Vaya
por delante que la repoblación con ejemplares de granja ha significado que en
muchos lugares de nuestros rincones andaluces, donde nuestra perdiz roja
salvaje, por diferentes motivos –que en este artículo no vienen al caso-, había
desaparecido o estaba en vías de ello, se puedan seguir cazando para el disfrute de quienes aman la actividad cinegética, en las diferentes
formas en las que se pueden cazar y,
entre ellas, por supuesto, la de la perdiz con reclamo.
Ahora
bien, la repoblación ha traído consigo que una gran mayoría de los que se
mueven preferentemente por los cotos intensivos dedicado a la suelta masiva de
perdices de granja y los que alternamos tal práctica con la caza de la
perdiz autóctona hayamos cambiado la forma de pensar a la hora de ver los resultados
de los puestos. Es decir, en las fechas que corren, el dar un puesto en una
determinada finca dedicada a la suelta de perdices para su posterior caza con
el reclamo y matar una parejita supone un rotundo fracaso, cuando no hace mucho, tal circunstancia significaba un lance suficiente para disfrutar personalmente y materia más que de sobra para que compartirlo con los
amigos y conocidos en las muchas tertulias que se montaban cuando se estaba en
plena faena cuquillera. En la actualidad, si no se hacen buenas perchas, no estamos satisfechos y nuestro ánimo no está radiante por la gran faena que nuestro reclamo Fulanito le hizo aunque no se apretara el gatillo. De esta manera, el llegar al final de semana con tres o cuatro perdices abatidas y puestos para recordar, parece que no es sinónimo de grandeza de nuestra afición, pues prima mucho más lo cuantitativo.
En
resumidas cuentas, la perdiz de granja ha significado que se enfoque el puesto
de otra forma diferente de cómo siempre se ha visto. Así, en muchas ocasiones,
priva más la cantidad que la calidad. El llegar al cortijo con una hembra/macho
o, si ha habido suerte, con una pareja es casi sinónimo de fracaso. Debido a
ello, aparte que la perdiz autóctona va reduciendo sus poblaciones de forma
alarmante, la perdiz de repoblación va ganándole terreno a la salvaje. Se va al
puesto a hacer buenos números de perdices abatidas, no a divertirse con
imborrables lances. Es duro reconocerlo porque nos jugamos una antiquísima forma de entender nuestra maltratada afición, aunque haya quien no piense ni actúe así, pero es una realidad más o menos irrefutable o, al
menos, así lo pienso. Y por supuesto, no quiero tocar la cuestión del trabajo del reclamo
con uno y otro “material”, pues como bien sabemos, fenómenos con muchísimas patirrojas de repoblación abatidas, desgraciadamente, no pasarían un examen de
preescolar con la verdadera perdiz roja salvaje española.
Examen de conciencia
ResponderEliminarDolor de los pecados
Decir los pecados al confesor
Y cumplir la penitencia
Pd. Zona alta y media con perdices en bando.
Suerte.