Ahora que estamos en plena caza de la perdiz con reclamo, no estaría mal que tomaramos todas las precauciones habidas y por haber para evitar lo que comento con estas líneas que vienen a contuinuacioón. Aun así, seguro que continuará ocurriendo.
------ oo O oo ------
Si algo tengo claro es que no existe ningún
pajaritero que no ponga el máximo empeño en adecuar las puertas de sus jaulas
con un sinfín de arreglos e inventos/artilugios para evitar con ello que, en un
momento determinado, una vez en el campo, se abra la “escotilla” de la jaula y nuestro
reclamo se escape de la misma. Luego, a continuación, si ocurre tal incidencia, observamos
apesadumbrados, como nuestro macho de jaula, tras varios aleteos estirando las patas y
elevándose sobre ellas, nos diga adiós muy buenas. Y, lo que es peor, sin poder
echarle mano. Máxime, si ya se tiene unos años y se está un poco torpón.
Sobre el tema no hay que extenderse mucho,
porque el trasfondo de la historia lo conocemos todos de sobra, pero..., a veces,
con todos los cuidados del mundo, esta desagradable situación ocurre, ha
ocurrido y, por supuesto, ocurrirá. El porqué sucede, está claro: negligencia o
falta de cuidado del pajaritero, aun sin quererlo.
Yendo a mi caso personal, hace unos años me
costaba trabajo creer que se podía, en primer lugar, salir un pájaro de la
jaula y, después, ni imaginar que, una vez escapado, se nos perdiera en el
monte sin poder hacernos de nuevo con él. Todo ello, quizás porque, había
tenido suerte pues, a decir verdad, solo se me había salido de la jaula, uno hace unos años que, por supuesto y con suerte, lo cogí en un periquete,
puesto que, por aquellos entonces, la juventud me permitía ciertas licencias.
Sin embargo, hace dos temporadas, en la finca andevaleña La Solana de la Corte, de El Almendro, donde ya llevo como socio, cinco
años, aunque puntualmente he cazado en la misma hace bastante tiempo, el
Utrera, un buen reclamo montesino, alicortado en una cacería y regalo de unos
de los socios de la finca La Utrera, de Tharsis, Huelva, al quitarlo del
repostero, una vez acabado el puesto de sol, se abrió la puerta porque no tenía
bien cerrados los ganchillos de la misma y saltó de ella en busca de una
libertad de la que llevaba privado hacía ya tres años. Rápidamente, aunque
intenté cogerlo, mis años y lo delicado de mis rodillas me lo impidieron y, aunque
insistí, una y otra vez en hacerme con él, fue imposible, ya que, al final, se
perdió entre las muchas piedras y el monte del terreno y me dejó con un buen sofocón
en el cuerpo. Una pena, porque era un pajaro de primer nivel, pero la vida es así.
Está claro que, el haber estado libre de tal
contratiempo, durante bastante tiempo, hacía que no me preocupara mucho del
tema, por lo que debido a ello, tuve mi “premio”. Hoy día, viendo lo ocurrido aquel día,
le pongo, cuando salgo al csmpo, unas bridas a las jaulas de puertas giratorias o, a las de guillotina, le incorporo una especie de gancho que hace que la puerta
sea muy difícil que se suba y, de esta forma, escaparse el inquilino de la
misma.
Para finalizar, aunque a mí nunca me ha
ocurrido, sé por compañeros que, cuando los cordelillos del asiento de las jaulas están
deteriorados o vencidos por el tiempo, se pueden romper y, si no lleva
esterilla la jaula, puede escaparse por dicho lugar el reclamo de turno, como
le ocurrió un buen día al amigo Miguel del Rey, de Albacete, hace ya unos años.
Lance relatado en el libro Caza de la perdiz con reclamo. Anécdotas y lances
curiosos, en la página noventa y tres, bajo el título Un buen disgusto.
Y, como siempre, “Doctores tiene la
Iglesia”. Yo…, por mi parte, ya he dado mi “homilía”.
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