martes, 1 de noviembre de 2016

DEL AYER AL HOY III. DEL PUESTO DE MONTE/PIEDRA AL PORTÁTIL

E
stá claro que los adelantos técnicos fueron llegando y llegan poco a poco a todos los rincones de la vida y con ellos, en teoría, se mejoraron y se mejoran  algunos aspectos en el proceder del hombre: esfuerzo, tiempo, dinero… y en todo lo relacionado con una determinada actividad, De esta manera, lo que antes se hacía de una forma da un vuelco radical y toma un nuevo rumbo, aunque los fines sean los mismos. Eso sí, todo tiene sus pros y sus contras, es decir, sus cosas buenas y sus cosas malas.

         Obviamente, en nuestra afición,  la caza de la perdiz con reclamo, no iba a ser menos. Consiguientemente, existen multitud de aspectos de la misma que hace ya unos años se llevaban a cabo de un determinado modo y, hoy, con el paso de los años, se hacen de otro, dígase el aguardo fijo y el de quita y pon.


En principio, cuando el aguardo portátil no se conocía, se utilizaban los puestos fijos que estaban situados siempre en los lugares más estratégicos y querenciosos de las fincas: pie de siembras, lomeros, morretes, collados, altozanos, calveros, cortafuegos, silletas…, solían durar bastantes años e, incluso, algunos de ellos, todavía después de transcurrir algunas décadas, mantienen el esqueleto de lo que, en otros tiempos, además de los de piedra, servían de aguardo para esta modalidad cinegética. Y se aprovechaban de una temporada para otra porque no eran como los portátiles de hoy, que se ponen y se quitan en un pispás. Por esta razón, con anterioridad al inicio del famoso celo del rabanillo, que era cuando la mayoría de los cuquilleros daba comienzo a su temporada de perdigón, allá por el mes de octubre, si habían caído aguas tempranas, se reconstruían y, más tarde, de vez en cuando, se iban remendando cuando el material utilizado para tal fin iba perdiendo opacidad y, desde fuera, se podía avistar, con más o menos nitidez, la figura y los movimientos del perdigonero correspondiente. La gran ventaja con respecto a los de hoy, era que las perdices estaban familiarizadas con ellos y, debido a tal circunstancia, no recelaban en demasía al entrar en plaza, si partimos de la base que la perdiz de entonces era la auténtica roja española y, por consiguiente, llena de astucia y recelo.

Sus enclaves, ni que decir tiene, eran aquellos rincones de las fincas en donde, por las condiciones específicas que reunían, año tras año, las patirrojas solían abundar y se construía al amparo y camuflado por la vegetación del lugar. Por tal motivo, vallados, chaparreras o coscojas tupidas, manchones de jaras o jaguarzos, renuevos de castaños, chopos o álamos, viejos troncones de acebuches u olivos, frondosas retamas y charnecas, restos de antiguas construcciones…eran los lugares elegidos para levantar y camuflar el puesto.

A veces, por las características del cazadero en cuanto a los materiales existentes y conformación del terreno, el puesto de piedra sustituía al de monte. De este modo, aprovechando los majanos, piedras y rocas, zahúrdas en desuso, casillas abandonadas…, se levantaba este tipo de aguardo, al que, en ocasiones, se le solía, añadir un poco de monte para taponar huecos, apoyar la escopeta en la tronera e, incluso, para darle más altura o, bien, para que las perdices no se subieran en lo alto del mismo al acercarse al reclamo.

Ni que decir tiene que en una finca normal, no de miles de hectáreas, había seis u ocho puestos fijos y no plagada de los mismos. No podemos olvidar que en aquellos tiempos no se daba el puesto todos los días y, menos, varias veces en la jornada. De hecho, era normal salir a cazar el reclamo y sobre la marcha construir uno nuevo y no en un pispás como decía antes, pues se echaba un buen rato y, por tal motivo, a nadie se le ocurría, dar por finalizado uno, e irse a levantar otro para colgar de nuevo. Es más, también hay que decir que no todo el mundo estaba preparado para hacer o levantar un puesto de monte, pues no era tarea fácil.

Sin embargo, con el transcurrir de los años,  el portátil reemplazó al puesto de monte o piedra y, además, para acabar con el cuadro, primero el coche y con posterioridad el todoterrenos hicieron que, el llegar a los cazaderos, ya no supusiera un gran esfuerzo. Por tal  motivo, ni hay distancias, ni mucho trabajo para plantarse en el lugar escogido. Se llega hasta donde haga falta y se coloca el aguardo en donde nos parezca bien, aunque no sea un lugar apropiado.

