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claro que los adelantos técnicos fueron llegando y llegan poco a poco a todos
los rincones de la vida y con ellos, en teoría, se mejoraron y se mejoran algunos aspectos en el proceder del hombre:
esfuerzo, tiempo, dinero… y en todo lo relacionado con una determinada actividad,
De esta manera, lo que antes se hacía de una forma da un vuelco radical y toma
un nuevo rumbo, aunque los fines sean los mismos. Eso sí, todo tiene sus pros y
sus contras, es decir, sus cosas buenas y sus cosas malas.
Obviamente, en nuestra afición, la caza de la perdiz con reclamo, no iba a
ser menos. Consiguientemente, existen multitud de aspectos de la misma que hace
ya unos años se llevaban a cabo de un determinado modo y, hoy, con el paso de los
años, se hacen de otro, dígase el aguardo fijo y el de quita y pon.
En principio,
cuando el aguardo portátil no se conocía, se utilizaban los puestos fijos que estaban
situados siempre en los lugares más estratégicos y querenciosos de las fincas: pie
de siembras, lomeros, morretes, collados, altozanos, calveros, cortafuegos,
silletas…, solían durar bastantes años e, incluso, algunos de ellos, todavía
después de transcurrir algunas décadas, mantienen el esqueleto de lo que, en
otros tiempos, además de los de piedra, servían de aguardo para esta modalidad
cinegética. Y se aprovechaban de una temporada para otra porque no eran como
los portátiles de hoy, que se ponen y se quitan en un pispás. Por esta razón,
con anterioridad al inicio del famoso celo del rabanillo, que era cuando la
mayoría de los cuquilleros daba comienzo a su temporada de perdigón, allá por
el mes de octubre, si habían caído aguas tempranas, se reconstruían y, más
tarde, de vez en cuando, se iban remendando cuando el material utilizado para
tal fin iba perdiendo opacidad y, desde fuera, se podía avistar, con más o
menos nitidez, la figura y los movimientos del perdigonero correspondiente. La
gran ventaja con respecto a los de hoy, era que las perdices estaban
familiarizadas con ellos y, debido a tal circunstancia, no recelaban en demasía
al entrar en plaza, si partimos de la base que la perdiz de entonces era la
auténtica roja española y, por consiguiente, llena de astucia y recelo.
Sus enclaves, ni
que decir tiene, eran aquellos rincones de las fincas en donde, por las
condiciones específicas que reunían, año tras año, las patirrojas solían
abundar y se construía al amparo y camuflado por la vegetación del lugar. Por
tal motivo, vallados, chaparreras o coscojas tupidas, manchones de jaras o
jaguarzos, renuevos de castaños, chopos o álamos, viejos troncones de acebuches
u olivos, frondosas retamas y charnecas, restos de antiguas construcciones…eran
los lugares elegidos para levantar y camuflar el puesto.
A veces, por las características del cazadero en
cuanto a los materiales existentes y conformación del terreno, el puesto de
piedra sustituía al de monte. De este modo, aprovechando los majanos, piedras y
rocas, zahúrdas en desuso, casillas abandonadas…, se levantaba este tipo de
aguardo, al que, en ocasiones, se le solía, añadir un poco de monte para
taponar huecos, apoyar la escopeta en la tronera e, incluso, para darle más
altura o, bien, para que las perdices no se subieran en lo alto del mismo al
acercarse al reclamo.
Ni que decir tiene que en una finca normal, no de
miles de hectáreas, había seis u ocho puestos fijos y no plagada de los mismos.
No podemos olvidar que en aquellos tiempos no se daba el puesto todos los días
y, menos, varias veces en la jornada. De hecho, era normal salir a cazar el
reclamo y sobre la marcha construir uno nuevo y no en un pispás como decía antes,
pues se echaba un buen rato y, por tal motivo, a nadie se le ocurría, dar por
finalizado uno, e irse a levantar otro para colgar de nuevo. Es más, también hay
que decir que no todo el mundo estaba preparado para hacer o levantar un puesto
de monte, pues no era tarea fácil.
Sin embargo, con el transcurrir de los años, el portátil reemplazó al puesto de monte o
piedra y, además, para acabar con el cuadro, primero el coche y con
posterioridad el todoterrenos hicieron que, el llegar a los cazaderos, ya no
supusiera un gran esfuerzo. Por tal
motivo, ni hay distancias, ni mucho trabajo para plantarse en el lugar
escogido. Se llega hasta donde haga falta y se coloca el aguardo en donde nos
parezca bien, aunque no sea un lugar apropiado.
