Aunque puedan existir aficionados cuquilleros que no sean
capaces de diferenciar por su aspecto externo o fenotipo a sus reclamos, que
los hay, lo normal es que un buen pajaritero conoce a cada uno de sus perdigones de tal manera que, aunque sea solo por las patas, sin ver el resto del cuerpo,
es capaz de saber, en un momento determinado, de cual pájaro se trata. A veces,
puede plantearse alguna dudilla, pero lo normal es que el reclamista de verdad
diferencie uno por uno a todos y cada uno de los componentes de su jaulero o
gallera por lo que ven sus ojos. Y es así porque, como muy bien debemos de
saber, cada pájaro es único e irrepetible. Es decir, nunca dos reclamos serán
réplicas exactas.
Imágenes de cuatro reclamos: Chimenea, Manchego, Guerrilla y Alpujarreño, según orden de aparición. Lo único que han tenido en común, ha sido su procedencia, puesto que, de una forma u otra, todos ellos han nacido o nacieron en cautividad. Por lo demás, cada uno, un mundo diferente.
Pero si ya de por sí, su morfología
externa diferencia perfectamente a cada uno de los ejemplares que tenemos o han
pasado por nuestras manos, no digamos de su genotipo o aptitudes y actitudes
que un reclamo que lleva impreso en su código genético. Es decir, comportamiento,
música y formas de actuar ante una determinada situación… Debido a ello, ahora sí que no existe la
menor duda a la hora de diferenciar un pájaro de otro. Por consiguiente, la nobleza
o cobardía, la mansedumbre o aspereza, la tranquilidad o nerviosismo, el ser cercano
o arisco; el tipo de cante de mayor, el cuchichío, el piñoneo…, la manera de
recibir a machos o hembras, forma de cargar los tiros… son cualidades que
diferencian claramente a un reclamo de otro.
En base a ello, cuando tenemos la
mala suerte que un buen pájaro se nos va, bien de viejo o por cualquier tipo de
accidente o muerte repentina, de antemano sabemos que, a nuestro jaulero, ya
nunca llegará otro como él. Es más, si es un reclamo puntero, de esos que en la
vida uno, si es que tenemos la suerte de tropezarnos con alguno de ellos, los grandes recursos que empleaba para atraer a las
patirrojas camperas nunca pasarán al olvido. Así, todo lo que llegue detrás
será medido con una vara bastante larga. Me ha pasado a mí, y creo firmemente, que también le ocurre a casi todos los perdigoneros.
Hola jose A. cuanta razón llevas, cada reclamo es diferente en todo añadiría yo, hasta en su tono y timbre de voz .Si te dijera que de espaldas a ellos y por su voz los conozco y, se sorprenden mas de algunos de los compañeros estando con ellos; yo tan sólo les digo eso lo hace los años, el estar todos los días con ellos y es un inmenso placer el que se siente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Andres