchando mi relato de lo sucedido, lo que hizo que comprendiera el trance por el que había pasado. Segundos después, me abrió la puerta de su coche, me invitó a subir y me trasladó hasta Alosno, donde a la entrada del pueblo, está el taller mecánico de Isaías Guerra. En cuanto llegué, le relaté a uno de los empleados lo sucedido y, aunque ya estaban cerrando el concesionario/taller, accedió a ir a buscar mi coche e intentar ponerlo en marcha, como así ocurrió. Se le había ido la batería, por lo que no fue muy complicado arrancarlo. 
           Así, una hora después, tras haber llamado a mi mujer para que no se impacientara, me encontraba en mi domicilio. Eran casi la once y había pasado por un mal trago. Estaba claro, como así sigue siendo que al jaulero se le presentan, como a mí me ocurrió aquella tarde,  muchas situaciones poco deseadas.

domingo, 15 de enero de 2012

CON LA JAULA A CUESTAS: FIN DE SEMANA 13/15 DE ENERO.


        Si tuviera que ponerle nota a lo acontecido en estos tres días -cuatro puestos-, la calificación sería de  sobresaliente. Y es esta nota, porque, aun estando el campo fatal, mis reclamos y, en especial, Chimenea han cumplido con creces superando la "agachada" del domingo anterior.

          El viernes por la tarde colgué a Cuevas, reclamo de segundo celo regalo de mi amigo Diego Ramírez de Cuevas Bajas. Estuvo muy bien, incluso se trajo a tres patirrojas: dos hembras y un macho. Las hembras cantando y dando poco la cara. El macho extrañaría algo y voló de la misma plaza. Pude tirar alguno de ellas, pero al no estar en su sitio, no lo hice, ya que lo que había en el farolillo era un pollo.

        El sábado por la mañana, con un niebla que no se veía a diez metros, conseguí tirarle a Chimenea una hembra que se vino de vuelo desde el fin del mundo. Trabajó de categoría y no se aplastó. Parece que surgió efecto el tenerlo todo el viernes por la tarde en el patio de la casa con un pájaro suelto.

En estas tres imagénes se puede ver a Chimenea en el patio del cortijo con un macho de jaula, la gran niebla con que amaneció el sábado y al reclamo con su trofeo.




         Por la tarde, colgué a Segura, pollo jiennense de la sierra del mismo nombre. Estuvo muy trabajador, pero el campo ni se escuchó. 

         Hoy por la mañana, el amigo Chimenea, con agua por un tubo y "mojaera incluida", ha estado sencillamente genial. Le he tirado una pareja después de estar cantando mas de media hora con agua "calaera" y sin escuchar una pitada. Luego, cuando le entraron, los ha recibido fenomenal y guardando la compostura. Primero le abatí el macho y a los veinte o veinticinco minutos, con un gran trabajo del reclamo y mucha lluvia, la hembra.

En estas tres instantáneas, se aprecia la bella estampa Chimenea con la pareja abatida en el farolillo, en el suelo al lado de ambas patirrojas y una de las patas del macho campero.



 

        Pero, además, el amigo Manolo Monescillo, le ha tirado dos machos a un pollo criado por el amigo Kisko de El Garrobo -Sevilla- y que me tocó el año pasado en un sorteo celebrado en el II Potaje de Jauleros Andaluces.


viernes, 13 de enero de 2012

CON LA JAULA A CUESTAS. TEMPORADA 2012




            Con esta entrada, doy inicio al resumen de la temporada de reclamo de este año. Estoy seguro que habrá de todo: puestos buenos, regulares y malos; ya que si no fuera así, la “jaula” perdería la magia y el encanto que siempre la acompaña. Las mañanas de sol radiantes y las tardes soleadas y templadas se alternarán con jornadas matutinas frías  y plomizas y jornadas vespertinas ventosas y tormentosas. Tendremos puestos tranquilos y puestos en donde, por diferentes circunstancias, no podamos darlo, ya que el ganado, vehículos, tareas agrícolas... nos lo impedirán. Presenciaremos grandes trabajos de nuestros reclamos y auténticas “mocholadas”. Haremos carambolas perfectas y se nos irán patirrojas de forma incomprensible. Resumiendo en pocas palabras: así es la “cuelga”. De lo contrario, si no fuera así, nuestras queridas gallináceas, las emblemáticas habitantes de nuestros bosques, se habrían extinguido hace ya algunas años.

