martes, 29 de abril de 2014

SEGUIMOS POR "LA DEHESA".

        Esta mañana, acompañados por Manuel Monescillo y Raimundo Alaminos nos hemos acercado por la Puebla de Guzmán para dar una vuelta, ver los comederos y, de camino, coger un poco de poleo para las habas "enzapatás", plato típico de Huelva y que, por estas fechas, cuando dicha leguminosa está totalmente bien granada, es aperitivo mas que común en bares y hogares.

Imagen de dos comederos de la finca. En el primero, el amigo Raimundo anda viendo cómo está de trigo. El segundo nos muestra hozaduras de los jabatos que siempre, nunca mejor dicho, andan "jodiendo la marrana". Terminando, muchas veces, por romper/doblar el mallazo, estropearme los bidones del trigo y, por supuesto, comerse el grano.



        El campo, como en ocasiones anteriores está de lujo. Pastos a la altura de la rodilla, trigales de más de un metro de altura y con espigas enormes, pantanos a rebosar, jaguarzos/jaras con un vigor extraordinario... Junto a ello, los machos de perdiz ya se ven solos, señal inequívoca que tienen las hembras incubando. Lo negativo, ni un conejo. Alguno hay, pero da pena ver como van desapareciendo poco a poco, por más que nos empeñemos en cuidarlos.

        Pero sí ha habido una cosa que me ha vuelto a llamar muy mucho la atención -que no es nueva- y que lo comentaba mientras andábamos por el campo con los compañeros: no hemos visto ni un saltamontes saltando a nuestro paso, ni una libélula en los humedales y, mucho menos, escuchar el canto de los grillos. Todo ello a fecha de finales de abril, cuando hace años, por estas épocas más o menos, se tropezaba uno con infinidad de ejemplares como los reseñados con anterioridad. ¿Qué quien tiene la culpa de ello? Supongo que habrá muchas circunstancias que han llevado a la situación actual. Pero lo que sí está claro es que, con rotundidad meridiana, los cazadores no.

viernes, 25 de abril de 2014

MAÑANA DE BOLETUS.


      Esta mañana, bien temprano, como se puede apreciar en la primera imagen, estaba andando por pagos de Fuente de la Corcha. Terreno próximo a Huelva con una vegetación y rincones encantadores como se puede ver en las dos instantáneas siguientes.




       El motivo de dicho paseo matutino no ha sido otro que el de echar el rato buscando boletus -tontullos, tentullos, faisanes, esponjes, migueles...- que, por esta época, al igual que en años anteriores, si llueve, como ha ocurrido recientemente, suelen salir bastantes. Así, aunque todavía es pronto, ya que deben transcurrir unos días más y que caliente el sol, he cogido los suficientes para hacer una buena fritada de esta conocida y solicitada seta que, para el que suscribe, es de las gustosas.


 



        Curiosamente, Amanitas rubescens sí había muchísimas, pero, aunque son comestibles, a estas especies de setas, les tengo mucho respeto y quitando los gurumelos y las tanas, les saco alguna foto, si es que la merecen y, ahí, quedó la cosa.



jueves, 24 de abril de 2014

¿QUÉ PASA CON LOS BLOGS?

       Sin ser un experto en redes sociales y esas cosas de las que nuestros hijos/as hablan como si se las hubieran dado con el biberón, pero creo sí tener unos conocimientos básicos de las modas informáticas que en estos momentos se mueven, puedo decir, sin lugar a "meter la parta hasta el corbejón", que nuestros queridos blogs han entrado en picado, cuesta abajo y sin freno.

        Nada más que hay que dar un vistazo por el mío y por los blogs amigos que sigo, de los cuales no voy a citar nombre, para darse cuenta que cada día van a menos y/o se escribe menos o se entra menos en el mismo. No sé si ya no colman las aspiraciones de quien los "pusieron en marcha" o que quien los seguía ha encontrado otros caminos para satisfacer sus necesidades de información, consulta, gustos, aficiones... o, lo que es mucho peor, los que llevamos uno de ellos para adelante, no sabemos enganchar a quien, por casualidad pica en él o nos suele seguir regularmente. Pero, lo que si es meridianamente cierto, es que hay poco movimiento bloguero.

