domingo, 10 de abril de 2011

SER JAULERO. UNA PESADA CARGA QUE SIEMPRE SE LLEVA A CABO CON ILUSIÓN.


Si algo hay que nos distingue a los aficionados al reclamo del resto de cazadores, es la enorme paciencia que siempre demostramos en los muchos aspectos que forman parte de tan singular modalidad cinegética.

Aun respetando todas las demás, ninguna de ellas tiene al aficionado ocupado los trescientos sesenta y cinco días del año. Sin embargo, la nuestra, llega hasta tal punto que, además de todos esos días, también muchas de sus noches tenemos que estar a “pie del cañón”.

Si dejamos a un lado a los aficionadoss que acaban la temporada y se despreocupan de los reclamos hasta el año siguiente, reduciéndose su actividad a echarle de comer y beber y hasta aquí llegué y, nos referimos a los aficionados con MAYÚSCULAS, como los define el maestro Manuel Romero Perea, entramos en el verdadero mundo que rodea a tan apasionante y cautivadora afición. Está claro, aunque difícil de entender por el que no sienta de la misma forma, que las perdices, sus jaulas, la comida, todos los pertrechos...., son entendidos por el perdigonero como parte de su vida. Parece una locura, pero miles y miles de casos están para afirmarlo.

El dar el puesto es lo que más le gusta y apasiona a todos los jauleros/as, pero el día a día, durante meses, hasta llegar a dicho momento, ya no atrae tanto. Pues bien, ni que decir tiene que, la época de caza, es para los que estamos poseídos por esta pasión, lo máximo, pero sólo dura cuarenta y dos días: El resto, trescientos veintitrés, tiempo más que suficiente para que si el “hechizo” que nos atrapa, no fuera lo suficientemente fuerte, más de uno y más de dos, lo mandarían todo a hacer gárgaras, como de hecho lo hacen algunos que no han llegado a la pasión que nos suele embargar.

La historia empieza después de cerrarse la veda con las cotidianas riñas de la familia por el continuo canto de los encelados perdigones. Incluso es posible que, algún vecino, nos llame la atención y se ponga de puntas con nosotros.

Casi al unísono, aparecen los cajones de muda y la tierra. El que tenga un lugar adecuado -que no es todo el mundo-, formidable, pero el que no, discusiones continuas por el polverío que sale de los mismos en un principio y, luego, para acabar con el cuadro, el polvo y las plumas. No olvidemos que, durante la época del pelecho, tenemos que cambiarle la tierra a los cajones cada dos por tres.

Paralelamente a lo anterior, entramos en la época de adecentamiento y pintado de las jaulas y arreglo de fundas, esterillas y demás pertrechos para que estén en buen estado al comienzo de la próxima temporada.

Cuando las calores empiezan a disminuir y se nos quitan de la cabeza las asfixias y enfermedades que en esta época del año suelen “revolotear” por encima de nuestros reclamos y que más de una vez se han cobrado alguna vida, el aficionado, que también ha ido “pelechando” a la vez que sus reclamos, comienza su verdadero “sin vivir”. Empieza la época de la preparación de sus pájaros para que lleguen en buena forma a la apertura de la veda. Recorte, desparasitación y búsqueda de verde, bellotas, castañas..., son el pan nuestro de cada día.

Con el paso de las semanas la atención a todo el jaulero es máxima: excrementos, coloración de los ojos y posibles plumitas -indicativas de una muda extemporánea-, llegadas a toda pastilla a la casa porque se nos han olvidado los pájaros al sol..., es la manía de todos los días.

No se puede olvidar que, en cualquier momento del año, pueden aparecer los piojillos, las caguetas, la pepita, ..., las fracturas de picos, alas y patas...

Ni que decir tiene que hay que cambiarles el agua casi a diario y todos los días habrá que ponerles su ración de pienso o granos y limpiarle muy a menudo los excrementos de los jauleros.