INAGURACIÓN DE LA TEMPORADA: Puebla de Guzmán, 8  de enero.
            Después de una jornada sabatina dedicada a preparación de bártulos, cazaderos, comida, copas, charla..., con una temperatura inusual para  estas fechas -trece grados a las 19 horas-, el domingo amaneció frío,  pero con un sol espléndido y sin una brizna a de viento.
            Los compañeros -Juan, Manolo, Gabriel y Raimundo- fueron saliendo para sus respectivos cazaderos, mientras mi “socio” Rafa y yo esperábamos que llegaran las ocho y media, mi hora de salida. Así, con todos los chismes  a cuestas y “a peón” nos dirigimos  al sitio que habíamos preparado el sábado.
                     Contraste de astros: el sol saliendo y la luna terminando su jornada.


            Al contrario de la tarde anterior, la helada era de respeto, pero, el sol, ya por encima de los cabezos de La Peña, empezaba a licuar las emblanquecidas jaras, vegetación del entorno.  
            Justamente, cuando el reloj marcaba las nueve y después de dar los últimos toques al aguardo y al farolillo, le quité la funda a Chimenea que, tras unos segundos de observación de su alrededor, cosa habitual en él, salió de cuchicheo y piñones. Reclamos potentes y pausados fueron la continuación de su inicio de faena. Pero el campo, mudo total, estaba frío como la mañana. Por tanto, sólo el incansable trabajo del reclamo alegraba la soleada mañana que se iba instalando por aquellos parajes. Así, llegamos a las diez y cuarto, hora en la que algunos de los compañeros ya se habían estrenado. Sus detonaciones lo confirmaban.
            Poco después, Chimenea se queda callado e inmóvil, lo que me indicó que algo había barruntado. Efectivamente, de callado y por  mi izquierda, un macho engallado se dirigió hasta el reclamo que, incomprensiblemente y, ante mis atónitos ojos, echó cuerpo a tierra. No me lo podía creer, pero era lo que estaba ocurriendo. Mientras tanto, el campero lo buscaba con ansiedad vuelta tras vuelta, incluso con ganas de engarabitarse a la jaula, pero nada, mi buen amigo seguía aplastado. Sólo cuando el macho se fue, Chimenea se levantó.
            Varios segundos después, volvió a salir de cuchicheo y el campo, ahora si, dio señales de vida con sus cantos. Esta vez era una pareja la que se le acercaba, ya que su "sinfonía" así me lo indicaba.  Chimenea volvió a ponerse inquieto y, en cuanto los divisó, se achantó otra vez. El macho que lo había avistado, se acercó hasta la plaza, pero algo no debió gustarle, porque salió pitando de ella.
            Chimenea volvió a levantarse y comenzó a cantar a los pocos instantes, lo que hizo que, nuevamente, un campero le volviera a entrar. Esta vez sí lo “tomó” y, tras varias vueltas, se lo quité de en medio. Cargó el tiro como en él es habitual y la pareja que se le fue, y que permanecía por las inmediaciones, se presentó de nuevo en la plaza. Apunté al macho y lo dejé seco. Chimenea, volvió a hacerle el entierro como había ocurrido en las diecisietes veces anteriores -patirrojas abatidas hasta ese instante-. Al rato tosí, me levanté del portátil, me acerqué al reclamo con los dos machos en las manos y lo puse en el suelo. Lo coloqué junto a ambas patirrojas, mientras yo, un poco perplejo por lo ocurrido, recogía todos los cacharros y comentaba con Rafa lo acontecido, ya que nos es normal que un pájaro que el año pasado era una maravilla, con dieciséis tiros a sus espaldas, se me aplastara al entrarle el campo. Está claro que este “negocio” no lo entiende nadie y menos yo, que cada año que  va pasando, y en contra de lo que debería ser, sé menos de él. Por consiguiente, ahí, en ese enigma constante, creo que está la grandeza de la caza de la perdiz con reclamo. Si lo supiéramos todo sobre ella, pocos adeptos reuniría.