       Por ello, creo que, Fecebook, Twitter, Tuenti, Badoo... nos están dejando en segunda línea y está claro que, si queremos que nuestros "pequeños rincones" tengan continuidad tenemos que ofrecer, si es que podemos o sabemos, argumentos con más tirón. Si no es así, creo que estamos llegando al final de nuestra andadura.


viernes, 18 de abril de 2014

LA CRÍA DE CANARIOS EMPIEZA A MARCHAR.


          Aunque el año no ha ido muy bien hasta ahora, respecto a la cría del canarios -a día de hoy sólo tengo apartados cuatro pollos- y, de ello, se quejan muchos/as criadores/as, por este rincón de nuestra tierra, al menos, nos hemos entretenido cuidándolos. Sin embargo, ahora, parece que la cosa se entona bastante. Así, La pareja nº 3, de color bruno/isabela y procedente de Gregorio Coronel, en su primera postura se ha dejado venir con seis huevos. La pareja dos, ambos amarillos, tiene cinco. Por último, las parejas cuatro y seis, todos ellos verdes, también tienen cinco huevos.

            La pareja nº 7 -ya está comenzando a hacer el nuevo nido-, de color verde y procedente de otro buen canaricultor, José Luis Plaza, después de una puesta de cuatro huevos en la primera postura, aunque dos no estaban pisados, crió dos hermosos pichones. Ahora, en la segunda postura, puso cuatro huevos y ha sacado todos los pollos para adelante. Pero, es más, los anillé con siete días y tuve problemas para tal circunstancia, ya que, los cuatro pollos estaban más que crecidos, lo que viene a decirnos que sus progenitores los ceban bastante bien y que los alimentos que les pongo: pasta de cría Witte Molen, huevo duro, manzana, brócoli/verduras, semillas –alpiste, mixtura y perilla- y un complejo antibiótico/vitamínico llamado especial cría, les es suficiente para el crecimiento.

         Además, la hembra de otra pareja lleva ya echada cinco días con cuatro huevos y, la que queda, de las ocho que tengo, saca para adelante tres pichones. Sólo queda una pareja que, al morir la progenitora por huevo atravesado, le he echado otra hembra y, de momento, ambos "andan de negociaciones".

  En la primera y segunda imagen se puede ver a la hembra isabela incubando y a los seis huevos de su nidada. La tercera, cuarta y quinta nos muestran tres nidadas de cinco huevos. Por último, en la sexta imagen podemos ver los tres pichones de la pareja ocho y en la última, los pollos de  la pareja siete a punto de saltar del nido.








jueves, 17 de abril de 2014

VUELTA POR LA DEHESA.

            Ayer mañana, bien temprano y con una niebla que no se veía a “tres montaos en un burro”, me trasladé desde Huelva a Puebla de Guzmán, para dar una vuelta por el coto y rellenar de trigo los comederos.

       Ni que decir tiene que el campo está precioso por estas fechas: pantanos llenos, jaras y jaguarzos florecidos, hierba por todos lados, la siembra buenísima y con  una altura increíble… Además, tuve la suerte de ver algunas parejas de perdices que no tenía divisadas, pero, por el contrario, también me topé con más ejemplares de los que quisiera de dos auténticas especies predadoras: urracas y cigüeñas. Por el contrario, los jilgueros, chamarices, trigueros, alondras reales... ponen la nota de canto y color por cualquier rincón de la finca. Igualmente, varios y bellísimos sisones machos revolotean lenta y sonoramente a nuestro paso, mientras sus hembras incuban sus cortas nidadas no muy lejos de por donde andamos.