Si a todo lo anterior, le sumamos, las idas y venidas a diferente lugares para la adquisición de pollos con los que “refrescar” nuestra gallera, picado de esas golosinas que tanto le gustan a los reclamos -bellotas, habas, garbanzos, castañas, verde...- y las muchas vueltas que le damos a la cabeza mientras miramos a la atmósfera porque no llueve o por que lo hace sin conocimiento, nos daremos cuenta que esta afición nuestra, no es cosa para todo el mundo, sino para verdaderos enamorados de la misma.

Luego, una vez comenzada la veda y después de esperar todo un año, comienzan los culazos y las burracadas. Así, pájaros que nos tenían medio enamorados en casa, cuando llegan al campo o son mudos o saltimbanquis. Pero aun así, a algunos de ellos, les esperamos dos o tres años porque un día nos echaron tres reclamitos y nos cambiaron de opinión, para al final, tenerlos que soltar o regalar porque son unos auténticos mochuelos.

Y no hablemos de la “alegría” que nos entra cuando sobre abril o mayo nos encontramos un huevo que nos ha puesto uno de los pollos de incluso dos celos, o que cuando quedan diez o doce días para abrir la veda, haya un revuelo nocturno con lo que ello conlleva.

Pero hay más.  A veces, pasan temporadas y temporadas  sin dar con un pollo, ya no que tenga un gran futuro, sino simplemente que cante en el campo. Aun así, año tras año, el aficionado,  poco a poco va olvidando los sinsabores de una pésima campaña y renueva la ilusión y los deseos de que el próximo año le traiga algunas de las  alegrías que no le proporcionó el que ha pasado. Se contenta con tan poco que, posiblemente y por citar un ejemplo, busque en la comida que le echó -como se podrían buascar cuarenta nil excusas-, el culpable de sus desasosiegos. La mayoría de las veces son mentiras piadosas que nos decimos a nosotros mismos, pero en un alto porcentaje actúan como bálsamo reconductor de nuestro decaído ánimo.

¡Cómo para que luego digan que lo nuestro no es una afición digna de los mejores elogios!

                                                                                                 

3 comentarios:

  1. Y eso sin olvidar el periodo vacacional de verano. No suele haber hoteles que admitan animales, y menos un jaulero que sirve de despertador todas las mañanas. Y si encuentras un apartamento donde puedas llevarlos, descargas del coche más terreros que maletas.

    ¿Sabes amigo José Antonio? La temporada que viene, contando con el benepálcito de Dios, mi Hispalense titeará a una hembra que se haga de rogar, y no cortará a su primer tiro. Y el Telefonista intentará satisfacer mi deseo de presentarme al Campeonato de Perdiz con Reclamo, y ganarlo a ser posible; se lo dedicaré a mi querido Ignacio Ñudi, y cuando salga del puesto y enfunde la jaula, te daré un abrazo, por haberme acompañado en esta experiencia, porque sé que estarás allí para apoyarme. ¿Y por qué cuento ésto? porque es lo que sueño cada día cuando ojeo mis pájaros.

    El reclamo, no es una afición, es un sentimiento, de alegría cuando tu pájaro hace realidad el sueño de esa mañana al colgarlo, y de tristeza, cuando lloras al perder ese amigo con el que has compartido mañanas y tardes.

    El reclamo no es cazar. El reclamo es otra vida paralela en tu mente.

    Una cuquillera en ciernes.

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    1. hola en primer lugar me gustaría felicitarte por tu blog es muy bonito.y en segundo lugar me gustaria felicitar a cuquillera por que lo que dices lo dices con el corazon eres una autentica AFICIONADA y es para mi un placer ver que todavia se encuentran autenticos AFICIONADOS del reclamo.un saludo de otro cuquillero embrujado.

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  2. Amiga Mari Carmen.

    Si le quitáramos a la caza en general y a la del reclamo en especial, el apartado ilusión, el "tema" no marcharía, ya que como están las cosas, es ella quien mantiene la llama siempre ardiendo.

    En cuanto al campeonato, me alegra que hagas lo que realmente quieres sin mirar para otro lado. Es más, puedes estar segura que si el Telefonista gana, yo estaré allí para recibir el abrazo.

    Un cordial saludo.

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