                                        Chimenea en el suelo con los dos machos al lado.

            Tras unas horas de charla sobre lo acontecido por la mañana y un buen potaje de habichuelas pintas con paloma torcaz y tocino de “papá”, salimos  cargados con todos los pertrechos para dar el puesto de la tarde que, por cierto, era casi primaveral: sol radiante, muy templada y sin viento. Condiciones climatológicas que pudimos apreciar más que bien, porque, aunque el reclamo, Saldor -pollo del año-, estuvo más que bien, el campo ni pió. Así, sobre las seis y media, cuando el sol desaparecía por el horizonte de la vecina Portugal, di por finalizado el puesto y, a pie, nos dirigimos, charlando tranquilamente, hasta el cortijo. Habíamos puesto fin a la primera jornada de reclamo 2012.

                                                El debutante Saldor en su atalaya.

      

jueves, 5 de enero de 2012

¡¡QUIÉN HA DICHO MIEDO!!


           Si algo nos diferencia a los jauleros de otras aficiones, incluso incluyendo diferentes modalidades de caza, es la ausencia total de miedo o respeto a situaciones difíciles y complicadas y, en algunos casos, muy complicadas e, incluso, de jugarse el pellejo.
            Vayamos al tema:
            A los que hicimos la célebre "mili" en tiempos del “tito Paco”, al licenciarnos, nos entregaron la Cartilla del Servicio Militar, para pasar las revistas posteriores reglamentarias. Pues bien, en la página 24 de la misma, en este caso, de la mía personal, -Regimiento "Granada 34" de Huelva- como se puede comprobar en la foto anterior, en lo referente al valor, dice textualmente: SE LE SUPONE. Pues, lo mismo que la mía, puestos a suponer, en todas las de todos vosotros, o por lo menos en la de todos los que pasáis de con cincuenta “celos”, pondrá lo mismo. Es decir, nuestros mandos, así lo pensaban de nuestro arrojo y agallas. Sin embargo, creo que en el caso de los que ya éramos aficionados a la jaula, la calificación se les quedo más que corta. En vez de “se le supone”, debería haber puesto “infinito”. Es más, creo a pies juntillas que no exagero, ya que esta calificación hubiera sido mucho más cercana a la realidad, como trataré de demostrar a continuación. Y si no, pierdan unos minutos en leer.
            Aparte de circunstancias personales de trabajo, ¿cuántos sería capaces de practicar su afición favorita en estas circunstancias y otras que seguro que se me olvidarán
-      Con verdaderos vendavales.
-      Con verdaderos aguaceros y tormentas.
-      Con verdaderas nevadas.
-      Con el termómetro muy por debajo de cero grados.
-      Con "resfriao" o gripe.
-      Con fiebre, incluso, algunas veces, bastante alta.
-      Con verdadero dolor de cabeza.
-      Con esguinces, torceduras y fracturas en diferentes partes del cuerpo.
-      Al amanecer o casi de noche en medio del campo y solos.
-      Accediendo a pie o en coche a lugares que, luego, el simple pensamiento sobre ellos nos duele la cabeza.
-      Transitando a pie por terrenos que son un verdadero peligro.
-      Con mastines u otros perros que suponen un peligro.
-      Con “ganao” bravo de por medio.
-      Con insectos u ofidios en los alrededores y que suponen un verdadero peligro.
-      Con alambradas y cercados difíciles de pasar.
-      Con crecidas que arroyos que “na” más verlas se le pone a uno la piel de gallina.
-      “Peleaos” con la mujer u otros familiares.
-      Tras fallecimientos familiares muy recientes.
-      Jugándosela al vecino o a la Benemérita.
-      Con la economía familiar bajo mínimos.
-      Faltando a citas y actos fijados de antemano.
-     
Y todo ello y mucho más, aun sabiendo que lo que voy a sacar es un pollo y el cazadero donde tengo "pensado" ir, tiene de todo, incluyendo pulgas,  menos patirrojas.
¿No se le llama a todo lo anterior: valor, arrojo, audacia, intrepidez, coraje, bravura, osadía, brío  y un sinfín más de adjetivos sinónimos?
¿No nos podríamos poner en lo del valor, como dice el aforismo español: “más que El Guerra” (afamado y valiente matador de toros español)?
Al hilo de lo anterior y como anécdota, hoy curiosa, pero complicada en su momento, me ocurrió en la finca “El Soldado” de Puebla de Guzmán, allá por los años 1993 ó 94 y podría resumirse así:
Había llovido bastante durante toda la semana y, a mí, me tocaba colgar en una zona que, para acceder a ella, había que atravesar un arroyo que, puntualmente, estaba muy crecido. Con coche era imposible, así que había que ingeniársela para hacerlo a pie. ¡Y lo hice…, vaya que si lo hice! ¡No faltara más!
Como pude, monté una pequeña pasarela con unos hierros y tablas que me busqué durante el mediodía y, aunque los compañeros me previnieron, y con no poca dificultad, logré pasar al otro lado. Incluso recuerdo que tiré alguna que otra patirroja aquella tarde. Sin embargo, al volverla a pasar, ya de regreso, y casi de noche, las tablas fallaron y di con todo mi cuerpo en las furiosas aguas del arroyo. Menos mal que el portátil, que iba a mis espaldas en bandolera, al caer conmigo al agua, se enganchó con la vegetación ribereña y, gracias a ello, no sin poco esfuerzo y sin ayuda de nadie, pude salir del aquel tremendo atolladero y salvar el pellejo. Llegué al cortijo pingueando, como se dice por aquí,  y con más de una magulladura, pero llegué”.
No ha sido la única, pero sirva el ejemplo como botón de muestra para certificar que, los jauleros, algunas veces, o mejor dicho, la mayoría, andamos en el filo de la navaja. Está claro que alguien nos guarda muy mucho.
¿Podremos suponer lo que ocurriría, si la parienta, con algunas de las condiciones citadas anteriormente, nos animara a pasear por el parque o a ir de compras con ella?