 Cinco imágenes de ayer por la mañana. En la primera se ve la salida del sol intentando romper la niebla que cubría la zona. En la segunda, se me puede ver echando trigo a uno de los comederos que tenemos en el coto. La tercera, cuarta y quinta nos muestra el esplendor de la primavera andevaleña.








viernes, 11 de abril de 2014

HACIENDO AMIGOS

         El relato que viene a continuación, escrito por mi primo Jerónimo Lluch, fue publicado en su día en la revista Trofeo Caza. Es una emotiva historia en donde los recuerdos de antaño afloran casi sin quererlo.
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      El amor que por la caza tengo es consecuencia inevitable de la tremenda seducción que siempre ha ejercido el campo sobre mi, con sus paisajes serranos de matices tan policromados donde el espíritu se relaja y la mente vuela y vuela para perderse tras las lejanas cumbres de un horizonte claro y nítido donde estas cimas y el cielo se unen y se confunden.

            Cuando las cansinas sombras de la noche se retiran para dar paso al amanecer, una luz diáfana lo va anegando todo y las manifestaciones de la vida comienzan a hacerse notar en nuestro derredor embargándonos el ánimo de placenteras sensaciones de gozo, de calma, de paz, de quietud.

            Quien no haya tenido estas vivencias, aquél que el olor a tierra mojada, impregnado de aromas de romero y de resina de jaras recién “cortás” no le haya envuelto con su inconfundible y gratificante fragancia no estará nunca en condiciones de calibrar la magnitud de tales sensaciones por las que damos gracias a la vida que nos permite paladear instantes tan entrañables.

            Febrero ya tenía agotadas algunas fechas en el calendario cuando mi padre, mi abuelo Vicente y yo, que por aquellos entonces contaba seis o siete años, salimos del cortijo con la intención de ver unas labores que estaban haciendo en la finca y de paso tirar algún “bicho” si es que se ponía al alcance de sus escopetas.

            El día estaba raso y el sol que a esa hora caía con intensidad hizo que me pusiera la gorra, antes de montarme en mi burro “Perico”, siguiendo los consejos de mi abuela, que me advirtió:

- “Niño que no te dé mucho el sol en la cabeza, que así se cogen luego los resfriados”.

Apernacado en el asno atravesé un pequeño riachuelo en el que el agua cantarina de una chorrerilla me hizo fijar la atención por si alguna rana tomaba el sol en las húmedas piedras de la orilla.

            “El Pistolo”, un podenco pelibasto de capa blanca y “colorá”, cazurreaba a pocos metros de nosotros, riñéndole mi padre cuando pretendía distanciarse más de lo deseado.

            Durante el trayecto de ida, fueron abatidas dos palomas torcaces que se arrancaron de las copas de unos chaparros, las cuales serían cobradas por “el Pistolo” trayéndoselas a mi padre que tras acariciarlo se las cogió para meterlas en el zurrón de piel de cabra que llevaba a la espalda y con el que tanto yo presumía, cuando me lo ponía por unos momentos, tratando de emular todo aquello que veía hacer a mi padre y a mi abuelo.

            Llegamos a “La Mina”, que ese era el sitio al que nos dirigíamos, y tras el intercambio de palabras entre mi padre y los trabajadores, nos sentamos en la cocina de la casilla donde ambientados por el crepitar de la candela, mi padre y mi abuelo, echaron un cigarro con Manuel “el Escobero”.

            En aquellos tiempos los cigarros eran “liaillos” y la mayoría de los hombres de campo usaban un preciso –bolsa de cuero o lona sujeta a la correa del pantalón con una trabilla-, donde guardaban el tabaco de picadura, el mechero, el librito de papel de fumar y tal vez una navajilla, siempre necesaria para trajinar en el campo.

            El proceso de liar el cigarrillo era laborioso y requería la destreza manual del que lo realizaba, por lo que suponía siempre un respiro, en la faena del campo, fumarse un pitillo por la duración del referido proceso.

