Cuando salimos al campo
en los meses de febrero, marzo o abril a dar simplemente una vuelta y respirar
el aire limpio que pone en nuestra pituitaria la naturaleza, seguro que más
antes que después tropezamos con la abundante y llamativa floración del brezo y multitud de abejas que merodean por
sus no menos numerosas flores en busca del néctar para la fabricación de la formidable miel que produce esta especie arbórea. Incluso más de una vez en la que hemos apostado el aguardo al lado de una gran mata de esta especie hemos sentido el continuo zumbido de nuestra queridas y familiares abejitas.
Pues bien, el brezo o
brecina -Calluna vulgaris- un arbusto que puede
llegar a alcanzar una altura de dos metros de altura y que, sin lugar a dudas,
es un componente más que abundante de la nuestra flora mediterránea a la hora
de conformar el monte bajo incluso en los terrenos más pobres y secos.
Es un arbusto con un gran
ramaje, hojas aciculares y flores conformando unos grandes ramos de color
rosa púrpura y blanco en la variedad del brezo blanco o Erica arbórea.
Su madera se ha utilizado
desde siempre para la fabricación de pipas para fumadores y utensilios de
artesanía, como combustible y en jardinería para la formación de setos.
Además, la medicina tradicional lo ha empleado como astringente, diurético,
sedante…
Las cuatro imágenes que vienen a continuación nos muestran al brezo blanco en las dos primeras- y al brezo púrpura -las dos últimas-
Bibliografía: Wikipedia.
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