De acuerdo con lo anteriormente reseñado, se quiera o
no, este nuevo pertrecho cuquillero facilita el trabajo y da muchas más
posibilidades a la hora de elegir colgadero. Por ello, no hay que arrancar la
gran cantidad de monte que antes se utilizaba para levantar uno fijo y se puede
colgar en cualquier enclave que nos guste porque se sabe que hay perdices por
los alrededores. Igualmente, si por cualquier circunstancia se presenta un
imprevisto: ganado, tareas agrícolas, tránsito de personas o vehículos,
recolectores de setas, viento, poco campo o mutismo del mismo…, si es buena
hora, se puede cambiar de lugar en no mucho tiempo. Ahora bien, cuando no se
actúa por un contratiempo inesperado de
los citados, sino que en nuestra mente está el ir a monte a dar todos los
puestos que hagan falta al cabo del día, la cosa cambia mucho y,
desgraciadamente, tal circunstancia ocurre en la actualidad. El primero doy el
alba, luego el de sol, luego el de sesteo o el de la doce y, por la tarde, el
de primera hora y luego el de dormida, aunque nos duela en nuestras entrañas
cuquíllera, ocurre. Y ello no es de recibo. Y no lo es, porque como escuché o
leí en su momento, la perdiz tiene que venir al sitio donde está un buen
reclamo, no ir de aquí para allá en su busca. Esto no significa que demos el
puesto con el portátil en cualquier lugar, pero puestear todo una finca, sin
importarnos si el colgadero es un sitio adecuado o no, en busca de perdices
para disfrutar luego contando a los amigos los éxitos de la jornada, tampoco.
No hay que tener muchos conocimientos cinegéticos para
saber que si se dan más puestos, normalmente se abaten más patirrojas, por lo
que, aparte de otros muchos motivos, esta especie de nuestra fauna mediterránea está en franca decadencia en
las zonas donde es fácil el actuar de esta forma, puesto que, en muchos lugares
de nuestra altas sierras, al no poder llegar el coche, ni cargar con el portátil y, mucho menos,
llevar a cuestas tres o cuatro reclamos, se da un puesto y se acabó.
Obviamente, en estos lugares, sí hay todavía mucha perdiz roja española.
...Cuenta la leyenda que en El Monasterio de Tentudia había un monje que les "segaba" las perdices de Aracena y Aroche a los moros del lugar. Este monje cazaba con el reclamo en la solana de Bonales...
ResponderEliminarSigue contando la leyenda, cuentas con la bendicioón del Sr. Obispo de Badajoz
EliminarContratiempos de la informática me lo impiden. Todo se andará si la vara no se rompe...
ResponderEliminarPara mí solo poder ir al campo ya es una bendición divina, y si encima puedo cazar...ya me dirán.
ResponderEliminarDesgraciadamente, hay de todo en este mundo, mi caso y los socios que se apuntan al reclamo solo pueden ir 12 de los 40 días que tiene la veda. Y dentro de esos días, solo pueden ir a la parcela que les toque. Dentro de ella, se hacen dos puestos, uno de mañana y otro de tarde. A simple vista, poco en relación Veda/días.
En uno de nuestros cotos, propiedad de la Junta de Andalucía, con los problemas propios de un monte "público". En el existen "puestos" de piedras, que antiguamente construyeron los socios, el problema que tenemos hoy, es llegar a ellos, ya no con el coche, sino a pie. El monte se los ha comido, siendo a día de hoy imposible llegar y si llegas, poder colgar el pájaro en plaza. Amén de una buena “peoná”. Y no es por desidia, es por falta de “presupuesto” de la Junta, para no hacer, no hacen ni los cortafuegos perimetrales, aunque para que provoquen un incendio como el último año que lo hicieron, lo prefiero. Solo hacen el cortafuego de la carretera…y listo. (esa es su prevención de incendios que tanto alardean en las noticias).
En fin. Cada coto es un mundo y cada cuquillero otro, hoy día lo mejor que tenemos es la ilusión por salir al campo, por lo menos yo, y el día que la pierda que sea porque me haya muerto….
Un saludo.
P.D. José Antonio, le pido disculpas, porque la llamada aún se la debo.