            Y en ello estaban mis mayores cuando “Pistolo” –que era un perro blando de boca- se presentó con un gazapillo vivo del tamaño de una pequeña rata. Yo loco de contento no sabía que hacer con él y entonces Encarnación, la mujer “del Escobero” me ofreció una jaula hecha a mano con el techo y el asiento de corcho y los barrotes de madera, con una puerta corredera, tipo guillotina, que es muy empleada en canaricultura, también con los barrotes de madera y los contornos de alambre. En ésta introduje al gazapillo y no había terminado de gozar con su inesperada posesión cuando de nuevo “el Pistolo” apareció con otro de similar tamaño. Yo creía no poder soportar mi alegría pero mi sorpresa no terminó allí, ya que hizo una tercera y una cuarta llegada con idénticos conejillos. Cuando el último obró en mi poder mi abuelo me apunto:

- “Este perro ha encontrado una gazapera y estará trayendo conejos hasta que no quede uno en ella”, y tras reflexionar añadió:

- Los gazapetes no están en condiciones de comer solos, así que si te los quedas se morirán de hambre, lo mejor será descubrir donde está la gazapera y llevarlos de nuevo a ella”.

            Pensé que el cielo se me juntaba con la tierra ante tan categórica resolución, e imagino que él dándose cuenta de mi decaído estado anímico apostilló:

- “Vamos a amarrar al perro con una cuerda que seguro que todavía quedan más conejillos donde ha traído estos, y tu acaricia a los gazapos y así quedarán impregnados de tu efluvio, y los devuelves con los otros, para que los alimente su madre, que cuando sean mayores, si alguna vez te huelen, aunque sea de lejos te recordarán y será amigos tuyos”.

- ¿Eso de eflu... qué es abuelo?, le pregunté, pues no había oído nunca semejante palabra.

- El efluvio, me aclaró, es el olor que se desprende de las personas o cosas y como tú tienes el tuyo, ellos siempre te reconocerán cuando te olfateen.

            Azuzando a “Pistolo” nos condujo a la esperada gazapera donde aún había dos conejillos más con los que pusimos a los otros, volviéndonos con el perro amarrado para que no retornara allí de nuevo y los cogiese otra vez.

            Aquella noche, al confortador calor del brasero de cisco, mientras comíamos unas bellotas dulces, mi abuelo a instancias mías narró a mi hermano Antonio, de cinco años, la anécdota ocurrida por la mañana y yo que había considerado la explicación que entonces me diera algo fantasiosa, actué de cómplice con él en la rememoración de su relato pues me habría gustado que algo tan bonito, tan particular y especial pudiera ocurrirme y hacerse una realidad enternecedora.

            Y continuó desgranando el rosario de sus vivencias hablándonos de los amigos que él también había hecho gracias a las frecuentes cacerías en las que tomó parte durante su dilatada existencia y lo mucho que había disfrutado saboreando momentos que permanecían siempre vivos en sus recuerdos; de lo elegante que era repartir las piezas cobradas entre todos los componentes de las cuadrillas de cazas y no ir a “mirajumo” –cada uno llevándose lo que mataba- y otras normas de bien hacer, de entendimiento y compañerismo que conforman la manera se ser y la personalidad de cada cual.

            Y él, como todos los abuelos de entonces, aquellos que vivían con nosotros, que nos trasmitían sus conocimientos y experiencias acumuladas a lo largo de sus muchos años, que morían en sus camas, y no alejados de su familia en frías residencias, ni olvidados en convencionales asilos, prosiguió deleitándonos, como otras muchas veces, con sus inolvidables historias venatorias de las que tanto gustábamos oír, hasta que mi madre puso la mesa para cenar, antes que los ojos se nos cerraran de cansancio y el reparador descanso hiciera que tal vez soñáramos con un mundo lleno de concordia, de solidaridad y de comprensión, en el que todos mostráramos a los demás lo mejor de nosotros mismos...

viernes, 4 de abril de 2014

LA DIFERENCIA ESTÁ EN LOS GENES.


