El doctor y cuquillero D. Juan José Cabrero Sánchez, en el epílogo de su obra "La perdiz con reclamo", publicada por la editorial Tikal plasma unas breves y bellas líneas que no deben pasar desapercibidas, ni desconocidas, ya que, en el fondo, encierran la grandeza de esta antiquísima afición cinegética.
"Tomé la perdiz muerta en mis manos: sus plumas suaves, su rechonchez, el intenso rojo de párpados, de su pico, de sus ojos. Alisé con mimo sus espejuelos una y otra vez. Acaricié su espalda terriza con cuidado, como si pudiera hacerle daño. Me invadió su posesión, y no la solté hasta que, en mi casa, encontré los brazos de mi madre. Sabía que le entregaba un tesoro...
... y nació la pasión"
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