Como ya hacía algún tiempo que no traía al blog un relato, espero que éste os resulte ameno y entretenido. Tras leerlo, os daréis cuenta que está basado en el artículo anterior: la diferencia de los reclamos y el conocimiento de los mismos por parte de sus dueños
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A mi buen amigo Miguel
Gómez, cuquillero de los de antaño, quien me puso en el camino para escribir
esta entrañable y curiosa historia basada en hechos reales.
Sagri
y Francis volvían de un maravilloso e inolvidable viajes de recién casados, más
que felices por todas esas cosas que les suelen ocurrir a todos los que
contraen matrimonio y se toman, como siempre ha marcado la tradición, unos días
lejos de la rutina diaria y a lado de quien, en esos momentos, es su ser más
querido.
La
vuelta a casa y el reencuentro con la familia siempre es un motivo de alegría y
satisfacción por todo lo que dicha circunstancia conlleva: besos y abrazos
entre unos y otros, entrega de regalos procedentes de los diferentes lugares
por donde se ha pasado, narración detallada de peripecias y anécdotas que han sucedido
durante el viaje de novios, vuelta a tomar contacto con algunas cosas a las que
se le tiene especial cariño, pero que no hay más remedio que dejar atrás,
aunque, a veces, se deje encargado a amigos y familiares de su cuidado… Sin
embargo, en ocasiones, el regreso al punto de partida, también trae consigo el
conocimiento de alguna situación desagradable que ha ocurrido durante la
ausencia de la pareja, justamente, lo que le aconteció a Francis, en cuanto
“aterrizó” por casa de los padres de su mujer.
De
esta manera, Francis, mientras hablaba con sus suegros de los pormenores del
viaje, fue observando que el semblante de Beni, el padre de Sagri, no era el
que, normalmente, él conocía, por lo que, con el paso de los minutos, su cabeza
empezó a dar vueltas y más vueltas porque, por ella no circulaba otra idea que
no fuera la de que algo habría tenido que suceder para que el comportamiento y
aspecto de su suegro no fuera el habitual.
Debido
a ello, en cuanto pasó la fase inicial de satisfacción por el rencuentro, como
suele ocurrir tras todos los viajes, Francis se dirigió al padre de Sagri, con
mucha afabilidad, pero con grandes deseos de saber si había surgido algún
problema durante su ausencia.
-
Suegro, te veo raro y un poco apesadumbrado. ¿Ha ocurrido algo durante nuestro
viaje? –le preguntó.
Con
posterioridad a unos interminables segundos de silencio, Beni, con voz insegura
y entrecortada, tras tragar saliva varias veces para intentar suavizar su
reseca garganta, le respondió:
- Hijo, tu sabes demás que, a lo que me has
encargado, en todo momento le he puesto mi máximo empeño y dedicación. No
obstante –prosiguió Beni-, esta vez, la mala suerte me ha acompañado. Así, al
echarle de comer a tus reclamos, uno de ellos, en un incomprensible descuido,
se me ha escapado y, como sabes que estoy ya un poco torpón, porque los años no
perdonan, no lo he podido coger. Por ello, lo único que espero es que no sea
uno de los buenos, cosa que yo no te puedo decir, porque, como bien sabes, no
diferencio a tus perdigones –finalizó.
-
No me digas, suegro -le respondió Francis. ¡Cuéntame bien lo que ha pasado!
-
Mira Francis, sin querer, después de rellenarle a uno de tus pájaros el
comedero interior de la jaula y al irle a cerrar la puerta, dio un apretón y,
en un abrir y cerrar de ojos, estaba campando sus anchas por medio del corral. A
continuación –continuó relatando Beni-, aunque intenté cogerlo durante un buen
rato, se engarabitó en los tablones que tengo apoyados sobre una de las
paredes y, desde allí, dio un salto y se encaramó en el tejado.
