Hoy uno de enero, día de los Manueles, traigo al blog este relato -publicado en su día en la revista TROFEO CAZA- de mi primo Manuel Jerónimo Lluch, cuando pronto se cumplirá un año desde que nos dejó. Creo que para ir calentando motores es una buena piedra de toque.
Con luces de amanecida, roto el
crespón de la noche se abría ante Manuel el verde prado sobre el que
revoloteaban los madrugadores jilgueros.
La suave temperatura presagiaba, a escasas fechas la llegada de la primavera.
Embutido en su vieja pelliza y
cubierta su cabeza por una gorra campera de pana, en la que asomaban algunas
canas de su tupido cabello, Manuel disimulaba su más de metro ochenta de
estatura al caminar encorvado con paso cansino y semblante taciturno.
Su retoño, que hoy lo acompañaba,
no dejaba de observarlo, hasta que acabo por preguntarle;
-¿Qué te ocurre papá, que con lo
derecho que siempre andas, hoy vas más encogido que una pasa?
Manuel se irguió un poco, y
mirando al chiquillo con aires reflexivos puntualizó.
-Mira hijo, el pájaro que llevo
colgado a la espalda es el Viejo, un reclamo manso y tranquilo, que siempre me
recibe dando suaves piñones, y hoy cuando me acerqué a él para cogerlo se puso
a bregar y a botarse en la jaula, teniendo que taparlo rápidamente para evitar
que se lastimara con su comportamiento, así que me ha dejado sorprendido y muy
confuso.
-¿Y qué le habrá pasado, inquirió
el chaval?
-Eso quisiera yo saber, respondió
Manuel, con el semblante cariacontecido.
Tras larga caminata llegaron a la
Erilla Alta, donde días pasados había tirado Manuel un macho dejando viuda a su
hembra.
No dejó Manuel durante el
trayecto, de comentar cual podía ser la causa de esa respuesta del Viejo,
cuando lo vió acercarse para enmantillarlo y no llegó ciertamente a encontrar
nada que pudiera justificar su brusco cambio de actitud.
Ya en el colgadero abrevió
Manuel, colocando el portátil, y una vez el retoño dentro de él puso al Viejo
en el matojo, amarró la jaula con los ganchos a las jaras de este, cosa que
siempre hacia, y sin dedicarle ninguna carantoña al Viejo, como lo tenía
acostumbrado una vez destapado, se introdujo rápidamente en el puesto, colocó la
escopeta en la tronera, metió en ella los cartuchos y esperó acontecimientos.
Tras picotear algunas hojillas
del matojo que entraban por los barrotes de la jaula, se estiró el Viejo, hizo
amagos de iniciar su trabajo pero el intento de momento solo quedó en eso.
Al poco de estar en el puesto la
perdiz solitaria doy señales de vida. Sus continuas reclamadas lanzaban a los
cuatro vientos el abandono en el que se encontraba, a falta de garbón del que
había sido pareja hasta hacia escasas fechas.
El Viejo, que era un pájaro
hembrero por excelencia, que tenía con las pájaras un atractivo único que hacía
que vinieran rendidas a sus plantas, no decía este pico es mío. Miraba a un
lado y otro, cambiaba de vez en cuando de
postura en la jaula, pero durante las dos horas que permaneció en el
pulpitillo no se digno dedicarle a la desesperada hembra ni un pequeño
requiebro.
Manuel no acababa de entender lo
que estaba sucediendo, no se lo habría creído de habérselo contado alguien,
pero el hecho ahí quedaba y él no tenía explicación posible para el mismo.
Cabizbajo y abatido salió del
tollo, luego de haber tosido para facilitar el alejamiento de la perdiz sin
recelos y durante la caminata de vuelta al cortijo una larga retórica sería
compañera inseparable de su frustración y desengaño.
Una vez en la casilla Manuel
buscó y rebuscó algo que justificara el comportamiento del Viejo en el puesto.
No había plumas en la jaula que detestaran un inesperado pelecho, tampoco
sangre delatora de una uña partida de algún dedo, el pico no estaba roto, no observó
tampoco cagueta, en fin nada de nada que diera una luz para explicar lo
sucedido.
Pasaron tres días, la tarde
última de celo volvió Manuel a sacar al
Viejo; como siempre al acercarse a él lo recibió con suaves piñoncitos, no se
alteró al taparlo, y en el puesto del Cerro Blanco dio un completo recital, propio
del buen hacer que siempre prodigan los reclamos de bandera. Sin oír apenas
campo no dejó de trabajar durante las casi tres horas que estuvo colgado en el
farolillo.
Ya de vuelta a la vivienda se iba
diciendo Manuel una y otra vez.
-¿Qué misterios encierra la caza
de la perdiz con reclamo que pocas cosas conocemos de ella y cuántas nos quedan
por saber?
Creo que ahí reside la grandeza de este avecilla al no ser algo mecánico ni matemático.
ResponderEliminarY si no fuese por las granjas o los cotos intensivos much@s
ya hubiesen desistido tirando la toalla.
Saludos y suerte.
Vamos a ver Juan Luis.
ResponderEliminarEl relato, aparte de la parte ficticia que pueda contener, viene na decirnos que los reclamos, como animales que son, al igual que nosotros los humanos, tienen días buenos, regulares y malos. Pues si no fuera así entraríamos en un mundo robotizado. De esta manera, utilizando unas palabras tuyas, tengo que decir que la grandeza de nuestra afición radica en el no saber cuándo es el día de diez, pues la experiencia me demuestra que casi nunca es cuando esperamos que sea.
Pero es más, lo grande reside en que mientras más creamos saber del tema, más nos vamos dando cuenta de nuestra propia ignorancia, pues el día a día nos lo recuerda constantemente.
Saludos
Del que menos te lo esperas te llevas la “mochuelada”....
ResponderEliminarBonito relato, cuantas de estas historias tenemos a nuestras espaldas.
Me viene al recuerdo una conversación con Whatapps con un primo mío una tarde desde el puesto, me pregunto como iba la cosa y mi respuesta fue, a este le echo arroz!!! Estaban dándose un tute dos machos en el campo, incluso llegue a verlos por el camino como se agarraban a picotazos y el mio mudo!!!. Yo no sé lo que me entro por el cuerpo hasta que pasado más de 40 minutos observando la pelea, aflojan y empiezan a separarse cuando el mío le da por tirar un reclamo... oh sorpresa! Habrá leído el WhatsApp?.... al Segundo se agarro con él, el que supuestamente gano la batalla anterior....que esta vez salió perdiendo.
Me hice mil y una preguntas, Sabra mi reclamo que los tenia que dejar terminar su batalla? Será que mi reclamo no tenia el día? Será que es un mochuelo y no entro en batalla por miedo?.... a saber, la cosa es que una vez empezó terminó la faena llegando a buen puerto.
Son cosas que nunca dejarán de sorprendernos y que por mucho que “supuestamente” sepamos de esta afición, siempre habrá algo que nos sorprenda.
Un saludo y suerte en la temporada, que parece que como no cambie el tiempo será una más a pesar de las aguas otoñales.