De acuerdo con lo anteriormente reseñado, se quiera o no, este nuevo pertrecho cuquillero facilita el trabajo y da muchas más posibilidades a la hora de elegir colgadero. Por ello, no hay que arrancar la gran cantidad de monte que antes se utilizaba para levantar uno fijo y se puede colgar en cualquier enclave que nos guste porque se sabe que hay perdices por los alrededores. Igualmente, si por cualquier circunstancia se presenta un imprevisto: ganado, tareas agrícolas, tránsito de personas o vehículos, recolectores de setas, viento, poco campo o mutismo del mismo…, si es buena hora, se puede cambiar de lugar en no mucho tiempo. Ahora bien, cuando no se actúa  por un contratiempo inesperado de los citados, sino que en nuestra mente está el ir a monte a dar todos los puestos que hagan falta al cabo del día, la cosa cambia mucho y, desgraciadamente, tal circunstancia ocurre en la actualidad. El primero doy el alba, luego el de sol, luego el de sesteo o el de la doce y, por la tarde, el de primera hora y luego el de dormida, aunque nos duela en nuestras entrañas cuquíllera, ocurre. Y ello no es de recibo. Y no lo es, porque como escuché o leí en su momento, la perdiz tiene que venir al sitio donde está un buen reclamo, no ir de aquí para allá en su busca. Esto no significa que demos el puesto con el portátil en cualquier lugar, pero puestear todo una finca, sin importarnos si el colgadero es un sitio adecuado o no, en busca de perdices para disfrutar luego contando a los amigos los éxitos de la jornada, tampoco.

No hay que tener muchos conocimientos cinegéticos para saber que si se dan más puestos, normalmente se abaten más patirrojas, por lo que, aparte de otros muchos motivos, esta especie de nuestra fauna mediterránea está en franca decadencia en las zonas donde es fácil el actuar de esta forma, puesto que, en muchos lugares de nuestra altas sierras, al no poder llegar el coche, ni cargar con el portátil y, mucho menos, llevar a cuestas tres o cuatro reclamos, se da un puesto y se acabó. Obviamente, en estos lugares, sí hay todavía mucha perdiz roja española.

4 comentarios:

  1. ...Cuenta la leyenda que en El Monasterio de Tentudia había un monje que les "segaba" las perdices de Aracena y Aroche a los moros del lugar. Este monje cazaba con el reclamo en la solana de Bonales...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sigue contando la leyenda, cuentas con la bendicioón del Sr. Obispo de Badajoz

      Eliminar
  2. Contratiempos de la informática me lo impiden. Todo se andará si la vara no se rompe...

    ResponderEliminar
  3. Para mí solo poder ir al campo ya es una bendición divina, y si encima puedo cazar...ya me dirán.

    Desgraciadamente, hay de todo en este mundo, mi caso y los socios que se apuntan al reclamo solo pueden ir 12 de los 40 días que tiene la veda. Y dentro de esos días, solo pueden ir a la parcela que les toque. Dentro de ella, se hacen dos puestos, uno de mañana y otro de tarde. A simple vista, poco en relación Veda/días.

    En uno de nuestros cotos, propiedad de la Junta de Andalucía, con los problemas propios de un monte "público". En el existen "puestos" de piedras, que antiguamente construyeron los socios, el problema que tenemos hoy, es llegar a ellos, ya no con el coche, sino a pie. El monte se los ha comido, siendo a día de hoy imposible llegar y si llegas, poder colgar el pájaro en plaza. Amén de una buena “peoná”. Y no es por desidia, es por falta de “presupuesto” de la Junta, para no hacer, no hacen ni los cortafuegos perimetrales, aunque para que provoquen un incendio como el último año que lo hicieron, lo prefiero. Solo hacen el cortafuego de la carretera…y listo. (esa es su prevención de incendios que tanto alardean en las noticias).

    En fin. Cada coto es un mundo y cada cuquillero otro, hoy día lo mejor que tenemos es la ilusión por salir al campo, por lo menos yo, y el día que la pierda que sea porque me haya muerto….

    Un saludo.

    P.D. José Antonio, le pido disculpas, porque la llamada aún se la debo.

    ResponderEliminar