martes, 12 de julio de 2011

RECORDANDO UN BUEN PUESTO DE LA TEMPORADA.

  
   Para estos largos meses de verano, nunca viene mal el recordar buenos lances cuquilleros. Éste que viene a continuación, puede servir de ejemplo.
          
  Amanecía lentamente en el Andévalo con buenas perspectivas en lo meteorológico. Mientras, el amigo Raimundo, que había llegado al cortijo antes de que los primeros cantes de la “cotolía” rompieran el silencio del campo, “derramaba” su buen humor a la vez que consumía una buena “copa de aguardiente con agua de manantiales”. A la vez, todos estábamos “enreaos” en los preparativos finales del más que soñado primer día de la apertura de la veda.

   Ya habían salido todos los compañeros hacía los cazaderos (Manolo, Juan y Gabriel), cuando Raimundo, antes de partir ambos, me deseó la suerte que se testimonian los “maestros” en la puerta del patio de cuadrillas antes de comenzar la corrida.

       Con un pájaro a mis espaldas -Manchego- y mi nuevo “secretario”, Rafa para los amigos, con Califa a las suyas, nos dirigimos a pie, como antaño, al lugar donde habíamos dejado colocado el aguardo la tarde anterior.

      La mañana, con los primeros rayos del sol asomando por el Cabezo de la Peña, era fría, con algunos bancos de niebla, pero con poco viento. Sin embargo, el caminar sin tregua, nos hizo que esa sensación que captan nuestros sentidos desapareciera rápidamente.

    Cuando llegamos al lugar elegido -una suave elevación del terreno cubierta de matorral de jara y jaguarzos-, lindero con los eucaliptos que forman la ribera del arroyo Cubica, mientras terminaba de preparar el farolillo y limpiaba la plaza de algún resto de vegetación cortada la jornada vespertina anterior, Rafa le daba el último repaso al aguardo y ponía en su sitio algunas jaras que el viento de la noche había descolocado..

         Eran las ocho y cuarenta y cinco cuando “destapé” al Manchego. Tras esas palabras que le dedicamos a nuestros reclamos antes de comenzar la faena, me metí en el portátil y cargué mi Zabala del 410 con dos Trust mágnum.

         No tardó mucho en contestarle el campo al Manchego, que había echado unos minutos en salir, mientras permanecía derecho en la jaula y observando todo el entorno. Poco después, tras un “estatuario” con un casi inaudible coleteo, un desafiante macho se presentó en la plaza, que tras dos vueltas con la cabeza inclinada hacia uno de los lados, dejó de existir con el pecho hacia la tierra. Al rato, a pocos metros del aguardo, un reclamo potente y un curicheo intimidatorio fueron la señal de un segundo montaraz que quería riña con el reclamo.

       Tras enfilar con decisión hacia el farolillo desde el portátil, Manchego lo recibe con una gran suavidad y el robusto macho, tras certero disparo, sólo suelta algunas plumas que la suave brisa existente hizo revolotear a su alrededor.

        Pero para añadir más adrenalina a mi organismo -¡ay qué mañanita más estupenda!, a los pocos instantes otro montesino con cuchicheo de “tinaja” y potentes piñones quiso probar suerte y volvió a encontrarse con la misma “medicina” de los anteriores
.
     Manchego, en las tres faenas, cargó el tiro con maestría. Y en ello estaba, cuando un carachacá, carachacá..., me anunció que íbamos a cambiar de tercio. Ahora era una “señora” la que se acercaba a pedirle explicaciones. Pero para que la mañana fuera completita…, venía acompañada de su consorte.

       Como ya no había ninguna prisa y la cesta ya estaba casi llena, mi amigo Manchego disfrutó de lo lindo con la pareja durante largo tiempo. Luego, le hizo el entierro al “gallo”, mientras su viuda, tras potente y sonoro vuelo acompañado del pillo, pillo, pillo... de rigor, no paraba de canturrear por los alrededores.

       Eran casi la diez de la mañana, y ya había completado el cupo -la ley dice cuatro-. Así que decidí probar al Califa, pollo del año de la granja El Plantel de Santa Cruz (Córdoba), mientras la escopeta descansaba descargada sobre uno de los ángulos del portátil.

   Este novel, de excepcional estampa, erguido en la jaula, salió de cuchicheo y posterior reclamo. Nuestra “amiga” que no estaba muy lejos, no tardó mucho en hacerle compañía, tras un más que aceptable recibimiento de la “jaula”.

     Un buen rato que se hizo eterno con la alegría y satisfacción de ver a un principiante realizando una buena faena. Y para que no faltara de nada, una collera también quiso pasar a saludar y allí estuvo hasta que consideré que ya estaba la cosa buena de sensaciones para el primer puesto de este recién empezado dos mil diez. Tosí repetidamente y, tras alejarse las patirrojas, me acerqué lentamente hasta el reclamo, el cual, lejos de mostrar acritud o bravura, se quedó inmutable hasta que lo enfundé.

      Cuando llegamos al cortijo, con nueva caminata, sobre las once y media, tras algunas fotos para la posteridad, me “cargué” dos o tres vasos del buen mosto de Chucena acompañados de un buen “cacho” de chorizo. Luego, esperé a los compañeros que, por cierto, también llegaron bastante contentos.


                                       Primer  sábado de veda.  Enero 2011


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