          Ni que decir tiene que las tres imágenes que vienen a continuación nos muestran sendas patas de nuestra auténtica perdiz roja, pertenecientes a otros tantos ejemplares machos de los que hoy, por desgracia, van quedando muy pocos en los diferentes rincones de nuestra Andalucía. Los tres fueron abatidos con el reclamo en diferentes lugares de nuestra geografía, no sin antes tener que realizar, el de turno que estaba en el tanto, un trabajo como Dios manda. Por ello, este artículo sería un poco la continuación de "El recibo",  publicado con anterioridad.




            Pero, curiosamente, los tres entraron en plaza –cosa nada fácil- porque Chimenea, en su día, se las arregló con toda su sapiencia para que así fuera. Eso sí, dentro del repertorio que utilizo en los tres lances no hubo ni una sola bulana; es decir, no empleó recibo de pluma. Si así hubiera sido, casi con una seguridad meridiana, ninguna imagen de ellos estaría colgada ahora en mi blog.

            Hoy día, cuando hablamos de las patirrojas que pueblan nuestros campos, en un alto porcentaje, nos referimos a perdiz de repoblación, quizás, incluso nacida en el campo, pero de origen no muy lejano en el tiempo de esta o aquella granja. Por consiguiente, los ejemplares que entran a la jaula, en la mayoría de los casos, son de trabajo fácil para el reclamo, incluso en muchos casos casi sin el más mínimo esfuerzo. No es que lo diga yo, sino que en muchos vídeos que circulan por la red, se puede ver cosas insólitas e impensables si el “genero” que se trabajase fuera la verdadera Alectoris rufa.

            De esta manera, los que tenemos ya una cierta edad y otros no tanto, pero que tienen la posibilidad de colgar en algunos pocos lugares que, afortunadamente, todavía quedan en nuestra geografía,  sabemos que con perdiz “pata negra” no se juega, ya que, a las primera de cambio “cogen la de Villadiego” y nos dejan con “tres palmos de narices”.  Además  de su  morfología y colorido, su genética hace que el instinto de conservación las haga totalmente diferentes. Así, conocen el terreno donde se mueven palmo a palmo y no dan un paso hacia adelante si no lo tienen todo seguro o si, por circunstancia de dominio de un determinado territorio, lo dan, lo hacen con el mayor de los cuidados y seguridad. Su bravura, suspicacia, intuición vista, oído… son sus verdaderos aliados para intentar salir airosas de las muchas dificultades por la que pasan en su día a día. Por consiguiente, cuando llega la hora de la caza de la perdiz con reclamo, el que piense que con este “ganao” logrará buenas perchas, está en otro mundo. Puede que, incluso, durante algunos días, estén en condiciones, pero…, aun así, no será empresa fácil el apuntarles y apretar el gatillo.

            Y no lo será porque, para hacerlo realidad, aparte de que el aficionado de turno tiene que conocer el terreno y las querencias de las perdices de la zona, cosa no fácil, el reclamo que pongamos en un determinado cazadero tiene que ser un reclamo de verdad. No ya que cante y trabaje, sino que sepa poner en práctica una serie de recursos que haga que las patirrojas que lo escuchen pierdan “un poco los papeles” y “entren al trapo”. Obviamente, dentro de este repertorio no hay lugar para las llamativas bulanas, ya que si el de turno las utiliza, difícilmente entrarán en plaza como Dios manda.

            Hay muchos reclamos a los cuales sus dueños lo catalogan como primeros “espadas” que, cuando se topan con ese tipo de “victorinos”, fracasan estrepitosamente, aunque se les haya tirado muchas y muchas patirrojas a lo largo de su vida.

