Al hilo
del artículo anterior, en el que expongo lo complicado que es el mundo de caza
y lo mal que lo pasamos los cazadores, por lo mal visto que estamos, quiero
dejar constancia en unas líneas que, aunque haya quien crea que la caza es un
lujo y, a veces, puede que lo sea, en la gran mayoría de los casos, nunca más
lejos de la realidad. Como botón de muestra puede servir el siguiente: finca La Dehesa de Enmedio, perteneciente al
término municipal de Puebla de Guzmán, Huelva.
Dicha
propiedad, con matrícula de acotado H-11.454,
situada en el Andévalo onubense y
con una extensión de trescientas sesenta hectáreas, la gestiono como
arrendatario de la actividad cinegética desde el año mil novecientos noventa y
nueve, es decir, hace dieciséis temporadas. Pues bien, este precioso rincón del
occidente onubense y andaluz, tradicionalmente “madre” del conejo, la liebre y
la perdiz roja, en la actualidad, se encuentra bajo mínimos. Tan es así que,
los días 15 y 29 de este agosto pasado, fuimos siete de los ocho socios que
somos el primer día y tres el segundo a echar el rato, tomar una cerveza y, de
camino, si era posible, apretar el gatillo y traernos algún conejillo para
casa. Anduvimos por el campo, tomamos algunas que otra cerveza, picamos
productos de la tierra, charlamos los compañeros, pero conejos, no logramos
nada más que uno. Se tiraron cinco, pero todos se fallaron, excepto uno que
mató mi hijo Pablo. En una palabra, un auténtico barquinazo. Una gran
contrariedad para una finca que está bien gestionada, vigilada durante todo el
año y con dieciocho comederos fijos y vallados con mallazo para evitar que las
ovejas y algún que otro jabalí, especie que va a más, se coman el grano que no les
falta en ningún momento. Máxime, cuando no hace muchos años, a las once de la
mañana se cortaba porque ya llevábamos seis u ocho conejos para cada uno.
Lo reseñado, en un primer momento, puede
entenderse como una situación normal. Pero si se aclara con anterioridad que,
en dicho acotado, en las últimas tres o cuatro temporadas, prácticamente no se
ha cazado y que se gestiona con el máximo celo, ya no parece una situación muy
lógica, pero, desgraciadamente, así es. El conejo ha desaparecido por la zona
de Huelva casi por completo, como resultado de la célebre y temida enfermedad
vírica -RDH-. Por tal motivo, y como consecuencia de tal regresión, la liebre y
la perdiz se han transformado en los primeros focos de la depredación y, por lo
tanto, están disminuyendo sus poblaciones alarmantemente. Tan es así que
liebres cada vez hay menos, aunque sus números no son demasiado malos, pero las
perdices, además de cazarlas también muy poco con el reclamo, no digamos. De
hecho, hace unos años colgábamos cinco socios y entre unos y otros no se
escapaba nada mal. A fecha de hoy, muy por el contrario, aun dejando, año tras
año, muchas parejas en lugares claves de la finca, porque solo cazamos la jaula
el amigo Manolo Monescillo y yo, cada vez crían menos y peor. Sin ir más lejos,
la temporada pasada colgué nada más que seis u ocho días en todo el periodo
hábil, porque tenía otros lugares donde hacerlo. Por tal motivo, en una
determinada zona de la propiedad no se cazó el reclamo, por lo que, al menos,
cinco o seis parejas quedaron en la misma, más las del resto del coto. Pues bien,
los resultados que se preveían, a fecha de hoy, no se ven. Algún que otro bando
y poco más, ni las parejas que se dejaron. En unas palabras: pagamos nuestros
buenos dineros en la cuota anual de socio, en la vigilancia, en las tablillas, en
el grano, en los desplazamientos, en el adecentamiento y cuidado de la
vivienda, en el desmonte de zonas con mucha maleza…, pero los frutos obtenidos
cada día son más desalentadores. Y tal circunstancia no es buena, porque cuando
se empieza a perder la ilusión y el empeño que se debe poner en una actividad,
malo. Eso sí, como mal de muchos, tengo que decir que la tremenda regresión en
las especies cazables citadas no es
cuestión puntual de mi coto, sino que toda la provincia, al menos en conejos y
liebres, está igual. En cuanto a las perdices, donde se sueltan de repoblación,
hay todas las que quieras, pero donde son de las que cría el terreno, como es
nuestro caso, cada vez van quedando menos.
Lógicamente, la pregunta que nos hacemos todos
los socios, viendo el triste panorama, es obvia y lógica: ¿qué se hace en estos
casos, se abandona lo que se le tiene mucho cariño o se lucha, año tras año, aun
sabiendo que los resultados no mejorarán?
Por todo ello, cuando uno escucha hablar sobre
la afición a la caza y sobre los cazadores de forma desconsiderada e, incluso,
acusadora sin el más mínimo fundamento, al menos a mí, se me cae el alma al
suelo. Y es así, porque casos como el reseñado, dónde se aprieta poco el
gatillo y se le dedica tiempo y esfuerzo a una finca, son los que abundan en
nuestra Andalucía, al menos en las fechas actuales. Las grandes propiedades con
todo el “ganado” que se quiera y todos los lujos del mundo no es la realidad de
la ancestral actividad cinegética, ni está al alcance de un altísimo porcentaje
de los que la amamos y la sentimos de verdad.
Este personal, aún luchando contra él de todas las maneras habidas y por haber, cada día es más abundante. De haber alguno que otro marrano, hace no muchos años, hemos pasado a que haya bastantes en la finca. Y como diría el otro: una noche da para mucho. En las tres imágenes siguientes, pertenecientes a dos comederos de la propiedad, se puede apreciar cómo andan por la noche al lado del trigo de los mismos.
Lo que sigue ya lo comenté en otra ocasión :
ResponderEliminarLa solución es fácil de entender aunque difícil de hacer, y no es que yo sea un gran experto en gestión, sólo son mis propias conclusiones, fruto de la observación y algún que otro calentamiento de cabeza. En primer lugar la reducción de la predacion, seguidamente ejercer solamente la agricultura ecológica y tradicional y si es minifundista mejor que mejor, por último eliminar la ganadería intensiva y al por mayor, es decir volver a lo de antaño.
Un saludo
JLRG.
Buenas noches, ya echaba de menos sus artículos, el otro día, después de tirar unas tórtolas, en la cerveza, teníamos una conversación en el mismo sentido, la gestión de los cotos es fundamental para la sostenibilidad de la caza, pero en algunos casos, llevando una gestión magnifica no se ven los frutos, yo soy mucho de pedir un poco de conciencia, que al campo se va disfrutar, no a matar y a competir, y en ese sentido es donde tenemos que seguir incidiendo, tenemos que intentar recuperar el campo, todos, los propietarios y los cazadores. Muchos cazadores de mi zona se están yendo a Portugal a cazar, allí el conejo parece estar recuperado y la perdiz tiene muy buena salud. En Portugal se estuvo tres años sin cazar, pero si gestionando las fincas y recuperándolas. Si no hacemos algo urgentemente, la caza menor tiene fecha de caducidad.
ResponderEliminarUn saludo.