martes, 24 de septiembre de 2019

LLEGA LA HORA DE COMPLETAR NUESTRO JAULERO, PERO SIN LOCURAS.


      Éste es un tema más que tratado y conocido -incluso varias veces en este blog-, pero nunca está nada mal recordarlo, porque los pajariteros solemos tropezar más de la cuenta en la misma piedra.

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Cuando el otoño empieza a “tomar tierra”, aunque haya adelantados que no han podido esperar a estas fechas, los aficionados a la caza de la perdiz con reclamo macho comenzamos a darle vueltas a la cabeza y a las ruedas de nuestros automóviles en busca de savia nueva que complete las bajas sufridas desde la temporada anterior, bien porque no tenían suficiente calidad para poder continuar como inquilinos de nuestros jauleros o, bien, porque algún reclamo ha pasado a mejor vida. Circunstancia, en principio, más que normal: se produce una falta y se le busca sustituto. Lo que ocurre es que los meses de octubre/diciembre suponen para buena parte de los cuquilleros un descalabro total. El completar, en muchas de las ocasiones, se transforma en acopio de ejemplares de mil y un lugares diferentes con el objetivo, altamente complicado, de dar con un pájaro de jaula de primer nivel. De esta manera, el adquirir pollos de las granjas más afamadas o de alguna con menos postín, pero de la que nos dicen que últimamente están saliendo buenos reclamos, es el pan nuestro de cada día, Si a esto le unimos la compra de noveles criados en cautividad por particulares, incluso otros de procedencia salvaje, en muchísimos casos las viviendas de los aficionados al reclamo se transforman en casi verdaderas granjas. Consecuentemente, aunque a veces nos dé vergüenza referirlo, por el qué dirán, el juntar decenas de aspirantes a reclamos y otros ya consolidados no es una barbaridad, sino una realidad, pues no es descabellado decir que veinte, treinta o incluso cuarenta pájaros no es una quimera. Y lo peor del caso, y ahí me quiero detener y extender, es que por muchos de ellos se pagan verdaderas burradas, pues en esto del reclamo, como en la caza en general, se le ha perdido el miedo y el respeto al bolsillo.

En esta línea y sin achacarle nada a los dueños de las granjas cinegéticas y otros comerciantes del ramo, porque todo el mundo tiene que ganarse la vida y demasiado hacen por nuestra afición en el momento que vivimos, se pagan escandalosos dineros por, como solemos decir, “melones por calar”. Así, si lo normal deberían ser veinte, treinta e incluso cuarenta euros –unas buenas miles de pesetas- por pollos que simplemente tienen una buena planta y que no sean excesivamente ariscos, no que nos dejen boquiabiertos, se pagan cantidades desorbitadas para lo que nos llevamos a casa. Cien, ciento cincuenta e, incluso, doscientos euros es lo habitual que se abona en cualquiera de las feria cinegéticas que se celebran en nuestra geografía por estas fechas por un pollanco que apunta maneras en la jaula, pero que no deja de ser, casi con total seguridad, uno de los tantos mochuelos que llegan a nuestras manos. Y no es que haya engaño, sino porque por más que quieran los que lidian con ellos, es muy difícil que todo el “material” que se oferta por esos precios haya pasado una verdadera criba. No digo, Dios me libre, que no los haya, pero no en cantidad como podemos comprobar feria tras feria y aun con la mayor seriedad y voluntad de sus criadores que también los hay y lo sé, existen más compromisos que realidades. Por lo tanto, gastarse un buen puñado de euros por un aspirante, que hasta que no llegue a la mata, no nos dirá nada –porque con lo bonito en esto del reclamo no se come- es una auténtica locura. En una palabra, se le ha perdido el miedo al dinero. Y, lo peor del caso, es que en infinidad de ocasiones, aunque cada uno es dueño de sus actos, la economía particular no está muy boyante, sino todo lo contrario. Es más, incluso diría que, a veces, picamos aun sabiendo que lo que adquirimos no es lo que buscamos, pero siempre hay un algo que nos hace aflojar la cartera.

La “veda” del reclamo ya se ha abierto. San Silvestre de Guzmán (Huelva) y Jaén ya han celebrado sus ferias de la caza y seguro que ya habrá algunos ilusionados con lo adquirido y otros, por el contrario, echando demonios por la boca.

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