            Sobre el tema, en plena temporada hablaba con el amigo Elías Romero, buen aficionado que tiene el privilegio de colgar en la sierra de Granada, y me comentaba la dificultad de tirar una campera por aquellos pagos, con el inconveniente añadido de acceder a sus complicados cazaderos. Y es difícil hacerlo porque, como él muy bien sabe, aquellas perdices, auténticas Alectoris rufa, llevan grabado en sus genes todo lo que les falta a la mayoría de las que abatimos normalmente. Así, al menor fallo por nuestra parte o por la del reclamo, “se acabó lo que se daba”. Es más, por mucha cautela que tengamos a la hora de cuidar el más mínimo detalle del cazadero, si el recibo del “Don Reclamo” de turno no sea limpio y suave, poco o nada conseguiremos.

         En resumidas cuentas, si ya de por sí existen grandes diferencias entre la perdiz de repoblación y la autóctona en lo referente al fenotipo, en cuanto al genotipo, mejor no hablar. Comportamiento y forma de actuar en momentos determinados, marcan la diferencia. Así, como dice un amigo del citado Elías Romero, si encima de que la temporada de reclamo se queda en diez o doce días en condiciones, para pasear medianías al campo siempre hay tiempo. Por ello, una buena criba/cedazo con los agujeros bien gordos es lo que hace falta para valorar a nuestros reclamos cuando la lidia no es de salón, sino con “ganao” de verdad.



jueves, 3 de abril de 2014

EL RECIBO.


            Si buscamos en un diccionario las diferentes acepciones que tiene la palabra recibir, encontraremos, según mi opinión, una de ellas que es la que más se ajusta a la acción que ponen en práctica nuestros reclamos cuando, al estar en el tanto, se le acercan las patirrojas camperas, atraídas por su encantos musicales.

        El significado al que hago referencia, literalmente dice lo siguiente. encontrarse con alguien que viene de fuera para celebrar su llegada”. Es decir, cuando hablamos de recibir, nos estamos refiriendo a una situación, en donde, alguien se encuentra con quien espera y le dispensa muestras afectuosas de alegría. Es más, a esta definición, yo le añadiría que, en la mayoría de los casos, la afectuosidad que se le otorga al recién llegado, suele ser correspondida, de igual forma, por la persona a la que se le dirige dicho recibimiento, en señal de agradecimiento.

            Así pues, como todo aficionado sabe, nuestros reclamos, cuando están en el tanto y ven o intuyen que algunos/as de sus congéneres se le acercan, rápidamente, dan muestras de júbilo o lo que queramos llamarle y su semblante y forma de actuar, cambia radicalmente. Ni que decir tiene que, cuchicheos diferentes, embuchados, bulanas, titeos, cloqueos…, son formas de decirnos que alguna patirroja campera está a su vista o no anda muy lejos.          
  
            Sin embargo, aun sabiendo que, para realizar el disparo, el “Fulano” de turno tiene que estar recibiendo, la duda surge en el cuándo hay que hacerlo, siempre que nos refiramos a qué es lo que debe estar haciendo el reclamo, en el momento justo de apretar el gatillo. Es más, también debemos de saber, porque es una realidad irrefutable, que ningún reclamo recibe igual, pero más claro es aún que deben existir algunas pautas que, sea cual sea el “espada” de turno, no podemos  o debemos pasar por alto.

           Pues bien, el que suscribe, que ha apretado el gatillo muchas veces en multitud de situaciones, ha llegado a la conclusión de que, la "suerte suprema", nunca se debe llevar a cabo cuando el reclamo solamente esté recibiendo de pluma, ya que, si no hay diálogo, a la corta o a la larga nuestro querido pájaro nos la colocará. Sin ir más lejos en cuanto una patirroja se le atranque y no esté por dar la cara de forma facilona.