miércoles, 4 de enero de 2012

TIEMPO DE PERTRECHOS.





             Cuando la fecha del inicio de la caza de la perdiz con reclamo se acerca, los cuquilleros solemos dar el último repaso a todos los utensilios y complementos necesarios para la práctica  de dicha actividad cinegética. La verdad es que no hace falta, porque, el buen aficionado, desde bien atrás, prácticamente desde que acabó la anterior temporada, lo tiene todo en perfecto estado de revista, como se decía en el argot militar.
            Aun así, y como parte de ese ritual que acompaña a nuestra afición, puesto portátil, ganchos, tanganillo artificial, esterillas, banquillos/sillas, fundas/sayuelas, hachas, calabozos, tijeras de podar telescópicas –buen instrumento bajo mi humilde punto de vista-, cartuchos, bolsas/cananas, "colgaeras"…, son minuciosamente revisados y ultimados los pequeños arreglos que cada uno estima conveniente, para que, llegado el momento, no supongan un quebradero de cabeza. Además, la escopeta, los cartuchos, la comida para los reclamos, las bellotas u otras golosinas, los jauleros para el campo, bebederos, indumentaria campera… no se escapan a nuestro exhaustivo control. Es más, muchos de nosotros ya se ha dado una vuelta por el campo para "quedarse con la copla" de dónde va colgar en las primeras jornadas.
            He dejado las jaulas para lo último, porque, éstas pasaron el “control del calidad” hace algún tiempo y, en la actualidad, ya son morada de nuestros reclamos. Arreglos, chapuzas y pintado ya hace algún tiempo que lo realizamos y las dejamos nuevamente “niquel”. Curiosamente, son las jaulas unos de los pertrechos jauleros que parece que no pasa el tiempo por ellas, ya que, después de pequeños “toques” y un buen "policromado", nadie diría que algunas de ellas son casi centenarias. Es más, se parecen en esto al vino, mientras más viejo más caché.
Asimismo, la puesta a punto de los todos los bártulos viene acompañada por ese algo, difícil de explicar, que nos empieza a “hervir por dentro” y que sólo se tranquiliza cuando nos vemos dentro del puesto, escuchamos por primera vez en la temporada al reclamo de turno y ponemos “patarriba” a la primera patirroja. No sé como habría que llamarle a este estado de ánimo, pero, puede empezar por ilusión por lo que se avecina, luego, desasosiego por no saber qué ocurrirá y, para finalizar, tranquilidad, si las cosas salen más o menos según tenemos programadas y en mente. Si esto último se tuerce, mejor que Dios nos coja "confesaos".
 