- Pero bueno, Beni, ¿y no viste nada más? ¿No
has averiguado dónde fue a parar después de perderlo de vista? –le requirió
Francis, mientras iban los dos camino del corral para averiguar cuál era el
perdigón que se había escapado.
-Lo tiene Toño, el vecino de por encima, pero
me dijo cuando fui a preguntarle si él lo había cogido, que sí, que lo tenía,
pero que, como todas las perdices son iguales, para dártelo, tendrías tú que
reconocerlo –le manifestó Beni.
Luego, cuando llegaron al corral, el sofocón
fue enorme porque, Francis comprobó, con gran desánimo y abatimiento, que el
reclamo que había cogido las de Villadiego era Malagón, un gran pájaro
puntero, regalo de su mujer y procedente de dicha localidad manchega. Beni, por
su parte, nervioso y sudoroso al saber de cuál reclamo se trataba, después de
agitar la cabeza varias veces en señal de desconsuelo e impotencia, volvió a
decirle a su yerno:
- Francis vamos a casa del vecino, puesto que,
seguramente, en cuanto te vea, no tendrá más remedio que dártelo porque, como
bien sabes, te tiene bastante aprecio y respeto.
No
obstante, no todo resultó tan fácil como se creyera en un principio. Debido a
ello, una vez en casa de Toño, éste se negó en principio, pero más tarde, tras
discutir un buen rato con cierta tensión, le dijo a Francis:
-
Mira chaval, yo no sé, aunque tu suegro dice que a él se le ha escapado uno de
los tuyos, si el pájaro que cogí en el tejado de mi casa será de tu propiedad o
no, porque para mí son todos iguales. Por lo tanto –continuo Toño-, ahora, vamos
a ir hasta el patio y verás que todos los perdigones los tengo enjaulados,
tomando el sol y un poco de tierra formando un circulo en el suelo. Sí sabes
cuál de ellos es, te lo llevas y no se hable más, si no es así, me quedo con
él, como bien comprenderás.
De
esta manera, cuando llegaron al corral de la casa, Francis al darse una vuelta
alrededor de los pájaros, rápidamente, y sin el menor atisbo de error, reconoció
a Malagón, pero…, dejándose querer,
volvió a dar varias vueltas más, con el propósito de hacer ver que no sabía
cuál era su pájaro.
En
vista de ello, Toño, con una guasona alegría que le llegaba de oreja a oreja,
se dirigió de nuevo a Beni y le dijo:
-Ves,
vecino, como no es tan fácil diferenciar a las perdices. Como ya te dije el
otro día –continuó Toño-, el pájaro que me encontré, lo mismo podía ser de tu
yerno, que de cualquier otro al que se le hubiera escapado, por lo que, como no
es capaz se saber cuál es, me quedaré con él.
Francis,
que esperaba lo que estaba sucediendo, interrumpió la charla de su suegro y el
vecino y, dirigiéndose a Toño, ahora sí, con voz autoritaria y con una
seguridad pasmosa le requirió:
-
Mira, Toño, te has equivocado de todas todas, porque yo, desde el primer
momento, he sabido quien era Malagón, aunque
he estado callado para ver tu reacción. Por lo tanto, espero que acabemos con
esta situación tan poco agradable y, de una vez por todas, seas tú el que des
el primer paso, sin que me obligues a que tenga que ser yo, el que descubra las
cartas.
No
obstante, ante la obstinación de Toño que seguía creyendo que Francis no había
reconocido a su perdigón, éste se acercó hasta el mismo y, al agacharse ante
él, palillearle con los dedos y hablarle cariñosamente, Malagón, como solía hacer cada vez que su dueño le hacía tales
carantoñas, arrancó, ante la sorpresa y ojos de incredulidad de Toño, con un cuchichío
imperceptible y picoteando los cordelillos del suelo de la jaula en señal de regocijo.