            Que recibir de pluma es una forma de recibir, sin lugar a dudas. Pero…, si acostumbramos a nuestros reclamos a tirarles el campo sin que “le digan cosas” a sus contrincantes –yo lo he hecho muchas veces y por eso creo que no se debe hacer-, el de turno se acostumbrará a tal forma de actuar e irá a lo fácil. Así, cuando las camperas no estén buenas o recelosas y el de la jaula se ponga que no quepa en ella, malo. No darán la cara y, ante tal circunstancia, nuestra “joya” terminará sin cantar y alambreando o botando. Ni que decir tiene que, si la montesina de turno es una viuda resabiada, no hay absolutamente nada que hacer. Sólo el correspondiente sofocón y soltar "sapos" por la boca.

          Por consiguiente, si queremos hacer pájaro, desde el principio debemos acostumbrar al de turno a matarle el campo cuando reciba de pico: cuchichio, titeo, cloqueo… De esta manera “Fulanito”, “Zutanito” o “Menganito” se irá acostumbrado a que quien belígera con él sólo se le vencerá de esta forma y, si no es así, mejor que se vaya, ya que, de lo contrario, lo que conseguiremos son “sansones” que no caben en la jaula y que asustan o espantan más que atraen.

            Ni que decir tiene que, en infinidad de ocasiones, tendremos problemas de audición y que, incluso, se puede dar el caso que, por más que agucemos el oído, puede ocurrir que incluso no tengamos claro si nuestro reclamo cuchichea, titea, cloquea…, pero sólo con bulanas, debe ser que no.

            Para finalizar, tengo que decir sobre el tema que este año en Ciudad Real, he coincido, al igual que otros años anteriores, con dos buenos aficionados D. José Rivas Serrano y D. Gonzalo Rodríguez de Austria y, curiosamente, ambos utilizan en sus puestos un receptor-amplificador de sonido para saber, sin lugar a equivocarse, lo que hacen sus reclamos en el momento del disparo. No sé si es un engorro más el llevarlo al puesto, pero lo probé y es una maravilla. Con dicho chisme, que no es que sea una novedad, no hay lugar a equívocos.

PD.  Lo expuesto con anterioridad es mi opinión personal e incluso puede que equivocada, pero, en estos momentos, es lo que pienso y así lo plasmo en el blog. Por supuesto, respeto cuantas opiniones puedan haber al respecto.


martes, 1 de abril de 2014

SEGUIMOS CON LA CRÍA DE CANARIOS.

           Si, tradicionalmente, finales de febrero y marzo son meses de apareamientos y comienzos de la cría, según personas y lugares de nuestra geografía, abril, mayo y junio suponen el punto álgido de la actividad reproductiva de estas aves familiares. Por consiguiente, puesta, incubación, eclosión, alimentación de los pollos.., son momentos importantes en la vida de nuestros canarios.

          Paralelamente a estos momentos, los criadores más o menos profesionales  y los aficionados, entre los que me encuentro, estamos diariamente bastante tiempo cuidando y vigilando nuestros aviarios. Si la limpieza y desinfección son tareas fundamentales, conjuntamente con la aportación de alimentos -pasta de cría, verduras frescas, semillas variadas, huevos cocidos, frutas...-. no lo es menos el estar al tanto por si alguna hembra le viene un huevo atravesado, un pollo cae al suelo, momentos del anillamiento, aparecen piojillos/ácaros... Es decir, casi todo el día "enreao".

           Ni que decir tiene que, aparte de tales ocupaciones,  la cría de canario también da grandes satisfacciones. El ver crecer a quien nace poco menos que indefenso y al mimo y esfuerzo que ponen sus progenitores para sacarlos adelante, ya vale la pena.  Si  de camino, luego, conseguimos algún ejemplar con una buena "música", mejor que mejor.

Dos imágenes de progenitores. En la primera, una hembra en fase de incubación y en la segunda, el macho alimenta a la hembra mientras ella está en el nido.



La tres siguientes nos muestran un momento de la eclosión de cinco huevos, tres pollos de dos o tres días y dos crías ya apartadas de sus progenitores.