martes, 3 de enero de 2012

DE MONTERÍA: CALAÑAS, 2 DE ENERO.

           Mis queridos amigos y compañeros monteros de Calañas.

           El lunes pasado, el amigo Fernando -con buen ánimo en la última foto-, postor de algunas armadas, me tiró de las orejas, sin la más mínima malicia, pero me tiró.  Lo aprecie en sus ojos y en sus palabras. Por ello, quiero perdiros perdón a todos/as los monteros/as calañeses, porque, posiblemente, no he sido lo suficientemente inteligente o, mejor dicho, hábil, por plasmar con la cabeza y no con el corazón, lo  que he visto y vivido en estos dos meses de convivencia con gente llana y de buenos adentros como sois todos vosotros/as.

         Es verdad que no he sabido transmitir lo que he sentido y, cuando lo he  hecho, me ha faltado oficio o mentalidad montera, pero, podéis tener bien claro todos, la buena gente de Calañas, que he aprendido más con ustedes que en casi sesenta años leyendo y escuchando lances de caza mayor. No es lo mío la montería, pero creo que me habéis pegado el gusanillo. Y eso que el año no ha sido bueno, hasta ahora, ni en vuestras manchas, ni en otras de diversas fincas.

        Pues bien, después de esta introducción, que no quiero que sea vista como disculpa, sino como confirmación de hechos irrefutables que, torpemente, no he captado, o no he sabido exponerlos, vayamos a la mancha "Casarete".

       No tengo los datos exactos del resultado de la misma, porque como otras tantas veces me vine antes de que llegaran todas las reses abatidas, pero creo que el resultado de la misma, como casi todos los de la temporada, fue flojito. Y lo fue, porque a pesar de que toda la sociedad, con el presidente y la  directiva a la cabeza, han luchado y siguen haciéndolo para que todo salga lo mejor posible, sin escatimar  esfuerzos de todo tipo, cosa que me consta y que todo ustedes bien sabéis, el año está malo en todos los sitios y, Calañas, no iba a ser menos.

       Aun así, tengo que decir que, las veces que he compartido montería, como acompañante de mi hijo Pablo, con los lugareños y otros monteros de la zona, no puedo poner el más mínimo reparo al trato recibido, que dicho de paso ha sido exquisito y de lo más cordial. Podría citar nombres concretos, pero no sería ético, todos/as os merecéis la calificación de sobresaliente.

        Os voy a echar de menos, ahora que empieza el perdigón  -mi gran afición-, pero no os preocupéis que, si Dios quiere,  seguiré contando lo que vaya ocurriendo en el día a día de esta temporada y esperemos que de muchas más, aunque alguno/a me vuelva a tirar de las orejas por mi torpeza con la pluma, o en este caso, con las teclas de mi ordenador.

        Aquí os dejo varias instantáneas de la montería del lunes y mil gracias a todos/as, incluyendo a los maravillosos chavales y la bellímas jóvenes,  por vuestra amabilidad, acogida y trato recibido. En ellas, recojo los momentos anteriores a la montería charlando y echando el cigarro en la puerta de la sociedad, los componentes de la armada que nos tocó en sorteo, las vistas de la puerta que nos correspondió, una buena cochina abatida y, lo más importante, las "verduritas de zahurdas" dispuestas para la brasa y la alegría de compartir una mesa entre buenos amigos/as.

        FELIZ DOS MIL DOCE A TODOS/AS.