Ahora
sí que no había la más mínima duda, como se pudo comprobar en los rostros más
que alegres y gozosos de Francis y Beni y en la cara descompuesta y semblante
compungido de Toño. Estaba claro que, ante tales evidencias, Malagón volvería a casa. Es más, seguro
que Sagri recibiría la noticia con una indescriptible y radiante satisfacción.
Con vecinos así, no hacen falta enemigos,jejeje. Un saludo
ResponderEliminar¿Entonces que hacemos con las opiniones de los jueces de los campeonatos y concursos de perdiz con reclamo?
ResponderEliminar¿O con las opiniones de los aficionados cuando eligen sus reclamos con tonos de pluma más claros o mas oscuros?
Eso sin entrar el el susodicho que si campo que si granja.
Por eso mismo no comulgo con las competiciones de perdiz con reclamo aunque las respeto.
Pienso que todo tiene una explicación científica que sería larga de contar,(sabia naturaleza) y como ya comenté en mi blog: "No hay un patrón o molde a seguir si no una función que realizar..."
Sin olvidar que nuestro querido pájaro es una pieza más de ese rompecabezas.
Un saludo.
PD. Sirva este comentario para los dos últimos artículos.
Vamos que es así, amigo Rafel. Pero si preguntas, sabrás que es verdad. Un buen amigo tuyo y mío te lo puede certificar.
ResponderEliminarCompañero Juan Luis, no sé que decirte a estas hora, mañana voy al campo temprano. Te responderé con tiempo.
¡Qué difícil es esta milenaria afición!
Gracias a los dos por animar el cotarro.
Amigo Juan Luis:
ResponderEliminarEn la vida actual se enjuicia hasta el tabaco que fumamos, aun sabiendo que es perjudicial para la salud. He sido juez de forma desinteresada, aunque sea sin título, y con lo que se ha enjuiciado, que puede que no sea una cosa del otro mundo, he tratado de dar un veredicto justo.
Por cierto, la pluma, no me importa, me preocupa lo que hay debajo del color del plumaje. Aun así, me gustan los tonos oscuros.
Campo o granja –y perdón por las repeticiones- es un tema manido y he dado mil explicaciones sobre lo que pienso sobre tal dualidad. Aun así, si hay que darla una vez más, te diré que ambas opciones están ahí, tanto en el campo, como en las jaulas y, aunque nos guste o no, en ambos casos, hay que aceptarlas. Tengo granja y algo de campo en las jaulas y cazo campo y granja sin el menor problema en ambos casos.
En cuanto a la comunión, creo que depende de la religión que se practique. Por ello, la mía, que es ninguna, le gusta dar posibilidades a todos, independientemente de lo que piensan. El no o sí porque me puedan caer más o menos bien, creo que no va conmigo. Todo depende.
Ciencia y naturaleza son lo que son. Primero NATURALEZA, y con mayúsculas. Luego, de ella, emana la ciencia, si es que hay quien sea capaz de interpretarla. Circunstancia altamente complicada.
Por último, nuestra perdiz roja, nuestra reina de los bosques, nuestra Alectoris rufa. Ahí, nuestra naturaleza, aun con su indiscutible grandeza, no puede parar su caída libre porque, nuestra ciencia, la del hombre, la que proviene del latín "scientia", que significa conocimiento, falla. Y es así, porque, desgraciadamente creo que desconocemos muchas cosas, y entre ellas, el ofrecerle a nuestra perdiz roja salvaje, todo aquello que necesita para que se acabe con la gran regresión en la que ha entrado desde hace ya algunos años, aunque dicen que doctores tiene la iglesia.
Como decía el otro, hablar por hablar. Lo demás, el meollo, es complicado.
Saludos.
¡ Maestro gracias por su atención!
ResponderEliminarCon solamente leer "superficialmente" ya se me caen lagrimas como puños...
Espero que atiendan y aprendan las generaciones venideras con lo que nos contais los mayores.
¡Gracias una vez más!
¡Qué difícil es torear en todas las plazas!, pero hay que hacerlo.
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