lunes, 27 de diciembre de 2010

CON LA JAULA A LA ESPALDA.


En este mes de diciembre, antesala de nuestros dos grandes meses, hablando, claro está, de la caza de la perdiz con reclamo, traigo a este blog un artículo de mi primo Jerónimo Lluch.

 
Cuando comenzamos a subir la cuesta de enero, cuando ya en el nuevo calendario se han consumido las primeras dos semanas y nos acercamos a San Antón, 17 de dicho mes, cada perdiz, como reza el conocido refrán, estará con su perdigón, tras haber permanecido en bando desde mediados de mayo, fecha del nacimiento de los primeros pollos, hasta que se inicia la picada, ya entrado el invierno, y la agrupación familiar va "abriéndose" para formar nuevas colleras que irán ocupando hábitats próximos, los cuales defenderán de los intrusos que osen invadirlos, porque en ellos se aposentarán durante el celo para anidar primero y sacar más tarde a su prole, cuando la llegada de las calores se deje sentir sobre nuestros campos, resplandecientes de luz, llenos de savia nueva y de despertares a la vida.

Al aproximarnos a febrero los días gozarán de más horas de sol, y éste que calentará con mayor fuerza a medida que transcurran las jornadas, actuará como revulsivo en nuestros pájaros perdices, que con sus recios reclamos proclamarán insistentemente el dominio que poseen sobre el territorio que ocupan.

Será en estas fechas cuando los amantes del reclamo daremos comienzo a las primeras cuelgas, cuyo secreto no es más que introducir un macho de perdiz extraño en el hábitat de otros, o como decimos los aficionados "pisarle el terreno", para que estos acudan cuando cante el de la jaula a expulsarlo, según antes comentaba, del lugar que ocupan en el campo y en el que no están dispuestos a admitir ningún nuevo competidor.

Con la jaula a la espalda, la escopeta en el brazo y el resto de bártulos en bandolera, caminando por una resbaladiza "verea" entre jaguarzos, jaras y retamas, acudieron a mi mente entrañables recuerdos de años que ya se fueron, y en los que quince o veinte días antes de la apertura de la veda, mi abuelo, mi padre y nosotros, mis hermanos y yo, a modo de comparsa, pues tan sólo éramos unos chiquillos, preparábamos los puestos de monte en los lugares donde las perdices tenían sus querencias para que los fueran "tomando" y no los extrañaran a la hora de colgar en ellos; y de este modo, el "Cerro Blanco", "La Coscoja", "El Pleito", "La Loma Cencerro", el "Cerro Redondo", el de "La Retama", "La Vereda del Olivar", etc., etc., iban llenándose de puestos, hechos con el forraje autóctono, los cuales, temporada tras temporada, nos proporcionaban las alegrías de ser el escenario de las "buenas faenas" de nuestros pájaros perdices.

Eran aquellos, tiempos de pelliza, prenda de abrigo que usaban casi todos los aficionados, de gorras y pantalones de pana, de botas hechas a mano con suelas de goma, de cigarrillos liaos, de mantillas elaboradas con pantalones viejos, de cartuchos Orbea, de perdices "apiolás" con plumas de las alas, de bellotas "picás" con la navaja, de olor en la ropa a resina de jaras recién "cortás", a romero y a torvisco; época de otoños lluviosos y gélidos inviernos, vivencias cuya evocación producen en mi ánimo nostalgia, añoranza, melancolía...

Al llegar al lugar donde colgaré no encuentro sino un pequeño espacio para abrir el portátil, allí ya no hay ningún puesto de monte, los nuevos momentos nos han hecho más comodones, menos tradicionales, y muy probablemente, mucho peores aficionados. Ya con el tela "colocao" lo camuflo con algunas matas para disimularle los contornos, acabado lo cual, meto en él el banquillo introduciéndome luego para observar la visión que me proporciona la tronera, tras cuya comprobación apoyo en ella la escopeta, aún descargada, y salgo para colocar el pájaro. Iba a hincar el pincho, pero lo pienso mejor y corto con la cimbarra, la que siempre llevo, jaras largas con las que hago un matojo natural, a la vieja usanza, como los que aprendí a hacer viendo los de mi abuelo y mi padre, y después quito algunas piedrecillas, de la plaza, para evitar, en caso de disparar, que pueda rebotar algún plomo. Pongo en el matojo a "Rivaldo", pollo de dos celos, regalo de mi buen amigo Fernando, en el que tengo puestas muchas esperanzas, le quito la mantilla y pausadamente me meto en el puesto.

"Rivaldo" se sacude como despertando de la pereza de una larga noche, picotea alguna hojilla que alcanza a través de los barrotes de la jaula y engallándose me sale de reclamo para quedarse luego de piñones. Al escuchar su amplio repertorio y la "variada música de que hace gala" siento como un hormigueo que recorre todo mi cuerpo, y soñando despierto imagino inolvidables mañanas, irrepetibles tardes o indescriptibles albas si esas "buenas maneras" que al parecer atesora las prodiga en cada ocasión en la que nos lo echemos a la espalda...

Que duda cabe que el aficionado entendido, el de solera, goza realmente con el buen puesto que le da su reclamo y aunque matarle cacería es un importante aliciente, nunca es carnicero, ni va en busca de la presa, disfrutando mucho más con la forma de comportarse su pájaro, el modo de responder a los estímulos "del campo" y la regularidad que muestra durante todo el celo.

Esta es la verdadera esencia de nuestra modalidad de caza, debiendo así ser entendida por aquellos que desconocedores de la misma pueden criticarla cuando carecen, la mayoría de veces, de elementos de juicio suficientes, para sacar conclusiones precisas y correctas sobre ella.

2 comentarios:

  1. ¿A quién no le produce nostalgia, lo que nos recuerdas,estimado José...?
    Con tus palabras, has hecho que vengan a mi mente, emotivas imágenes de mi padre picando minuciosamente con su navajilla esa bellota o esa "achicoria" (lechuguines de los guarros, creo que llamais a esta planta por vuestra tierra)y que hoy en día te salga caro cortar esta verdura, como no lo hagas debidamente y te topes con los de "Seprona".
    "Obras de arte", es lo que eran los puestos de antes; en lo que hacía tan importante su elaboración como el propio lance y bien se le llamaba a esta bonita actividad "El puesto del Perdigón" ahora no, ahora se le llama "Perdiz con reclamo" porque realmente, el puesto propiamente dicho ya dejó de existir, porque igualmente que ocurriría con la "achicoria y Seprona" ocurriría también con la Jara Pringosa... ¡no se vaya a extinguir, Su Majestad!
    Eran otros tiempos, amigo José; tiempos de nostalgia, añoranza y melancolía como bien dices.
    Un saludo.

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  2. Ya,pasado reyes, empezamos a subir al coto,limpiar el cortijo,ver las cosas que faltan,llevar los reclamos para ponerlos en la pared del cortijo y escuchar por la noche como se desafian los recién llegados.Ruido ensordecedor por los cantos,jácaras,piñonazos,de pie-Cada uno observa su nueva adquisición y ve como canta o como se acobarda por el ímpetu de sus adversarios.En una palabra noche mágica-Suerte -Un saludo del Vice

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